jueves, 27 de diciembre de 2007

'LEJOS DE ELLA'. Renacer desde el olvido (****)

CRÍTICA DE CINE

'Lejos de ella' (Sarah Polley, 2007)

Con un caminar firme y decidido, avanza por terrenos emocionalmente peliagudos el debut en la dirección de Sarah Polley, aquella chica de cintura frágil y larga melena dorada que de discípula de Isabel Coixet pasase a ser asediada por hordas cerebradas de zombies hambrientos de sangre. Las enseñanzas de la mujer de las gafas arcoiris asoman por los resquicios de ‘Lejos de ella’, nostálgica fábula sobre las segundas oportunidades cuyos mimbres salen de un cuentecillo de Alice Munro que encandiló a la actriz canadiense, que ofrece una inesperada lección de madurez en su primera experiencia detrás de las cámaras. ‘Lejos de ella’ se agita a paso lento, como esas simbólicas incursiones en el esquí de fondo de la pareja protagonista. Revela esta historia, agigantada por las interpretaciones de Julie Christie y Gordon Pinsent, un tratamiento delicado sobre las consecuencias que una enfermedad como el Alzheimer genera en una relación de larga duración.

A veces, tocar fondo supone un nuevo punto de partida, justifica una segunda oportunidad que rompe ataduras con el pasado y que permite descubrir sentimientos que permanecían ocultos. En ‘Lejos de ella’, la enfermedad degenerativa que diagnostican a Fiona, todavía a un par de décadas de llegar a la vejez, actúa de mecanismo reparador de las grietas del pasado. Por la pantalla transcurre una historia que se siente como si se susurrara al oído, con secretos por desvelar que se quedan en la intimidad de la pareja y que no se disfruta, sólo se sufre. Porque, qué duda cabe, el sufrimiento ocupa la parcela más frondosa del amor. De ahí el grado de esperanza que deslumbra a Fiona en la nueva etapa que debe afrontar y que, como recompensa a la tenacidad, toca de refilón al apesadumbrado marido que asiste atónico al desmoronamiento de cuarenta años de vida en común.

Así se plantea un trabajo que, de un posible flirteo con las características básicas de un telefilme lacrimógeno de primera hora de la tarde, pasa al coqueteo con el estante de obras maestras, mérito de la seriedad y dulzura con la que está elaborada una propuesta que revela a una cineasta con un tacto poco habitual en el gremio de los debutantes. Cine sencillo, no confundir con simple, y modesto pegado a la realidad, de notable consistencia y con hallazgos tan humildes como extraordinarios. Ahí está para confirmarlo esa hermosa escena que comparte el protagonista con una jovenzuela de vestimenta gótica en un sofá. Un palmetazo en la espalda que se siente como un abrazo enjuagado en lágrimas.

lunes, 24 de diciembre de 2007

'TOP 5' TEATRERO 'Mi viejo baúl' 2007

(LISTA ELABORADA SOBRE 46 PRODUCCIONES NACIONALES VISTAS EN 2007)

1- ‘ZENOBIA’ (Sobre textos de Zenobia Camprubí; Centro Andaluz de Teatro y Producciones Imperdibles): Motor del talento de Juan Ramón Jiménez, Zenobia Camprubí compartió media vida con el Premio Nobel onubense. Para los estudiosos, el símbolo del otro lado de la gloria, aquel que no luce en los focos, de la fidelidad, la lealtad, el compañerismo y el amor. En menos de una hora, ‘Zenobia’ se aventura en el interior de temas profundísimos como los subrayados derrochando un tacto exquisito. Obra de porcelana, cuidado que no se rompa, se desliza entre los mejores versos ‘juanramonianos’ para perfilar la apasionante biografía de Zenobia. Sin bascular hacia el desgarro, la puesta en escena introduce con suavidad entre la lírica elementos cinematográficos en una transición textual colmada de sinceridad y que termina rendida ante dos hechizantes interpretaciones. Después de contemplar a Javier Castro sobre las tablas, no extraña el estupor que causó a la muchachada de Moguer el verle pasear por sus calles hace unos meses. Juan Ramón había vuelto. Pura ficción, porque, como hace reflexionar este maravilloso, aleccionador y necesario montaje que se vuelca del lado de los secundarios, poeta y musa siguen escribiendo juntos, donde quieran que estén, un último poemario. El definitivo. Con pocas dudas, la mejor obra teatral de este 2007.

2- ‘EL CHICO DE LA ÚLTIMA FILA’ (De Juan Mayorga; Ur Teatro): Como en todo lo que sale de la prodigiosa pluma de Juan Mayorga, un texto ansioso por ser escuchado que ofrece decena de lecturas en clave contemporánea. Hasta el gesto de que uno de los personajes salga ataviado con la camiseta NBA de Pau Gasol supone algo más que un guiño -aseada crítica de esa clase media europea americanizada- dentro de una estructura narrativa profundamente reflexionada y que trabajada por Ur Teatro pisa el acelerador para que agilizar y dinamizar esa multiplicidad de lecturas. Entre las cuestiones que aborda, cada cual se quedará con la que sienta más cercana a sus intereses. Hay material, incluso de perfil contrapuesto, sobre el que poder elegir: la necesidad de dotar a la vida de un sentido, la escritura como resorte para encontrar una vocación, los dos ritmos de la adolescencia, el hastío que sufren en silencio –sí, como las hemorroides- docentes con décadas de experiencia delante de los pupitres o la literatura como medio para enfrentarse a la soledad. Centenares de hojas de apuntes guardadas en una carpeta forrada por un ídolo baloncestístico para utilizar en un examen que, en un sorprendente giro, pasa de obra de tesis a inquietante thriller en la onda de ‘El habitante incierto’ de Guillem Morales, a punto de ser ‘remakeada’ en Estados Unidos. No pasará como la mejor adaptación de un libreto de Mayorga, pero ‘El chico de la última fila’ sí podrá presumir de no devaluar, al contrario, la cotización del libreto original, de deliciosa lectura.

3- ‘PAGAGNINI’ (De Ara Malikian; Yllana): Bendita locura la de Ara Malikian. Hasta a uno de los patilargos componentes de su abultada pelambrera le insta a que toque unas cuantas notas al violín en medio del alocado desenfreno que ‘Pagagnini’ desparrama en cantidades industriales. A nadie deja indiferente, valga el tópico, esta obra parida por el infinito talento del armenio, que desacraliza el ritual casi litúrgico que preside la música de cámara para, sorteando el ridículo, fabricar un monumento a la diversión aliado con la calidad. Quien lo diría de antemano con un vistazo al programa, un recital con tres violinistas y un bajo. Es la máscara que esconde un mecanismo que funciona con la precisión y la sencillez del MVP de los relojes suizos. Malikian ejerce de capitán de la función, al estilo del ordeno y mando que practicase Beckenbauer al frente de la impenetrable línea defensiva germana de principios de los 70. Generoso, reparte juego con sus tres compañeros, juguetones con cada uno de los roles que asumen: el joven aprendiz negado en el amor, el cínico segundón que no regala sonrisas y el presunto seriote que acaba poseído por la espíritu festivo del huracán armenio. ‘Pagagnini’ es un espectáculo en el que el buen rollo que hay en el escenario se contagia irremediablemente a la cuarta pared. Fiestón en el teatro de la mano de la música clásica. Otra vez, y las que haga falta, quien lo diría.

4- ‘LA CABRA’ (De Edward Albee; Teatre Romea y Stage Door): Todavía en la carretera, lo que ya es indicativo del terromoto que ha provocado dentro del mundillo. Melliza en cuanto a tono y rentabilidad de ‘El método Grönholm’, pronto cumplirá los tres años a pleno rendimiento esta bomba de relojería que se trajo Josep María Pou de una de sus frecuentes visitas a los teatros neoyorquinos. El que escribe la vio en enero, cuando ya despuntaba un ligero cansancio en determinadas interpretaciones. Tragicomedia cocinada a lo griego, ‘La cabra’ recorre el descenso a los infiernos de un arquitecto de campanillas que asiste con entradas de palco y barra libre al derrumbe de lo que había edificado en su biografía. Las risas campan a sus anchas cuando debería hacerlo la tristeza, si se reflexionase un mínimo. Final himalayesco que toca cumbre tras una cruenta refriega que desenmascara la frialdad de las apariencias. Un ceremonial, en resumen, de fondo agrio y caparazón cómico -¡ay!- recubierto por una puesta en escena que reclama ser observada con verosimilitud. Si es así, una de las mejores obras que ha pisado escenarios del país procedentes de Estados Unidos, regalito de ese activo nonagenario que responde como Edward Albee.

5- ‘LAS BIZARRÍAS DE BELISA’ (De Lope de Vega; Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico): Explosión hormonal la que se vive encima de la madera, sometida a un crujir incesante por el frenético taconeo con el que pisa La Joven. En argot teatrero así se ha denominado a esa fauna de actores que no llegan a las tres décadas de existencia que debutaron como compañía con un Lope de Vega, un texto de amoríos inofensivos e inocente galantería escrito en las postrimerías de su agitada biografía. El trabajo de La Joven es extenuante, un huracán físico y gestual que marcha a trote ligero y fluido pese a las dificultades del farragoso verso del libreto.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

'TOP 5' CINÉFILO 'Mi viejo baúl' 2007

(LISTA ELABORADA SOBRE 36 LARGOMETRAJES VISTOS EN 2007)


1- 'CONCURSANTE’: Avispado artefacto antisistema manejado por Rodrigo Cortés con mano firme que critica con sutileza el caparazón económico que recubre a la sociedad. Memorable Chete Lera, que en 2007 ha recuperado la forma tanto en los escenarios (lo único rescatable de ‘Mingus Cuernavaca’) como en el celuloide. Matrícula para un guión circular que arroja una escena a conservar en la memoria del cinéfilo que no claudica ante las injusticias, el inicio de la firme amistad que une los destinos de los personajes de Chete Lera y Leonardo Sbaraglia. Deplorable que la Academia la haya relegado al anonimato.

2- ‘RATATOUILLE’: Aquí no hay discrepancias. La confirmación de Pixar como fábrica de maravillas, con la maquinaria perfectamente engrasada. Paso adelante a velocidad de roedor que recupera la firmeza de ‘Los Increíbles’ tras el tropezón de la blanquecina ‘Cars’. Metáfora aleccionadora a considerar por los derrotados, ‘Ratatouille’ pasa la escobilla por las calles de París, se adentra en un bistrot de cuatro tenedores, reflexiona sobre la necesidad de encontrar un sentido a la existencia, disecciona con inteligencia la intocable figura del crítico todopoderoso y se aleja de la moralina que derrite con frecuencia a las producciones familiares. La faena se redondea con el capítulo técnico, otro prodigio. Lástima que la realidad no se comporte tan bondadosamente con los románticos como ‘Ratatouille’ lo hace con la ‘arguiñana’ Remy.

3- ‘DAYS OF GLORY': La secuencia final en el poblado, puro cine bélico que retrotrae a lo mejor del género visto en el siglo anterior, dispara las manecillas del cuentarrevoluciones emocional de ‘Days of Glory’. La trascendencia de este filme, más allá del fascinante epílogo, se halla en la potencia y el alarde de sinceridad con la que trata de transmitir lo que reivindica, la figura de los soldados argelinos que lucharon por Francia en la Segunda Guerra Mundial y que posteriormente fueron olvidados. ‘Days of Glory’ consiguió que se hiciera justicia poética con los afectados. Tras el pase de la película, el Gobierno de Francia pidió oficialmente perdón a los perjudicados y abrió una vía de financiación de pensiones a los descendientes. El atrevimiento apacigua ciertas ingenuidades que afloran en determinadas escenas.

4- ‘PROMESAS DEL ESTE': Violencia, sin más. Cada una de las nueve letras del vocablo deletreadas por separado verbalizadas con crueldad pero sin excesos irreales. Y un par de interpretaciones asombrosas. La mutación de Vigo Morttensen compite en elogios con la caracterización de Armin Mueller-Stahl como capo de una sanguinaria mafia rusa. Relato tabernario que fluye en los bajos fondos londinenses, ‘Promesas del Este’ te agarra a la butaca tras el impactante prólogo y no te suelta hasta los títulos de crédito. Nueva ovación al traslado, momentáneo o definitivo, ahí queda la incógnita, de Cronenberg a la narración convencional.

5- ‘ROCKY BALBOA’: A los sesentaitantos, el de Philadelphia recuperó los guantes por última vez, anulando la posibilidad de otro reencuentro. Stallone da una lección a sus numerosísimos detractores con una despedida a lo Eastwood, relatada con un tono crepúscular, filosófico y existencial. Como vieja gloria, reclama su derecho a otra oportunidad. Lo de menos es el motivo, lo único que queda algo confuso. Balboa quiere despedirse de los suyos desde el ring. La demostración de que un campeón no necesita ganar para obtener el reconocimiento de la gente que le rodea. El fin de un largo trayecto vital, tanto para el fiel espectador que le ha vitoreado a lo largo de la arrítmica saga como para el propio actor y cineasta, ya metido faenas de otro nivel con la anabolizada ‘Rambo’. Un cántico a la nostalgia lo suficientemente bien planteado como para esquivar el ridículo.

lunes, 17 de diciembre de 2007

'TIME OUT', MORTADELO


El tiro de cuatro metros que se le salió a Pau Gasol frente a la aguerrida tropa rusa no llegó a ser palmeado por Mortadelo y Filemón. Es más, ni se atrevieron a saltar entre los elásticos y kilométricos brazos de Kirilenko. El volumen ‘Eurobasket 2007’ (Ed. B-Grupo Zeta), aperitivo previo al Europeo pifiado en Madrid, no pasa de ejercicio nostálgico para el habitual en la infancia de los tebeos de Ibáñez. El baloncesto es un simple elemento decorativo, perdido entre las habituales persecuciones, tropelías y conspiraciones varias –aquí son Egipto y Argentina los países afectados- en las que se entrometen los agentes de la TIA, de capa caída en cuanto a métodos de investigación.

Divertimento pasajero que se despacha en media horita siendo generosos, el reclamo de la cancha y la canasta queda relegado a un torpe segundo plano. La gracieta pasa por llamar al jugador franquicia de la selección, un ‘grizzlie’ venido a menos y con síntomas ‘antonioveguianos’, Gasoliano. El resto del plantel plateado no existe, hasta el desdibujado perfil de un entrenador de malos humos y cáscara añeja, tan distanciado de la fórmula que predica el bueno de Pepu. La firma del libro lleva impresa la terminología baloncestística aunque ni siquiera se atreva con el lanzamiento de triple frontal. El único fogonazo capaz de instalarse entre las diez mejores jugadas de la semana se encuentra en ese simpático arranque genuinamente Ibáñez –la admiración sigue intacta, errores como éste humanizan- que hace aflorar una sonrisa y enciende la bombilla del recuerdo. El resto, un esfuerzo en balde con la cancha, para disgustos de seguidores como el que firma, cerrada por imperativos mayores. Tiempo muerto, a la espera de una reacción que remonte una desventaja ganada a pulso por la falta de nuevos planteamientos ofensivos.

martes, 11 de diciembre de 2007

'EL CASAMIENTO'. Cuadrilátero nupcial

CRÍTICA DE TEATRO

'El Casamiento'
Autor: Anton Chejov
Dramaturgia y dirección: Juan Dolores Caballero
Compañía: Histrión Teatro
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 9 de diciembre de 2007

Anton Chejov, se resume del perfil profesional extraído de infinidad de biografías, edificó una sociedad paralela a la real que alternaba con científica exactitud tragedia y comedia. La habitaban personajes planos, nada de proezas, trazos poéticos, ricos discursos o arranques epopéyicos. Privilegió la descripción sutil de las décadas que le tocó vivir, arrinconando a la épica. Virtud o defecto, según como se observe, este estilo se magnifica al entrar en contacto con sus obras cortas, minipiezas de elaboración instantánea con mucho por descubrir y poco que contar.

Histrión Teatro ha unido dos de esos textos para descifrar bajo sus coordenadas habituales, rotonda con prioridad para la fachada ocular, ‘El Casamiento’, bodorrio báltico regado de vodka con desconcertante acento agitanado. Dentro de la maquinaria que ha puesto en marcha ha otorgado una jerarquía de alto rango al escenario. Así, el vestido con diamantes que regala cada función el Corral de Comedias de Alcalá se convierte en el mayor aliciente de un montaje del que por mucho que el músculo exprima con fuerza, no se extrae el jugo anhelado. El rastro dejado por Chejov, sus características básicas, apenas se perciben dentro de una atmósfera que privilegia las risas al drama. El público, invitados a esa boda que sale de juntar dos textos secundarios en la producción chejoviana, rodea el coso, como si de un combate de pesos ligeros se tratara. Un cuadrilátero nupcial sobre el que pelean con templanza dos púgiles de perfil encajador. Sobresaliente la puesta en escena, reforzada por puntuales juegos de pie de un sector del reparto, la nota final baja hasta el aprobado raspadillo propio del estudiante de magnífica caligrafía al que condena la gramática.

Poca pegada encima del ring, irrisoria en el caso del primer round, ‘La boda’, una concatenación apátrida de réplicas vacías en jerga borrachera entre las que se atisba un conflicto hereditario. Leve viraje tras el sonido de la campana, cuando ya la concentración ha amenazado, si no lo ha hecho, con lanzar la toalla. Sube un peldaño la intensidad con la irrupción de un excesivamente enfático pseudogeneral. El contrapunto al estruendo que genera lo encuentra con el rol que le toca realzar a Gema Matarranz, otra vez brillante. Paladeado ese enfrentamiento, poco más que rascar en un texto de acción estática e irreflexivo, la pose adecuada para vaciar la mente y dejarse deslumbrar por la estética que asiste al espectáculo. Perfecto si se sirviese con una copita y para ser degustado como si se acudiese a una boda de caché a la que se va sin pintar demasiado, la típica a disfrutar desde la lejanía.

lunes, 10 de diciembre de 2007

'EL ORFANATO'. Pegamento preciso

CRÍTICA DE CINE

Uno de los problemas recurrentes del denominado popularmente cine de terror, con variaciones semiológicas que llevan al mismo significado, se halla cuando falla uno de los principales resortes: la originalidad. ‘El Orfanato’ se adentra en terreno conocido desde que enciende la maquinaria. Rodada con inhabitual tacto y precisión, coge una idea de aquí, pega otra de sello nipón, hila escenas vistas recientemente y deja el epílogo sujeto de un giro argumental tan socorrido que ya corre con el riesgo de saturar la vía.

Debido a ese manantial de referencias, perceptibles hasta para el cinéfilo ocasional, sorprende el inusitado interés despertado por la, por otra parte, inteligente ópera prima de Juan Antonio Bayona, que marcha a paso ligero dispuesta a marcar un hito en la taquilla nacional mientras se pertrecha de distinciones procedentes de todos los rincones del mapa. Fantasmagórico relato de época disfrazado de actualidad, a diferencia de compañeras de generación de mismo género como la melliza en términos temporales ‘Rec’ o ‘La hora fría’ de Elio Quiroga –a redescubrir-, ‘El Orfanato’ se nutre con calorías cedidas de muestras extraídas del amplio repertorio de cine espectral moderno, aquel que floreció tras ‘El sexto sentido’. Palmo a palmo siembra un nuevo cántico al amor maternal en el que la tensión únicamente chispea de forma aislada, dentro del contexto artificial en el que se introduce el relato. En el otro lado de la balanza, el debut de Bayona se luce en el nivel de sofisticación técnica, que se sitúa muy por encima de la media en aspectos como la puesta en escena. El ritmo contenido, salvo alguna escena fuera de lugar –el atropello- deviene en un trabajo pulcro y diseñado con esmero en aspectos habitualmente descuidados como el sonido.

El pisar territorio conocido permite por extensión ciertas licencias en un guión en apariencia pulido aunque con grietas por las que se cuelan incógnitas resueltas a favor de un desarrollo complaciente. ‘El Orfanato’ es, además de un cosmos habitado por personajes de quita y pon –a excepción de la espectral Geraldine Chaplin-, un traje favorecedor para el rol de mayor consistencia, el ejecutado por Belén Rueda. Carga con el papel de madre coraje, ajustado a esas ‘ojeras-sufrimiento’ que luce y que se instalan tras uno de los muchos duros golpes con los que place obsequiar la vida. La actriz, una sorpresa cuajada en la madurez, sostiene con credibilidad el trabajo encomendado, tampoco para llegar al extremo de levantar la película, esmerado producto comercial de olvido instántaneo, hasta llegar al punto de catalogarla, como se ha hecho, de obra maestra.

Con menor tonelaje estético, Ibáñez Serrador ya manejaba hace décadas con similiar precisión los códigos de género empleados en ‘El Orfanato’. La diferencia de repercusión se escapa de lo cinematográfico para llegar a otros terrenos menos amables de la industria. Objetivamente, este trabajo no está para marcar puntos de inflexión ni para liderar un presunto resurgimiento del género. Otros, con menos eco alrededor, cuentan con más elementos para ejercer un rol para el que, desafortunadamente, no han sido reclamadas.

domingo, 9 de diciembre de 2007

'11 MIRADAS'. En voz alta

CRÍTICA DE TEATRO

'11 Miradas'
Autor: Tomás Afán
Dirección: Mariano de Paco
Compañía: La Chácena
Reparto: Francesc Galçeran, Maite Jiménez
Escenario: Sala Cuarta Pared (Madrid). 7 de diciembre de 2007

En el tratamiento de cuestiones históricas contemporáneas, el arte estadounidense que desembarca cada semana en Europa en cantidades industriales saca décadas de diferencia al producido en España. Sólo hay que agarrarse a la ya extensa filmografía fundamentada en el 11-S o en la reciente ocupación de Irak, trabajos que ya no se procesan unidireccionalmente y en lectura patriótica. Esa percepción del pasado ha sido alterada, aunque en la memoria deje un mayor poso la aparatosidad heroica de la reparadora de conciencias ‘World Trade Center’ que la cámara en mano de ‘Redacted’. Puesta la mirada en España, a estas alturas sobre el 11-M, convulso epicentro que supuso un punto de inflexión, apenas hay noticias en escenarios de rodaje, bibliotecas –fuera del área de ensayos- y tablas teatrales. La cifra queda raquítica si se obvian los ceremoniales artísticos con aires de tributo. La cercanía temporal a lo sucedido, el temor a herir sensibilidades y la división ciudadana generada por el posterior y enquistado enfrentamiento político ayudan a entender ese silencio. Básicamente, se debe a otra percepción de la realidad y del arte como espejo de la sociedad, alejado de lo dispuesto en otros países. No extraña entonces que existan resquemores a la hora de trazar un acercamiento al 11-M cuando hasta un videojuego de una compañía española que trata sobre la Guerra Civil, puesto a la venta este mismo mes de diciembre, ha levantado suspicacias y quejas de más de una organización. Otros indecorosos replanteamientos contemporáneos recordados a bote pronto, han provocado sonrojo, como el dueto ‘Lobo’ y ‘GAL’, tratadas desde un único prisma vía calle Pradillo. En ese contexto de cuenta pendiente y planteado desde el lado teatral, a cuentagotas la disciplina más vigorosa, el acrobático salto de La Chácena, poniendo en escena un peleón, doloroso y reivindicativo texto sobre el 11-M, ha sido al vacío y sin paracaídas. Una –valiente- incursión realizada al descubierto, excesiva en una señalada zona, y que relega a lo simbólico al cuarto trastero. El texto del autor Tomás Afán (Jaén, 1968) se consume en deseos de provocar una reacción, ya sea reflexiva o airada. Favorable o contraria, elude el equilibrio en cada uno de sus estampas. El abanico de sensaciones lo agita mediante la disposición de una serie de piezas breves que terminan dibujando un arrítmico mosaico emocional sobre lo sucedido aquella trágica mañana. Una madre que no cesa de llamar al móvil de su hijo desaparecido, la reacción de un familiar de dos posibles víctimas o la enérgica protesta de dos etarras que, a punto de cometer un atentado, observan en vivo la masacre de los trenes, por muchos motivos, el diálogo más fuera de lugar. Escenas de fuerte crudeza psicológica se combinan con otras alineadas en un mismo bando y que pertenecen al capítulo de las reacciones y repercusión. La más rotunda la escribe esa ‘clownesca’ entrevista entre periodista y dirigente político que finaliza con infantil chapoteo en aguas de tonalidad rojo sangre, un ejercicio tremendista de crítica al papel jugado aquellos días por algunos medios de comunicación y por el Gobierno que ostentaba el poder. La necesidad del autor de establecer determinados golpes de efecto, rasgo que denota cierta inseguridad y condescendencia con el público, se difumina ante lo desgarrador de lo contado, que demuestra una vez más que la realidad supera con creces a la ficción. Con un fondo que posibilita plantear una serie de dilemas morales de envergadura y que ofrece ingente material para la controversia dentro de la actual atmósfera ‘preguerracivilista’, la solidez de la puesta en escena ideada por Mariano de Paco, lo que ya no es novedad, se hace merecedora de un encendido elogio. En acertada decisión, el director cede los galones a Francesc Galcerán y Maite Jiménez, que en otro verdadero ‘tour de force’ interpretativo deslumbran en los que probablemente sean los papeles más complicados de su trayectoria. En otras manos, el ceremonial desolador, esporádica columna de opinión clarificadora de la postura del autor, que perfila el montaje hubiese quedado totalmente desdibujado. ‘11 Miradas’ recorre parcelas ya transitadas en ámbitos de tertulia y enciende una antorcha que ilumina el camino hacia un teatro que ya se atreve a mirar atrás y no demasiado lejos. Habilitada para dividir opiniones, débil y maniquea para algunos y una confirmación de postulados para otra mayoría, seguro que no causará indiferencia, un reto del que puede que no salga bien parada. En lo enrarecido del ambiente general hallará uno de los principales obstáculos, aunque se intuyen otros de parecida talla.

martes, 4 de diciembre de 2007

QUIQUE GONZÁLEZ. 'Avería y rendición &7'

CRÍTICA DE DISCO

No hay en la actualidad en este país, tan proclive a la fórmula estandarizada, un músico con mayor capacidad de sorpresa que Quique González. Cada disco del madrileño supone dos pasos al frente en vez de uno, un avance estilístico gigantesco. Si hace unos años, en la era ‘Salitre 48’, uno escuchase ‘Vete con cuidado’, el atrevido tema que cierra ‘Avería y Rendición #7’, casi nueve minutos de orquestación solemne que giran como una noria sin destino fijo, lo fácil sería pensar que lo cantan dos artistas diferentes.

La evolución está llevando a Quique González a horizontes insospechados, a militar en una categoría inaccesible a la mayoría de talentos puros, raza escasa, que militan en el rock de autor cantado en castellano. ‘Avería y rendición #7’ es, en ese sentido, la consagración definitiva del madrileño en su papel de ‘songwriter’ a la antigua usanza, un disco mayúsculo, con cientos de carreteras secundarias que conviene recorrer a poca velocidad, rock adulto, más propio de un sesentón de carrera desgastado que de un tipo que supera por poco la treintena. Reconocible por el cuidado tratamiento de las letras y la elección temática –la losa de ‘La noche americana’, fallido intento de disco conceptual– para el seguidor de los inicios y seductor de tratarse de un primer acercamiento.

Por fin se puede proclamar en voz alta. Con ‘Avería y Rendición #7’, González ha dejado de ser el mejor escritor de canciones que prácticamente nadie conocía, cediendo el puesto a Carlos Chaouen. Que se olviden en buscar semejanzas y comparaciones. Quique se reinventa en cada disco, sin temor a caer al vacío. Libre de ataduras, ha reunido una colección de canciones que vuelan libres, a su gusto, por vez primera sin la producción de Carlos Raya, en otros menesteres creativos. Los apuntes literarios apenas mutan: chicas, bares de aeropuerto, soledad y un pellizco de malditismo, con atisbos cabareteros como ‘Lady Drama’ ya señalados en el pasado (‘Superman’). Sí gana en diversidad acústica. ‘Nos invaden los rusos’ es posiblemente una de las mejores baladas dramáticas de su repertorio y ‘Avería y rendición’ una declaración de intenciones que sale de una unión –Leiva– que se vislumbra como fábrica de temas que conquistan sin coqueteo previo.

Atado un público incondicional, limados los errores –esa cuenta bancaria al estilo ONG– y abierto un camino propio, Quique González sigue subiendo peldaños en su escalada al olimpo de la musica en castellano. Auténtico y natural, no un producto de época carente de personalidad.

lunes, 3 de diciembre de 2007

'COMO PIEDRAS'. Tierna infancia

CRÍTICA DE TEATRO

'Como piedras'
Autor: Jesús Muñoz
Compañía: El Pont Flotant
Escenario: Teatro Moderno (Guadalajara). 30 de noviembre de 2007

La cima de la felicidad se alcanza en la infancia. Déjense de estudios, análisis sociológicos y baremos estadísticos para comprobarlo a pie de escenario, con documentación y actitudes verídicas. La teoría la defiende con vehemencia vocal y corporal la joven compañía valenciana El Pont Flotant a través la simpática, ligera e irregular ‘Como Piedras’, caparazón duro de sentimientos desperdigados y posteriormente reunificados con la ayuda de un extra de sensiblería familiar.

Robustos hilos de amistad generacional alimentan el esfuerzo interpretativo del trío de actores, cómodos en un papel cuyo armazón textual dominan de antemano. Tras el leve ejercicio catártico y simbólico de silencios que inaugura la función, ponen a disposición del espectáculo su propia biografía. Destapan del pasado lo vivido, que en gente que no ha entrado en la madurez se resume en la infancia y adolescencia. Un punto de partida sabroso y apoyado por una escenografía acorde a lo buscado, premeditadamente desgastada por el imparable transcurrir del tiempo.

Lo contado, sujeto por sólidos andamiajes creativos, deviene a continuación en una melancólica exposición de situaciones de perfil cómico a las que se añaden excursiones que lindan lo real. Hay chispazos brillantes, como ese intercambio de golpes luminosos entre dos púgiles armados de mecheros. Llegan con retraso, cuando la función se ha dirigido a parcelas de autor. Juegos entre conocidos que agrandan la brecha con el asistente, situado fuera de esos corrillos de acceso privado que se denominan familia, y con un tonelaje menor, amistad. ‘Como piedras’, artilugio ‘peterpaniano’ de blandas intenciones, va perdiendo fuelle vistas las limitaciones de un alcance sometido al yugo de lo excesivamente personal. Con apenas tres décadas, apelar a la nostalgia de lo vivido despreciando a lo que espera por delante, llámese futuro, suena a reclamación demasiado forzada y de una ingenuidad notoria.

sábado, 24 de noviembre de 2007

'GRIS MATE'. Lluvia que no llega

CRÍTICA DE TEATRO

'Gris Mate'
Autor: Iñaki Rikarte
Dirección: Charo Amador
Compañía: Katu Beltz
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 23 de noviembre de 2007

Refrescantes aires ‘beckettianos’ de escala moderadamente optimista procedentes de un frente surrealista levantan del suelo la extracircular diana que focaliza la acción de ‘Gris mate’. Un paso firme y relleno de guiños histórico-teatrales de consumo propio el andado por ese talento de explosión precoz llamado Iñaki Rikarte, que en esta fábula desoladora con líricos trallazos humorísticos añade a la sutil rúbrica del texto la interpretación propia del artista de fuertes convicciones y calculados referentes. Llamado a sobresalir en el famélico escaparate de jóvenes autores, Rikarte ha cedido la dirección, labor que ya afrontara con la magnífica ‘Ildebrando Biribó’, otro cántico a los fracasados que no ocupan espacio en los libros de texto, a una Charo Amador más curtida en envites de medio alcance como se consolida esta propuesta. Las miras mayores se esperan para el futuro, que para una compañía como El Gato Negro de antes y la Katu Beltz de la actualidad se antoja, si los presagios no desafían a las certezas ya expuestas, despejado y con escasas nubes.

Grisácea fábula, como evidencia el sugerente título, de tres personas que vagabundean por la vida a la espera de que nada suceda, en este montaje de ida y vuelta hay texturas especialmente significativas en parcelas como el inteligente libreto y la ambientación. Más finas, con riesgo de deshilacharse, se manejan ya con el trío de intérpretes compartiendo tablas. La obra ahí se apelmaza en exceso, como ese pelo que combate el estrambótico peluquero ‘molièresco’ que compone Alberto Castrillo-Ferrer, el antaño excelso ‘apuntador de Bergerac’. Su silenciosa irrupción, luego un estruendo debido al huracán verbal que se desata desde sus diálogos, desequilibra el ritmo cadencioso que llevaba hasta ese instante la función. La ruptura es notoria, hasta en el tono de los acontecimientos. Más metafórico e hipnótico ese primer tramo, forzando hasta la extenuación la ilógica la siguiente, con sucesiones de réplicas inconexas y carentes de argumentos, regla básica cumplida, que llevan la acción a un terreno indefinido. Recuperados en la recta final los perfiles nítidamente delimitados desde las presentaciones –extraordinario el de ese antihéroe frustrado de antepasados helénicos que vuelca su rencor en las alturas, con ‘A’ mayúscula-, ‘Gris mate’ pinta con diligencia el trazo que faltaba por cerrar en esa sórdida diana por la que se arrastra el trío de desubicados sociales.

Exigente y con un punto de ambición bien calculada, sabe esquivar –no sin dificultades en ocasiones- el tedio que podía derivar de una fórmula hermanada con el surrealismo ilógico y con poco que rascar –aparentemente- en su superficie, para contraatacar y dejar una certeza por encima de las restantes. Con autores del talante y entusiasmo de Rikarte, el panorama de jóvenes creadores teatrales engordará unos cuantos kilos de saludable calidad. Con ‘Gris mate’, trasunto meteorológico de carácter estable sin amenaza de tormenta, ya lo ha logrado.

martes, 20 de noviembre de 2007

ALCINE37. Balance

Festival de Cine de Alcalá de Henares / Comunidad de Madrid

El sorpresivo viraje fantástico que experimentó ALCINE en la pasada edición con el triunfo del alienígena ‘For(r)est in the des(s)ert’ no ha gozado de continuidad. La trigesimoséptima edición del Festival de Cine de Alcalá de Henares / Comunidad de Madrid, la plataforma cortometrajística más relevante a nivel nacional, pisó terreno conocido. No se dejó adular por géneros de corte experimental y poco frecuentados en la industria actual. El palmarés encumbró a Daniel Sánchez Arévalo y su ‘Traumalogía’, tragicomedia de porte esperpéntico que airea las miserias de una célula familiar con una boda como resorte. Decimotercer cortometraje del director que deslumbrara con ‘AzulOscuroCasiNegro’, capturó cuatro trofeos regalo del jurado. Primer Premio, favorito del público, montaje y mejor interpretación. Poco que objetar al cuarteto, si acaso subrayar la ratificación vía trofeo de la categoría de ese joven actor, ya una realidad, de agitadísima filmografía los dos últimos años que es Raúl Arévalo. Sánchez Arevalo –no hay parentesco- le otorgó un rol, papel estrambótico de veinteañero sacudido por la realidad, que domina a la perfección, como ya demostrara en ‘El camino de los ingleses’ con el memorable Babirusa. Un puzzle colectivo de tragedias cruzadas con aroma a González Iñárritu (‘Diente por ojo’) y un simpático y humilde relato sobre la soledad y la amistad que va diluyéndoe ante la falta de ideas (‘Padam…’) ocuparon los restantes peldaños del podio del Certamen Nacional, la perla que más reluce en la frondosa programación de ALCINE.

Del resto de proyectos a concurso, de irregular nivel medio y sin caer en la reiteración en el tratamiento de temáticas sociales, abundantes los últimos años, sobresalió la inteligencia de ‘Eres’, de Vicente Villanueva, el sólido pulso narrativo de David Valero en ‘Niños que nunca existieron’ y ‘La parabólica’, metáfora sobre la incomunicación rodada en Matarrubia, provincia de Guadalajara, con un sonido exquisito y una interpretación, la de Martín Mújica, sobresaliente.

La otra novedad relevante de ALCINE37 llegó de la mano del Certamen Europeo, que debutó como sección a concurso. Expuso 38 cortometrajes de filmografías en muchos casos desconocidas, con una amplia remesa nórdica. Primeras zancadas de un capítulo llamado a expandirse en ediciones futuras y por el que la organización apostará con firmeza.
La tercera sección competitiva, Pantalla Abierta a los Nuevos Realizadores, esquivó la lógica del taquillaje y de la opinión de la crítica. Sorprendentemente, el público de Alcalá guiñó el ojo a una película que apenas se mantuvo un par de semanas en cartelera, coleccionando salas semivacías en virtud de una floja distribución y una promoción inexistente. ‘Amor en defensa propia’, dramón con acento argentino que supuso el debut en el pedregoso camino del largometraje de Rafa Russo, gustó por encima de la favorita a priori, ‘Bajo las estrellas’, y de ‘Concursante’, el trabajo más arriesgado y fuera de onda del sexteto que competía. De vació se marchó la ópera prima de Rodrigo Cortés, en un año en el que ALCINE enseñó en el palmarés final su vena más conservadora.

Lo mejor: La dedicatoria a Irlanda, la diversidad temática del Certamen Nacional, el (medio) estreno de 'Casual Day', 'La parabólica' de Xavi Sala y los dos boletines informativos

Lo peor: Los molestísimos problemas de sonido en las tres primeras sesiones del Certamen Nacional, un quinteto de cortometrajes que no alcanzaban la talla para competir en Alcalá y los balbuceos, tímidos todavía, del Certamen Internacional, apuesta a largo plazo

martes, 6 de noviembre de 2007

TENORIO MENDOCINO. El Tenorio, con el dorsal 16

XVI Tenorio Mendocino
Escenario: Calles de Guadalajara. Viernes 2 de noviembre de 2007

Al disciplinado concejal de Cultura de una localidad fronteriza con Guadalajara le iban cayendo a chorros las preguntas sobre la representación del Don Juan. Le buscaban las cosquillas los plumillas de turno, incansables en el afán de hallar una duda, un titubeo, una renuncia. Capeaba el temporal sin dificultades hasta que sonó la campana de forma inesperada, con un planteamiento abordado desde la simpleza para el que no tuvo respuesta. “¿Por qué se hace el Don Juan aquí?”. Con las grabadoras expectantes y la tinta de los bolígrafos pidiendo paso, se quedó en blanco. Si la escena se hubiese planteado en Guadalajara, podría haberse recurrido a un amplio surtido de respuestas priorizando uno de los postulados de ‘La navaja de Occam’, teoría filosófica ideada por un franciscano inglés: ante un posible dilema, la explicación más sencilla es la más probable.

De primeras, un “¿y por qué no?” resulta irrebatible. Si no fuera suficiente, bastaría con darse una vuelta por ese territorio que todavía conserva la esencia de siglos pasados, el que embellece el minicentro de la ciudad. Si el Tenorio, todavía en edad adolescente, goza de la aceptación popular se lo debe en gran medida a esa ruta, a su carácter amateur, porque los errores, por entrañables, se perdonan con facilidad, a esos papeles que ya sobrepasan a la persona que los representa, a la ausencia de trucos dramatúrgicos, una apuesta por una narración a la vieja usanza.

Hay datos, ampliando miras, que son reveladores. El Tenorio Mendocino luce ya el número 16 en la zamarra, el dorsal con el que Pau Gasol conquistó las Américas. Marchó hacia el país de las barras y las estrellas con timidez, como el callado estudiante de matrícula que conquista una beca por expediente. Así, sin demasiadas estridencias, se abrió camino el Tenorio guadalajareño hace dieciséis años, de una vorágine de conversaciones en una cena entre amigos, de un duelo de versos y espadas invisibles, de una asamblea de capas parlanchinas. Para crecer, Gasol se atiborró de pesas y otros manjares. Se ganó a pulso el respeto ajeno. El Tenorio, mientras, se ha ido esculpiendo con las manos de orfebres de la cultura alcarreña.

El bastón lo tomó Javier Borobia, que todavía no lo ha soltado. Adheridos casi de por vida, gente como José Antonio Suárez de Puga y Josefina Martínez. Aves de paso, centenares. El Tenorio ha ido amurallándose a lo largo de este tiempo, apropiándose de las virtudes de los protagonistas que le han dado alma. El carisma de José María Sanz Malo, el ímpetu de Julián de la Fuente, el talento de Abigail Tomey, la ilusión del novel Fele Martínez, el trabajo, bien o mal entendido, del infatigable Fernando Romo, la labor anónima de centenares de jóvenes y adultos o el empuje de una última hornada que pide el relevo y pisa fuerte, a veces demasiado. En ese grado de trabajo colectivo, en esa suma que menosprecia a la resta, en ese aroma hogareño y en esa estabilidad dramatúrgica que esquiva el factor sorpresa y que tanto beneficia al poco frecuentador de plateas, hay que encontrar las respuestas al motivo por el que Guadalajara tiene su propio Tenorio, todavía barbilampiño y al que se puede aventurar un próspero futuro si el ánimo que lo sustenta no decae.

La decimosexta edición del Tenorio Mendocino en su edición de viernes contó con el beneplácito del tiempo, lo que repercutió en el satisfactorio balance final. El texto de José Zorrilla se respetó, como es habitual en Gentes de Guadalajara, sin demasiados sobresaltos. Esa ausencia de riesgos se traduce en un desarrollo lineal, lo que, al contrario de lo que suele expresar la norma, es ya un sello de identidad del Tenorio Mendocino. Seguido con fidelidad a lo largo de la noche y madrugada, le faltó un punto de emoción, algo especialmente visible en alguno de los actos. El traslado del interior del Palacio del Infantado a los jardines del mismo recinto enfrió en exceso el resultado de la escena del sofá, de irregular resolución. Las aglomeraciones que se olvidaron en el añorado Tenorio Romántico, el gran acierto de los últimos años, incomodaron en exceso en determinados tramos. Menos problemas que en anteriores ediciones causó el sonido. Sobre todo si se compara con el caos del año pasado, un Tenorio prácticamente ‘a capella’ que desquició a más de uno de sus responsables. Hubo micrófonos juguetones, como el de Doña Brígida, que al primer grito paternal de los técnicos de sonido aplacaron su espíritu burlón. Fallos típicos que cubren al Tenorio con ese caparazón de sonrisas que le acercan al espectador.

El que repite cada 365 días se sorprendió de ver a José Antonio Suárez de Puga convertido en escultor. Tres lustros después, el literato cambió de disfraz, en lo que se vislumbra un relevo generacional a petición propia. Una metamorfosis encubierta, porque siguen siendo los veteranos los que añaden ese plus de intensidad al conjunto, como bien recordaba el que tantos años hiciese una obra maestra de Butarelli, entrañable alcarreño hoy entre el público. Uno ya no sabe qué límite separa al Comendador de Javier Borobia. Actor y papel confeccionados a medida, trabajos realizados desde un profundo respeto al texto pergeñado por José Zorrilla. Gente que se alista en el Tenorio con un compromiso que se sale del individual, alejada de la autorreivindicación egocéntrica, esa actitud tan habitual en círculos escénicos, sean profesionales o aficionados.

La plácida primera noche del Tenorio Mendocino 2007, puestos a imaginar en clave NBA con el 16 ‘gasoliano’ y con el verde esperanza céltico que ansía reverdecer viejos laureles en la camiseta, salió adelante sin que se registrasen sobresaltos noticiables. Para una crítica certera y sin metáforas, basta escuchar a esos incondicionales que fielmente lo siguen, sin faltar a la cita anual, hasta el epílogo en el cementerio. Es la opinión más fiable, la del especialista, no la del mensajero cansado de despegar flechas de un escudo que ya no aguanta más envites. A escucharles y a dejarse aconsejar, que no viene mal de cuando en cuando.

jueves, 1 de noviembre de 2007

'LAS 13 ROSAS'. Duelo de posiciones (***)

CRÍTICA DE CINE

Con la que está cayendo, con un debate político de exasperante duración y sospechado desenlace, con las televisiones habitadas por tertulianos poseídos por la ira, con libros colmados de premios que claman al cielo por la ausencia de rigor, va Martínez-Lázaro y abandona las estrecheces de la juguetona cama que tan buenos dividendos económicos le ha proporcionado para adentrarse en el proceloso cosmos de la Guerra Civil. Tomando posición, aunque no se pretenda a cara abierta, desde la misma elección de la historia, durísimo drama que tratado por el cineasta va estrechando miras y ambiciones hasta acabar centrado en la faceta lacrimógena y discursiva.
Con una postura de inicio que llevará al cabreo al bando de la cerrazón cerebral, de ideología indescifrable, el gran problema de ‘Las 13 rosas' radica en la indefinición en la que está sumido su desarrollo. Entre una puesta en escena primorosa y la tibia profundización de cada uno de los personajes, las nobles intenciones originales terminan diluidas. Hay que quedarse, cinematográficamente hablando, con lo primero. No se han escatimado detalles a la hora de darse un garbeo por esa España triste y oscura de la posguerra.

Del perfil psicológico de las inocentes jovencitas, poco que rascar fuera de esa incesante búsqueda del tono hiperdrámatico, que destroza el techo en los cinco minutos finales. Sí constatará la revisión histórica de Martínez-Lázaro que hay material detrás de una buena actriz como Verónica Sánchez y que otras de mayor renombre, desconocidos los motivos, naufragan al abanderar un estilo sometido al exceso.

Las 13 rosas' no reabrirá cicatrices, porque no lo pretendía. El tema por sí mismo no admite matices. Lo que tampoco conseguirá es hinchar la vena de la emoción. Y eso sí que lo buscaba con empeño. La dosificada alternancia entre destellos felices -esos ratones traviesos chirrían- y desoladores no deja de ser la misma trampa reiterativa por la que se despeñan tragedias basadas en la realidad. Está bien que se recurra a ellas y no se olviden, pero mejor sería que no se pensara exclusivamente en la caja o en el qué dirán en medio de una agitación social conocida de antemano.

domingo, 28 de octubre de 2007

'EL HOMBRE ALMOHADA'. Desolación, miseria

CRÍTICA DE TEATRO

'El hombre almohada'

Autor: Martin McDonagh
Compañía: Teatro del Noctámbulo
Escenario: Teatro Moderno (Guadalajara). 26 de octubre de 2007

Para punzar conciencias, pocas medidas más eficaces que involucrar en asuntos de sangre a menores. El texto del joven dramaturgo irlandés Martin McDonagh, un autor poco frecuentado en la escena nacional, no esquiva entrar de lleno en los aspectos más escabrosos de un quíntuple asesinato. Es la parte superficial que se recorre a lo largo de un áspero relato contado en tono de fábula, un viaje a las alcantarillas de la condición humana, perfiladas en esos traumas adquiridos en la infancia que no desvanecen por énfasis que se ponga en la tarea.

De fondo, corren cuestiones como el egocentrismo del creador en su soledad, la ausencia de remordimientos y más a largo alcance las relaciones fraternales o los métodos represivos utilizados en las dictaduras. Teatro del Noctámbulo ha realizado una labor notable para una empresa de envergadura. Como rasgo propio, ha dotado a la obra de una trascendencia abismal, excesiva en ocasiones. Habitual cuando se palpa una obra laberíntica y plagada de esas afirmaciones ante las que la sociedad suele cerrar los ojos.

Si ‘El hombre almohada', pese a la dificultad de una propuesta que se sostiene sobre un libreto de ilimitada ambición de autor, funciona, se lo debe en gran medida a la solvencia del cuerpo actoral. Sobre José Vicente Moirón, un todoterreno de garantías con antecedentes de grato paso por Guadalajara (‘El búfalo americano'), recae el peso de la función. Hace creíble, a veces hasta la exageración, a un personaje complejísimo, el de Katurian, escritor en sus tiempos libres de unos cuentos a los que emparejan a los citados asesinatos. Argumento que, por otro lado, no es nuevo, tratado ya desde la pantalla grande y visto en una de las últimas acometidas de Animalario, la turbadora 'Hamelin', a la que unen evidentes lazos dramatúrgicos.

El grado de desolación que se alcanza en 'El hombre almohada', más allá de una inteligente resolución y de una puesta en escena que burbujea en dos planos, el real y el onírico, pierde en las comparaciones. Lo que sí queda es el silencio por la tensión de la experiencia narrada, sólo aliviada por las medidas incursiones en ese otro plano escénico de corte fantástico.

miércoles, 24 de octubre de 2007

'IMPERIUM'. Irrespirable

CRÍTICA DE TEATRO

'Imperium'
Compañía: La Fura dels Baus
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 22 de octubre de 2007

Leo Bassi se embadurnó de miel, se llenó de plumas, lanzó una docena de huevos contra el público y estuvo cerca de montar un escándalo público al salir desnudo a la calle Cifuentes. Rodrigo García obligó a uno de sus discípulos a matar a un bogavante y comérselo ante una veintena de personas. Las discrepancias ideológicas saltaron como un resorte. La compañía catalana L'Invenció disfrazó a los espectadores de inmigrantes ilegales. Les vejó, les agobió, les colocó un pastor alemán encima, trató de acercarles las emociones de esos rehenes del Tercer Mundo.

Siguiendo esa línea dibujada en el pasado por el Festival de Teatro Urbano (FUT), una rareza entre la uniformidad de una ciudad como Guadalajara, La Fura dels Baus montó este fin de semana durante dos noches consecutivas su particular aquelarre antiimperialista, elaborado desde el contraste. El plan de choque aplicado no supone novedad. Mostrar metafóricamente lo que se critica acercándolo lo máximo posible al asistente. El ambicioso intento se queda a medias.
Transcurre con tanta celeridad ‘Imperium', un exceso de movimiento, energía y rabia interpretativa, que anula la posibilidad de digerir con calma todo aquello que trata de transmitir. Las reducidísimas dimensiones del escenario del Teatro Buero Vallejo operan en un doble sentido. En el lado positivo, generan una sensación de agobio descomunal. El movimiento agitado de las cuatro plataformas piramidales que dibujan el cuadrilátero dispuesto provoca asfixia, una tensión continua ante la falta de espacio en el que situarse. Unida a la oscuridad, genera un ambiente irrespirable, perfecto para el ritmo que imprime la obra, fiel al lenguaje ‘furero' que predica.

En contrapartida, aumenta la posibilidad de perder la perspectiva, de extraviarse ante la ruta trazada por la dramaturgia. El riesgo de deteriorar la concentración, que se exige para disfrutar en plenitud de ‘Imperium', es elevado. Este factor agranda la incógnita de si la obra, no apta para corazones funcionales aunque de menor exigencia que la proyectada por la categoría que se le presupone a La Fura, hubiera funcionado más aceptablemente en esa nave industrial que figuraba en el proyecto inicial.

‘Imperium' late con fuerza desde el violento arranque, con la explosión de una serie de mochilas-bomba seguido de un tétrico desfile de afectados por el atentado que ya anticipan la existencia de un único espacio escénico. Actrices y espectadores, un rebaño a disposición de las gladiadoras, ya no se soltarán de la mano. Compuesta de cinco actos y de una hora corta de duración, no se puede asimilar sin aceptar su profunda simbología. El movimiento es continuo y obligado. No hay barreras ni convencionalismos, ni siquiera se sigue una lógica teatral. Entre trallazos de mayor o menor nivel visual, ‘Imperium' se queda como un espectáculo exigente, desolador y efectivísimo en su resolución, aunque de unas prestaciones menores que espectáculos diseñados por anterioridad por La Fura. Y si no, ahí quedan esas sonrisas que pese lo irrespirable del ambiente y la dureza del tema tratado se escapan en multitud de ocasiones. A medias.

viernes, 19 de octubre de 2007

'PROMESAS DEL ESTE'. Furia moral (****)

CRÍTICA DE CINE

Tres reveses sangrientos sacuden la pantalla en el arranque de ‘Promesas del Este'. Violencia que paladea cada una de sus nueve letras. Desde el inicio, David Cronenberg coloca las cartas boca arriba, sin trampas. Arrebatos de rabia física y furia moral despojados de metáforas, prescindiendo de la colaboración técnica y argumental. La violencia se manifiesta en su estado más puro, desde el temor. No hay que buscar el lirismo en cada uno de estos encuentros que, lejos de fluir soterradamente, machacan a corazón abierto.

El listón baja después de ese turbador inicio que, no obstante, consigue su propósito. Ya no habrá forma humana de huir de la asfixiante atmósfera en la que sumerge Cronenberg a los protagonistas, un Londres de baja alcurnia por el que campan mafias sin reparo para apretar el puño. Hermanada con ‘Una historia de violencia', más allá de la presencia de un Viggo Mortensen que ya exclusivamente por su interpretación justifica el acceso al cine, ‘Promesas del Este' corrobora el nuevo rumbo que ha tomado la cinematografía del canadiense, antaño coleccionista de rarezas y actualmente consolidando una narrativa lineal, directa, sin recovecos guionísticos ni destrezas modernistas que pudieran conectar con otros géneros que nada tuvieran que ver con el realismo.

Oscura, inquietante y magnética, la película tiene la rara virtud de atrapar desde el desasosiego, dosificando suavemente la tensión hasta soltarla de sopetón en una de esas escenas que dejan sin reacción, la escalofriante refriega que se vive en una sauna, escaparate de muchos de los temores al dolor físico que el ser humano es incapaz de plantearse.

A un lado el recital interpretativo de Mortensen, cada vez con mayor cantidad de papeletas para acceder al olimpo de la profesión después de observar su escalofriante mutación psicológica, queda un relato de la miseria humana puesto en ojos de una comadrona que ve cómo a escasos metros del holgado microcosmos que habita -el lacrimógeno trauma maternofilial es el único parche corregible- respira un inframundo habitado por tipos que cortan dedos, arreglan sus disputas a navajazos y coaccionan a jovencitas con falsas promesas de felicidad bajo una pasmosa impunidad. Ésa es la lección de mayor tamaño que encierra ‘Promesas del Este', furioso relato troceado con tacto de cocinero elitista. No hay salvación posible más lejos del círculo de confianza que uno mismo elija, en el plano interior y humano, para resguardarse del peligro en el que se ha constituido la sociedad actual. Pesimista, inteligente y esperanzadora.

miércoles, 17 de octubre de 2007

'¡EL CONQUISTADOR!. 'Cinenovela' en las tablas

CRÍTICA DE TEATRO

'¡El Conquistador!'

Compañía: Lucidity Suitcase Intercontinental
Escenario: Teatro Moderno (Guadalajara). Viernes 19 de octubre

Al calor del título de finalista del Premio Planeta, Boris Izaguirre declaró que la telenovela es el elemento que aglutina a los latinoamericanos. Un culebrón funciona como hilo conductor a nivel dramatúrgico y visual de ¡El Conquistador!, rarísima pieza multimedia con acento colombiano que sirvió para inaugurar entre amigos la cuarta edición del Festival de Teatro Urbano (FUT). Contiene la producción de la Lucidity Suitcase Internacional, plagada de guiños transoceánicos, un muestrario de elementos que la emparentan al universal género televisivo, fundamentalmente en cuanto al tono en el que está narrada. Los enredos, amoríos y pérfidas intregas tan típicas de la telenovela van ganando peso conforme se acerca el epílogo, convertido en un delirante ejercicio más próximo al surrealismo, ya con las ataduras narrativas totalmente desgarradas. Hasta ahí, escasa conexión en lo expuesto con el patio de butacas.

Comedia superficial, intriga sin suspense y un hachazo al colonialismo español del siglo XV se van cruzando para perfilar una historia que tiene como único protagonista a Polonio, tibio Thaddeus Phillips, un campesino colombiano aficionado a los culebrones que llega a la gran ciudad movido por el sueño de participar en uno de ellos. Sin quererlo, los acontecimientos le van situando en el interior de un relato extravagante. Lo realmente novedoso y atractivo de ¡El Conquistador! es su fantástica puesta en escena, una suma de elementos audiovisuales y escénicos que la aproximan a los códigos cinematográficos. Phillips sale y entra de una pantalla situada a sus espaldas, el otro gran intérprete, en una lección de coordinación muy vistosa e innovadora.

lunes, 15 de octubre de 2007

'SABORES'. Serio y exigente

CRÍTICA DE DANZA

Sara Baras

Espectáculo: 'Sabores'
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 5 de octubre de 2007

El mejor halago que se le puede hacer a ‘Sabores' es que mantiene el listón en las alturas hasta cuando su madrina, Sara Baras, descansa entre bambalinas. Arropa a la prodigiosa gaditana un núcleo de artistas de comprobada eficacia, una marca distintiva que ella rubrica a fuego en los trallazos en los que enciende las tablas. Es lo que más favorable que se puede escribir de ‘Sabores', que rápidamente se planta como una espectáculo serio y exigente. Poco complaciente con el patio de butacas sobre lo que suele ser costumbre. La interminable ‘seguiriya' que construye Luis Ortega es el mejor ejemplo. De complicadísima ejecuición, mereció un mejor trato del que le dispensó el auditorio.

‘Sabores' se escribe al dictado de la emoción. Arte en estado puro, sin condimentos ni distracciones. Prescinde de la escenografía. Tampoco el vestuario se sale de la línea de sensatez impuesta. Lo que reluce es el talento, al servicio del arte y no de ningún otro tipo de interés. Desde la fe y el compromiso ético. Sara Baras, sobra decirlo, ejerce de reina sobre le tablero, abarrotado de alfiles, torres, caballos y peones movidos por una inteligente estrategia.
Enérgica, la gaditana tensa con rabia la musculatura, dobla la cintura como si fuese de plástico, dibuja arabescos irrealizables con los brazos. Pone en práctica un estilo muy particular, lanza un conjuro con el que es complicado no caer hechizado. El punto mágico de ‘Sabores' lo coloca ella, en complicidad con un cuerpo de baile de altura y con el complemento de dos bailaores, Luis Ortega y José Serrano. El segundo fabricó un monumento a base de taconeos furiosos en las agotadoras ‘alegrías' que dispuso sobre el escenario. La energía que consumió le fue devuelta por la platea forrada con un caluroso aplauso.

Sin una línea definida, puesto que el argumento que enlaza las piezas, hasta veinte, simplemente no existe, ‘Sabores' va pasando por los distintos palos que sujetan el flamenco. Algunos pasan desapercibidos sin caer en la monotonía, a la espera de la irrupción de Baras. Otros causan tanta conmoción, que hasta provocaron un fenómeno poco habitual en el aforo del Buero Vallejo: el silencio. El visceral ‘martinete' que ejecutó en las postrimerías de la noche, que llegó hasta las dos horas sin parón, quedará como uno de los mejores números vistos en la trayectoria del teatro. Para conservar en la memoria.

domingo, 7 de octubre de 2007

'MATAHARIS'. Espionaje de interiores (****)

CRÍTICA DE CINE

Sutil, contenida y efectiva, 'Mataharis' es el acertado regreso a la dirección de Iciar Bollain superado ya el inesperado ‘boom' de 'Te doy mis ojos', que supuso tocar cima para el género social de la industria nacional, hoy menos reincidente. El cine de Bollain es de largo recorrido. Procede una mirada pausada, atenta a detalles insignificantes, colocando al reparto al servicio de la historia. Como es habitual, el sector femenino sale beneficiado.

'Mataharis' se vertebra como un puzzle que se va rellenando con tranquilidad y sin errores. No se percibe ni un paso en falso en ese trío de historietas de tono discursivo que engrosan el guión. La acción se queda en el interior de los personajes femeninos, que tras dolorosas revelaciones nuevamente recorren un camino liberador, como ya sucediera en 'Te doy mis ojos' o la primeriza 'Hola ¿estás sola?'.

En ‘Mataharis', la incomunicación en diferentes frentes ocupa el centro de la diana. Silencios torturadores, disyuntivas éticas y secretos de alcoba, con el incentivo cinematográfico de contemplar cómo van siendo descubiertos por profesionales preparados para desenmascarar los enigmas ajenos, son el gancho de una película que, sin quererlo, se constituye como un ejercicio de estilo. Para dotar de agilidad un fresco pintado con enorme habilidad, Bollain ha optado por agitar la cámara, desenfocarla, usar el tono detectivesco de la trama como gancho para acercarse al documental. Impide así que el desarrollo se diluya cuando el ritmo lento del relato goza de menor intensidad. Es el único fallo que se puede achacar a esta impecable 'Mataharis', sin duda la mejor película del cuarteto que ha diseñado la cineasta.

El nivel de contención de las historias, reunidas al calor de una oficina de detectives privados, se sobresalta, fundamentalmente por mediación capítulo protagonizado por María Vázquez y Diego Martín. Hace gala de un tono reivindicativo que contentará a los utópicos y que, por el contrario, restará metros de profundidad al agujero emocional, de mayor hondura, por el que transitan las dos piezas restantes que articulan el largometraje.

Por ahí, un asunto que agita sindicalismo, maldad de multinacional y romance, se aprecia ese toque tan genuinamente social que parece que debe aparecer por norma en una integrante de la cinematografía nacional. Como una justificación para incrementar ese presunto grado de verismo que se atribuye a los trabajos que toman prestados asuntos colindantes con la realidad. 'Mataharis' pespunta en esa dirección, aunque ese matiz tan singular del cine español no acaba de afectar al conjunto final, de impecable visionado.

jueves, 4 de octubre de 2007

'FAMA'. Batido energético


'Fama'
Género: Musical
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 27 de septiembre de 2007

Fuera del escepticismo, las audiencias no suelen mentir. El aparato que se encarga de medir el número de espectadores estallaba de felicidad cada vez que tenía que calibrar la acogida a series como 'UPA Dance' y programas como 'Operación Triunfo', raíz de la que brotó una legión de plantas de inofensiva savia. Hubo temporadas de fervor por formatos de estas características. Jóvenes batiéndose por alcanzar la cima. Un cóctel que fundía música, bailes, promesas de fama, prestigio y sueños rotos. Pasó el huracán y dejó sus consecuencias. La pirámide era demasiado frágil, normal cuando en juego están las emociones humanas, tratadas desde un prisma distorsionado.

Hecha la presentación, 'Fama' es el punto de partida. El origen hay que encontrarlo en Estados Unidos en la década de los 80. Una película, una serie y un filón por explotar en el que se escarbó con profundidad una vez que la televisión se convirtió en lo que es, medio de masas. En un principio, 'Fama-El musical', de superficial contacto narrativo con el serial que le dio a conocer, cuenta con firmes baluartes para llegar al público. La disposición logística cuadra en un Teatro Buero Vallejo perfecto como hogar de funciones de altos vuelos.

La clave para afrontar 'Fama' la da sin querer un pequeño diálogo entre dos de los personajes. "Te comportas como un adolescente". En voz baja, la chica le replica: "¿Acaso no lo somos?". Así hay que tomar esta versión trufada de ágil pop norteamericano, coreografías prodigiosas y una buena ración de composiciones almibaradas, construida desde el ímpetu del que intenta abrirse paso. Que no se busque material más trascendente, eso se deja para formatos que permiten mayor profundidad. Hay apuntes de racismo, todos dispuestos por parte de Tyrone Jackson (Leroy en la serie), sin duda el rol más interesante del reparto, y un acercamiento superficial a las drogas, lacra que irrumpió en los 80 sin conocerse las consecuencias. Más reprobable es la estigmatización que sufre la única actriz con sobrepeso del reparto, con escenas que provocan sonrojo ajeno. Si se buscaba transmitir lo contrario, que era lo suyo, misión completamente fallida.

Desde el inicio, 'Fama' late con fuerza por los cuatro costados del escenario. No hay contención y sí un esfuerzo físico arrollador. Por momentos es pura efervescencia, un aquelarre de plasticidad interpretado con fiereza, con artistas jóvenes pero que demuestran oficio. Como en una larga maratón, la función va desfalleciendo conforme avanza. Agota los argumentos, alarga agónicamente las canciones y rellena de material reciclable el guión. El fin es alcanzar las tres horas, extensión mínima que se exige a un musical de envergadura. El ritmo se ralentiza tanto que repercute en el epílogo, que se lee atropelladamente, como una larga frase sin comas. Tras una gruesa elipsis llega el atracón de noticias, un fallecimiento, la ceremonia de graduación y un rechazo por el que se pasa de puntillas. La narración, por lo tanto, queda a un lado, a favor del apartado musical.

Para el epílogo se reserva el 'bonus track', la perla de la banda sonora. Es esa 'I'm gonna live forever', símbolo de una generación, lanzada por la fuerza vocal de Damaris González y vestida por la irrupción de un taxi neoyorquino de época sobre las tablas. Resumen en cinco minutos de tres horas vividas a toda máquina, batido de energía.

'TOCAR EL CIELO'. El dolor, a un lado (**)

CRÍTICA DE CINE

Entre la remesa de cine argentino que salta el charco con asiduidad se suele colar alguna trampa forrada con un papel elegante, un envoltorio refinado que puede llegar al engaño. 'Tocar el cielo', a falta de una preposición inicial para copiar el título de la hermosa canción que pariera Tontxu y compartiera en el escenario con Antonio Vega, lleva ese doble juego desde esa faceta, tan habitual en la producción de acento argentino, que mezcla sin pudor comedia hilarante con drama desgarrador.

Un reparto exquisito, con la celestial interpretación de China Zorrilla y la vehemente, de nuevo, de Chete Lera, una banda sonora extrasensorial, una puesta en escena con tránsito continuo entre Buenos Aires y Madrid constituyen bazas, a priori, de las que desequilibran hacia el lado positivo esta almibarada coproducción hispanoargentina, tan de moda en fechas recientes. Cuenta con buenos momentos, escenas divertidas y la chispa salta cuando comparten plano Chete Lera y un Raúl Arévalo que se mantiene en estado de gracia.

Le pierde la ambición, esa búsqueda desesperada por tocar la fibra sensible del espectador. Resalta en esa labor un segundo tramo que va perdiendo fuelle escandalosamente, que en cuestión de un minuto, un par de escenas, sube a la cumbre de la felicidad -un nacimiento- para bajar a tumba abierta a lidiar a golpe de efectismo con la enfermedad más cruel.

La película se sostiene exclusivamente por el trabajo actoral, perdida desde el intermedio la verosimilitud y ya en el tramo final, hurtado lo más importante, la credibilidad en la historia que el cineasta deseaba transmitir. Más que por el fondo, por la forma de afrontarla, con un cambio de rumbo cuyo único fin se demuestra que era conseguir la lágrima fácil. Demasiado artificioso para el cúmulo de emociones que pretende despertar, por muy humana, positiva y optimista que se ponga hasta en los instantes más lastimosos, que suelen ir acompañados de una profundísima pena que no hay intención de plasmar.

domingo, 23 de septiembre de 2007

La noche del cachirulo

Festival de Jota
Grupo: Blasón Aragonés
Escenario: Auditorio Municipal (Guadalajara). 11 de septiembre de 2007

La puerta se abre. Seduce y hace entrar al incauto. Dentro no hay voces frías. Tampoco pestazo a alcohol, perfume embriagador de la semana. El bar está cerrado. Los cartones de vino peleón y el refresco de botella se reservan para el sábado, el retorno de Dover. Llorarán la ausencia de Marea. El vaso no se desborda, ni hay un grifo goteando. Hay amenaza de estrellas en el cielo, no de lluvia. Lentamente, el público se va situando en el Auditorio Municipal. Van ocupando el cemento que se divide en trincheras al estilo bélico. La dura piedra se cubre de veteranía. Periódicos salvaguardando el trasero. Rentabilizar la tinta que escupe medias verdades, las peores. Tres millares largos de espectadores, entradón. La tarde es agradable y apenas sopla la brisa. No ha habido prueba de sonido. No es necesaria. La jota fluye sin ensayos ni preparativos ornamentales. Brota como algo natural. Busca al artista y lo encuentra. Fuera, pasa una charanga, un desfile de peñistas que corea lemas prestados de los campos de fútbol. El Festival de Jotas de Guadalajara está a punto de arrancar. Jotas aragonesas, no castellanas. La diferencia, explica Mario, espectador experimentado en estas lides, reside en que la segunda es más sobria y menos movida que la primera. Mientras lo explica, una vecina de fila le recrimina haberse olvidado de traer el cachirulo, el pañuelo rojinegro que se reproduce cada octubre en Zaragoza en los festejos del Pilar. El Auditorio se convierte, por unas horas, en territorio maño. Como una embajada de la franqueza dentro de la gelidez alcarreña. Se habla acentuando las sílabas. Cada uno interpreta un papel. En el centro, una dedicatoria. Concierto dedicado a las mujeres, “desde la más alta a la más baja”. Blasón Aragonés regresó al lugar en el que tantísimo disfrutó el año pasado. Una docena de mozos y mozas para empezar. “¿Qué tal estamos, familia?”. Tres voces. La enérgica de Susana Gil. La valerosa de Julio Latorre, el pívot titular del equipo de la jota. Y el resumen de un estilo inextinguible, perpetuado de generación en generación, encaramado a las cuerdas vocales de Jesús, el maestro. Fuera de tecnicismos, un repertorio dorado. Reivindicativo al referirse al Ebro, el río que colma la sed de Aragón. Noble al recordar a Agustina de Aragón. Hermoso en la dedicatoria de Latorre. Humano a lo largo de su ancha orilla.

MAREA. A mil revoluciones

Marea
Escenario: Auditorio Municipal (Guadalajara). 21 de septiembre 2007

Pues fue que sí, que el de Marea, con una semana de retraso, era el concierto estelar de las Ferias de Guadalajara. Enfangados los políticos y algunos medios informativos en un barriobajero y ridículo baile de cifras alrededor de la asistencia, nadie se había apercibido. El Auditorio, para el que le interese, se abarrotó a falta de rellenar las últimas filas, lo que permite aventurar la cercana aparición del oportunista comunicado de turno hablando de ‘éxito’, maldita palabreja. El concierto, de larga duración, fue de aquellos que no dejan indiferente, con un sonido limpísimo ejecutado por un grupo que en la actualidad constituye una de las maquinarias más potentes que operan en el panorama nacional. Tocaba Marea, el quinteto navarro que ha recogido el testigo del fervor popular que había dejado arrinconado Extremoduro, en horas bajas. Enarbola esa bandera generacional Kutxi Romero, rapsoda urbano que traza versos con una sinceridad apabullante. Bien podría ser un cruce entre el Rosendo insobornable y el Robe Iniesta más centrado e inspirado. Kutxi y su tropa siguen con reverencial respeto la línea marcada por anteriores generaciones. Con una diferencia. Ya no hay mensajes antisistema. Lo que sugiere de fondo la música de Marea es una rebelión desde el inconformismo. Las utopías, enclaustradas últimamente en fórmulas sencillas, se sustituyen por canciones que se reparten la energía en el sonido y en las letras. El concierto de Marea transcurrió bajo esos designios. Sólo se ralentizó en el habitual arranque por bulerías de Kutxi y cuando se afrontaban las composiciones del último disco, el sexto, todavía demasiado reciente. El medidor de latidos se revolucionó con los clasicazos, 'Duerme conmigo' –con Dani de Despistaos invitado- y ese 'Corazón de mimbre' que bien podría figurar en una antología poética del siglo XXI. El Piñas dejó su impronta heavy al cuarteto de temas al que se midió previa invitación de Kutxi ya totalmente descasimado. En esa tesitura y ya superando las dos horas largas se llegó a la tanda final, con 'Perro Verde' coreado con la fiereza que le otorga ser ya todo un himno y con 'Marea' cerrando una noche que acabó en manso oleaje después de una tempestad acústica manejada con extrema profesionalidad.

martes, 18 de septiembre de 2007

XI+1 CRISIS ROCK. De bajón

XI+1 Crisis Rock
Grupos:
Código K, Puro Chile, LosDelGas, Hamlet, Koma y Hora Zulú
Escenario: Auditorio Municipal (Guadalajara). Sábado 8 de septiembre de 2007

El Auditorio Municipal agota el crédito. Marcha despacio hacia el derrumbe, según proclaman voces apocalípticas y no apolíticas. Si todo avanza como debe hacerlo en la mente de privilegiados analistas musicales, la ciudad se quedará sin una de sus escasísimas sedes melódicas al aire libre. No es perfecta –las gradas son como trincheras en el campo de combate-, pero ha sabido conservar la esencia de lo tradicional, confiriéndole un carácter entrañable. El Auditorio ha sido, por ejemplo, la casa del Crisis Rock en las once ediciones que llenan su historial. Han recorrido de la mano el mismo camino. Con sus instantes de gloria, como aquella noche de hace cuatro años en la que el ‘festi’ congregó a más de 4.000 espectadores, y los depresivos, relacionados con granizadas inesperadas, alguna caída de cartel y la baja asistencia. A base de calimocho, ruido ensordecedor y la pasión de una peña por un género siempre en peligro de extinción, el Crisis ha resistido. Mayor prueba de fe que este año, imposible. El Crisis reunió prácticamente el mismo cartel que en mayo, fecha en la que fue suspendido. Falló Def Con Dos, o lo que es lo mismo, el grupo que cargaba con la responsabilidad de dar el plus a la velada. Es lo que le faltó a la undécima edición, tirón, un nombre poderoso, que uniera pasado brillante con presente estable, papel ya jugado anteriormente por Reincidentes, Gatillazo, Barricada o el inmutable Rosendo. Un grupo con legión de seguidores que aumentara los decibelios en el graderío y que rellenara el cemento. El XI+1 Crisis Rock disgregó el clímax en varios frentes. Sin un foco de atención concreto, lo que se tradujo en una cifra pírrica de asistencia, 500 personas en la cima de la noche. Otro factor determinante fue la fecha, prólogo de Ferias y Fiestas, lo que deriva en una masa de jóvenes con el presupuesto ya amortizado, y la irrupción un concejal nuevo y poco melódico empeñado en sobrecargar de rock las noches septembrinas.
El resultado fue un Crisis con dos disfraces. La cara la puso la entusiasta organización, premiada con una plácida noche y con el excelente trabajo de Puro Chile y Koma; y la cruz ese bajón de asistencia, con doble asterisco. Porque, hasta con cambio de fechas y con las Ferias golpeando la puerta, el Crisis consiguió reunir a medio millar de fieles.
Abrió la noche, con la luna en el cuarto de invitados, el grupo de Guadalajara Código K. Como es habitual, una labor complicada la de salir a tocar los primeros. El panorama no invitaba, con el graderío desértico. El botellón se servía en las afueras del recinto. Con un sonido limpísimo, Código K reivindicó desde el eclecticismo y con entereza su puesto de honor en el festival. La intensidad se multiplicó con Puro Chile, con la arrolladora Mamen Rodrigo al frente. Desarrollaron un concierto directo y adrenalítico, llevado con veteranía por la volcánica bajista y el guitarreo enfurecido de Urko Igartiburu. Amortizó al final ese ‘Me gusta ser una zorra’, apropiado del extinto Vulpes que comandaba la propia Mamen. La intensidad sonora se ocultó bajo una sonrisa con LosDelGas. En este grupo, a medio camino entre el rock y la charanga, la música ocupa un segundo plano. Queda cubierta por una puesta en escena basada en un humor desprejuiciado y resultón. Vestuario a lo butanero, gorros del Tío Sam y una armónica como dulce invitada. LosDelGas cedieron paso a Hamlet, que ejecutaron un concierto oscuro como sus letras y preciso, ya con el anfiteatro inferior abarrotado. Sin sorpresas, cumplieron con lo establecido, siendo relevados por Koma. Los navarros salieron enrabietados, aporreando las guitarras y haciendo rugir las piedras del Auditorio, provocando el cabeceo nervioso de un ex concejal feliz en su nuevo papel vital. En mitad de la madrugada, fue el turno de Hora Zulú. Aguantaron el éxodo de espectadores y resistieron con los fieles. Fue la nota distintiva del Crisis, la que más se alejó del decálogo que firma anualmente el festival. Un sonido con un grado superior de fusión, con espacio para el hip hop y con unas letras trabajadísimas, otro ejemplo de poesía urbana. El Crisis se despidió de mano de los granadinos, deseando regresar a mayo y agradeciendo, un año más, la complicidad de un Auditorio con demasiada carga histórica como para que desaparezca sin que le dejen despedirse.

lunes, 10 de septiembre de 2007

LOS SECRETOS. Melodías de ayer

Sacas un billete y se nota. Ojos al acecho. El dinero hace hervir las pupilas, en situaciones de necesidad y de abundancia. Está demostrado, provoca inquinas, agravios comparativos injustificables, no entiende de rigor. Tan cercanos, Los Secretos y Nacha Pop, el jueves por Guadalajara, viven en la parte superficial de la piel esta contradicción. Los Secretos llevan estirando el chicle del pasado demasiado tiempo, una circunstancia que no escapa ni al más acérrimo de los defensores. Desde la muerte de Enrique Urquijo, nada ha sido lo mismo para la banda madrileña. Antes de la desgraciada noticia, Los Secretos atravesaban una racha de incertidumbre. A Enrique se le veía más comprometido con su proyecto paralelo de Los Problemas. Quería escapar de las redes del pop anglosajón de agradables melodías para refugiarse en un rincón, el único que verdaderamente colmaba sus inquietudes: la música de bar de media noche, con una copa sobre el taburete y envuelta bajo la nostalgia de la ranchera. Eran caminos opuestos, que les iban distanciando poco a poco. De inicio, Álvaro recogió el testigo con elegancia. Superada la época de los homenajes, Los Secretos decidieron no disolverse. Seguir con el mismo nombre. En otra dirección, porque aún nadie ha cantado a la tristeza y a la desgracia como lo hiciera el medianode los Urquijo. El primer disco, Sólo para escuchar, resultó digno, acorde con un historial arrítmico y de altos y bajos. Pero algo no funcionaba. Ibas a los conciertos y sonaban los temas de siempre. Ni un mínimo de regeneración. El clamor popular. El Déjame para toda la vida. Ojos de gata, ya sin la voz de Enrique. Las composiciones nuevas, ni en un segundo plano. El último trabajo discográfico agrandó más esa herida. Una y mil veces suena como siempre a nivel instrumental, como nunca sin la sensibilidad de Enrique. Así, Los Secretos son una perpetuación sin desarrollo de lo que fueron en las ochenta. Con una baja, la del espíritu de la banda. Los conciertos, sólo aptos para los nostálgicos. O para aquellos que jamás se cansarán de escuchar las mismas melodías. Con Nacha Pop sucedió al revés. Se disolvieron rápidamente, en la cima. Otra historia de caracteres opuestos, el taciturno de Antonio Vega y el explosivo de Nacho García Vega. En solitario, el primero se forjó la leyenda de maldito. El segundo, por mucho que le duela, desapareció. El dinero, por qué no decirlo, ha facilitado la reunión. Más naftalina y poses que no lo son. Al final, Los Secretos y Nacha Pop han llegado al mismo punto habiendo elegido distintas vías. Melodías de ayer. No de hoy.

jueves, 6 de septiembre de 2007

'COMO ABEJAS ATRAPADAS EN LA MIEL'. Cartas marcadas

CRÍTICA DE TEATRO

'Como abejas atrapadas en la miel'
Compañía: Art Media Producciones
Autor: Douglas Carter Beane
Director: Esteve Ferrer
Reparto: Luisa Martín, Félix Gómez, José Luis Martínez, Ángel Burgos, Ana Trinidad, Inge Martín
Escenario: Teatro Salón Cervantes de Alcalá de Henares
Fecha: Sábado 1 de septiembre de 2007

Focos, triunfo inmediato, portadas de revistas, laberinto de excesos económicos y vía libre a la fama. El eje sobre el que gira 'Como abejas atrapadas en la miel' no propone nada desconocido. La realidad, siempre más extrema que la ficción, ofrece un amplio abanico de seres dispuestos a alcanzar el éxito a cualquier precio, un mosaico de personas transportadas al otro lado de los principios y eclipsadas por una ambición cada vez más desmesurada.

Trasladar al escenario un tema tan cotidiano conlleva un riesgo difícil de superar: la pérdida de la capacidad de sorpresa. En ese sentido, 'Como abejas atrapadas en la miel' se desplaza hacia el terreno de la evidencia. Su desarrollo fluye de manera lineal, sin un golpe de efecto que rompa los planes del espectador y desbarate sus ideas preestablecidas. Todo encaja, nada sorprende.
Luisa Martín sostiene el peso de la representación con un personaje, Alexa Vel Deveraux, que se convierte en símbolo de la seducción implacable que ejerce la fama. Habla, engatusa y actúa. Un plan de acción casi perfecto que despliega sobre Evan Wyler (Félix Gómez), un novato de la literatura impresionado por los entresijos del glamour. En torno a ellos, la adaptación del texto del norteamericano Douglas Carter Beane ofrece un elenco de secundarios destinados a perfilar un mundo de ganancias efímeras y relaciones pasajeras.

Esteve Ferrer muestra sus dotes en la dirección con la creación de un todo escénico correctamente hilvanado. Los personajes entran y salen, la atención se traslada de un lugar a otro del escenario sin ofrecer un segundo de respiro y la música crea un collage de melodías contundentes. Las formas sostienen un fondo bien edificado, pero obvio y previsible.
'Como abejas atrapadas en la miel' propone estrategias y muestra unas cartas marcadas desde el inicio de la partida. Escenas alargadas y aspectos prescindibles prolongan el desarrollo de un montaje que se atreve a mirar de frente al mundo de las apariencias, la ambición y el fracaso disfrazado de éxito. Una miel amarga para un panal de abejas cada vez más numeroso.

martes, 4 de septiembre de 2007

ROSENDO. La vieja escuela

Rosendo
Género: Rock
Escenario: Huerta del Obispo de Alcalá de Henares
Fecha: Jueves 29 de agosto de 2007

Rock sin concesiones, sin alardes estéticos ni parafernalia innecesaria, desvestido de ambiciones desmesuradas. Música a flor de piel, en contacto con el público, que la puede acariciar, sentir y hacer propia. Un bajo, un batería y él, la guitarra, la voz del anónimo, Rosendo. A estas alturas, nada tiene que demostrar el carabanchelero, una institución y un símbolo intergeneracional del rock en castellano.
Sale sin esa presión de agradar a toda costa, guitarrea como en los viejos tiempos, critica sin piedad el sistema que edifica la sociedad. Al ciudadano anónimo no le cuesta identificarse con un tipo tan llano y cercano como Rosendo, que lleva hasta la música y las letras este patrón de conducta. Poesía de barrio madrileño, alaridos furiosos de la acera, un ejemplo de vieja escuela que envejece con dignidad, sin dar un paso atrás, sin ceder en el pulso con lo comercial.
Si el tiempo transcurrido ha servido para algo, ha sido para incrementar su grado de cabreo contra lo que le rodea. Las canciones de su último trabajo, el combativo 'El endémico embustero y el incauto pertinaz', siguen esa línea. En Alcalá de Henares fue desplegando las composiciones de este trabajo, enlazándolas sin interrupción en el tramo intermedio de la velada. La autenticidad legitima a Rosendo.
Emergiendo de su voz, temas como 'Harto', 'Date por disimulao' y 'Una duda razonable' se clavan en la conciencia. Descargas adrenalíticas y a máxima velocidad, a tanta, que en su primera hora, el concierto, mecido por un viento obstinado, superaba la quincena de composiciones. Del arranque al epílogo, Rosendo elaboró desde la seriedad una línea recta, sin altibajos, con mano firme.
Lo comentado, rock directo, al grano, desde el inspirado inicio de 'Agradecido' hasta el reventón final. Entre medias, un atracón de melodías más corrosivas que nunca, ninguna impostura y muchas canciones. Una buena dosis de saber estar sobre el escenario, oficio y rimas, realidad y guitarras. Rosendo en estado puro.

sábado, 1 de septiembre de 2007

'PAGAGNINI'. Cuerdas inspiradas

CRÍTICA DE TEATRO

'Pagagnini'

Compañía: Yllana y Ara Malikian
Músicos: Ara Malikian, Thomas Potiron, Eduardo Ortega, Gartxot
Género: Música, humor
Escenario: Teatro Salón Cervantes de Alcalá de Henares
Fecha: Miércoles 29 de agosto de 2007

Amores platónicos, virtuosismo desenfadado, humor sin añadidos, silencio adornado con notas de violín. 'Pagagnini' no es un espectáculo al uso. Es posible que los puristas renieguen del atrevimiento acertado de Ara Malikian. El armenio-libanés prescinde del rigor que suelen llevar asociados los grandes tótems de la música clásica. Explora nuevos terrenos, se alía con el desenfreno teatral de Yllana y propone un cóctel compuesto a base de pinceladas de Sarasate, Pachelbel, Chopin, Mozart, Manuel de Falla o el propio Nicolo Paganini.

La música clásica se desprende de la seriedad que suele llevar asociada. La gestualidad y la comicidad, señas de identidad de Yllana, dominan el ritmo de una representación que transcurre sin pausa, envuelta en un ritmo rápido, vertiginoso, desenfrenado. No hay espacio para el elitismo. La barrera que separa a los iniciados de los neófitos se difumina hasta desaparecer por completo. Nada desentona en un tono correctamente hilvanado.

La puesta en escena de 'Pagagnini' cuenta con el sello de Yllana. Las palabras desaparecen por completo. Sonidos y gestos toman el relevo. Las composiciones originales se funden con la improvisación y la mezcla de estilos. El tango, el flamenco, el romanticismo francés y los sonidos contemporáneos de 'With or without you' se funden con la música clásica, que abandona la vitrina en la que muchos se empeñan en situarla.

Pero 'Pagagnini' no es una propuesta humorística revestida con los sonidos de un cuarteto de cuerda. Es un concierto elaborado, un recital de virtuosismo acompañado de guiños cómicos. El talento de Ara Malikian, eje conductor pero no exclusivo, encabeza un cuarteto del que también forman parte Thomas Potiron, Gartxot y Eduardo Ortega. Todos han asimilado la esencia de Yllana, la han aliñado con su capacidad musical y la han puesto al servicio de la calidad y la diversión.

'Pagagnini' propone una ingente dosis de entretenimiento, un resquicio de sensibilidad musical y un humor inteligente, salpicado por pequeños guiños populares. Nada que ver con otras propuestas cómicas que aparecen ocasionalmente en la cartelera. Sólo queda preguntarse cómo hubiera sonado este recital de cuerdas inspiradas en la atmósfera privilegiada del Huerto de los Leones.

jueves, 30 de agosto de 2007

DAVID BISBAL. Negocio de cadera

David Bisbal
Género: Pop
Escenario y fecha: Huerta del Palacio Arzobispal (Alcalá de Henares). 28 de agosto de 2007

Para pasar una noche divertida, un recital de David Bisbal es una buena opción. Como pasatiempo, inmejorable. Para apostar, perfecto. ¿Cuántas veces dice la palabra ‘amor’ a lo largo de un concierto? ¿Y ‘os quiero’?. En lo musical, es como una etapa de alta montaña del Tour de Francia. Costosos ascensos y descensos a tumba abierta, sin llano ni espacio para recuperar fuerzas. De la baladita de turno al desenfreno discotequero.
En directo, se constatan dos de los tópicos que les persiguen. El primero, que artísticamente son flojos, por mucho estruendo y parafernalia tecnológica que traten de adecentarlos. La gira actual la han rodeado de pantallas gigantes que no ocultan ningún detalle de lo que pasa en el escenario. De paso, hacen negocio en los tiempos muertos, con el anuncio de la consabida descarga de melodías por móvil. Aquí dinero y música van juntos. Lo segundo, que el ex triunfito se entrega a la causa, sin opción al reproche. A estas alturas de gira la voz le empieza a fallar, pero persevera, la lleva hasta el límite y no reserva ni un miligramo de energía para el futuro.
Pues eso, una maratón. Es el mismo Bisbal de siempre, el que contonea la pelvis para mayor gloria de las que acechan en las primeras filas. El que trata al público como si fueran parte de su pandilla de amigos. Cercano y a la vez poco creíble en la interpretación de las canciones, como si siguiera estando en la academia con Chenoa, Bustamante y compañía. En el fondo, se ha constituido como el gran baluarte de los triunfitos, la garantía de un producto en decadencia, desgastado por el uso.
Bisbal, sobre las tablas, ha seguido manteniendo los mismos principios, ejemplo de resistencia. Le sobra actitud y le faltan canciones. Para el talento musical ya tiene a la banda. Y si la voz se le quiebra, para eso está el auditorio, complacido de corear y bailar piezas tan intrascendentes como lúdicas del estilo de 'Ave María', 'Oye el boom' y 'Torre de Babel'. Una aproximación inocente al break dance ('Calentando voy') o a letras de vestimenta más social pusieron el leve contrapunto al enérgico despliegue de pista de baile que sirvió en Alcalá el ex ricitos, que ahora apuesta por un peinado, vacío a los lados, espigado y elevado al frente, que roza el afro. Es lo único que le aleja de lo que ofreció por la pantalla grande.
Un pasatiempo que se puede disfrutar más allá de prejuicios con o sin fundamento, un negocio para el artista y su equipo y un entretenimiento energético para sus seguidores, de número elevado y ya estabilizado.