jueves, 29 de junio de 2006

'LA EDUCACIÓN DE LAS HADAS'. Amiga tristeza (**)

CRÍTICA DE CINE

Siete años después de 'La lengua de las mariposas', José Luis Cuerda regresa a la dirección con una película a incluir dentro de la categoría de dramones descomunales. Nada que ver con su anterior peripecia, que combinaba con milimétrica precisión ironía, sentimientos, paisajes y magia. 'La educación de las hadas' es un fallido homenaje a la tristeza. Ni siquiera el resquicio final que Cuerda deja al optimismo la libra del tono depresivo, hueco y grisáceo por el que se maneja sin excesiva soltura.
En el fondo siempre hay que agradecer que haya directores como José Luis Cuerda, empeñados en hablar sobre los grandes misterios de la vida de una forma tan sencilla y natural. En 'La educación de las hadas' hay referencias, con un punto reivindicativo, a la incomunicación, los sueños rotos, el fracaso, la inmigración y la fantasía, con esas hadas que pululan por el mundo haciendo el bien sin saberlo funcionando de hilo argumental, uniendo tramas y personajes aparentemente sin conexión.
Cuerda juega con un concepto onírico de la historia, lo que propicia un desconocimiento casi total de la psicología de los personajes, de los que apenas cuenta nada. Un olvido cuestionable. Se resta así impacto emocional a una historia de supervivencia, a la tragedia que bordea ese juguetero (Ricardo Darín) machacado por la vida que vislumbra su última esperanza de futuro en una mujer francesa (Irène Jacob) empeñada en comunicarse con los pájaros en vez de con los humanos.
Aparcando la ironía tan característica en su filmografía, Cuerda va administrando la información con cuentagotas y sólo la suelta en un epílogo tremendista. Es entonces cuando la película suelta la emoción que llevaba acumulando. Es fácil llegar a emparentar en este sentido a esta 'La educación de las hadas' con 'La vida secreta de las palabras', aunque el guión, sumamente forzado y desmejorado por la flojísima interpretación del niño Víctor Valdivia –una elección errónea– provoque una impenetrable lejanía emocional. Aunque, tal vez, ese fuese realmente el único deseo de Cuerda.


miércoles, 28 de junio de 2006

'AVE SOSIA'. Soso, soso

CRÍTICA DE TEATRO

'Ave Sosia'
Autor: Alejandro V. García
Intérprete: Santi Rodríguez
Compañía: Centro Andaluz de Teatro y Los Ulen
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 27 de junio

Sosia huye de la comedia para refugiarse en el drama. Quiere lágrimas en vez de risas. ¿Qué es más fácil? La respuesta por obvia se puede esquivar. Sosia, imperecedero personaje cómico construido hace unos cuantos miles de años por Aristófanes, se juega la vida en el reto. Júpiter le matará si fracasa en el intento. No sabe, ingenuo él, que siempre es más sencillo hacer reír que llorar. Ahí está la respuesta. Que no se requieren genialidades para conseguir la carcajada. Pero que en sentido contrario no ocurre lo mismo. La sosa 'Ave Sosia' actúa de correcto ejemplo.
Santi Rodríguez viste de comedia un papel teóricamente dramático. En 'Ave Sosia', monólogo facturado por el Centro Andaluz de Teatro y Los Ulen, interpreta a un personaje, luego seis, amargado por los designios inexorables de los dioses griegos. Decide rebelarse por obra y gracia de Alejandro V. García, autor de un texto que sorprende por su inconsistencia y por la ausencia de estímulos inteligentes.

Recurre al humor grueso en exceso, tapando así las deficiencias estructurales que sujetan la historia. El desarrollo es tremendamente efectista, buscando la risa fácil (esos melones evocando a los hijos de Medea) sin disimulo. Poca elegancia tiene esta 'Ave Sosia', más allá de una puesta en escena sobria que rememora la Grecia clásica y algún diálogo eficiente, como el que se marca Sosia rozando el epílogo acerca de la implacable maquinaria con la que funciona el tiempo.
La eficacia de propuestas como 'Ave Sosia' dependen en exceso, además del texto, del trabajo del actor que les da vida. Nada que achacar en este sentido a Santi Rodríguez. Perfecto en cuanto a entonación, ese defecto cómico que le engrandece en la pequeña pantalla, se maneja cómodamente en un registro que no le es extraño. Igual interpreta con naturalidad a una Medea reconstruida a lo drag queen que se desdobla en un soberbio y moribundo Sosia. En apenas una hora se pone unas cuantas caretas que no le ofrecen ningún problema. Proporciona un plus de calidad a un montaje que no engancha y que decepciona habida cuenta de la fama de Los Ulen. Risas hay. Pocas, pero se escuchan, no se puede negar. Por encima permanece lo dicho, qué fácil es sonreír y qué difícil emocionar.

lunes, 19 de junio de 2006

'REQUIEM 21 K626'. Ritual del horror

CRÍTICA DE DANZA

'Réquiem 21 K626'
Compañía: Producciones Imperdibles
Dirección: Gema López
Idea original: José María Roca
Escenario: Colegio San José de Caracciolos (Alcalá de Henares). 18 de junio de 2006

A veces con poco se es capaz de conmover hasta extremos insospechados. Producciones Imperdibles podría dar clases magistrales en este aspecto. Lo último de la compañía sevillana es este 'Requiem 21 K626', una pieza de danza contemporánea de poco más de media hora de duración. Lo novedoso, una vez más, es el punto de visión que propone el montaje. El público se sube a una estructura vertical de dos pisos para contemplar el espectáculo en íntima panorámica aérea, a modo de dictatorial coliseo romano. Se cambia la perspectiva a nivel subsuelo de 'Mirando al cielo' por una cenital.

Esa zona elevada se consagra como la idónea para asistir a una lección de belleza y horror. Lo primero lo aporta el eficaz y sugerente trabajo de los intérpretes, con una destacadísima María Cabeza de Vaca, sostén de una coreografía dotada de una notable riqueza gestual y de un agradecido acercamiento a la libre improvisación.

La crueldad llega de la parte audiovisual de la función. Desde arriba, desde el punto más elevado de la estructura metálica, se proyectan sobre el escenario imágenes durísimas. Los desfiles de cuerpos cadavéricos de Auschwitz, el grito sordo de los inocentes en cualquier guerra, el sufrimiento al que se ven abocados los niños, los rostros minados por una tristeza infinita. El horror de la imagen documental se une a los efectos visuales que genera el propio espectáculo. Pintura roja a modo de caudalosa sangre. Un corazón gigante teñido de sombría oscuridad. Decenas de bichos pisoteando la figura humana, nunca al revés. De fondo suena, majestuoso e imponente, el Requiem de Mozart. Es la letanía del horror y la belleza.

Lo que deja esta combinación es una sensación vigorosa. Cómo con tan poco, se puede conmover tanto. Perturbar, inquietar, estremecer. Es 'Requiem 21 K626' en este sentido una pieza única, un regalo de acceso limitado. En Alcalá de Henares apenas una veintena de personas disfrutaron de las inquietantes bondades de este ritual del horror. Un pelotón de elegidos en una noche perfecta, impecable conjunción de naturaleza y civilización, de infamia y plasticidad.

domingo, 18 de junio de 2006

'EL MISÁNTROPO'. Clásica hipocresía

CRÍTICA DE TEATRO

'El misántropo'
Autor: Molière
Compañía: Algarabía Teatro
Adaptación: Mauro Armiño
Dirección: Isidro Rodríguez Gallardo
Reparto: Ángeles Martín, Juan Calot, Sergio Otegui, May Lora Autero, Sonia Ferrero, Gumiel de Hizán, Borja Rodríguez y David Bueno
Escenario: Teatro Salón Cervantes (Alcalá de Henares). 18 de junio de 2006

Escoger 'El misántropo' de Molière como materia prima teatral supone, de entrada, jugar con una ventaja considerable. El texto, rotundo y contundente, es todo un tratado de la hipocresía, de la dificultad de encontrar un hueco en un mundo que se mueve al ritmo de las apariencias y de la fragilidad de la amistad en una realidad saturada de sonrisas sin sentido. Un argumento de absoluta actualidad pese a datar del siglo XVII.
Dicen que es 'El misántropo' la obra menos característica de su autor. En ella, la sátira ácida del mejor Molière ('El enfermo imaginario', 'Jorge Dandín') cede el testigo a la crítica reflexiva, construida a través de un análisis serio salpicado por contadas gotas de ironía. Dicen también que es este Alcestes, protagonista absoluto de la pieza, el personaje que mejor encaja con la personalidad del escritor francés, escéptico y desencantado con la sociedad de su tiempo.
La compañía Algarabía Teatro, encargada de llevar a las tablas la obra, ha apostado por una adaptación comercial, apta para todos los públicos e idónea para llenar salas. Su principal acierto radica en ceder protagonismo al texto, auténtica arma de la representación. Contar con un actor como Juan Calot para dar vida al misántropo Alcestes supone otro golpe de efecto. Su presencia en escena hace ganar enteros al ritmo de la función, mientras que sus ausencias provocan un irremisible descenso escénico.
Al resto del reparto, en el que se encuentran rostros conocidos como los de Sergio Otegui (Oronte) y Ángeles Martín (Celimena), se le nota la falta de rodaje. Los estrenos suelen jugar malas pasadas y el de 'El misántropo' en el escenario del Teatro Salón Cervantes no fue una excepción. Algún despiste y una evidente falta de fuerza hacen que algunas escenas desentonen con el conjunto de un montaje cumplidor, austero en cuanto a las formas y profundo en cuanto al contenido.
Dirigida por Isidro Rodríguez Gallardo, 'El misántropo' de Algarabía apuesta por un sólido inicio y por un contundente final. Juan Calot pronuncia las frases más valiosas de la pieza, auténticas reflexiones para guardar en la memoria y rescatar cuando la situación lo requiera. Una apuesta segura y agradecida de la mano del talento de Molière.

(MM)

sábado, 17 de junio de 2006

'DESDE TOLEDO A MADRID'. Ruta por la Mancha

CRÍTICA DE TEATRO

'Desde Toledo a Madrid'
Autor: Tirso de Molina
Compañía: Rakatá
Dirección: Carlos Aladro
Reparto: Luis Moreno, Leticia Santafé. Ernesto Arias, Alejandro Mayo, Javier Ortiz, Elia Muñoz, Chema Ruiz, Paco Luque, Frantxa Arraiza
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 17 de junio de 2006

Como una farsa en ruta turística por la planicie manchega se presenta esta 'Desde Toledo a Madrid', producción de Rakatá Teatro estrenada con aceptables resultados en el Festival Clásicos en Alcalá. Encaja como la última pieza de un puzzle este montaje en un entorno tan poco convencional como el Corral de Comedias.

Texto de la época prolífica de Tirso de Molina, referencia de su peripecia vital por tierras manchegas, alcalaínas y alcarreñas, 'Desde Toledo a Madrid' es una pieza funcional de enredos castizos sostenida por una trama infectada de celos. Se deja ver esta cumplidora adaptación desde una distancia prudencial. No desmejora, para nada, el aroma de uno de los clásicos del Siglo de Oro, pero tampoco consigue deslumbrar más allá de una práctica puesta en escena y de un reparto que rinde a buen nivel, con una mención a ese secundario de relumbrón que construye Chema Ruiz.

Hay en la adaptación del verso de Tirso facturada por Carlos Aladro grandes aciertos y algún palpable defecto. La alocada trama se desarrolla ágil, sin pausa ni disquisiciones superficiales y la inclusión de pasajes cantados con sus respectivas coreografías se revela como una agradable novedad que potencia la sensación refrescante que imprime la obra. La historia, así, se dirige al meollo de la cuestión sin dificultades. Porque 'Desde Toledo a Madrid' no deja de ser una píldora sencillita de amores varios sin afán de trascendencia y a la que no hay que buscar dobles lecturas. Pierde peso, sin embargo, la función en cuanto se acelera más de lo conveniente. Sucede en esas piezas secundarias que parecen perfiladas para acabar cuanto antes y a las que es tan difícil seguir el ritmo impuesto por el verso.

Aparte de esporádicas aportaciones irónicas que entroncan con la actualidad (esa señal de obras de Madrid) se encuentran escasos rasgos contemporáneos en esta desenfadada, colorista y con un apreciable humor 'Desde Toledo a Madrid'. No se atreve a soltarse más el corsé que impone el identificarse como uno de esos clásicos ciertamente intocables. Lo que se encamina hacia un acierto global, un deleite estético y artístico, se queda así en un indefinido medio camino, convincente e incompleto.

jueves, 15 de junio de 2006

QUIQUE GONZÁLEZ. Fuera máscaras

CONCIERTO

Quique González
Componentes: Quique González (voz, guitarra), Jacob Reguilón (bajo), Toni Jurado (batería), Javi Pedreira (guitarra), Joserra Sanperena (teclados). Invitados: José Ignacio Lapido, Pereza, Ismael Serrano y Eduardo Ortega.
Escenario: Palacio de Congresos (Madrid). 9 de junio de 2006

Los que tenían a Quique González escondido, con permiso de acceso a una pequeña minoría, que se vayan despidiendo. El tercer despegue del músico madrileño va más en serio que nunca. De momento, presagia ser el definitivo, el que de una vez por todas acabe con el dulce anonimato por el que transcurría hasta ahora su carrera, que va por los ocho años. Lo que va camino de conseguir Quique González es el triunfo de la perseverancia, de la calidad, de la pasión por una profesión cada vez más diluida. Empezó en 1998 partiendo de la nada con 'Personal', amparado por la discográfica Universal. Tres discos después, asqueado de la industria, volvió a partir de cero. Se lanzó a la autoproducción con la compañía Varsovia Records, él y dos personas. Pura artesanía. Un par de trabajos duró esta aventura antes de regresar al redil, a los mimos de Dro East West. Desde esta discográfica acaba de facturar 'Ajuste de cuentas', un directo en acústico en el que repasa una trayectoria digna y sin altibajos, a veces demasiado veloz, siempre inteligente. Carrera, canciones y talento tenía para fabricar este álbum, que le ha valido, por fin, el reconocimiento del público. El de los compañeros de profesión lo tenía desde hace tiempo. La lista de amigos y admiradores de Quique González es extensa. El concierto del Palacio de Congresos, sorprendente llenazo, reunió a unos cuantos: José Ignacio Lapido, Pereza o Ismael Serrano. No estuvieron otros como Enrique Bunbury, Carlos Chaouen, Jorge Drexler o el mismísimo Joaquín Sabina, quien quiso apadrinarle hace unos años en una gira que no fructificó. Nada impidió que Quique González viviera su noche más especial. La de la confirmación definitiva. En el Palacio de Congresos se vio a un músico diferente. Fuera las máscaras. Nada de timideces. Con la cabeza bien alta, consciente del enorme paso hacia delante que ha dado su carrera. Rozando las tres horas y con una banda poderosísima –ojo con el guitarrista Javi Pedreira– Quique González tiró de repertorio poco habitual, muy en la línea de 'La noche americana', con dos versiones ajenas ('Años 80' de Piratas y un tema de Diego Vasallo) y un sentido homenaje (Billy Preston) para construir un concierto emocional y distinto.

'CUANDO LLAMA UN EXTRAÑO'. Filón telefónico (**)

CRÍTICA DE CINE

El teléfono es un filón inagotable para el cine de terror desde siempre. La inquietud del sonido, el anonimato del que llama, el secreto de la procedencia, el enigmático rostro que se esconde detrás de una voz. Las posibilidades que ofrece son abundantes. Casi ilimitadas desde la aparición de la telefonía móvil. Bicho raro es en estos tiempos el que no tenga en propiedad un celular de estas características. 'Scream' es probablemente el mejor ejemplo de aprovechamiento total del teléfono como fuente generadora de una sensación cercana al terror.

Del multitudinario éxito que Wes Craven ideó en 1996, acompañado después de un par de continuaciones y unas cuantas parodias, bebe esta 'Cuando llama un extraño', un poco más de lo mismo. El insípido Simon West coge los ingredientes básicos de las correrías de Neve Campbell en 'Scream' para generar una película etiquetada como remake de un muchísimo más inquietante y perverso filme homónimo de 1979, con el que cualquier parecido es una coincidencia.

El menú 2006 está compuesto por una chica joven, bella y deportista sola y en peligro. Un noviete sospechoso. Unas llamadas un tanto obscenas, un escenario con vida propia –una mansión con un sistema de seguridad en entredicho–, una amiga un tanto liberal ("soy la zorra del instituto, lo sé", suelta sin rubor en una escena dantesca), un gato negro como mascota y unas cuantas persecuciones. Y nada de sangre, no podía ser menos estando un temible asesino en serie de por medio. Cine, en definitiva, de consumo directo y de fácil digestión para ese mayoritario sector que forma el público palomitero.

En manos de West 'Cuando llama un extraño' se convierte un muestrario de lugares comunes de este depauperado y ciertamente gastado género. No tiene tampoco aliciente alguno el suspense en el que basa su historia. La cargante banda sonora se adueña de la práctica totalidad del metraje. Por sí misma se encarga de avisar de la llegada de un susto, de crear una tensión nunca satisfecha, de enturbiar la escasa inquietud que genera la historieta. Mal habitual en los directores noveles y sin pericia, sustituye West la falta de ideas por un uso abusivo de los efectos sonoros.

Tampoco sabe aprovechar los espacios que le proporciona esa ultramoderna residencia, que juega un papel pasivo a lo largo de esa noche infernal para la joven Jill. Camilla Belle interpreta a esa canguro acosada por un psicópata adicto al teléfono. No tiene carisma, lo que repercute negativamente en la película, ya que ella solita ocupa el noventa por ciento de los planos. 'Cuando llama un extraño' es una película más de terror adolescente. Sin sorpresas, políticamente correcta, con un notable déficit en la dirección, incapaz de generar suspense y terror y sin un gramo de imaginación. Ese final visto millones de veces (¿a nadie se le ocurre nada diferente?) resume a la perfección el espíritu de una producción condenada al olvido desde su aparición.

miércoles, 14 de junio de 2006

'TIEMPO DE VALIENTES'. Buenas intenciones (***)

CRÍTICA DE CINE

Una comedia de psicoanalista, un drama personal, un thriller policíaco o una de superhéroes. Es raro ver una película argentina de tantas pretensiones. Desde la ingenuidad, Damián Szifrón ha querido hacer en 'Tiempo de valientes' una película total. Lo que le ha quedado al final es una historia simpaticona, entretenida y un pelín frustrante. Quiere abarcar multitud de géneros, un asalto inoportuno en vistas del débil guión que edifica la trama argumental y que da voz y presencia a unos personajes demasiado planos.

La comedia se sustenta en la simple presencia de ese actor casi convertido en talismán del jolgorio que es el magnífico Diego Peretti, cada día mejor. En cuanto a la acción, Szifrón se ha manejado con poca pericia, comprobable en las escasísimas escenas que han exigido un toque extra de adrenalina, faltas de garra. Del thriller policial lo único que se puede destacar es la sinceridad y la franqueza que hay en la denuncia hacia cierto problema achacable a la justicia de una Argentina que lentamente va recuperando el aliento después de una época dura.

Por lo demás, demasiado previsible y sin sorpresas. Manifiesta además un bajón en cuanto la película encara el epílogo, momento en el que el personaje interpretado por Peretti, un psicoanalista encargado de velar por un policia (el cumplidor Luis Luque) que acaba de descubrir que su esposa le es infiel, toma prestado ese disfraz de superhéroe torpón y triunfador. Cuando se aplica cual alumno obediente de su depresivo compañero de faenas en salvar al mundo de unos malvados que trapichean con uranio empobrecido.

Bienintencionada, 'Tiempo de valientes' no es la confirmación definitiva de la magia que parece brotar de cada película argentina que se acerca a Europa con cierta fama. Tampoco es una comedia desternillante como lo sí lo era 'No sos vos, sos yo'. Ni siquiera es digna deudora de esas buddy movies de Hollywood que suplían su simpleza a base de diversión pura y estridente. Contiene eso sí, alguna escena memorable -la confesión en la cena-, ejemplares conversaciones sobre la depresión y la grandísima presencia del cada vez más imprescindible Diego Peretti.

domingo, 11 de junio de 2006

'4.48. PSICOSIS'. Gritos sordos

CRÍTICA DE TEATRO

'4.48. Psicosis'
Autora: Sarah Kane
Dirección y adaptación: Sergio Barreiro
Compañía: Teatro Estudio Universitario de Alcalá
Escenario: Teatro La Galera (Alcalá de Henares). 10 de junio de 2006

No. No es una historia triste la que emerge de '4.48. Psicosis', como se apresuraban a comentar un grupo de espectadores al finalizar el montaje. Es impactante y dolorosa, impacto por la crueldad y dolor por lo real. Son sentimientos opuestos la tristeza y la depresión. La tristeza pasa, como casi todo. Provoca ternura en el prójimo, exprime la vulnerabilidad de la persona que la sufre y saca a relucir sus puntos débiles. Estación de paso de la alegría, la tristeza tan pronto aparece como se marcha.

Con la depresión no se puede jugar. Te come por dentro, te aísla, te convierte en un incomprendido a ojos del resto. Te deja solo, incapaz de llorar, de rebelarte. Después de una hora al límite del desgarro, la contundente intérprete que daba a vida a Chiara, alter ego de Sarah Kane, autora la obra, se quedó exhausta, con el rostro desencajado. No. No es una historia triste. Y mucho menos sencilla.

'4.48 Psicosis' es el último grito a la vida que lanzó la británica Sarah Kane. La dramaturga británica, fallecida en 1999 a los 27 años de edad, era una de esas personas dotadas de una sensibilidad extrema y única, incapaz de soportar el simple acto de vivir. Lo reflejaba en cada una de las píldoras que escribía, viajes brutales al límite de la vida y la muerte.

Un gozoso atrevimiento el de Sergio Barreiro y la joven compañía Teatro Estudio Universidad de Alcalá el de fijar su empeño en sacar adelante una obra de estas características. Esta '4.48 Psicosis' suena a letanía final en clave alucinógena. Esa oscuridad, esos silencios eternamente prolongados y esas danzas, rituales hostiles a la vida, sólo pueden provocar angustia. Un ejemplo supremo de teatro doloroso y angustioso. Tan crudo como orgánico.

La labor dramatúrgica de Sergio Barreiro es eficaz, al igual que la puesta en escena, sobria y minimalista, privilegiando el texto directo y preciso de Sarah Kane y añadiendo de cosecha propia esas coreografías depositarias de una gestualidad llena de sufrimiento. Hay alguna escena poderosísima, como el primer monólogo de la protagonista, y otras que bajan el pistón, caso de esa aparición mariana que rompe con parte del espíritu que trata de contagiar el montaje.
La valentía de adaptar un texto de la desconocida por estos lares Sarah Kane es todo un valor para la función, que se aleja de los arquetipos que presentan al teatro como funcional pasatiempo.
'4.48 Psicosis' es de esas obras que, por encima del tratamiento impuesto por la compañía, golpean fuerte en la conciencia. Una máquina de triturar convencionalismos, de acercar a la gente el sufrimiento infinito de esas personas autodestructivas y depresivas, esos seres a los que, alejados de toda aureóla mística, no hay que dejar nunca que naveguen en solitario.

domingo, 4 de junio de 2006

'LA CALUMNIA'. Embuste sin estímulo

CRÍTICA DE TEATRO

'La calumnia'
Autora: Lillian Hellman
Dirección: Fernando Méndez-Leite
Intérpretes: Cristina Higueras, Fiorella Faltoyano, María del Puy, Teresa Cortés, César Díaz, Carolina Lapausa, Amparo Alcoba
Producción: Nueva Comedia
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 3 de junio de 2006

Cuando Lillian Hellman escribió 'La calumnia' no podía saber que el posterior desarrollo de la sociedad relegaría a un segundo plano el significado social de la obra. En 1934 un texto de estas características, valiente y atrevido a la hora de abordar la homosexualidad femenina, resultaba un tesoro inédito, poco que ver, por fortuna, con los tiempos actuales.

Ejecutado ahora por Fernando Méndez-Leite (director) y Fiorella Faltoyano y Cristina Higueras (productoras) es cualquier cosa menos estimulante, veraz y comprometido. Es cierto que todavía hay personas que siguen viviendo la homosexualidad desde el silencio por miedo al rechazo social, pero ver el inexplicable desgarro que atenaza a cada uno de los personajes de esta versión resta toneladas de sinceridad a un montaje que debería tener, cuanto menos, capacidad para sacudir las emociones. Tristemente, no la tiene.

Se parte así de un texto que ha envejecido de mala manera y al que nada ayuda la adaptación que ha hecho Méndez-Leite en su debut teatral. Se atiene a los mecanismos básicos de actuación de un teatro hecho para movilizar al gentío, empeñado en comunicar sensaciones y nunca ideas. Un teatro fácil, muy fácil y nada sorprendente, bien modulado en cuanto a apariencias formales pero con poco fuste. El reparto, frío y gélido salvo excepciones como la desagradable Mary (Carolina Lapausa), añade de su cosecha una carga dramática elevada y grandilocuente, fuera de tono y poco creíble en diferentes pasajes y que falla inesperadamente en un tramo final al que se llega con cierta precipitación. El resultado es una obra a la antigua usanza, sin más virtudes y defectos que la que la propia denominación conlleva. En global, muy poco estimulante.
Asimilada la elección de Méndez-Leite, de trasfondo corre la historia de una mentira. De una calumnia cruel y torturadora que tritura un par de vidas. En 'La calumnia' la encargada de despedazar sentimientos es una niña hospedada en un exclusivo y elitista colegio femenino. Un personaje fuera de toda inocencia, culpable del huracán de acontecimientos que se desata posteriormente. Ahí no pierde el paso del tiempo la obra. La mentira en todas sus variantes sigue instalada con inusitada fuerza en la sociedad. Están las crueles, la que se enmascaran bajo la inocencia, las que buscan con malvado disimulo un beneficio o las que se realizan desde la más falsa de las sonrisas. Todas, casi todas, hacen muchísimo daño. Y todas, casi todas, siempre salen adelante. Ganan.

En 'La calumnia' de Higueras y Faltoyano esta circunstancia cuenta, y mucho, respecto al resto. El peso de la mentira, por encima de condicionantes personales de los protagonistas o del desarrollo argumental de la obra, es fundamental. Su sombría presencia sobrevuela por el escenario, siempre al acecho de conciencias intranquilas. Curiosamente, algo intangible como la mentira, no los actores ni la adaptación, es lo que aporta algo de fortaleza dramática a esta 'La calumnia'. Demasiado poco para una obra que lleva llenando teatros un día sí y otro también desde hace casi dos años.