viernes, 31 de marzo de 2006

'LAS MIL Y UNA NOCHES'. La luna se enfría

CRÍTICA DE TEATRO

'Las mil y una noches'
Compañía: Els Comediants
Dirección: Jordi Font
Dirección Musical: Gami Mirzo
Reparto: Queralt Albinyana, Isaac Alcayde, Alma Alonso, Txe Arana, Iván Tapia, Mia Castellví, José Pedro García, Roger Julia y Jordi Rallo
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 30 de marzo de 2006

Jordi Font, director de 'Las mil y una noches', parte de un principio, cuanto menos, debatible. Dice que la destrucción de libros es equiparable a un asesinato porque puede arrasar la memoria de un pueblo. Profunda reflexión que aparece esbozada con intermitencia y que, cuando lo hace, es con una timidez aplastante.

La idea del apocalipsis literario que da vida a 'Las mil y una noches' de Comediants tiene más de intención que de realidad. A diferente nivel discurre lo expuesto en el escenario, decepcionante en el fondo y cumplidor, un seguro, en las formas. Plasma más que sugiere, adoleciendo así la función de esa sensualidad que siempre ha generado ese epicentro de la literatura árabe que es 'Las mil y una noches'.

De Comediants se debe esperar siempre lo mejor. En la escenografía y la puesta en escena, la histórica compañía no decepciona. En un alarde de sencillez plástica, sitúa la historia, protagonizada por nueve jóvenes que custodian la Biblioteca Nacional de Bagdad durante la ocupación estadounidense de 2003, en un andamio metálico de aspecto desolador. La envoltura visual, que construye castillos en miniatura, banquetes frugales, desfiles de camellos o barcos majestuosos, sujeta la estructura de un espectáculo de hermoso inicio y pertinente epílogo, pero de intranscendente y tedioso desarrollo, con deslucidos relatos de un erotismo poco más que tibio que pecan de cierto infantilismo cómico, demérito de un texto sin fuerza.

La música en directo generada por la percusión oriental de Gani Mierzo y por unas guitarras que juguetean con el flamenco, abriga cada uno de los movimientos del reparto, en el que luce vigorosa Txe Arana, sensual conductora de la velada. A lo largo de dos horas los nueves jóvenes (alguno con deficiente vocalización en castellano) se convierten en princesas, mendigos, genios o marinos. Cuentos dentro de una historia metida en la actualidad. Mil noches deslabazadas contadas en una, de triunfo popular, aunque más fría de lo que la explosión de Comediants hacía prever.

lunes, 27 de marzo de 2006

'LOS AIRES DIFÍCILES'. Pasiones débiles (**)

CRÍTICA DE CINE

(El hecho de que 'Los aires difíciles' se llevase el premio grande del Festival de Málaga define a la perfección el estado crítico del cine español. ¿De verdad no había nada mejor a concurso que este irregular dramón de Gerardo Herrero? Desde mi posición de perpetuo espectador, me niego a creer que sea así. Optimismo dentro de un pesimismo totalmente realista).

Demasiado forzada, escorada hacia un dramatismo que a la fuerza resulta poco creíble,'Los aires difíciles', enésima adaptación cinematográfica de una novela de Almudena Grandes, maneja torpemente y sin apasionamiento un maremoto de emociones que en ningún momento termina de cuajar. Resulta sorprendente que esta película insípida y de nivel medio, dramón perpetuo por el que desfilan unos personajes que bordean la tragedia, haya sido la ganadora del Festival de Cine de Málaga. Su victoria es un termómetro perfecto para medir las gélidas temperaturas que sufre la industria nacional, encasillada en un cine funcional, dirigido con oficio, pero que peca de falta de originalidad, no empatiza con el espectador y que se ha olvidado que el entretenimiento, sólo eso, también forma parte del juego fílmico. Si a ese déficit le añadimos uno de los peores castings que se han podido ver en los últimos tiempos, el resultado es esta indiferente 'Los aires difíciles', dirigida con oficio pero sin ningún atisbo de cariño por Gerardo Herrero.

'Los aires difíciles' plantea una historia de segundas oportunidades y de redención, formalizada por unos personajes marcados por el pasado, como el que interpreta sin suerte José Luis García Sánchez, un doctor atrapado por las redes indisolubles que teje la familia y que huye buscando la tranquilidad de conciencia. En la elección del escenario al que llega, la costa gaditana, radica la noticia más positiva de una película cuyos hilos maneja con soltura, aunque con excesiva lejanía, Gerardo Herrero. El director involucra en la trama principal, a la que cuesta desperezarse tras un inicio tedioso, a multitud de personajes. A diferencia de 'El principio de Arquímedes', la mejor película de Herrero, en 'Los aires difíciles' no pierde el tiempo en perfilarlos con precisión. Se genera así una distancia insalvable entre el espectador y los protagonistas. No existe empatía, no se entienden ciertas actitudes y menos aún las consecuencias que se derivan a las escasas acciones que hay durante el metraje. Especialmente sangrante es el caso del personaje interpretado por Carmen Elías. Está ahí, ocupa multitud de planos. Pero nada se sabe de ella, de su pasado, su presente o su propia personalidad. Lo mismo pasa con Pilar Castro y su caracterización excesivamente forzada de esa arpía que es Charo, con alguna frase de guión chirriante y que provoca sonrojo.


Narrada en tres tiempos y sujeta a constantes saltos temporales, 'Los aires difíciles', rodada sin pasión, con la sensación que debe tener una ola cuando se acerca a la orilla, la de dejarse llevar, es una película decepcionante. En esta adaptación de Gerardo Herrero, que alterna sin lograr complementar contención y dramatismo forzado, se acumulan algunos de los grandes errores que atenazan al cine nacional. En Málaga, pese a la elevada cantidad de horas de exhibición, todavía no se han dado cuenta que hay algo que no encaja.


jueves, 23 de marzo de 2006

'VOLVER'. De vuelta de nada (****)

CRÍTICA DE CINE

Cuando se avecina película con el sello Pedro Almodóvar se pone en marcha una brutal maquinaria de promoción que oscurece los posibles aciertos y errores del trabajo en cuestión. Es un hecho incontestable que sucede con cada estreno del director manchego. Ocurrió al principio de su carrera, cuando se erigió en cineasta oficial de una época, la Movida, que enterró un pasado oscuro, y se mantiene en la actualidad, cuando Almodóvar vive rodeado de estatuillas doradas y es el tótem que propaga el cine patrio más allá de sus fronteras.

El actual Almodóvar funciona más allá del bien y del mal. Sus últimos coletazos fílmicos son una especie de retrato en profundidad de su propia personalidad. Es un Almodóvar más melancólico y nostálgico que nunca. 'Volver' se ha vendido como un regreso a las tierras que le vieron nacer, a las raíces manchegas en las que forjó su mirada extravagante y retraída. Esa publicitada vuelta es parcial. Madrid, siempre Madrid, solapa a las escenas que tienen a La Mancha como protagonista.

El regreso de Almodóvar, muy evidente en una película que supone una ruptura total con la infravalorada 'La mala educación' y la sorprendentemente aclamada 'Hable con ella', es en otro plano. El director pone sus ojos en ese cine de sentimentalidad exhuberante. Compone una historia puramente femenina que edifica con lógica y fluidez, un homenaje personalísimo a ese pasado que Almodóvar parece no haber olvidado nunca.

'Volver', graciosa y triste, alegre y desoladora, baúl de sentimientos, conjuga sin grandes artificios surrealismo, costumbrismo y realidad sin echar mano en ningún momento de ese erotismo desenfrenado tan recurrente en la filmografía almodovariana, en un relato que tiene como eje la figura protectora de la madre, tema que devuelve al Almodóvar más personal de esta última época.

Haciendo uso de un guión magistral, Almodóvar flirtea con la comedia, pasa al drama, mezcla actitudes contemplativas (el restaurante) con reivindicativas (crítica durísima a los programas de cotilleo), se da un paseo por la tragedia griega, mira al costumbrismo patrio, y desemboca en un epílogo majestuoso, pertinente y construido con buen gusto.

'Volver' significa el regreso del Almodóvar más genial, ese que es capaz de extraer el jugo más delicioso a un reparto enteramente femenino que incluía actrices que andaban de capa caída como Penélope Cruz, que sale revalorizada, y de qué manera, después de una actuación portentosa. Blanca Portillo cumple en un papel difícil, casi teatral, y la deslumbrante Yohana Cobo se revela como algo más que una actriz de futuro. Carmen Maura, en su regreso, está inmensa en otro papel que sólo podía hacer ella, regalo maravilloso del que fuera su descubridor. El desequilibrio viene por parte de una Lola Dueñas poco convincente y unos personajes masculinos extremadamente superficiales y con poco que decir. Nada nuevo para Almodóvar, que ha cubierto con creces las altas expectativas que había generado esta 'Volver'.

miércoles, 15 de marzo de 2006

'TRISTAN&ISOLDA'. El medievo se derrumba (**)

CRÍTICA DE CINE

'Tristán e Isolda' es mala. Hay que dejarlo claro de antemano. Adolece de virtudes y tiene absolutamente todos los defectos que una película de aventuras con historia de amor de por medio pueda hospedar. Acumula miles de tópicos, los diálogos son insufribles y patéticos, el guión se ríe de la leyenda que le da vida, el amor aparece convertido en una sucesión de cursiladas a cada cual más sonrojante, la presunta violencia de las batallas es fría e irreal y los dos protagonistas, de nombres olvidables, perpretan unas interpretaciones penosas, con un lamentable James Franco que se pasa todo el metraje en perpetuo estado de shock.

Es mala, malísima, pero tiene algo esta 'Tristán e Isolda' que la hace entrañable, que provoca ternura y una agradable sensación que, en el fondo, hace aconsejable su visionado. La película tiene alma de perdedora, desprende un aura derrotista inevitable si al ver la ficha técnica de la película uno lee el nombre de Kevin Reynolds como fabricante de este largometraje de época.
Reynolds, esperanza en su momento del renacimiento del cine épico de aventuras (autor del 'Robin Hood' de Kevin Costner) es el responsable del que está considerado el mayor desastre económico de la historia del cine. Tocó fondo a mediados de los 90 con el tremendo varapalo que se llevó con 'Waterworld'. Se hundió él, su reputación y acompañándole, un Kevin Costner que desde entonces no ha levantado cabeza. Reynolds desapareció anulado por una industria que no perdonó este inesperado fracaso. Años de oscuridad aliviados por trabajos minimalistas hasta llegar a esta 'Tristán e Isolda', eterna leyenda medieval paradigma del amor que aguanta más allá de la muerte.

El director, que ha contado con la colaboración de Ridley y Tony Scott, vuelve a fracasar en su intento de renovar un género que anda alicaído. Lejos de innovar, apuesta por una película de escenarios más que de guión, lo que repercute en una trama débil e incapaz de aguantar la tremenda historia que pretende contar. Unos cuantos arrumacos y besos, un par de duelos a espada demasiado fugaces y alguna cabeza cortada para satisfacer a los canteranos del cine 'gore' componen la receta de Kevin Reynolds, que ha regresado al primer plano con mal pie, situándose en un escalafón muy inferior al que están colocados compañeros cineastas como Antoine Fuqua ('El Rey Arturo') o el propio Ridley Scott ('El reino de los cielos').

domingo, 12 de marzo de 2006

ISMAEL SERRANO. Soñando

CONCIERTO

Ismael Serrano
Escenario: Palacio de Congresos (Madrid). 10 de marzo de 2006. Lleno

La historia de una vida la escriben momentos como los vividos durante el concierto de Ismael Serrano en el Palacio de Congresos. Un espacio gigantesco, un palco de la clase alta a la espalda, dos enfervorizadas hinchas con acné, miles de parejas perdidas en arrumacos consentidos, un libro apasionante en la mochila, un rincón escondido dentro de la apabullante inmensidad escénica, un rato con luz, el resto casi siempre a oscuras, miradas que siguen escribiendo una historia fascinante, sueños rompiendo la estructura fortificada del techo. Sobre el escenario un tipo regordete, simpático y extremadamente profesional que, acaraciando la calvicie máxima, no quiere dejar de ser un adolescente irreverente. Ismael Serrano saca jugo a su inteligencia en cualquier momento. Le gritan, le silban, le piropean indiscriminadamente y él, lejos de caer en esa complicidad con el público que llega a provocar rechazo, se mantiene al margen. Contesta sin levantar la cabeza mientras mima la guitarra que le aparta de la soledad que recibe de las 1.000 personas que escudriñan cada uno de sus pacíficos movimientos.

No estaba especialmente hablador ayer el vallecano. El menú que cocina en sus conciertos se compone habitualmente de unos entrantes en forma de discursos combativos, excelentemente perfilados e inteligibles, y unos platos bondadosos en cuanto a la ración de buena música que los llenan. En su cancionero suele acudir a lo obvio, pero que maravillosa esa actitud en estos tiempos que pasan. Serrano habla y no para de un futuro mejor, de Bosnia, de Vietnam, del peligroso miedo que impone el silencio, del No a la Guerra, de su recurrente Vallecas patria, de Zapatero o de Carod Rovira. Su mirada no deja de crecer, se expande por cualquier rincón que precise un poco de lógica y que esté necesitado de ese término tan en desuso que es la justicia. Por eso, dice con cierto orgullo que sus discos ya se están empezando a vender en Estados Unidos y cuenta con admirable humildad lo bien que le hacen sentir los paisanos que habitan al otro lado del charco.

De Argentina llegó a Madrid para regalar otro de sus conciertos sin fin. Casi tres horas de utopías imposibles pero necesarias, de amores juguetones, de amigos impensables. Al escenario del Palacio de Congresos se subieron el timidísimo Pedro Guerra, el orondo Javier Bergia y, sorpresa, Quique González, huidizo como siempre, a la espera de su particular 'Ajuste de cuentas' que sale el próximo 3 de abril. Entre medias, menos discurso de lo habitual, y mucha música extraída de las sabias cuerdas del maestro Marugán y del propio Serrano. Tocó todo lo que tenía que tocar. Por el Palacio de Congresos pasaron 'Caperucita Roja', 'Últimamente', 'Ahora' o 'Qué andarás haciendo'. Puño en alto lo hizo 'Papá cuéntame otra vez', con dignidad 'Amo tanto la vida', en silencio 'Zona Cero', transmitiendo calidez 'No estarás sola', lanzando cargas de profundidad 'Virus del miedo'... Y la lista se detiene porque Serrano se dispone a cantar 'Vertigo', un himno vital, un regenerador de ánimos, un activador de sueños olvidados. Por eso y por mucho más, mereció la pena saludarle una vez más, señor Serrano.

jueves, 9 de marzo de 2006

'CACHÉ'. Paranoias burguesas (****)

CRÍTICA DE CINE

Michael Haneke es un cineasta inquietante que en sus películas disfruta manipulando los sentimientos de los espectadores. Lo lleva demostrando durante décadas con piezas tenebrosas como 'Funny Games' o la crudísima 'La Pianista'. Su cine, que goza de la etiqueta de autor, provoca incomodidad, miente, es molesto y desagradable. Para la mayoría, es también aburrido. El desarrollo de la trama está supeditada a los vaivenes psicológicos de unos personajes que siempre esconden algo. Es un planteamiento que por novedoso y original no debe ser menospreciado.

'Caché' es Michael Haneke elevado a la máxima potencia. Una acomodada familia burguesa ejerce de martillo ejecutor de los turbadores deseos del director austríaco. Sus componentes, en especial un desconcertante Daniel Auteil, son títeres manejados con destreza por un director que diseña, casi sin querer, una tesis sobre la falta de comunicación, el racismo y la fortaleza inquebrantable del pasado.

Un plano fijo de casi cinco minutos abre una película de largos silencios y escasos diálogos que retrata la descomposición de una familia de clase media-alta formada por un periodista televisivo cultural, una editora y un hijo de 13 años de edad. Su teóricamente idílica convivencia empieza a resquebrajarse el día en el que comienzan a llegar en forma de vídeos y llamadas telefónicas amenazas de procedencia desconocida. Lo que inicia Haneke a partir de esta premisa es el desconcertante viaje del protagonista, un creible Auteil, en busca de la tranquilidad. Desea esclarecer los hechos y lo que se encuentra es un regreso al pasado que, escondido y olvidado, resurge con afán justiciero.

Manipuladora en cuanto al suministro de información al espectador, 'Caché' habla de eso y de mucho más. En su metraje conviven temas de amplias miras como la inmigración, el rechazo, las vidas frustradas o la venganza. Con afán pretencioso y con un final tan polémico como fascinante, Haneke ha confeccionado una película brutal, de un calado emocional enorme.

martes, 7 de marzo de 2006

'MANUAL D'AMORE'. Cupido falla (*)

CRÍTICA DE CINE

Lo peor que le puede ocurrir a una comedia ligera, plagada de diálogos estúpidos y con unas interpretaciones que rozan el esperpento es que se tome en serio, que se proporcione el placer de ofrecer una reflexión filosófico-existencial sobre esa palabra de de imposible catalogación que es el amor. 'Manual d'amore' es una película insufrible y anquilosada en unos rígidos estereotipos cómicos del pasado, un regreso a tiempos pretéritos y olvidables del cine europeo. Trivializar los sentimientos, exprimirlos sin sentido, colocarlos al borde del esperpento y reducirlos a un cortar y pegar de escenas marcadas por la simpleza argumental son tareas que aborda con precisión este largometraje, de impresionante éxito en Italia y en España. De su país de origen se ha traído doce nominaciones a los ínclitos Donatellos, lo que vendrían a ser los Goya patrios. Esta simple mención sirve por sí misma para observar el nivel de cine que se practica en estos momentos en Italia, con poco que envidiar al que se destila por estos lares. Más que nada, porque esta 'Manual d’amore', engañosa hasta la extenuación, no es mejor, aunque se lo crea desde la primera palabra de su guión, que comedias como 'Los dos lados de la cama' o la mísmisima 'Torrente' que, al menos, juega limpio con los sentimientos más profundos de los espectadores. Lo que investiga 'Manual d’ amore' son las fases por las que pasa una persona cuando Cupido le lanza una de sus fechas: enamoramiento, crisis, traición y el abandono. El director ha optado por una historia coral, sin protagonismos absolutos, que al final terminan cruzándose de forma un tanto forzada en un alarde de presunta originalidad. Mientras que la parte del enamoramiento es sencillamente incomprensible (¿eso es una comedia a la italiana?), la de la traición y el abandono –pena de ese gran cómico que es Carlo Verdone– conviven con el patetismo. Sólo los diálogos y las interpretaciones de la fase de crisis, la más interesante, se salvan de este desaguisado totalmente sobrevalorado.

viernes, 3 de marzo de 2006

MARWAN. Canciones del olvido

PERFIL DE MARWAN

Existen dos formas de ser imprescindible: gozando del don de la excepcionalidad y siendo por sí mismo una excepción. Marwan, cantautor madrileño de origen palestino, habitual del circuito por el que se mueven estos silenciosos músicos, tiene un poco de las dos cosas. Para empezar, gente como él, trovadores de lo cotidiano, la amistad y los problemas cercanos o lejanos corren riesgo de desaparición. La propia evolución musical de la sociedad les condena a un ostracismo en muchos casos inmerecido, pero siempre, pase lo que pase, entrañable.
Marwan es uno de esos artistas olvidados que te pagan por ir a verle, que no te exige nada a cambio. Sólo un poco de atención y un corazón abierto, preparado para afrontar el reto que propone este músico, un par de horas diferentes, teñidas por la magia que proporciona lo imprevisible. Porque los conciertos de Marwan, un disco en el mercado, un grandes éxitos en sus sueños y mil copias vendidas de vuelta a la tierra, nunca son como uno espera. No conviene hacerse ilusiones antes de visitar y entrar en su particular universo. No hace falta, porque él mismo, guitarra en mano, se encarga de regalar en la misma entrada un sobre cargado de felicidad. En pequeñas dosis, no vaya a ser que pueda haber un empacho de utopía. El sobre es el pase que abre la puerta a un universo lleno de sentimientos, con sus canciones cargadas de ternura, amor, desamor, familia, optimismo y pesimismo secundando el vuelo de los imaginación. Por esto y por algo más, Marwan es una excepción. Lo mejor es que también es un artista excepcional, y él, siempre risueño, todavía no se ha dado cuenta. Tarde o temprano, si de verdad existe la justicia, lo sabrá y explotará. De ilusión y esperanza.
Apasionado del duro camino que es la vida, Marwan pertenece a la última generación de cantautores que ha surgido de la prolífica cantera de lugares como el Libertad 8 o el Búho Real, escenarios por los que han pasado en el pasado tipos como Jorge Drexler, Ismael Serrano, Bebe o Pedro Guerra. Ahora los nuevos talentos lo tienen más difícil para salir del anonimato. A unos, los más ambiciosos, les deprimirá, y a otros, menos terrenales, les dará más o menos igual. A juzgar por su forma de actuar, Marwan no cambiaría nunca una lágrima en una mejilla por un billete de 500 euros. Sus conciertos seguirán siendo fiestas alocadas en las que reinará un hermoso desorden y donde creaciones como 'Canción a mi padre', 'La dictadura de la primavera' o 'Noviembre' conseguirán elevar el ánimo de los asistentes hasta límites insospechados. Un brindis por tipos como Marwan.

jueves, 2 de marzo de 2006

'TRUMAN CAPOTE'. Las miserias del creador. (***)

CRÍTICA DE CINE

Ni en el mejor de sus sueños podía imaginar Bennett Miller que su debut en la dirección alcanzase el reconocimiento unánime de la crítica especializada y del público. Mucho menos que su pequeña y humilde película, un trabajo sustentado en la valía de sus actores y en el poder sugestivo de una cámara inteligente, pelease con 'Munich', 'Brokeback Mountain' o 'Crash' por el Oscar a la mejor película o que él mismo, optase a ser mejor director compitiendo con el legendario Steven Spielberg o con valores emergentes como George Clooney o Paul Haggis.
'Truman Capote' se ha colado en la zona reservada al éxito con sutileza y en silencio. No es un biopic al uso, ni tampoco una recreación parcial de uno de los pasajes más importantes de la vida del escritor. El 'Truman Capote' de Miller huye de los tópicos (traumas infantiles, alcoholismo) como la peste. Mediante suaves metáforas fáciles de captar para el cinéfilo prevenido, esquiva entrar en los problemas con las drogas y la bebida del protagonista, un ser contradictorio, adjetivo que define a la perfección esta película.


El guión no profundiza en ningún aspecto. Deja ese trabajo a los actores, a la interpretación del público, al que exige un trabajo de visualización importante. Ni juzga, ni valora ni entra en detalles irrelevantes de la vida de Truman Capote. Miller perfila su carácter con maestría. En una escena que no dura más de un minuto se puede captar la egolatría y soberbia que impregnó a este artista. En una mirada a un vaso es posible adivinar sus problemas con el alcohol. En un breve intercambio de palabras se aprecia el respeto y el cariño, que no amor –Capote sólo vivió enamorado de sí mismo–, que sintió hacia uno de los asesinos que le estaban ayudando a escribir 'A sangre fría'. Mérito de un guión inteligentísimo y de una actuación superlativa de Philip Seymour Hoffman, actor que se ha sacudido el cartel de eterno segundón en la sombra.
'Truman Capote' se centra en los sucesos que basaron la célebre novela 'A sangre fría'. El escritor, acompañado por su amiga del alma Harper Lee (una sobria Catherine Keener), viaja al lugar de la tragedia y conoce a los responsables del asesinato de una familia de clase media. A partir de ahí, Capote participa en un doble juego: el de sus sentimientos y el del libro que sabe que le va a dar la fama. El desarrollo de la película es un tiovivo de emociones no desatadas. Por un lado está la especial relación que une al escritor con uno de los condenados a muerte. En el otro está su alma corrompida de creador sin escrúpulos. Mientras escribe 'A sangre fría' su carácter sufre cambios y en su interior se desatan pasiones extremas. Y Bennett Miller lo filma todo con máximo cuidado, con tanto que casi las hace imperceptibles.

Película de actores que antepone la importancia de los personajes a la trama, el estreno de Bennett Miller le coloca directamente al nivel de otros debutantes en los últimos tiempos como Paul Haggis ('Crash') o el mismísimo George Clooney, con cuya 'Buenas noches y buena suerte' se puede emparentar en cierta manera esta 'Capote', una nueva lección de cine con aroma clásico.