lunes, 24 de diciembre de 2007

'TOP 5' TEATRERO 'Mi viejo baúl' 2007

(LISTA ELABORADA SOBRE 46 PRODUCCIONES NACIONALES VISTAS EN 2007)

1- ‘ZENOBIA’ (Sobre textos de Zenobia Camprubí; Centro Andaluz de Teatro y Producciones Imperdibles): Motor del talento de Juan Ramón Jiménez, Zenobia Camprubí compartió media vida con el Premio Nobel onubense. Para los estudiosos, el símbolo del otro lado de la gloria, aquel que no luce en los focos, de la fidelidad, la lealtad, el compañerismo y el amor. En menos de una hora, ‘Zenobia’ se aventura en el interior de temas profundísimos como los subrayados derrochando un tacto exquisito. Obra de porcelana, cuidado que no se rompa, se desliza entre los mejores versos ‘juanramonianos’ para perfilar la apasionante biografía de Zenobia. Sin bascular hacia el desgarro, la puesta en escena introduce con suavidad entre la lírica elementos cinematográficos en una transición textual colmada de sinceridad y que termina rendida ante dos hechizantes interpretaciones. Después de contemplar a Javier Castro sobre las tablas, no extraña el estupor que causó a la muchachada de Moguer el verle pasear por sus calles hace unos meses. Juan Ramón había vuelto. Pura ficción, porque, como hace reflexionar este maravilloso, aleccionador y necesario montaje que se vuelca del lado de los secundarios, poeta y musa siguen escribiendo juntos, donde quieran que estén, un último poemario. El definitivo. Con pocas dudas, la mejor obra teatral de este 2007.

2- ‘EL CHICO DE LA ÚLTIMA FILA’ (De Juan Mayorga; Ur Teatro): Como en todo lo que sale de la prodigiosa pluma de Juan Mayorga, un texto ansioso por ser escuchado que ofrece decena de lecturas en clave contemporánea. Hasta el gesto de que uno de los personajes salga ataviado con la camiseta NBA de Pau Gasol supone algo más que un guiño -aseada crítica de esa clase media europea americanizada- dentro de una estructura narrativa profundamente reflexionada y que trabajada por Ur Teatro pisa el acelerador para que agilizar y dinamizar esa multiplicidad de lecturas. Entre las cuestiones que aborda, cada cual se quedará con la que sienta más cercana a sus intereses. Hay material, incluso de perfil contrapuesto, sobre el que poder elegir: la necesidad de dotar a la vida de un sentido, la escritura como resorte para encontrar una vocación, los dos ritmos de la adolescencia, el hastío que sufren en silencio –sí, como las hemorroides- docentes con décadas de experiencia delante de los pupitres o la literatura como medio para enfrentarse a la soledad. Centenares de hojas de apuntes guardadas en una carpeta forrada por un ídolo baloncestístico para utilizar en un examen que, en un sorprendente giro, pasa de obra de tesis a inquietante thriller en la onda de ‘El habitante incierto’ de Guillem Morales, a punto de ser ‘remakeada’ en Estados Unidos. No pasará como la mejor adaptación de un libreto de Mayorga, pero ‘El chico de la última fila’ sí podrá presumir de no devaluar, al contrario, la cotización del libreto original, de deliciosa lectura.

3- ‘PAGAGNINI’ (De Ara Malikian; Yllana): Bendita locura la de Ara Malikian. Hasta a uno de los patilargos componentes de su abultada pelambrera le insta a que toque unas cuantas notas al violín en medio del alocado desenfreno que ‘Pagagnini’ desparrama en cantidades industriales. A nadie deja indiferente, valga el tópico, esta obra parida por el infinito talento del armenio, que desacraliza el ritual casi litúrgico que preside la música de cámara para, sorteando el ridículo, fabricar un monumento a la diversión aliado con la calidad. Quien lo diría de antemano con un vistazo al programa, un recital con tres violinistas y un bajo. Es la máscara que esconde un mecanismo que funciona con la precisión y la sencillez del MVP de los relojes suizos. Malikian ejerce de capitán de la función, al estilo del ordeno y mando que practicase Beckenbauer al frente de la impenetrable línea defensiva germana de principios de los 70. Generoso, reparte juego con sus tres compañeros, juguetones con cada uno de los roles que asumen: el joven aprendiz negado en el amor, el cínico segundón que no regala sonrisas y el presunto seriote que acaba poseído por la espíritu festivo del huracán armenio. ‘Pagagnini’ es un espectáculo en el que el buen rollo que hay en el escenario se contagia irremediablemente a la cuarta pared. Fiestón en el teatro de la mano de la música clásica. Otra vez, y las que haga falta, quien lo diría.

4- ‘LA CABRA’ (De Edward Albee; Teatre Romea y Stage Door): Todavía en la carretera, lo que ya es indicativo del terromoto que ha provocado dentro del mundillo. Melliza en cuanto a tono y rentabilidad de ‘El método Grönholm’, pronto cumplirá los tres años a pleno rendimiento esta bomba de relojería que se trajo Josep María Pou de una de sus frecuentes visitas a los teatros neoyorquinos. El que escribe la vio en enero, cuando ya despuntaba un ligero cansancio en determinadas interpretaciones. Tragicomedia cocinada a lo griego, ‘La cabra’ recorre el descenso a los infiernos de un arquitecto de campanillas que asiste con entradas de palco y barra libre al derrumbe de lo que había edificado en su biografía. Las risas campan a sus anchas cuando debería hacerlo la tristeza, si se reflexionase un mínimo. Final himalayesco que toca cumbre tras una cruenta refriega que desenmascara la frialdad de las apariencias. Un ceremonial, en resumen, de fondo agrio y caparazón cómico -¡ay!- recubierto por una puesta en escena que reclama ser observada con verosimilitud. Si es así, una de las mejores obras que ha pisado escenarios del país procedentes de Estados Unidos, regalito de ese activo nonagenario que responde como Edward Albee.

5- ‘LAS BIZARRÍAS DE BELISA’ (De Lope de Vega; Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico): Explosión hormonal la que se vive encima de la madera, sometida a un crujir incesante por el frenético taconeo con el que pisa La Joven. En argot teatrero así se ha denominado a esa fauna de actores que no llegan a las tres décadas de existencia que debutaron como compañía con un Lope de Vega, un texto de amoríos inofensivos e inocente galantería escrito en las postrimerías de su agitada biografía. El trabajo de La Joven es extenuante, un huracán físico y gestual que marcha a trote ligero y fluido pese a las dificultades del farragoso verso del libreto.

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