viernes, 29 de diciembre de 2006

'THE HOLIDAY'. Empacho de cursilería (*)

CRÍTICA DE CINE

Viene precedida Nancy Meyers de cierto prestigio en el campo de la comedia, luciendo fundamentalmente un artefacto robusto en su filmografía, la sobrevalorada 'En qué piensan las mujeres'. Lista como pocas, Meyers es de esas cineastas hábiles que hacen coincidir sus productos con las fechas navideñas, tan propicias a la exaltación del amor, el cariño mutuo y la amistad. 'The holiday' es básicamente eso. Una historia bobalicona que rebosa cursileria, empalagosa sin límites y peligrosamente irreal al manipular de forma escandalosa buscando un rendimiento comercial al significado del amor. Con esos ingredientes y con un cuarteto de actores de relativo prestigio, caras conocidas para el gran público, se ha fabricado una más de esas estúpidas comedias estadounidensenses que banalizan con pulcritud las relaciones humanas. El estropicio de Meyers es de tal alcance que, además de pasar por encima de una patética Cameron Diaz, se carga de un plumazo la fama de actor flemático de Jude Law. Los dos protagonizan, es un decir, una de las historias de amor con menos química que se recuerde en los últimos tiempos. A salvar, únicamente, la banda sonora del infalible Hans Zimmer y los escenarios londinenses, pura Navidad con sus copos de nieve y todo. El resto es un artificio amoroso vacío y estéril, una colección de tópicos y lugares comunes que sólo conducen al sonrojo.

jueves, 28 de diciembre de 2006

'EL FLORIDO PENSIL'. Lo previsible

CRÍTICA DE TEATRO

'El florido pensil'
Autor: Andrés Sopeña
Adaptación: Tanttaka Teatroa
Compañía: Tanttaka Teatroa
Dirección: Fernando Bernués, Mireia Gabilondo
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 28 de diciembre 2006

El tema del franquismo en el mundo del espectáculo continúa siendo previsible. La violencia de los métodos, la estupidez de algunas materias, la intoxicación ideológica... Todo criticado a través de la ironía y de forma demasiado similar a la que suele utilizarse. En ese aspecto, 'El florido pensil' aporta poco. Es al mundo del teatro lo que 'Titanic' al del cine.
Sí, muy bien hecha, aceptablemente interpretada, pero sin secretos ni descubrimientos sorprendentes. El cóctel diseñado por la compañía vasca Tanttaka Teatroa, el mismo con el que lleva triunfando una larguísima década, peca de previsibilidad. Poco aporta su obra a una cuestión que se ha sobredimensionado en los últimos tiempos.
Cinco actores sobre el escenario, con un Janfri Topera luciendo a sus anchas en su registro favorito. Un decorado más atmosférico que práctico. Un ritmo ágil en el que las bromas se persiguen. Mucha mueca, un poco de texto y algo de nostalgia. Quienes vivieron aquella época –más de una persona en un Buero Vallejo que agotó entradas– disfrutaron al poder recordarla con una sonrisa en los labios. Para los más jóvenes, allí estaban las virtudes que posee toda caricatura. Interpretaciones rozando el exceso, sketches rápidos, perfilados con rigor y concebidos con inteligencia. Un ejercicio de memoria, en definitiva, bienintencionado y lineal; trabajado con solvencia y fiable, tan capaz de llenar el teatro de carcajadas como de evitar un reflexión que, en el fondo, nadie había solicitado.
Compuesta a base de piezas breves, 'El florido pensil' se desarrolla con fluidez, llenando las tablas de lugares comunes, una colección de tópicos sobre la educación franquista que, a fuerza de rozar lo grotesco, consiguen un extra de verosimilitud. Para el recuerdo, escenas realmente conseguidas como la visita al centro escolar del inspector de la Falange y la del profesor de gimnasia andaluz y fascista. Memorables.

martes, 26 de diciembre de 2006

'FICCIÓN'. La dureza de sentir' (*****)

CRÍTICA DE CINE

Obsesionado por un cine de fuertes componentes sentimentales, Cesc Gay es el prototipo de director con un universo propio. Con una fuerte personalidad, una apuesta sobre seguro a la hora de tratar temas como los que ocupan esta compleja 'Ficción'.
Emociones contenidas, la dificultad de expresar lo que se siente, el miedo a perder lo conseguido, la soledad y la barrera ficticia que hay que cruzar cuando se superan las cuatro décadas de vida son temas que maneja con maestría Cesc Gay, que ha cambiado la urbe ('En la ciudad') por el campo en una película lenta y que se edifica alrededor de la inmensa capacidad interpretativa de Eduard Fernández, que borda un personaje con dificultades para expresarse, el de un cineasta que viaja a los Pirineos buscando inspiración para su próximo guión. Lo que encuentra allí le trastoca tanto que le deja casi sin capacidad de diálogo. Detallista y racional, 'Ficción' es una película con una carga emocional hiperbólica, sin alteraciones de ritmo, apta para disfrutar de unas interpretaciones magistrales. Una lección de cine de amor no consumado que funciona más allá de la inexistencia de una trama. El regalo de un cineasta fiable, al que sólo se le puede exigir –talento para pulir personajes y colocar la cámara le sobra– un cambio de género, aunque sea efímero, para verificar definitivamente su valía. Ahí podría estar su reto.

'YO SOY LA JUANI'. De consumo masivo (**)

CRÍTICA DE CINE

Entre coches 'tuneados', sexo de extrarradio, jerga chulesca, sueños rotos y rap a todo volumen transcurre la aproximación realizada por Bigas Lunas a esa sociedad al auge que dibujan las nuevas generaciones de jóvenes. Un universo que podía resultar sugerente cinematográficamente y que en manos del veterano cineasta ha terminado convertido en una parodia caricaturesca puesta al servicio de recaudar la máxima cantidad de dinero. Si no fuese así, no se entiende esa apuesta descarada por dotar al contenido de la película de una ración fuerte de moralina, ni de regalar una notable cantidad de planos a ese personaje de nula veracidad pero de total rentabilidad comercial que interpreta Dani Martín, ídolo de las hordas adolescentes y líder de El Canto del Loco.
A un ritmo vertiginoso se consume la primera mitad de 'Yo soy la Juani', que incluye en el lote alguna de las escenas y diálogos más sonrojantes que se hayan podido contemplar en la gran pantalla en los últimos tiempos. Si lo que ha pretendido Bigas Luna, por otra parte un director al que todo apunta que se le ha agotado el discurso, es imprimir veracidad, un documental hubiese sido una opción más recomendable. O un guión pasado por el tamiz de los habitantes de ese extrarradio a los que tan tenazmente busca reflejar. Pero nada. La Juani, la Vane, el Jonah, por poner a los tres ejes de la película, quieren ser actores famosos, liarse con futbolistas casados (a poder ser llamados Raúl) y gastarse su sueldo y el de los demás en incorporar un poco más de chatarra de lujo al deportivo de turno.
Estereotipos al cubo, vitrina de clichés, con un Bigas Luna que no duda en justificar cada una de las acciones de sus personajes. La Juani, por ejemplo, es fruto de una familia desestructurada, con un padre alcohólico y en el paro y una madre frustrada por no haber alcanzado sus sueños. Un paisaje que sólo puede conducir al ‘tuneado’ y a una narración llena de altibajos, alucinógena a ratos (esos sueños provocan dolor a la vista) y sujetada, con firmeza pese algún tropezón, por la debutante Verónica Echegui. La historia de esa Juani, que podría ser espejo de miles de jóvenes, y no sólo deslenguadas y atrevidas, levanta el vuelo una vez llega a Madrid. En la capital Luna se maneja con mayor pericia, enlazando escenas que elevan el tono medio del largometraje, como el periplo de la protagonista por una escuela de teatro. En cualquier caso, el epílogo vuelve a cerrar el círculo de una película que no funciona ni como diversión ni como retrato sociológico.

lunes, 25 de diciembre de 2006

'EL CAMINO DE LOS INGLESES'. Con valentía (***)

CRÍTICA DE CINE

Extasiado se sale del cine después de haber contemplado durante dos horas el fascinante ejercicio de artesanía visual que regala Antonio Banderas. Hay en el intérprete de 'El Zorro' un cineasta con sensibilidad y provisto de una marcada vena poética. Un hombre con la suficiente inteligencia como para mirar atrás, llegar hasta la juventud, y divisar desde la distancia y la nostalgia esa línea que le separó de llevar una vida común en su Málaga natal a triunfar en la meca del dinero y la fama, Hollywood.
'El camino de los ingleses', efervescentemente metafórica, habla de eso y más. Del tránsito tanto hormonal como espiritual que se experimenta en el paso de la juventud a la madurez. De ese camino plagado de baches que es la vida. El hecho de apostar por un cine cercano a lo experimental y onírico, a lo Terrence Malick en 'La delgada línea roja', ahuyentará a muchos espectadores, pero reconfortará a un sector claramente más minoritario. Película exigente y de digestión lenta, 'El camino de los ingleses' responde a una necesidad personal de su creador. Nada condescendiente con el público ni con el lector de la novela de Antonio Soler, el segundo trabajo en la dirección de Banderas le posiciona como un director valiente y con una mirada fuera de lo común. Para el recuerdo, por si fuera poco, un Raúl Arévalo fabuloso encarnando a Babirusa, un personaje con mil matices, y un imponente epílogo a ritmo de jazz.

viernes, 22 de diciembre de 2006

'SCOOP'. Clase maestra (***)

CRÍTICA DE CINE

¿Un Woody Allen menor el de 'Scoop'? Para nada. Es una continuación desde un plano bastante más generoso de la deslumbrante 'Match Point'. Otra vez Scarlett Johansson, otra vez un ácido retrato de la clase alta, otra vez un asesinato y otra vez Londres. Muchas coincidencias y una novedad que aparece para dar un vuelco contundente al desarrollo de la historia, fábula de grandísimo epílogo en este caso.
Es la presencia de Woody Allen dentro del reparto la que de inmediato reporta una infusión de comicidad a una película que, no sorprende, goza de un guión fabuloso. Aporta el neoyorquino el punto de desquicie oportuno dentro de una historia inverosímil, ofreciendo una variada galería de tics que, por conocidos, sobra definir. Para lo bueno y lo malo, el Allen actor en 'Scoop' alcanza un protagonismo extraordinario.
Allen, con los mismos resortes que usó en 'Misterioso asesinato en Manhattan', fabrica una trama que transita por derroteros parecidos. Es un divertimento puro y duro, inteligente y que derrocha ironía y unas cuantas cucharadas de mala leche, nada de una obra menor o una película de transición. Si en 'Misterioso asesinato en Manhattan', largometraje que le permitió salir de un largo bache anímico, servía de contrapunto a la atrevida Diane Keaton, en 'Scoop' interpreta a un mago, también escéptico, que acompaña como fiel progenitor a una Scarlett Johansson que cambia la figura de mujer fatal por la de chica ligera de cascos. Aquel que conozca superficialmente el periodismo, en sus más distintos campos, podrá percibir que este personaje, extraña mezcla entre perversa 'trepa' e ingenua más inteligente de lo que trata de aparentar, es una raza común en la profesión. La ambición desmesurada y la búsqueda del reconocimiento social, esas dos joyas que Allen traslada desde 'Match Point' a 'Scoop'.
Dejando traslucir mensajes con segundas, como esa búsqueda de la exclusiva en la que el fin justifica los medios, 'Scoop' es el regreso del mejor Woody Allen al campo de las comedias dramáticas, después de las decepciones cobradas con 'Melinda y Melinda' y 'Todo lo demás'. Una buena noticia para un género que domina y en el que ha vuelto a impartir, con toda la sencillez posible, una obra maestra.


sábado, 2 de diciembre de 2006

'ILDEBRANDO BIRIBÓ O UN SOPLO AL ALMA'. Cajones llenos de teatro

CRÍTICA DE TEATRO

'Ildebrando Biribó o un soplo al alma'
Autor: Emmanuel Vacca
Compañía: El Gato Negro
Dirección: Iñaki Rikarte
Actor: Alberto Castrillo
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 1 de diciembre de 2006

Puntualmente, los montajes pequeños se encuentran escondidos, eclipsados por el despliegue de medios de las grandes producciones. Sin embargo, muchos de ellos ofrecen una buena dosis de teatro puro, despojado de artificios inservibles y grandilocuencias visuales. Ése es el caso de 'Ildebrando Biribó o un soplo al alma', el espectáculo que pasó el pasado fin de semana por las tablas del Corral de Comedias.
La compañía El Gato Negro rescata una de esas desaparecidas figuras que desprenden el entrañable encanto ligado a los eternos perdedores. El apuntador de la primera representación mundial de 'Cyrano de Bergerac', unido a uno de esos finales poéticamente trágicos, se convierte en el protagonista absoluto de un montaje cálido y minimalista, un privilegio reservado a un escaso número de afortunados espectadores.
Alberto Castrillo-Ferrer es encargado de llenar el escenario durante los noventa minutos de representación. Su labor en esta ‘Ildebrando Biribó’ no es fácil, pero roza la perfección. Interpreta a una treintena de personajes a través de los cuales se enfrenta a la comedia, el drama, la inocencia, la ingenuidad, la prepotencia o el histrionismo. Un collage de figuras escénicas que fluyen de manera natural, acompañadas de la expresividad que caracteriza a un actor curtido en el ámbito del teatro gestual.
Para crear una puesta en escena correctamente austera basta un 'secretaire' lleno de magia que se transforma en toda suerte de escenarios imaginables. El mueble, plagado de multitud de cajones capaces de ofrecer infinitas posibilidades, se convierte en una ventana al mundo del teatro, a ese universo paralelo en el que es posible olvidarse de los problemas y vivir nuevas historias.
‘Ildebrando Biribó’ es un ejemplo de honestidad, dedicación y saber hacer. Una pequeña pieza capaz de entretener y provocar una sonrisa sincera. Uno de esos regalos escénicos con los que no es fácil toparse.

(MM)

viernes, 1 de diciembre de 2006

'FIN DE PARTIDA'. Al vacío

CRÍTICA DE TEATRO

'Fin de partida'
Autor: Samuel Beckett
Compañía: Teatro de Temple
Dramaturgia: Alfonso Plou y Carlos Martín
Dirección: Carlos Martín
Reparto: Ricardo Joven y José L. Esteban
Escenario: Teatro Moderno (Guadalajara), 1 de diciembre 2006

Valga 'Fin de partida' como solitario homenaje tributado en Guadalajara, que tanto presume de privilegiar al teatro, a ese dramaturgo de textos atemporales y complejísimos llamado Samuel Beckett. Sí, porque al igual que el año pasado la temporada cultural festejó hasta la extenuación a Cervantes, en la actual, a punto de finalizar, nada se ha sabido, al menos por aquí, del centenario del nacimiento del irlandés. Nota de pesimismo, casi tanto como el que destila el 'Fin de partida' fabricado por Teatro del Temple, compañía de primera categoria especialista en etiquetar montajes de mucha sutilidad, como ya demostrara en la capital alcarreña no hace mucho con 'Buñuel', 'Lorca', 'Dalí'.
Este 'Fin de partida' es, decididamente, apto casi en exclusiva para seguidores y puristas del teatro de Beckett. Nada complaciente con el espectador, una pieza dura y exigente, de obligado esfuerzo mental. Hasta la apuesta por una escenografía futurista, con ecos a una resaca postnuclear y visualmente –el epílogo– rozando lo cinematográfico, contribuye a elevar esa sensación. Coquetea la obra, en ese sentido, con lo experimental. Una pantalla audiovisual alimenta a rafágas al espectador. Le regala dosis extra de la información. Beckett, jamás lo hubiera imaginado.
Los dos protagonistas de la obra, Hamm y Clov, supervivientes de un holocausto que ha exterminado al resto de la raza, tienen nombre propio, pero es una singularidad sin significado. Es el hombre, su análisis introspectivo, analítico el protagonista absoluto, sin etiquetas que valgan. No hay historia porque nada pasa. El tiempo no existe –un reloj de cuerda anima la idea– y ese humor sarcástico tan característico de Beckett casi no aparece, no se ve, diluido por la asfixia que provoca la composición del decorado . Los discursos están vacios. Se habla, pero es imposible comprender algo. La metáfora sobre el sentido de la existencia del ser humano sobrevuela por el escenario como una rapaz ávida de víctimas.
El mérito de una adaptación tan poco complaciente y certera se debe en gran medida a la dirección. La labor ajustadísima de Carlos Martín se hace notar sobre el escenario. Se siente, aunque no se palpa. Encima de las tablas, José L. Esteban y Ricardo Joven realizan un buen trabajo. Contenido y eficaz el primero. Más visceral, el papel lo requiere, el líder de la pareja. El resultado final es un vacío extremo, tanto por el poso que deja, como por lo visto en el escenario, que opta por la desnudez textual y emocional. Si ese era el objetivo, conseguido con creces.

sábado, 25 de noviembre de 2006

'AUTO'. Críticas edulcoradas

CRÍTICA DE TEATRO

'Auto'
Autor y director: Ernesto Caballero
Compañía: Teatro El Cruce
Reparto: Carmen Machi, Vicente Diez, Marisol Rolandi y Eva Santolaria
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 24 de noviembre de 2006

Se equivoca quien busque en 'Auto' una pieza destinada a provocar una reflexión concienzuda en torno al consumismo devorador de la sociedad capitalista. Nada más lejos de la realidad. El objetivo de Ernesto Caballero resulta mucho más accesible y terrenal. Lejos de la pretenciosidad propia de numerosas piezas teatrales, ‘Auto’ adopta una perspectiva observadora y corrosiva, una eficaz fusión de diversión y crítica indulgente.
El dramaturgo ha desempolvado aquel texto de 1992, que recibió el aplauso de la crítica y de una ‘amplia minoría’ de espectadores, y lo ha dotado de unos acertados matices cómicos. Cuatro domingueros acomodados regresan de un día en el campo cuando se ven envueltos en un incómodo accidente. Mientras esperan para ser interrogados en un juicio, al que no saben si acuden en calidad de testigos o de acusados, se liberan de sus máscaras y comienzan a mostrar su verdadera identidad, plagada de miedos, inseguridades y debilidades manifiestas.
La principal baza de ‘Auto’ es, sin duda, el texto. No es fácil mantener la curiosidad del público durante hora y media. Menos aún es lograrlo con un montaje estático, en el que no se produce ningún salto temporal o espacial que apele directamente a la atención del espectador. Los diálogos construidos por Ernesto Caballero, más complejos de lo que pueden parecer en un primer momento, cumplen con creces el difícil objetivo. Es cierto que el desarrollo escénico experimenta algunos descensos argumentales, pero no resultan demasiado perceptibles en un todo correctamente hilvanado.
El reparto logra conectar con los destinatarios de un mensaje sencillo y sin dobleces. La labor de los actores se ve facilitada por el diseño de unos personajes anclados en estereotipos. Una vez más, ‘Auto’ viene a confirmar que, en el plano interpretativo, los tópicos y las exageraciones siempre han resultado más fáciles que las ambigüedades y los claroscuros.
Carmen Machi demuestra que es capaz de defender con solvencia cualquier papel revestido de tintes cómicos, aunque cada vez apetece más verla enfrentarse sobre las tablas al difícil reto del drama rotundo. Marisol Rolandi y Vicente Díez cumplen con unos personajes agradecidos, mientras que Eva Santolaria, debutante en el terreno escénico, da vida a una autoestopista a la que podría haber sacado más partido si no se hubiera deslizado hacia el peligroso terreno de la sobreactuación.
El final resulta demasiado abrupto, pero no desmerece la correcta labor global de Ernesto Caballero. ‘Auto’ ofrece una buena dosis de carcajadas, una sutil reflexión y un puñado de acertadas críticas edulcoradas.

(MM)

sábado, 28 de octubre de 2006

'CABARET'. Una oportunidad única

CRÍTICA DE UN MUSICAL

'Cabaret'
Producción: Stage Entertainment
Dirección: Moira Chapman
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 28 de octubre de 2006

Unos cuantos avisos. 'Cabaret', el musical, poco se parece a la película. Es diferente, juguetón y volátil, con cambios idiomáticos en las canciones que pueden ser difíciles de asimilar, y absorbido por un gigantesco prisma de entretenimiento, sobrealimentada de diversión y drama por dos lados y no uno. A algunos les costará reconocerla. Allá va otra observación. Fuera de esporádicos pasajes gélidos, que los hay, y de la dificultad que tiene para transmitir ideas, que no sensaciones, este 'Cabaret' es prácticamente imposible que decepcione. Es, simplemente, por el placer de ver un Buero Vallejo a reventar, tanto de público como de color, dibujando una estampa vitalista y rentabilizando sus hiperbólicas dimensiones. Una oportunidad única, en ese sentido, para Guadalajara y para el teatro que opera de estandarte cultural de la ciudad. Hasta los eternos problemas acústicos son una delicia ante la delicada parafernalia que monta 'Cabaret'.
Metidos en faena, este 'Cabaret' es una pieza poderosísima aunque agrietada, con ranuras por las que se escapa la emoción, especialmente en los primeros 45 minutos. Visualmente es irreprochable. La puesta en escena es fabulosa, apabullante. El juego de luces aporta dinamismo constante al espectáculo y el vestuario respira realidad. Literalmente, uno puede sentirse dentro de un Cabaret años 30 alemán. Y un consejo. Cuanto más cerca del escenario, más se disfruta del montaje.
La historia, novedad en el musical, en vez de centrarse en el personaje de Sally Bowles, se ramifica en dos direcciones, la que toma la relación de amor de la propia Bowles y la que vive la dueña de una pensión y un viudo de origen judío. Mientras la primera es la que sustenta la trama, la segunda se limita a aportar una importante dosis de sentimentalismo. El tiempo se reparte, lo que minimiza el discurrir de sus respectivas tramas.
Entre tanto jaleo musical –la dirección de Azpilicueta es brillante–, el contenido moral de 'Cabaret' es difícilmente perceptible. Hay que saber leer entre líneas y abstraerse de la belleza visual para encontrar esa carga crítica. Esa Alemania de 1931 sobre la que se cernía el nazismo, aunque no terminara de creérselo. En ese punto el epílogo, directo, sin concesiones y con el apoyo del vacío escénico, es sinceramente efectivo. <>Ejerciendo de gurú, un maestro de ceremonias, Emcee, encarnado por un carismático Víctor Masán, caracterizado como un ser andrógino e inquietante pese a su apariencia traviesa. Masán se constituye como una de las mejores bazas del espectáculo, ayudando a crear el clima adecuado. Hasta de sus salidas de tono o de su previsible incursión por el patio de butacas, sale beneficiado. Un sobresaliente para Masán, una buena nota que también se podría apuntar en cuestiones artísticas, aunque no interpretativas, Marta Ribera, Sally Bowles en la obra. Simplemente correcta a la hora de esbozar a una decadente, pero a la vez optimista estrella de cabaret, se eleva prodigiosamente cuando toca liberar la voz. 'La más fabulosa' y el tema estrella, 'Cabaret', son las dos piezas de más bella ejecución.
Un musical a lo grande 'Cabaret', magnífica oportunidad para disfrutar de un espectáculo diferente a lo que se oferta en Guadalajara.

viernes, 27 de octubre de 2006

'CUANDO UNO QUIERE Y EL OTRO NO'. Emotiva sencillez

CRÍTICA DE DANZA

'Cuando uno quiere y el otro no', de Marco Vargas y Chloé Brûlé-Dauphin
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 27 de octubre de 2006

Resulta agradable encontrarse con un montaje dancístico como 'Cuando uno quiere y el otro no'. Lejos de la pretenciosidad, la espectacularidad y el excesivo alarde de medios que caracterizan a muchas compañías, el sevillano Marco Vargas y la canadiense Chloé Brûlé-Dauphin han fabricado un espectáculo amable, directo y apto para todos los públicos. Todo un acierto para una propuesta que hace de la sencillez su mejor carta de presentación.
Los encuentros y desencuentros que jalonan una relación de pareja se convierten en el eje conductor de ‘Cuando uno quiere y el otro no’. El montaje cuenta con elementos teatrales, pero no comete el error de intentar contar una historia elaborada y compleja. Sus creadores se limitan a dibujar las sensaciones, los periodos de cambio y los sentimientos cruzados que aparecen cuando entra en juego la difícil y arriesgada convivencia.
El espectáculo se apoya en una base netamente flamenca, género al que Vargas y Brûlé-Dauphin siempre han estado ligados. Sin embargo, el purismo deja paso a la fusión, la experimentación y la incorporación de elementos alejados de la ortodoxia. Es precisamente cuando aparece en escena la vertiente más tradicional, acompañada de la voz de Juan José Amador, cuando la pieza sufre un irremisible descenso. La labor del cantaor resulta meritoria, pero su presencia sobre las tablas no termina de encajar en el desarrollo del montaje y su figura se asemeja a la de un extraño perdido en medio de la complicidad. La segunda mitad del espectáculo ofrece los momentos más destacados, en los que el flamenco inicial deja paso a los sonidos clásicos y contemporáneos. Mención especial merecen las escenas desarrolladas en torno a una mesa convertida en acertado testigo mudo de los conflictos amorosos. Lástima que la excelente 'Ne me quitte pas' de Jacques Brel, uno de los mejores instantes de esta ‘Cuando uno quiere y el otro no’, no se resuelva correctamente.
Es posible que los movimientos de Vargas y Brûlé-Dauphin no destaquen por la elegancia que caracteriza a los bailarines de danza clásica. Tampoco tienen el ritmo exagerado de las coreografías latinas ni la cuidada sensualidad de los sonidos árabes, pero su expresividad y frescura racial consiguen transmitir emociones y provocar una sonrisa de complicidad al final del espectáculo. Y eso es más que suficiente.

(MM)

domingo, 22 de octubre de 2006

'MINGUS CUERNAVACA'. Estética maldita

CRÍTICA DE TEATRO

'Mingus Cuernavaca'
Producciones Inconstantes
Autor y dramaturgia: Enzo Cormann
Dirección: Emilio del Valle
Reparto: Chete Lera, Carolina Solas y Amaranta Osorio
Escenario: Teatro Moderno (Guadalajara). 21 de octubre de 2006

Despojarle la mística al mito. Lo hizo Clint Eastwood en la impecable 'Bird' con la figura de Charlie Parker y lo ha tratado de calcar, versión escénica, Enzo Cormann con Charles Mingus, otro ser de errático comportamiento, polémico y endiabladamente genial, un jazzman de altura machacado desde las alturas. La última hora de vida de un Mingus devastado físicamente es el eje argumental de esta imperfecta siempre, jugosa a veces, 'Mingus, Cuernavaca' esbozada por Producciones Inconstantes.
Pieza de un elevado contenido intelectual, plagada de monólogos laberínticos y con escaso poso, encuentra en la soberana interpretación de Chete Lera una agradecida válvula de escape. El Mingus que fabrica Lera es de una dificultad elevadísima, sólo al alcance de tipos capaces de llenar con su figura el escenario. Es el caso de Lera. El actor sujeta a un personaje del que apenas se dan indicaciones desde la obra, un problema. Sí, hay un vídeo introductorio tan breve como superficial. Sí, se ha creado la figura de una narradora/esposa, sin conseguir resolver la papeleta. Y sí, se sabe que era un misógino y un militante contra el racismo. Poco más.
Al final del montaje, para el neófito del jazz, Charles Mingus sigue siendo tan desconocido como lo era al principio. Se queda únicamente con la estética del malditismo, esa que tanto agrada. La música es la otra gran protagonista. En directo, añadiendo calidad e interés, acompaña a Mingus en su epílogo vital. Tonos suaves y melancólicos, a veces discordantes con el ritmo visceral que Mingus imprimía desde el contrabajo a sus composiciones. En ese sentido, deja bastante frío el hecho de que los intérpretes actúen con un micrófono incorporado, pero esa es otra historia, probablemente inevitable.
'Mingus, Cuernavaca' es un montaje inteligente, bien trabajado, con una arquitectura escénica poderosa, un sonido jugoso y con un actor que imprime veracidad y dureza a su personaje, que lo siente y lo vive. Motivos para encandilar tenía, demasiados. Pero el poso que deja es ligeramente decepcionante, por su excesiva frialdad, por la densidad y complejidad de su propuesta y, en definitiva, por la intrínseca dificultad que tiene llevar a cabo una empresa relacionada con un tema, el jazz, y un personaje, Charles Mingus, de consumo tan minoritario, desafortunadamente, en este país.

viernes, 20 de octubre de 2006

'J'ARRIVE'. Catarsis corporal

CRÍTICA DE DANZA

'J'Arrive'
Dirección y creación: Marta Carrasco
Compañía: Marta Carrasco Cía.
Reparto: Marta Carrasco, Adrià Gonzàlez, Carme Gonzàlez, Xavi Saez, Cristina Sirvent
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 19 de octubre de 2006

A base de retazos inconexos hilvana Marta Carrasco ese puzzle bien armado, afrancesado y visceral que recibe el nombre de 'J'arrive'. Marta Carrasco, soberbia, catártica, hizo con el cuerpo lo que Leo Bassi con la voz hace un par de años también en el Festival de Teatro Urbano. El cómico italiano salió del Buero Vallejo acompañado de su público (muy poca gente, al igual que el jueves con Marta Carrasco) y le incitó a gritar lo más fuerte que pudiese. Vocerío desde las entrañas. Ruido para corazones que lloran.
Tan diferentes, la propuesta de Carrasco surte el mismo efecto. Balancea su cuerpo, se desnuda, hace el amor con una hiperbólica estatua, se revuelve en un suelo en el que yacen sandías trituradas. Dueña de una expresividad gestual ilimitada, Carrasco liberó una catarsis corporal que consiguió conectar con el público. Hasta el momento, la ovación que recibió la artista y sus cuatro acompañantes, ha sido la más sobresaliente en este FUT.
'J'arrive' es una colección de piezas individuales que van desde el lirismo absoluto hasta el vodevil a ritmo de película de Charles Chaplin. Tan pronto se escucha la suave y reivindicativa voz de Lluis Llach como un ritmo endiablado se apodera del escenario, por otra parte, de una belleza visual fascinante. Obra de fácil digestión, guarda para el recuerdo momentos fascinantes como el hermosísimo duelo que Marta Carrasco libra con una superficie de plástico. Como un bello ejemplar de catarsis expresiva liberadora se configura esta magnífica, aunque ciertamente dispersa, 'J'arrive'.

'HAZME REÍR'. Inocencia

CRÍTICA DE TEATRO

'Hazme reír'
Dramaturgia y dirección: Marta Torres
Compañía: Teatro de Malta
Reparto: Jesús Blanco, Oti Manzano, Paloma Vidal, Yaël Belicha
Escenario: Teatro Moderno (Guadalajara). 20 de octubre de 2006

Un divertimento efectivo y que fluye a una velocidad endiablada, sin mucha carga de profundidad y aliñado de unas cuantas gotas de comodón compromiso político es el perfil que dibuja esta 'Hazme reír' de la compañía albaceteña Teatro de Malta.
El montaje diseñado por Marta Torres se ciñe a las características básicas del comportamiento demostrado en los últimos tiempos por la compañía. 'Hazme reír' es ingeniosa, ágil y graciosa, con una estudiada puesta en escena y con unos números musicales que encajan sin dificultad en el desarrollo humorístico de la obra. Pierde relieve, por otro lado, en su estructura dramática, en ese mensaje tan poderoso y a la vez tan inocente que busca hacer llegar a la platea.
La Guerra de Irak y la Guerra Civil española son los fondos por los que se manejan verbalmente esos cuatro clowns aparentemente inocentes. Ahí es cuando se desencadenan los tópicos y las ideas que, de tan fáciles, se quedan en fuegos de artificio. La mujer ‘roja’ muere a manos de las hordas del fascismo. De fondo se escuchan, caricaturizadas, las voces de los principales mandos militares nacionales. Muy repititivo. ¿No habíamos quedado que en la Guerra, con mayúsculas, no hay buenos ni malos? El público escucha lo que quiere y todos tan felices. Como cuando uno de los personajes habla del miedo. ¿Será comparable nuestro miedo al que se pueda vivir en un país ocupado?
Pero discursos ideológicos aparte, 'Hazme reír' goza de una construcción bien sustentada. La pieza se ve sin dificultades, se disfruta, y bastante en momentos esporádicos, y tiene buenas ocurrencias como ese final al ritmo de la canción de Seguridad Social que el pasado verano machacó los oídos del espectador televisivo debido a una impulsiva campaña publicitaria. Al grito de "la guerra es maravillosa" empieza y acaba una función que, por recurrente en su temática, estropea una parte importante de su potencial escénico.

domingo, 15 de octubre de 2006

'FARSA Y LICENCIA DE LA REINA CASTIZA'. Intrigas complejas

CRÍTICA DE TEATRO

'Farsa y licencia de la reina castiza'
Autor: Valle-Inclán
Compañía: Histrión Teatro
Dirección: Juan Dolores Caballero
Reparto: Manuel Salas, Menchu Alcalá, Pepe Penela, Enrique Torres, Gema Matarranz, Constantino Renedo y Paco Inestrosa
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 14 de octubre de 2006

No es frecuente encontrar una obra de Valle-Inclán en la cartelera teatral. Sus piezas dramáticas suponen un auténtico reto escénico. Las compañías, conscientes del peligroso riesgo que llevan asociados los textos del autor gallego, suelen mostrarse reticentes a la hora de elegir uno de ellos como materia prima de sus montajes.
Histrión Teatro, agrupación consolidada y especializada en las adaptaciones de grandes clásicos, afronta con dignidad el difícil órdago en esta 'Farsa y licencia de la reina castiza'. El espectáculo mostró una nueva y agradable cara del Corral de Comedias, dispuesto a romper temporalmente la inquietante ‘cuarta pared’. El escenario perdió su constante protagonismo en favor de un patio de butacas cubierto de arena. Un espléndido envoltorio estético para un texto difícil, denso y no apto para todos los públicos.
Unas fogosas cartas de amor firmadas por la reina hacen tambalear el inestable gobierno de la España isabelina. Este arranque da comienzo a una historia de intrigas cortesanas, chantajes interesados y signos de decadencia aliñados con tintes grotescos. A pesar de la aparente trivialidad del tema central, el espectador no lo tiene fácil a la hora de introducirse en el desarrollo argumental. La ausencia de decorado y las continuas idas y venidas de unos personajes a los que cuesta trabajo ubicar dificultan considerablemente el acceso para los no iniciados.
La idónea brevedad del montaje, la acertada y minimalista puesta en escena, la correcta dirección de Juan Dolores Caballero y un destacadísimo trabajo actoral facilitan la pesada digestión de esta compleja 'Farsa y licencia de la reina castiza'. Un caramelo para los aficionados a la densidad del teatro de Valle-Inclán que resulta impenetrable para el espectador medio. Un montaje que contribuye a incrementar la alargada sombra de elitismo que planea sobre el Corral.

(MM)

sábado, 14 de octubre de 2006

'BORGES+GOYA'. Desasosegante

CRÍTICA DE TEATRO

'Borges+Goya'
Autor: Rodrigo García
Compañía: La Carnicería Teatro
Escenario: Iglesia de los Remedios (Guadalajara). 14 de octubre de 2006

Una invitación al desasosiego la que proporciona Rodrigo García y La Carnicería Teatro a través de 'Borges + Goya', un par de monólogos con tantas características comunes como dispares. A las dos piezas representadas en una iglesia de los Remedios con dificultades acústicas les une una puesta en escena minimalista y austera, en la que los decorados y la propuesta visual ceden protagonismo al texto.
Este proceso, atípico en los trabajos del irreverente dramaturgo argentino, nace de la desconfianza hacia su propio público, que lejos de implicarse con el puzzle de mensajes que desbordan sus montajes, se quedan con el espectáculo, polémico para algunos, de las habituales salidas de tono de La Carnicería.
En 'Borges', por ejemplo, se presenta en el video inaugural una felación, que incluye culminación, y el discurso está aliñado de improperios varios y de un final grotesco. Es lo de menos. Rodrigo García, a través de su ‘alter ego’ interpretativo, pasa de la fascinación juvenil de un chaval por Jorge Luis Borges al más absoluto desprecio por su actitud política, metiendo en el mismo saco a Octavio Paz, "el poeta que nunca se mojó por nada ni por nadie, el poeta condecorado". Radical y con una puesta en escena que apuesta por un estatismo de raíces poéticas, 'Borges' no es para nada una representación reverencial hacia la figura del escritor argentino fallecido en 1986. Puro Rodrigo García, el Borges que muere en el montaje lo hace triturado, convertido en carne y masticado por los seguidores más radicales del Boca Juniors, las Barras Bravas.
La pieza se une a 'Goya' con una procesión de imágenes de acústica chirriante que durante diez minutos generan una atmósfera de desasosiego de esas que propugna La Carnicería. Una crítica, en definitiva, hacia esos artistas que, con el don de influir en las altas esferas y en la ciudadanía, huyen del compromiso como la peste.
'Goya' tiene un perfil más humorístico, pero también con aristas. Aquí la figura del pintor no es un referente negativo como lo era Borges. Es la aspiración de un padre, un hombre desesperado con dos vástagos de 11 y 6 años, seguidor del Atlético de Madrid y con 5.000 euros de bote ahorrados toda su vida. Con ellos se quiere dar un gustazo, entrar de noche en el Museo del Prado cargados de alcohol y cocaína y ver las pinturas negras de Goya, que aquí opera de modelo positivo en contraposición a Borges. El retrato de un perdedor adquiere relevancia dentro de una pieza con ligeros brochazos de denuncia social y cargada de una ironía, cómo no, demoledora.

domingo, 8 de octubre de 2006

JOAQUÍN SABINA. A lo grande

CONCIERTO

Joaquín Sabina
Intérpretes: Joaquín Sabina (voz, guitarra), Pancho Varona (voz, bajo), Antonio García de Diego (voz, teclados, guitarra), Olga Román (voz, coros, guitarra), Jaime Asúa (guitarra eléctrica), Pedro Barceló (batería)
Escenario: Plaza de Toros de Las Ventas. 6 de septiembre de 2006. Entradas agotadas.

Madrid hiperboliza todo lo que toca. Agranda lo insignificante, ensalza lo banal, acapara los elogios, invierte en los improperios. Madrid es capaz de convertir una nimiedad en un hecho trascendental. Algo pasable en imprescindible, transformar lo simple en obvio. Madrid funciona a lo grande. Su corazón late más rápido que el del resto de las ciudades, a una marcha superior, a una velocidad tan vertigionosa que en cualquier momento puede derrapar y estrellarse. Madrid, tan machacona y agotadora, tan febril y sentimental, es el feudo en el que mejor se maneja un personaje para el que vale todo lo escrito. Joaquín Sabina nunca encontrará mejor modelo que Madrid, capital de sus versos. “Es emocionante y estupefaciente que Joaquín sea como el Madrid que canta”, escribe el poeta Ángel Antonio Herrera. Por eso y más, el esperado regreso del canalla andaluz a Las Ventas, seis años de sequía de por medio, era un cita especial, grande, elevada a la máxima potencia. Como Madrid. Como todo lo que ocurrió esa noche, reivindicación de una ciudad sin límites y de un personaje único en su especie. Alguien capaz de ridiculizar a la muerte, de sortear a la depresión con recochineo, de bajar de la nube negra pisando el acelerador y con los frenos rotos y de volver a encender la llama para alegría de muchos, más de 20.000 personas la madrugada del miércoles.
Avisos de tormenta. Truenos y relámpagos sobre Madrid. En un momento el cielo de la ciudad se coloreó de negro. Un apocalipsis en miniatura, invitado vespertino inesperado para la gran noche sabiniana. Malos augurios movidos por un viento infernal, mojados por una lluvia fina y cortante y embrutecidos por un problema más terrenal: los generados por el ser humano. La tarde cedió paso a la noche. El dios de la tormenta aplacó su ira y perdonó a Sabina. El cielo se limpió de una oscuridad que se hospedó entonces en el coso taurino. El caos se apoderó de todo. El único que se salvó fue Joaquín Sabina, puntual y juguetón, voz rota pero firme. Seguro y agigantado sobre el escenario, el suyo, Madrid.
Olga Román, dulce telonera, fue la primera en sufrir la ira de lo imprevisto. Se marchó el sonido en medio de una canción, como nunca debe pasar, y allí se quedó, en silencio, desconcertada, delante de un público que ni la esperaba ni la valoraba. Un mal momento. El desvarío se trasladó a los alrededores. Porque en Madrid, lo que es fácil se convierte en complicadísimo. Lo previsible no existe y comparece lo inesperado. Entradas falsas, abucheos, un telón que impedía la visión del escenario a centenares de personas, desastre organizativo, lío con los asientos y colas kilómetricas producto de la mala planificación. Entre enfados masivos fue la cosa y, sin darse cuenta, Sabina ya contabilizaba tres canciones.
Salió impuntual el de Úbeda con los acordes de 'Aves de paso', prólogo habitual de 'Carretera y Top Manta', declaración de intenciones canallescas. Movió poco el repertorio Sabina, lo suficiente para rozar las tres horas de concierto puro y duro, que se dice fácil. Cuatro incorporaciones de última hora, gentileza de encontrarse entre amigos. 'Yo me bajo en Atocha' regresó envuelta en un cielo azul, imprescindible. 'Pacto entre caballeros', esporádica en esta gira, regaló una buena dosis de locura al gentío. 'Pongamos que hablo de Madrid' fue la licencia de la noche, una canción que Sabina tenía guardada en el baúl de los recuerdos indescifrables y personalísimos. La sorpresa fue 'De purísima y oro', poesía de taburete entre amigos, que llegó en la recta final sin demandar demasiada atención, lenta, tranquila y suave.
El resto del recorrido del cantautor del bombín, entre el extásis general y a lomos de una nube blanca conducida por los fieles Pancho Varona y García de Diego, no se apartó del círculo que ha venido dibujando durante los últimos meses. Una reivindicación del rehabilitado, el que dice que su próximo disco será el mejor de su carrera. Un acierto las incorporaciones de 'La del pirata cojo' y 'Conductores suicidas' al repertorio al aire libre, como la vertiginosidad imprimida a 'Ruido' y 'Princesa'. 'Alivio de Luto', su último trabajo, desfiló entre la indiferencia, con la salvedad de esa 'Pájaros de Portugal' convertida ya en todo un himno. Maravillosa resultó 'A la orilla de la chimenea' en la voz de Antonio García de Diego, igual que esa versión colectiva del 'Marilyn Monroe' de Alarma.
A la una de la madrugada, con una treintena de canciones en la memoria, el protagonista de la noche se marchó. Nada de despedidas tumultuosas. Por fortuna, queda Sabina para rato.

viernes, 6 de octubre de 2006

'DQ PASAJERO EN TRÁNSITO'. Frivolidad visual

CRÍTICA DE DANZA

'DQ Pasajero en tránsito'
Compañía: Rafael Amargo
Dirección escénica: Carles Padrissa
Dirección audiovisual: Juan Estelrich
Música: José Soto 'Sorderita'
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 6 de octubre de 2006

Igual se le ve de profesor en Operación Triunfo, que de actor en la última de Vicente Aranda, que de consejero en un deplorable programa de la madrugada televisiva. Rafael Amargo está en todas partes. El bailarín gaditano para ahora en Guadalajara, donde exhibe en doble sesión un espectáculo que desprende cansancio y cierto desgaste. Curiosa circunstancia que este 'DQ Pasajero en Tránsito' casi haya coincidido en el tiempo con el 'En un lugar de Manhattan' de Els Joglars. Parece puesto a propósito, porque todo lo que critica con extrema sutileza el montaje de Albert Boadella, ese modernismo machacón que desfigura la figura del hidalgo, es lo que significa, en buena medida, la obra comandada por Rafael Amargo. A Boadella le llevarían los demonios si se sentara en primera fila para contemplar una obra como la que pasó ayer por el Buero Vallejo.
Frívola a ratos hasta extremos insospechados y elegante cuando ofrece lo que debería ser sello distintivo, este 'DQ Pasajero en Tránsito' abusa del desenfreno visual que se apodera del escenario desde el primer momento. Del relato del Quijote de Cervantes poco se sabe, enmascarado entre símbolos orientales y una arquitectura visual, lenguaje 'furero', a la que no se le puede achacar falta de poderío hipnótico.
La desconexión entre lo que sucede en las tablas y lo que pasa por detrás, con esas proyecciones en las que tan pronto se ve a dos luchadores de sumo persiguiendo a un Amargo quijotizado como un queso manchego motorizado (pura pedantería) lastra el desarrollo de un espectáculo que se viene a arriba en contados momentos, que no son, precisamente, aquellos en los que un Rafael Amargo enfurecido y con la elegancia guardada en los bolsillos toma el bastón de mando.
Los números corales, con unos artistas enormes y en estado de gracia, son el aval más notorio de este 'DQ Pasajero en Tránsito', que entre la avalancha digital se atreve a criticar con ironía a la SGAE y que guarda un hueco distinguido al hip-hop, una idea bien aprovechada y que regala algún instante artístico de nivel. Sancho Panza es, siguiendo este razonamiento, un bailarín de break-dance que brilla por sí mismo entre la algarabía dramatúrgica propuesta.
De la historia mejor pasar de puntillas: Dos jóvenes japoneses adictos a un videojuego llamado 'DQ III' se enfrentan al poder materializado en forma de multinacionales, casi nada. Para guardar, el trabajo grupal y algunos momentos en los que lo que ocurre en el escenario concuerda con la faceta audiovisual. Muy poco.

jueves, 5 de octubre de 2006

'VETE DE MÍ'. A mala leche (***)

CRÍTICA DE CINE

El primoroso trabajo de dos actores de generaciones distintas y características opuestas es lo que abrillanta la imagen de una película pequeña, hecha con buen gusto, llena de diálogos ágiles y mucha mala leche y con un punto de partida tan sencillo como atractivo. Un hijo y un padre. El gorrón y el fracasado. Dos seres perdidos por la vida, cada uno con sus circunstancias. Dos mundos alejados en un principio que confluyen en una de las escenas finales más apabullantes que se han visto por el celuloide en los últimos tiempos.
Drama menos cómico de lo aparente sabiamente perfilado por ese joven director llamado Víctor García de León, de anónimo estreno con la floja 'Más pena que gloria', encuentra en un inmenso Juan Diego el foco que acapara todos los elogios. El intérprete borda su papel de veterano actor venido a menos, añadiendo de su propia cosecha un montón de registros sólo al alcance de maestros de la interpretación. Una muestra es ese exhausto paseo por los sótanos de la noche, una larguísima escena, punto culminante del choque de personalidades entre el protagonista y su 'partenaire' Juan Diego Botto.
La labor del vástago, ejemplar treintañero vago, acomodado y vividor, una envidia para el resto de los mortales y una especie cada vez más abundante, no le anda a la zaga. Trenza con tímida habilidad un papel diametralmente opuesto aunque hermanado al que hizo en 'Martín Hache'. Sin ellos, especialmente sin ese personalísimo Juan Diego, 'Vete de mí' no pasaría de ser una película simpática, pero sumamente lineal, con escasos atractivos argumentales una vez puesto el material al servicio del espectador.
Trabajo eminentemente descriptivo de la vertiente del perdedor, 'Vete de mí' rebosa humor insano, de ese en que la risa y la tristeza, indistintamente, son sensaciones provocan desolación. No hay cercanía a los personajes, hay una incomprensión que se extiende hacia todos los secundarios que pasan por la pantalla. Una visión nueva y vistosa, además de actual, del conflicto universal entre padres e hijos.

'SALVADOR'. No hace tanto (***)

CRÍTICA DE CINE

Los 'biopics' corren el riesgo de desplazarse hacia el nada deseable terreno de la hagiografía. Si el protagonista cuenta con una trayectoria relacionada con el mundo político, las posibilidades de traspasar la borrosa frontera se multiplican. Manuel Huerga asume el difícil reto de forma digna y certera. El director catalán ha facturado un filme que alterna la convulsa realidad de los años 70 con la historia personal y conmovedora de un joven inquieto dispuesto a luchar por sus ideales. Dos películas en una, una división fácilmente perceptible desde la butaca. Una de difícil digestión, la otra más apta para un público más heterogéneo. Una parte política y la otra personal. Las dos bien rodadas y excelentemente perfiladas.
'Salvador' lleva a la gran pantalla la vida de una de las últimas víctimas de la dictadura franquista. Puig Antich, militante del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), fue uno de los muchos universitarios movidos por las utopías y el deseo de vivir nuevas experiencias. Condenado por un dudoso episodio aún sin esclarecer, su ejecución es uno de los capítulosignorados y desoladores que se esconden al otro lado de las páginas oficiales de enciclopedias y libros de textos.
Huerga crea un largometraje compuesto de dos partes diferenciadas y correctamente ensambladas. La vertiginosa y desenfrenada etapa de sueños y militancia se contrapone con la sombría y gris espera del indulto. Daniel Brühl realiza una correctísima labor en uno de esos papeles protagonistas infinitamente agradecidos. Sólo algún pasaje excesivamente acelerado (ese paseo en moto que parece sacado de un videoclip adolescente) y escenas destinadas a provocar las lágrimas fáciles de los espectadores más sentimentales desentonan en una de esas películas imprescindibles.
Una abrumadora historia personal enmarcada en un marco político y social de la olvidada historia reciente. Totalmente recomendable, sobre todo para esas generaciones de última hornada que todavía desconocen que hasta hace pocos años, tan pocos que asustan, en España seguía impuesta la pena de muerte.


sábado, 23 de septiembre de 2006

'EN UN LUGAR DE MANHATTAN'. Diferente, por suerte

CRÍTICA DE TEATRO

'En un lugar de Manhattan'
Compañía: Els Joglars
Dramaturgia y dirección: Albert Boadella
Reparto: Xavier Boada, Xavi Sais, Dolors Tuneu, Jesús Agelet, Minnie Marx, Francesc Pérez, Pilar Sáenz, Ramón Fontseré, Pep Vila
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 22 de septiembre de 2006

Hastiados, como se ha estado, y la racha sigue, de la fiebre quijotesca, que sean bien recibidos espectáculos culturales relacionados con la figura cervantina como el que oferta Els Joglars. Por Guadalajara se ha visto de todo en el último año en esa dirección. Hallazgos inesperados pocos. Oportunistas advenedizos un buen montón, y por el horizonte ya asoma alguno más. Surgieron especialistas cervantinos de cualquier parte, se escucharon conferencias de todo tipo y se vieron obras revestidas de todos los estereotipos imaginables. Aburridas la mayoría y muy parecidas, con una alarmante escasez de recursos atractivos para el espectador.
Sólo por eso, bienvenida a Guadalajara esta 'En un lugar de Manhattan'. Básicamente porque es diferente, sabe criticar al aluvión revisionista que se cernió sobre Don Quijote, no elude dibujar su propia caricatura, conceptualiza sobre la novela escrita por Cervantes y, en el fondo, tiene una carga de mala leche que sólo una compañía que hila tan fino como Els Joglars transmite con tanta corrección.
No hay constancia mediática del daño que le han hecho a Boadella los modernos, porque contra ellos y su concepto del arte y de la vida, siempre en un pedestal superior al del resto de los mortales, lanza el catalán las cargas de profundidad más demoledoras de 'En un lugar de Manhattan'. Puestos a imaginar, esa directora escénica argentina que quiere cambiar de sexo al hidalgo y a su escudero y transportarles a Nueva York, podría pasar perfectamente por una Isabel Coixet y todo aquello que representa y que tantas personas veneran. Estar a la última, y si no, ser rechazado.
Ácida, inteligente y con un discurso un tanto moralista que reivindica la honestidad y que desprecia a la frivolidad como forma de entender la vida y el arte, 'En un lugar de Manhattan' se conserva fresca y pujante a sus casi 200 funciones. El reparto, una maquinaria colectiva empujada por nueve actores, está perfectamente engrasado, con un pletórico Ramón Fontserè encarnando a un Quijote fontanero, enemigo del Leroy Merlin y del '3 en 1'. La historia, a pesar de las dos horas largas de duración, se desarrolla con fluidez y aplomo, y sólo lo mal que conectan algunos episodios, por eso de dotar de clasicismo al conjunto (el del turco y los galeotes), resta décimas a la nota final.
A Els Joglars le sobran galones y buen oficio para llevar esta obra en la dirección que les conviene. Ni el final, que por previsible peca de apagado, devalúa el peso de una obra hecha con una sencillez apabullante, sin ningún intelectualismo y que revisa con verdadero placer el libro del IV Centenario.

jueves, 14 de septiembre de 2006

'ALATRISTE'. A pinceladas (***)

CRÍTICA DE CINE

Arturo Pérez-Reverte nunca ha sido demasiado exigente en las adaptaciones que el cine ha realizado de sus obras, que ya se aproximan a la decena. El vehemente escritor es de los que suele estar encima del rodaje tratando de imponer su criterio. Ése es su objetivo, puesto que del resultado final siempre ha salido satisfecho aunque la película resultase infumable ('La tabla de Flandes', 'La novena puerta').
Esta circunstancia ha influido excesivamente en esta desmesurada, oscura, ambiciosa, desproporcionada, errática, histórica y única 'Alatriste'. El gran respeto generado por la figura del escritor, creador de un universo muy personal sacado de su propia imaginación, se ha trasladado a la pantalla. No quería Pérez-Reverte una saga al estilo 'El Señor de los anillos', por lo que sus cinco volúmenes se han quedado reducido a 150 minutos de metraje, con una porción para cada uno de los libros.
¿Y qué se ha conseguido con esta propuesta? Una aproximación superficial a la figura del capitán Alatriste, ensombrecida por la imperiosa necesidad de diseñar un contexto y una ambientación prácticamente perfectas, bodegones que enseñan esa España pobre y oscurecida que sobrevivía a duras penas en el siglo XVII. Ahí viene el problema de 'Alatriste', que por otro lado puede presumir con orgullo de haber conseguido esquivar el ridículo en esas escenas bélicas rodadas con muchísima más pericia de lo que es habitual en este país.
En el guión se encuentra el problema. Perfila la historia Díaz Yanes a base de retazos, de capítulos aislados y sin aparente conexión (los no lectores pueden perder el hilo) que sólo encuentran estabilidad conforme se acerca el epílogo. La historia de amor entre Íñigo de Balboa y Angélica de Alcázar es, en ese sentido, totalmente prescindible, como el tono superficial que rebosa esa relación tan literaria entre Alatriste y Malatesta.
Un elogio a una ambientación que se siente y se palpa, un reparto desigual y una notable película de aventuras. Notable 'Alatriste'.


lunes, 4 de septiembre de 2006

'LA JOVEN DEL AGUA'. Shyamalan aburre (**)

CRÍTICA DE CINE

Ni el más ferviente seguidor del cine de M. Night Shyamalan puede encontrar motivos para seguir defendiendo al controvertido director después de contemplar 'La joven del agua', uno de esos esporádicos casos, por otra parte, en los que el trailer es superior a la película. Se observa en el cineasta indio unadecreciente capacidad para seguir sorprendiendo, una falta de ideas acuciante y una mayor dosis de moralina político-religiosa, peligrosamente al alza.
Hay en esta 'La joven del agua', además, dos novedades respecto al bruto de su filmografía, tan criticada como brillante y original. Por primera vezShyamalan aburre . Cae en el tedio, supeditando el posible interés del espectador a sus propias expectativas. Ocurre en el intermedio de la película, cuando Shyamalan decide convertir un cuento oriental sobre hadas y demonios en una partida de rol por la que hacer pasar esos tramposos giros en la trama que tanto le agradan. Tampoco acierta el indio con esa apuesta por el humor, apenas esbozada en el pasado, salvo ligeras brochazos de 'El Protegido'. Utiliza en este sentido el personaje del crítico para realizar terapia y pierde credibilidad con escenas y personajes que superan lo grotesco. Una decepción, la primera, para el historial siempre creativo de este hipnótico y controvertido cineasta.

'PINTAR O HACER EL AMOR'. Juegos a pares (**)

CRÍTICA DE CINE

He aquí una nueva muestra de cine francés de primorosa sensibilidad, hermosa factura y con un gusto por la estético por encima de lo habitual. La novedad, lo negativo, de esta 'Pintar o hacer el amor' radica en la historia que cuenta. Exasperadamente lenta y poco consistente, ve reducida su capacidad de impacto por demérito de la pareja de directores, más preocupados por desarrollar las formas que el fondo. El intercambio de parejas en matrimonios burgueses acomodados no es un tema nuevo en la gran pantalla. Casi siempre ha aparecido como cortinilla de asuntos más trascendentes, como un elemento secundario de distorsión emocional. Aquí opera de núcleo de la trama. Llega de improviso, sin mucha implicación por parte de unos personajes dibujados a base de estereotipos, sin una lógica que rija sus patrones de conducta. Ni la idea añadir dentro del cuarteto que juega a pares a un ciego (un Sergi López descolocado) funciona.
Poca historia, interés mínimo y esa sensibilidad exacerbada tan propia del cine francés de última cosecha. Una pequeña decepción esta 'Pintar o hacer el amor', que aventuraba emociones de más calado, aunque se permite dejar escenas para el recuerdo, como ese viaje a oscuras en el que el personaje de Sergi López ejerce de guía.


'EL PRÓXIMO ORIENTE'. Amabilidad racial (***)

CRÍTICA DE CINE

Viendo el estado actual de la comedia tanto en la televisión como en el cine, queda claro que un producto como 'El próximo Oriente' es muy superior a la media en casi todas sus facetas, originalidad de la trama, dirección de actores y acabado técnico. Mérito de Fernando Colomo, que ha rellenado un hueco más de su decente trayectoria, con algún tropezón en el camino, con una película amable y que cumple con los mecanismos básicos de un género que domina, virtud de la veteranía.
Ha vuelto el cineasta madrileño a colocar la historia en su ciudad, a la que retrata con muchísimo cariño. Lavapiés es el microcosmos por el que se mueven unos personajes desubicados por las circunstancias de la vida. Por el visor de Caín, entrañable fracasado que interpreta, una revelación, el televisivo Javier Cifrián, se radiografía la realidad multiétnica que vive el barrio, centrándola en una familia hindú.
Muy benevolente y a la vez demasiado elocuente, Colomo realiza una apología de la convivencia y de la amistad interracial. Con un estilo ágil y poco solemne repasa sin perder nunca el tono cómico las costumbres del Islam a los ojos de un reconvertido por amor. Javier Cifrían es ese Caín que decide contraer matrimonio con la mujer india a la que su hermano Abel, casado y con dos hijas, ha dejado embarazada. Caín, enamorado en secreto de Aisha (Nur Al Levi), asume el papel que debería haber tomado Abel.
Lo que sucede a continuación es una serie de disparates narrados con oficio aunque superficiales para disgusto de los meticulosos. Un trabajo pulcro y con un mensaje positivo de confraternización. De esos que más que despejar dudas, por desgracia, pueden servir para acrecentarlas. Demasiado bonito para ser real.

'AULLIDOS'. Una del montón (**)

CRÍTICA DE CINE

Wes Craven ha dejado en manos de uno de sus discípulos, Nick Mastandrea, la tarea de rodar una de esas historias destinadas a rellenar la deprimente cartelera estival. Sutileza mínima, ausencia de referentes y tópicos hasta la extenuación son los ingredientes de 'Aullidos', un espectáculo de suspense gratuito, casposo y con la única finalidad de llenar los bolsillos del ínclito Craven.
Poco se puede esperar de una película en la que la su mayor y casi única baza es la presencia en pantalla de ese icono adolescente que es Michelle Rodríguez. Producción de bajo coste que huye del terror barato para refugiarse en un suspense mal facturado, 'Aullidos' relata el viaje de fin de curso de un grupo de cinco jóvenes a una isla que creen desierta. Después de media hora de conversaciones estúpidas y subtramas personales de relleno, aparecen los otros ocupantes del islote, unos perros sedientos de carne humana. A partir de ahí cualquier aficionado al género puede averiguar con facilidad el orden de desapariciones entre el quinteto (sí, hay un negro graciosote entre ellos) y la aparición de los pertinentes sustos.
Lejos de generar temor, los perros de 'Aullidos', una jauría de pastores alemanes, belgas y hasta algún caniche, crean una sensación que se mueve entre la ingenuidad absoluta (esas cicatrices de pega) y cierto tono cómico. La idea de evitar el uso de la tecnología digital podía haber sido buena. Pero vistas las deficiencias del resultado final, más le hubiera valido a Mastandrea y a Craven tomarse menos en serio el desarrollo de la película. Por cierto, todo un atrevimiento el del cartel al atreverse a comparar 'Aullidos' con 'Los pájaros' de Alfred Hitchcock. Ni de lejos.


jueves, 31 de agosto de 2006

PEREZA. Poca pegada

CONCIERTO

Pereza
Estilo: Pop-rock
Escenario: Huerto de los Leones (Alcalá de Henares). 24 de agosto de 2006

El de Pereza es uno de los casos más misteriosos del panorama musical en la actualidad. Aunque más que enigmático, se le puede considerar afortunado. Rubén y Leiva llegaron, observaron la nula competencia en el campo del pop-rock callejero, movilizaron con ayuda externa la maquinaria de marketing para crear dos personajes con enganche, sonrieron por todos lados y obtuvieron como resultado el éxito inmediato.
Con apenas dos discos en el mercado, tres si se cuenta ese álbum de debut en el que eran terceto y vendían otra imagen, han revolucionado la limitada escena musical con un estilo canalla, divertido y gamberro pero poco perturbador. El concierto de Alcalá de Henares fue así, ligero y superficial. Mucha pose, poca música. Sufrieron para llegar a los noventa minutos de duración, que alcanzaron después de rellenar el tiempo con un exceso de guitarreo –en estudio suenan muchísimo mejor- y de conversaciones vacías, en algún caso de dudosa autenticidad.
Un directo el de Pereza con poca pegada, algo inesperado para un grupo que ha hecho de su frescura, juventud y pujanza una de sus mayores bazas. En formación de cuarteto, Pereza repasó en profundidad los temas de sus dos últimos trabajos, 'Algo para cantar' y 'Animales'. Priorizando la estética al fondo, desde el escenario empezaron a sonar esas piezas marca de la casa, rápidas, vibrantes, espontáneas, ágiles y que no difieren de la estructura básica que sujeta el cancionero de la mayoría de grupos de primer nivel comercial del país.
'Si quieres bailamos', la efectiva 'Yo sólo quiero', 'Házmelo' y 'Superjunkies' (con dedicatoria a los políticos encarcelados en Alhaurín de la Torre) fueron el aperitivo suave a las verdaderas cabeza de cartel. 'Todo' se escuchó dos veces, licencia de un acelerado Leiva. 'Princesas' desembocó en una locura colectiva, que sólo se repitió en el tramo final con 'Pienso en aquella tarde', esa canción que no paró de sonar en las emisoras durante muchos meses.
Pereza ofreció lo de siempre, aunque con matices. Música descontrolada, mucho sexo y ligoteo, fácil digestión y olvido instantáneo. Continuas referencias (Burning, Sabina, Rolling Stones) para un grupo que todavía no ha conseguido un sonido totalmente personal.

viernes, 25 de agosto de 2006

JOAQUÍN SABINA. Impartiendo doctrina

CONCIERTO

Joaquín Sabina
Grupo: Olga Román, Pancho Varona, Antonio García de Diego, Pedro Barceló y Jaime Asúa
Escenario: Huerta del Palacio Arzobispal (Alcalá de Henares). 22 de agosto de 2006


Hablar de Joaquín Sabina es referirse a la poesía de barra de bar, a los ripios creados a base de tragos de ron y a las madrugadas de creatividad solitaria en un piso de Tirso de Molina. Casi tres décadas después de la publicación de su primer álbum, ese ‘Inventario’ al que siempre ha considerado un hijo bastardo en medio de su selecta discografía, continúa sobre los escenarios con el mismo carisma rebelde y canalla. Atrás quedan apagones personales, polémicas mediáticas y críticas infundadas. En su actuación alcalaína, el de Úbeda volvió a impartir doctrina.
Pasaban diez minutos de las 22.30 cuando un Sabina con aspecto de juglar bohemio y urbano pisó las tablas de la Huerta del Obispo. Desgarbado, contradictorio e indiscutiblemente profesional, el jienense desterró pronto las dudas de los más incrédulos. Su voz no se quebró y fue adquiriendo el timbre necesario para ofrecer dos horas y cuarto de canciones imborrables y versos eternos.
El concierto de Alcalá, esa concurrida antesala de Las Ventas que está “tan cerquita del foro”, se inauguró con la esperada ‘Aves de paso’, a la que tomaron el relevo la ya imprescindible ‘Ahora que…’ y ‘Esta noche contigo’, que sonó espléndida en esa cercana y abrumadora versión eléctrica.
El repertorio de esta ‘Carretera y Top Manta’ no distó mucho de la anterior propuesta acústica de la ‘Gira Ultramarina’. El eje central del concierto de la Huerta del Palacio Arzobispal incluyó algunas de esas canciones que han logrado ganarse la privilegiada etiqueta de insustituibles, como ‘Princesa’, ‘¿Quién me ha robado el mes de abril?’, ‘Contigo’, ‘Peor para el sol’, ‘19 días y 500 noches’, ‘Calle melancolía’ o la teatral y encantadoramente indecente ‘Una canción para la Magdalena’.
Las principales novedades aparecieron de la mano de la vertiente más eléctrica del recital, encabezada por dos himnos –‘Conductores suicidas’ y ‘La del pirata cojo’- incluidos en esa joya discográfica que es ‘Física y Química’. Los regalos para los incondicionales llegaron con los sonidos de algunas de esas rarezas a la espera de ser recuperadas, entre las que destacaron la infravalorada ‘Mentiras piadosas’ o esa pincelada entrañable que fue, es y seguirá siendo ‘Caballo de cartón’.
‘Alivio de luto’ apareció sólo de puntillas. El último trabajo de Sabina no ha calado hondo entre sus seguidores y únicamente ‘Resumiendo’, ‘Nube negra’, ‘Pie de guerra’ y ‘Pájaros de Portugal’, pieza que ha logrado hacerse un justo hueco entre los temas imprescindibles del cancionero sabiniano, lograron colarse en el disputado repertorio.
Entre las apariciones de sus fieles acompañantes destacó la de esa diva dulce y frágil que es Olga Román, que inauguró la interpretación coral de la ‘Marilyn Monroe’ de Alarma!!! y encandiló una vez más con esa maravillosa copla que dio paso a ‘Y sin embargo’. Jaime Asúa se atrevió a sustituir a la voz de Fito Páez en ‘Llueve sobre mojado’, Antonio García de Diego volvió a demostrar que es capaz de superar a Sabina con esa joya escondida que es ‘A la orilla de la chimenea’ y el genial Pancho Varona defendió su ya consolidada versión eléctrica de ‘Esta boca es mía’ antes de cambiar su vestimenta por una sotana “muy arzobispal”.
Dos horas después de los primeros compases del concierto, la eficaz fusión de ‘Noches de boda’ y ‘Y nos dieron las diez’ puso el sobresaliente punto y final. Los asistentes se fueron a dormir mientras se escuchaban de fondo las notas de ‘Pastillas para no soñar’. Un lujo para el oído y el alma.

(MM)

ARIEL ROT. Una máquina de rock

CONCIERTO

Ariel Rot
Estilo: Rock
Escenario: Huerto de los Leones (Alcalá de Henares). 22 de agosto de 2006

Ariel Rot, como el rock, como ese buen vino que tanto aprecia, como su propio estilo, ha ido madurando con el paso de los años. Viejo ídolo de quinceañeras elevado a la categoría de sex symbol, el hispanoargentino pisa ahora por la otra cara de la música. La de la supervivencia, la de la pelea por la edición de un nuevo álbum, la de las dificultades por cuadrar una gira y contratar una formación estable.
No lo tiene fácil la potente, elegante y adulta maquinaria de rock and roll que maneja con sabiduría el ex Tequila y ex Rodríguez. Parte de su repertorio no logra llegar al gran público y, cosas de la edad, que no perdona, le falta un plus de ingenuidad juvenil, esa chispa que tanto se envidiaba en tiempos pasados. Pero con lo que tiene, que no es poco, le basta para impartir lecciones de dignidad y coherencia sobre el escenario. Porque Ariel Rot, de lo que puede presumir es de tener canciones, canciones y más canciones. Con Los Rodríguez y en solitario, reconocibles y en mayúsculas.
Músico de corto y largo recorrido, en Alcalá de Henares fabricó el pasado martes una velada notable. Buen gusto el del hispanoargentino, que se adaptó perfectamente a la dinámica de un concierto muy íntimo, más de lo deseado por culpa de la machacona ignorancia de los políticos dedicados a potenciar, un decir, la faceta cultural. Hacer coincidir a Ariel Rot con Joaquín Sabina en dos escenarios prácticamente vecinos y casi a la misma hora no puede recibir otro nombre. O Rot o Sabina, pero imposible ver a los dos. Contraprogramación musical. Algo estúpido si se tiene en cuenta que no hay más conciertos de semejante calibre a lo largo del año en la ciudad. El que más lo notó fue el creador de ‘Dulce condena’, que vio como su público se quedó compuesto por un escaso núcleo de irreductibles seguidores. Pocos, pero afortunados. Una soledad que no le es desconocida, por otra parte.
A Ariel Rot no le importó. Él, a lo suyo. A impartir lecciones con una de esas guitarras que conversan amigablemente con el personal, poses clásicas incluidas. A emocionar con una voz quebradiza y angulosa que mejora sus prestaciones con el paso de las años. A exhibir a una banda pletórica, divertida, nada cansina y sin ínfulas de exhibicionismo. Y a repartir emoción a través de un repertorio ideado con inteligencia. Canciones hubo de todo tipo. De la última hornada, como las notables ‘Ahora piden tu cabeza’ y ‘Los tipos duros no bailan’. De tiempos no tan lejanos, caso de la vibrante ‘Lo siento, Frank’ y de traca una ración nada desestimable de temas de Los Rodríguez, con ‘Milonga del marinero y el capitán’, ‘Me estás atrapando otra vez’ y ‘Mucho mejor’, todas defendidas con una frescura difícil de ver.
Un festín por todo lo alto, de sobresaliente. Y no faltó tampoco a la cita el recuerdo emocionante al recientemente fallecido Guillermo Martín, legendario guitarrista con el que Ariel Rot compartió escenario y amistad. Como tantos otros muchos que, desde lo barrera, lo hicieron a través de sus inolvidables punteos.

viernes, 11 de agosto de 2006

Pancho Varona: "Sabina quiere hacer el mejor disco de su carrera"

ENTREVISTA

Pancho Varona es una de esas personas agradables que llevan el talento con tranquilidad. Hace 24 años que Joaquín Sabina le apartó de su futuro de funcionario y le hizo debutar en un concierto en Alcalá de Henares. Después llegarían 1300 recitales más, un buen puñado de canciones imborrables facturadas a medias y una sólida admiración mutua. Varona regresará a Alcalá el próximo 22 de agosto para acompañar al cantautor jiennense sobre el escenario del Palacio Arzobispal.

Después de más de 1300 conciertos con Joaquín Sabina, ¿cómo se lleva la larga convivencia artística?
Pancho Varona: Se lleva tan bien que seguimos juntos después de 24 años. Eso no pasa ni en las parejas más enamoradas. El nivel de entendimiento que tenemos Joaquín y yo es impresionante, cada día más. Es una relación estupenda con todos los pros y casi ningún contra.

¿Se considera el colaborador al que más caso hace Sabina?
Creo que sí, aunque me da un poco de vergüenza decirlo. Me permito el lujo de darle mi opinión y me hace bastante caso. Musicalmente somos uña y carne, junto con Antonio García de Diego.

Iba para funcionario del Ministerio de Defensa cuando Joaquín Sabina le pidió que tocara con él, ¿cómo recuerda aquello?
Iba a opositar y me estaba preparando en una academia de Madrid. Joaquín me hizo una oferta irrechazable invitándome a tocar con él. Mi debut fue precisamente en Alcalá de Henares. Yo tenía poco más de 20 años y un ataque de pánico absoluto. No sé cómo explicar lo que significaba para mí el hecho de no haberme planteado en la vida ser músico y, de una semana para otra, actuar delante de miles de personas.

¿Qué recuerdos tiene de sus actuaciones en Alcalá?
De Alcalá me acuerdo sobre todo por aquella primera vez. Tengo otro recuerdo muy claro: cuando actué con Estopa hace dos años. También fue un concierto precioso, en el que grabamos el video de una canción tocando en directo. La verdad es que tengo Alcalá bastante presente, por supuesto.

Después de tanto tiempo tocando con Joaquín Sabina, ¿es de los que piensan que es ahora cuando mejor canta?
Por supuesto que sí. Hubo una época en que Joaquín tenía mucho empeño en 'cantar bien', en demostrar lo que su voz podía dar de sí. Hubo un momento, creo que fue grabando 'Esta boca es mía', en que se dio cuenta de que su voz por abajo era más bonita que en agudos. Fue a partir de ahí cuando empezó a transformar su estilo y su forma de cantar.

Antes de comenzar la 'Gira Ultramarina', ¿pensaba que Sabina cumpliría su calendario de conciertos?
No confiaba en él en absoluto. Joaquín tiene unos picos de euforia tremendos y después bajones. Pensé que el proyecto de la gira había surgido en uno de esos picos de euforia y creí que luego se iba a venir abajo. A lo mejor le venía un poco grande enfrentarse al público después del problema que había tenido, de la enfermedad. Reconozco que me equivoqué como un bellaco. Todos los días me lo recuerda y yo tengo que agachar las orejas y decir: "Me equivoqué primo, lo siento".

¿Le han sorprendido su aguante y sus ganas después de tantas actuaciones en directo?
Es increíble. Creo que está mejor que nunca. Ha habido giras mejores y giras peores, pero pocas veces le he visto tan concentrado en el trabajo. Está haciendo esfuerzos reales. Ahora lo secuestran después de los conciertos y se lo llevan a la cama directamente para que no tenga la tentación de irse por ahí a tomar copas. En vez de disfrutar la gira al acabar los conciertos, piensa inmediatamente en la siguiente actuación. Hay que estar muy cerca de él para darse cuenta del mérito que tiene lo que está haciendo.

Antes de comenzar con la gira de verano 'Carretera y Top Manta' había que seleccionar el repertorio, ¿hubo descartes dolorosos?
Sí, por supuesto. Cuesta muchísimo quitar canciones como 'Ruido' o 'Medias negras'. Ahora estamos preparando algunos cambios para los conciertos de agosto y septiembre. Queremos volver a tocar 'Ruido', que nos parece una belleza de canción, y recuperar 'Pongamos que hablo de Madrid', un tema que no tocamos desde hace muchísimo tiempo y que nos encanta.

Dos semanas después de pasar por Alcalá llega el esperado concierto en Las Ventas, ¿tienen ganas de llegar a Madrid?
Hay una mezcla de ganas y de miedo. Tocar en cualquier sitio de Madrid impone. Nosotros vamos a Alcalá pensando que va a ser la antesala de Las Ventas. Sabemos que va a ir mucha gente de Madrid, los amigos, los conocidos, la familia... Tocar en casa siempre es importante. Hay muchas ganas, pero también mucho respeto.

Joaquín Sabina y usted comparten escenario con Antonio García de Diego, ¿le consideran el auténtico genio musical?
Por supuesto, no tengo ninguna duda. Yo tengo mis puntos de inspiración y Joaquín también, pero el que coge una canción una vez que está hecha, la pone patas arriba y la desmenuza es Antonio. Lo tiene clarísimo todo. Él toca teclados, guitarras, hace coros... Es el auténtico comodín.

Además de ser músico de Sabina, usted ha compuesto muchas de sus canciones y temas para otros artistas. Si tuviera que elegir alguna, ¿con cuál de esas creaciones se quedaría?
Es muy difícil porque, como se suele decir, todas son hijas mías y no está bien decir que una es más guapa otra. Indudablemente hay una canción clave en mi carrera y que me ha dado unas satisfacciones tremendas, el 'No me importa nada' que canta Luz Casal. De las que he compuesto con Joaquín me quedaría con cualquiera: 'Y sin embargo', 'La del pirata cojo'... Si tuviera que elegir dos de mis composiciones me quedaría con 'No me importa nada' y cualquiera de las que he hecho con Joaquín.

¿Cuál de los temas de Sabina le hubiera gustado firmar?
Muchísimos... 'De purísima y oro', 'Noches de boda', '¿Quién me ha robado el mes de abril', 'Que se llama soledad', '19 días y 500 noches'... Me pongo a decir y no paro. Le admiro muchísimo como músico.

¿Sigue pensando que Joaquín Sabina debería componer más?
Efectivamente. Siempre he dicho que cuanta más música de Joaquín hay en los discos, mejores son esos discos. A él se lo digo a diario. No creo que eso sea tirar piedras contra mi tejado. Sin desmerecerme, creo que Joaquín es un músico impresionante.

Aparte de músico y compositor, también es productor, ¿le llena esa faceta?
A mí me gusta trabajar con Joaquín en lo que sea. Entre el directo, la composición y la producción, esto último es lo que menos me gusta. No soy animal de estudio y no tengo el suficiente sentido de la concentración para hacer un trabajo meticuloso. Para eso son perfectos Antonio García de Diego o José Romero. A pesar de ello, estamos produciendo mucho. Además de a Joaquín también lo hemos hecho con Estopa, Pasión Vega... Incluso últimamente hemos hecho alguna cuña publicitaria.

Precisamente cuando Antonio García de Diego y usted no participaron en las tareas de producción apareció '19 días y 500 noches', ¿sigue pensando que es el disco de Sabina que peores arreglos tiene?
Sí. Es un disco con unas canciones maravillosas y una portada preciosa, pero creo que está un poco descuidado. La gente puede pensar que estoy celoso, pero creo objetivamente que no es el disco de Joaquín que mejor suena.

En 1995 publicó su primer y último disco en solitario, ¿se plantea retomar esa faceta?
No tengo vocación de artista ni de solista. Casi me convencieron para grabar aquel disco y lo pasé fatal. Fue un álbum que prácticamente nació, vivió y murió en la misma semana. Ni siquiera sé dónde se puede conseguir. A lo mejor hay una posibilidad de reeditarlo, pero no lo sé.
Ahora estoy muy a gusto donde estoy y no quiero moverme de ahí. Sí es cierto que este año he pensado que a lo mejor hago otro disco. Tengo alguna pequeña oferta, pero todavía me falta convencimiento.

En 'Alivio de luto' se incluye la canción 'Contrabando', un tema suyo que estaba en aquel disco en solitario, ¿prefiere su versión o la de Sabina?
En mi disco se llamaba 'Corazón de contrabando'. Joaquín cambió un poco la letra y el título y la metió en el disco. Es prácticamente igual, pero me quedo con la mía con los ojos cerrados.

Se le ve habitualmente en conciertos de algunos de sus amigos, ¿qué opina de Quique González?
A Quique lo adoro. Creo que es, con mucha diferencia, el mejor autor de canciones que hay ahora mismo en este país. Tiene discos maravillosos, preciosos. Entre la gente joven me quedaría con él sin dudarlo. A Joaquín también le gusta muchísimo. Quique iba a ser telonero suyo hace tres o cuatro años, pero la gira se suspendió.

Además de actuar en 'Carretera y Top Manta', participa en una pequeña 'gira' paralela, 'Karaoke y Top Colcha', que llegará el 4 de septiembre a la madrileña sala Galileo Galilei ¿en qué consiste?
Es una iniciativa de mi amigo Rubén Martínez. Había gente que se había quedado sin entradas para la actuación de Barcelona y Rubén me propuso hacer un concierto barato con canciones de Joaquín cantadas por nosotros. Yo le dije que sí, pero con una condición: que no fueran canciones de Joaquín, sino canciones de todos. A mí lo que me gusta es cantar temas que yo he hecho con Joaquín.
Nosotros tocamos durante la primera hora y después ofrecemos al público la posibilidad de subir al escenario con nosotros. Es muy divertido ver la cara de ilusión de la gente cuando canta con la banda de Sabina. Creo que es una muy buena iniciativa.

Después de terminar la gira, ¿qué proyectos hay?
En octubre terminamos aquí y nos vamos a América hasta diciembre. Joaquín me ha prometido que después va a hacer "el mejor disco" de su carrera. Yo, como siempre, no me lo creo, aunque sé que será muy bueno porque él está empeñado en que lo sea. Ya tiene hasta título, pero aún no se puede decir. El último disco era el menos entregado de los que ha hecho y se quedó un poco chafado. Ahora quiere corresponder al público. Empezaremos a hacer las canciones en enero o febrero, lo grabaremos a lo largo del año que viene y calculo que saldrá para el verano o, si se retrasa, para otoño o navidades.

(MM)

jueves, 10 de agosto de 2006

'POSEIDÓN'. El agua se enfurece (**)

CRÍTICA DE CINE

Más de dos décadas han pasado desde que Wolfgang Petersen asombrara con 'El Submarino'. Había en esa película de producción alemana una trama consistente, un fabuloso desarollo psicológico de los personajes, un desarrollo apasionante y un montaje en el que se vislumbraba una mano perfeccionista. Se tomó su tiempo el director germano para rodar 'El Submarino'. El metraje original rozaba las cuatro horas.
Petersen fue reclamado por Hollywood poco después. En Estados Unidos se ha ganado con el tiempo fama de reputado cineasta que dota de cierta personalidad los productos comerciales que le encargan. Es el mismo Petersen, pero diferente, decreciente. Valga el ejemplo de sus tres películas acuáticas. De 'El Submarino' pasó, en transición, a 'La tormenta perfecta', para acabar, finalmente, con 'Poseidón'. De la pureza de las imagenes de los submarinos al virtuosismo infográfico del hundimiento del transátlantico. De la complejidad de sus inicios a la simpleza de la actualidad. Que cada espectador se quede con lo que prefiera.
Cumplidor, Petersen ha hecho una película que es puro entretenimiento, que después de unos olvidables y tediosos veinte minutos iniciales se mete en la acción para no abandonarla hasta el final. En un primer análisis, 'Poseidón' se constituye en un ejercicio de supervivencia a cargo de siete personajes muy reconocibles. Están los inmigrantes, el vividor o el padre protector de hijas libertinas con un pasado llamativo. Hasta un homosexual con instintos suicidas que supera las seis décadas de vida.
Para habituales del género, no será complicado adivinar quién caerá en una aventura diseñada en formato videojuego. Los protagonistas deben ir superando fases, subiendo de nivel, mientras a su alrededor se desata un carrusel de efectos especiales asfixiantes. En este sentido hay escenas con una tensión perfectamente conseguida, como el episodio de los conductos de aire o el de la caída libre del ascensor.
Olvidados sus inicios, Petersen se ha convertido en un competente especialista capaz de levantar espectáculos mayúsculos como esta 'Poseidón', entretenida, atractiva pero excesivamente gélida y funcional.

viernes, 4 de agosto de 2006

EL SUEÑO DE MORFEO. Niños buenos

CONCIERTO

El Sueño de Morfeo
Estilo: Pop
Escenario: Campo de fútbol de Cabanillas del Campo (Guadalajara). 29 de julio de 2006

Podría pasar por una concursante de Operación Triunfo. Buena voz, eso dicen sus incondicionales, muchos, grata presencia física, letras accesibles, una música dulce y pegajosa y un comportamiento exquisito y educado, tanto que a veces llega a empachar. Raquel del Rosario añade un plus, por si fuera poco. Mal que le pese, lleva a cuestas una relación sentimental con un famosísimo personaje del deporte mundial que condiciona la evolución comercial del grupo. Es la suma de todos estos condicionantes la que lleva a la determinación de que la música con El Sueño de Morfeo es prácticamente un elemento secundario, ensombrecido por una estrategia de marketing perfectamente ejecutada. Unos cuantos botones de muestra vividos en Cabanillas. El público es capaz de corear cada una de las canciones del grupo. Normal, sólo tiene un disco en el mercado. Lo chocante es asimilar la cantidad de veces que la cantante, en esa pose tan de directo facilón, acerca al micrófono al gentío para que se encargue de vociferar el tema de turno. Que lo hagan tipos con más de dos décadas de trabajo sobre los escenarios puede extrañar. Que sea una banda con un recorrido tan exiguo, todavía, es desconcertante. También es llamativa esa tendencia a rellenar tiempo muerto con felicitaciones varias y chascarrillos inofensivos. En ese sentido el guitarra del grupo, que se pasó la velada sentado por padecer una lesión, se marcó un discurso benéfico plausible que finiquitó con un lamentable “levantemos los putos cuernos”. ¿Alguien lo entiende? Por lo visto, es lo que tiene intentar ser un niño bueno aunque travieso.
Fijando el oído en el lado musical, es de justicia recalcar que el sonido fue excelente. Voz nítida, guitarras al nivel requerido y violín esporádico aunque incisivo. Un poco más de apuesta por el toque celta hubiera sido bien recibida. Del repertorio señalar que lo agotaron enseguida. El Sueño de Morfeo se marcó un inicio caliente. En veinte minutos ya habían sonado 'Esta soy yo', 'Nunca volverá' y 'Ojos de cielo'. En la zona media del concierto la temperatura bajó palpablemente para volver a elevarse en el tramo final, con 'Okupa de tu corazón' y la repetición del 'Nunca volverá'. Cumplidores y buena gente estos chicos de El Sueño de Morfeo. Y con bastante futuro.