lunes, 26 de marzo de 2007

'ZENOBIA'. Ilusión y ternura

CRÍTICA DE TEATRO

'Zenobia'
Dramaturgia y dirección: Gema López y José María Roca
Intérpretes: Antonia Zurera, Javier Castro, Alejandra Pacheco (piano), Sergio Collantes (realizador), José Pipió (cámara).
Compañía: Centro Andaluz de Teatro y Producciones Imperdibles
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 24 de marzo de 2007

No es sencillo llenar el escenario de una extraña y reconfortante sensación de complicidad. Tampoco lo es traspasar la frontera de lo público y adentrarse en el universo privado de uno de los grandes nombres de la literatura. Menos aún resulta fundir los poemas de Juan Ramón Jiménez con las nuevas tecnologías, las grabaciones audiovisuales y las proyecciones en directo.
'Zenobia'
, coproducción surgida de la colaboración entre el Centro Andaluz de Teatro y la compañía sevillana Producciones Imperdibles, afronta el difícil reto llevando a las tablas la intensa relación del melancólico Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, su infatigable compañera durante más de cuatro décadas. El contrapunto femenino del poeta abandona su eterno rincón y adopta el papel protagonista, dejando al descubierto sus sentimientos, frustraciones, deseos y añoranzas permanentes.
Los diarios personales de Zenobia se convierten en fuente para construir un espectáculo impregnado de ternura, un conmovedor relato de dos seres desorientados, distintos al resto, inevitablemente incomprendidos y enganchados por un invisible lazo de dependencia y dedicación incondicional. Una profunda relación que desemboca en un epílogo agónico y conmovedor, en una avalancha de sentimientos calmados y versos insalvables.
Los distintos elementos que integran de la representación, de naturaleza radicalmente opuesta, conviven sobre el escenario sin apenas fisuras. Los ingredientes netamente teatrales comparten espacio con la presencia permanente de un cámara, un realizador, dos enormes pantallas que ofrecen al espectador un punto de vista alternativo y la sugerente envoltura sonora de un piano en directo. Nada desentona en un todo amable y heterogéneo. Sólo la inclusión de fragmentos de entrevista con la actriz protagonista, un recurso que podría haber resultado eficaz pero que rompe abruptamente con el ritmo de la representación, resulta prescindible.
En el apartado actoral destaca la vigorosa interpretación de Antonia Zurera dando vida a Zenobia y, especialmente, la sobresaliente labor de un Javier Castro, convertido en Juan Ramón Jiménez mediante un sorprendente proceso de mímesis. Juntos logran algo difícil de mantener en el mundo del teatro profesional: una ingente dosis de entusiasmo. Ambos se creen sus personajes, disfrutan con el desarrollo de una pieza diseñada con mimo y transmiten un torrente de ilusión más propio de las compañías aficionadas que de los profesionales de la interpretación. Un derroche de fuerza y sentimientos.

(MM)

domingo, 25 de marzo de 2007

'EN LA ARDIENTE OSCURIDAD'. Sumo respeto

CRÍTICA DE TEATRO

‘En la ardiente oscuridad’
Autor: Antonio Buero Vallejo
Dirección: Mariano de Paco
Reparto: Roger Pera, David Alarcón, Olalla Escribano, Victoria Alvás, Jesús de León, Francisco Vidal, Victoria Rodríguez, José Luis Matienzo, Miguel Ángel Jiménez, Juan Ignacio Ceacero, Raquel del Álamo, Esperanza Candela y David Zarzo
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 23 de marzo de 2007
Producción del Patronato de Cultura del Ayuntamiento de Guadalajara

Cualquier dramaturgo con aspiraciones soñaría escribir un texto como ‘En la ardiente oscuridad’, una pieza envidiable que cubre las exigencias de todos los estamentos que componen el paisaje teatral. Lo tiene todo para atrapar: el dibujo de una sociedad febril en su deseo de de no aceptar la realidad impuesta, tensión dramática, personajes con perfiles psicológicos definidos, empaque emocional individualizado, simbolismo existencial y, valioso don, atemporalidad. Precisamente, subrayar este aspecto lleva a un debate que rehuye a la lógica. Es desalentador que hayan transcurrido cinco décadas desde la última vez que una compañía profesional abordase ‘En la ardiente oscuridad’. Pasa con este libreto y se repite, es lo más preocupante, con el resto de la producción bueriana, en la que anidan joyas de equivalente valía. Por eso, fundamentalmente para los más jóvenes, la sensación vivida el pasado viernes fue como la de estar presenciando un milagro. Encontrar las razones que han conducido al ostracismo los textos de Buero, como los de muchos otros compañeros de generación, es una quimera. Para resumir, y es una apuesta, habría que recurrir a la definición de teatro como negocio. Y en ese campo y en los tiempos actuales, la calidad de Buero Vallejo para varios escalones por debajo del rendimiento comercial. El proyecto, en ese sentido, del Patronato de Cultura, supone un elogiable atrevimiento, y más si se pretende alargar la supervivencia del montaje más allá del estreno. La tercera producción del Patronato tras ‘La boda’ y ‘Rutas de alto riesgo’, ambas de carácter casi testimonial en comparación con el reto de Buero, se fió casi en exclusiva en el joven Mariano de Paco. Un reto de vértigo, ante la exigente mirada de los descendientes del dramaturgo, desde el escenario y a pie de teatro. Vistos los resultados, salió airoso del trance con un mandamiento cumplido a rajatabla. Punto por punto, casi coma por coma, su ‘En la ardiente oscuridad’ brinda un respeto reverancial al libreto original del alcarreño. El resultado de esa milimétrica reproducción es óptimo, si de contentar a todos los estamentos se trataba. Por pulir y para el futuro queda el epílogo, la reveladora conversación entre Carlos y doña Pepita, que se hace farragosa y que bordea por duración el tedio, y algunos brotes menos sustanciales de diálogos que alargan la función hasta convertirla en una carga que roza las dos horas. O el tránsito, aquí a una velocidad de vértigo que no se experimenta en la lectura del libro, que Carlos vive tras la revolucionaria llegada de Ignacio.
Donde sí se nota la labor de Mariano de Paco es en el capítulo interpretativo, demostrando que es un magnífico director de actores. Nada nuevo para el dramaturgo, capaz de montar en tiempo record y de la nada ‘La boda’ de Carmen Resino, como se vio hace unos meses en el mismo Teatro Buero Vallejo. La brecha generacional que podría abrirse entre jóvenes y veterano, con métodos en algunos casos tan vistosamente opuestos, es prácticamente imperceptible. Aquí el reparto de papeles entre ambos estratos es equilibrado, con los jóvenes habitantes del centro de invidentes a un nivel excelente. Especialmente uno, Roger Pera, actor con tablas que elaboró una actuación señorial, dotando de vida a Ignacio, esa criatura sublime y real surgida de la escritura y el talento de Buero. Un refrendo al buen trabajo global, acogido con satisfacción entre el abarrotado patio de butacas. La regeneración, los desafíos estéticos, o el mero atrevimiento se dejaron para mejor ocasión. Si el reto era recuperar el espíritu primigenio de Antonio Buero Vallejo, misión sobradamente cumplida, tanto para el Patronato como para el equipo de De Paco, desde la fidelísima adaptación hasta la escenografía y vestuario.
En el debe de la gran noche de Buero, la tibieza con la que pasó por el escenario el monólogo interpretado con pasión por Juan Ribó, incrustado a modo de epílogo y que se sirvió entre el crujir de la madera del patio de butacas, la huida institucional y un murmullo de fondo. Lo normal, actitud poco ejemplar, en un estreno que tuvo como banda sonora alternativo el soniquete de los móviles, alguno tan travieso que se escuchó en un momento culminante.


miércoles, 21 de marzo de 2007

'CONCURSANTE'. Con mucho crédito (***)

CRÍTICA DE CINE

Trasgresor por principios y hechos, el gallego Rodrigo Cortes ha vertebrado su ópera prima alrededor del andamiaje financiero que sujeta el sistema económico de un país supuestamente civilizado. Aquí la víctima de bancos, asesores fiscales y programadores televisivos es un humilde profesor universitario de Historia de la Economía que ve alterada su rutina al ganar el mayor premio otorgado por un concurso, tasado en 500 millones de pesetas, nada de euros.
Narrada en primera persona, 'Concursante' va desmontando con rigor y meticulosidad cuanto tópico relacionado con el dinero y la felicidad, juntos o separados, se le pone por delante. A buen ritmo y sin perder tensión narrativa, logro de un montaje eficaz que plantea continuos saltos temporales y que ofrece una estética sumamente radical, igual que la propia forma de tratar el tema que le corresponde, ‘Concursante’ se erige como una dura diatriba contra las instituciones financieras, historia antisistema elaborada con la honestidad de quien no se cree en posesión de la verdad.
Coexisten en ella sin apenas traumas comedia y terror sociológico, un punto más a favor de un proyecto que confirma que se pueden contar situaciones profundas sin renunciar al entretenimiento. Caricatura y realismo se funden en una narración vigorosa y fluida, con dos grandes momentos que merecen ser rescatados del conjunto. El primero es esa charla cómplice, maestro y discípulo, en la que Chete Lera expone metafóricamente y con una claridad que denota talento en la escritura del guión las bases de la supervivencia económica de los mortales, en manos del negocio de los bancos. Para el segundo hay que esperar un poco más. Es el derrumbe físico y moral del protagonista, irreprochable Leonardo Sbaraglia, encadenando escenas de elevada densidad tragicómica.
Un debut prometedor, interesante y opuesto a lo habitual el de Rodrigo Cortés, recompensado por la crítica en el Festival de Cine de Málaga. Aunque tal y como anda el patio, no es complicado aventurar un inestable recorrido en taquilla para un trabajo tan radical, tanto en su propuesta formal como en su contestatario contenido. Un aviso, huyan de la pantalla aquellos que sólo sueñen amasar dinero y aparentar socialmente creando un escaparate virtual de lujos inaccesibles para el ciudadano sin pretensiones. No podrán evitar sentir una desproporcionada sensación de ridículo por defender semejantes postulados ‘intelectuales’.

sábado, 17 de marzo de 2007

'ROMEO Y JULIETA'. Shakespeare e hijos

CRÍTICA DE TEATRO

'Romeo y Julieta'
Producción: Teatro Español
Autor: William Shakespeare
Dramaturgia: Antonio Muñoz de Mesa y Olga Margallo
Dirección: Olga Margallo
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 17 de marzo de 2007

Desde que Mario Gas tranquilizara la estructura piramidal del anteriormente agitadísimo Teatro Español, demérito del anterior equipo directivo, las producciones que factura esta institución son una garantía. El listón de calidad exigible lo supera sin dificultades este 'Romeo y Julieta' que lleva la firma a pares de dos niños grandes. Antonio Muñoz de Mesa y Olga Margallo son los responsables de un texto original, inteligente, asequible y sumamente divertido, también displiciente y sin agresividad alguna, la historia universal de Shakespeare revisada desde dentro, un ejercicio de literatura creativa dentro del teatro. Arquitectura dramatúrgica que no exige grandes esfuerzos al destinatario básico de la función, esos niños que deberían estar profundamente agradecidos a la oferta teatral de Guadalajara. Casi dos espectáculos a la semana, uno fijo en el Teatro Moderno, en exclusiva para ellos. Para el resto de amantes del teatro la media baja cuantitativamente, fuera de las tres semanas que juntan el ‘Arcipreste de Hita’ en abril y el FUT en noviembre, aunque esa es otra espinosa batalla en la que queda mucho por librar.
El 'Romeo y Julieta' del Teatro Español es un aparato robusto y con contenido, sencillo de apariencias y sin grandes esfuerzos interpretativos. Es la capacidad para encandilar desde la sencillez, la originalidad de la propuesta, el mayor acierto. Aquí encontramos un ejemplo, no es novedad, de un autor interactuando con sus hijos literarios. Un escritor, Shakespeare, que recibe las quejas de sus propios personajes, Capuletos y Montescos enfrentados, apuntando cierta preferencia el texto por los segundos. La historia original se respeta, a expensas de la rebeldía del reparto, que se niega a aceptar el desgraciado epílogo que cierra la legendaria obra, mil veces vista y revista, desde todos los ángulos y ópticas posibles. En ese juego entre creador y creaciones está el gran hallazgo del montaje, de veloz ejecución y que introduce sin achaques de ritmo canciones eficazmente resueltas, sin derroche de alardes visuales ni trucos dramatúrgicos para no entorpecer la relación con el joven espectador.
Como es norma habitual en el teatro infantil, tampoco falta a la reunión la reprochable moraleja. Ese enaltecimiento del amor y el romanticismo puede resultar excesivo de cara al futuro. La obra cita el lado bueno. Del malo, que existe, ya se encargarán de enseñarlo los duendes de la vida. Si les apetece, por supuesto.

viernes, 16 de marzo de 2007

MANOLO ESCOBAR. Superávit de memoria

CONCIERTO

Manolo Escobar
Espectáculo: 'De Manolo a Escobar'
Intérpretes: Manolo Escobar, Guillermo Martín (piano) y Marc Rosich (maestro de ceremonias)
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 16 de marzo de 2007

Rompiendo los códigos que estructuran el marco temporal, un concierto de Manolo Escobar se configura en la actualidad como un regreso al pasado, como introducirse en una máquina del tiempo. Canciones pretéritas, loas a valores que ahora andan ensombrecidos y frases y gestos casi de rango marcial. Ayuda a pintar el singular cuadro el sosegado comportamiento de un público veterano, poco dado a éxtasis emocionales que precisen de un derroche de energía. Lo que resulta de esta acumulación de detalles es una velada de otra época, con sus correspondientes virtudes y defectos. Con un artista, corazón de la noche, con tanto carisma, no hay objeción, como dificultades para transmitir algún tipo de sentimiento. Hay que escarbar demasiado adentro, abusar de memoria, para poder corresponder a lo que ofrece 'De Manolo a Escobar', ese espectáculo en el que el almeriense se autohomenajea. Un ejercicio musical disfrazado de una dramaturgia biográfica, que lejos de ser eficaz, ralentiza y resta espontaneidad a la velada. Es un intento loable, aunque fallido, por modernizar una gala que, eso sí, funciona con la precisión de un reloj suizo para cumplir con la demanda básica del entusiasta seguidor del músico.
'De Manolo a Escobar' se divide en dos capítulos. El primero se centra en Manolo, la persona, los inicios. El siguiente mira al artista. Un maestro de ceremonias de omnipresente verborrea conduce cada acto. Manolo Escobar apenas interviene si no es para cantar. La tanda inicial de composiciones fue fría en las tablas y en el graderío. Incomodaron en exceso al protagonista unos irritantes problemas acústicos. Ni con 'El porompompero' ni con los homenajes a su madre, hija y esposa, se sacudió el nerviosismo. Sí se estabilizó tras el oportuno parón, más centrado y por fin coordinado con sus músicos y graderío. 'La minifalda' sonó precisa y Escobar llamó a filas con 'Moderno pero español' y 'Mujeres de vino'. Llegando al espinoso tema de la patria ("con ella no se juega", espetó a modo introductorio), interpretó uno de sus clásicos, 'Y viva España'. Lejos de lo presumible, nadie se exaltó. El fervor para las manifestaciones. Y así, gélida, siguió la función, cerrando repertorio con 'Mi carro'. Una velada sincera y emotiva, aunque inevitablemente anticuada.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Recordando a Buero Vallejo

ESTRENO DE TEATRO (23 de marzo)

'En la ardiente oscuridad', de Antonio Buero Vallejo, se representará los días 23 y 24 de marzo en el Teatro Buero Vallejo de Guadalajara

El teatro unió los destinos de Antonio Buero Vallejo y Victoria Rodríguez. El teatro sirvió a la actriz de válvula de escape cuando el dramaturgo alcarreño agotaba los últimos bidones de vida, un día de abril de hace siete años. Y el teatro, como siempre, volverá a entrelazar sus trayectorias. Sobre un escenario, texto e interpretación, papel y realidad. Victoria Rodríguez, viuda de Buero Vallejo, se subirá al escenario del Teatro Buero Vallejo los próximos 23 y 24 de marzo como componente del reparto de 'En la ardiente oscuridad', la primera producción teatral que afronta el Patronato de Cultura, con un presupuesto que supera los 100.000 euros.

La representación de 'En la ardiente oscuridad', debut de un texto de Buero Vallejo en el magno teatro al que presta denominación, se incluirá dentro de la tercera edición de las Jornadas de Autor. Habrá teatro, la proyección de un documental ('La Guadalajara de Buero') y una exposición de dibujos ('Buero antes de Buero'). La indiscutible cita estelar del programa será la puesta en escena del primer libreto que escribió el dramaturgo, en el ya lejano 1946. “Es un hecho excepcional, no vamos a hacerlo año tras año”, afirmó ayer Jordi Badel, concejal de Cultura, durante la presentación oficial de los actos, aclarando dudas respecto al futuro. La tarea de poner en pie el proyecto le fue encomendada a Mariano de Paco, joven dramaturgo afincado en Madrid y especializado en la vida y obra de Buero Vallejo. Para imprimirle un sello alcarreño se decidió contactar con una distribuidora de la ciudad “para darle proyección al proyecto, un camino que está iniciado”, explicó De Paco. En segundo lugar, se convocó un casting dirigido a cubrir puestos del equipo técnico y artístico de la obra con profesionales de Guadalajara. “Acudieron pocos, cogimos a muchos y casi todos ya se han ido”, manifestó con cierto pesar el director escénico, aunque después afirmó que “la base está formada por gente de aquí”. En el reparto de trece actores figura, entre otros, un nombre conocido en la provincia, caso de José Luis Matienzo, habitual de Gentes de Guadalajara y Escarramán Teatro, compañero en la obra, entre otros, de intérpretes como Roger Pera (Ignacio) y Olalla Escribano (Juana).

'En la ardiente oscuridad' se encuentra en un punto vital de su recorrido. “La obra está prácticamente cerrada. Ahora es cuando vamos a apretar”. El estreno se producirá el 23 de marzo en el Buero Vallejo. Repetirá un día después. Las entradas para las dos funciones ya están a la venta, al precio de 10 y 7 euros. Después de pasar por Guadalajara, la intención del Patronato es mover el montaje por el país. Madrid es el primer objetivo, ciudad con la que ya hay contactos. Badel adelantó que solicitará a Blanca Calvo, consejera de Cultura, la posibilidad que 'En la ardiente oscuridad' gire por la región. Que no se quede, en definitiva, en una única función.

Desde que se estrenó oficialmente en el Teatro María Guerrero de Madrid en 1950, 'En la ardiente oscuridad', una historia localizada en un centro para invidentes, no ha vuelto a ser representada por una compañía profesional. Amante del teatro de Buero, Mariano de Paco no le encuentra demasiada explicación a este hecho. “No lo sé, es una obra fácil y sencilla de representar. Puede ser que desde un punto de vista privado, al ser una obra coral, es más difícil de vender. Todos son protagonistas”, aseguró la persona a la que se le ha confiado la responsabilidad de homenajear, desde la tablas y en nombre de la ciudad que lo vio nacer, a Buero Vallejo.

lunes, 5 de marzo de 2007

'SUEÑOS. LA RUTA DE LA SEDA'. Por los ojos

CRÍTICA DE DANZA

'Sueños. La ruta de la seda'
Compañía: Lanzhou Songs & Dance Theatre Gansu
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 3 de marzo 2007

El arte al servicio de los sentidos, con la vista sentada en el palco y tratada con el mayor de los respetos. Los ojos son los dueños del marchamo de sensaciones que despierta 'Sueños. La ruta de la seda', el triunfo de la estética sobre el contenido. Lo que sirve este espectáculo en bandeja deslizante es una magnífica pieza trabajada con ardor desde la épica. Con una banda sonora poderosa y de tintes cinematográficos, coreografías extremadamente físicas y acrobáticas y una historia de amor de fondo, de esas que traspasan sin problemas la frontera que la vida tiene pactada con la muerte. Hasta lo contado, ni una novedad al respecto, sin que la caracterización oriental suponga un aliciente singular y extraordinario, un defecto.
Lo que diferencia a 'Sueños' de otros compañeros de especialidad es la colosal envergadura del proyecto, la riqueza cromática del vestuario y la búsqueda incesante del tono épico. Y a bandazos, esporádicamente, el talento de las dos cabezas que metabolizan la epopeya romántica, un pintor y la hija de un general, plebeyo y real, dos bailarines que amontonan en sus intervenciones individuales y en pareja el escaso peso artístico del montaje. El resto de la función está diseñado únicamente para encandilar a la vista, para entrar por los ojos y emocionar por los oídos. La música, en ese sentido, funciona desde una doble perspectiva. Alcanza inusuales cotas de belleza lírica, pero ve limitida su capacidad de transmisión al sonar en un falso directo. La presencia de la orquesta en vivo hubiese supuesto un extra en credibilidad que en Guadalajara no se pudo disfrutar.
Comprobadas las virtudes y limitaciones del proyecto, se puede afirmar que 'Sueños' se encuentra un peldaño inferior a montajes de características semejantes como 'Cabaret', visto recientemente en el Teatro Buero Vallejo. La inexpresividad de algunos decorados es un punto en contra, como la simplicidad, rozando el infantilismo, de ese cúmulo de leyendas que trenzan el argumento. Al espectador se le da todo mascado, derivando en una función cómoda y asequible. Aquí hay que realizar un apunte curioso. Poco antes de empezar el cuarto y último acto, mientras la pareja de enamorados disfruta de la felicidad del reencuentro, la megafonía explica qué les va a suceder, un final trágico que no concuerda con lo que se observa en ese preciso instante. No hay por lo tanto tensión ni épica en ese desenlace subrayado por una enfática, pesada más bien, composición musical. Suele ser lo habitual, pero para los más avezados y seguidores del género, no dejará de ser una circunstancia cargante que desborda inseguridad.
En lo que no hay lugar a la incertidumbre es en el apartado visual. Espontáneos e indisciplinados bailes corales y, fundamentalmente, un vestuario cargado de imaginación y multicromático, disparan el efecto de 'Sueños. La ruta de la seda' sobre el patio de butacas. Lo que produce tal cúmulo de ingredientes icónicos, acompañados por una banda sonora a la que se podría definir como una combinación entre 'Braveheart', 'Titanic' y 'Carros de fuego', es un embelesamiento general en las gradas. El público premió ese esfuerzo por el detalle visual exprimido al máximo con una de las ovaciones más largas que se recuerdan en los últimos meses. Para los ojos y para el gusto de todos, o casi, sirven espectáculos como 'Sueños'.