viernes, 16 de marzo de 2007

MANOLO ESCOBAR. Superávit de memoria

CONCIERTO

Manolo Escobar
Espectáculo: 'De Manolo a Escobar'
Intérpretes: Manolo Escobar, Guillermo Martín (piano) y Marc Rosich (maestro de ceremonias)
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 16 de marzo de 2007

Rompiendo los códigos que estructuran el marco temporal, un concierto de Manolo Escobar se configura en la actualidad como un regreso al pasado, como introducirse en una máquina del tiempo. Canciones pretéritas, loas a valores que ahora andan ensombrecidos y frases y gestos casi de rango marcial. Ayuda a pintar el singular cuadro el sosegado comportamiento de un público veterano, poco dado a éxtasis emocionales que precisen de un derroche de energía. Lo que resulta de esta acumulación de detalles es una velada de otra época, con sus correspondientes virtudes y defectos. Con un artista, corazón de la noche, con tanto carisma, no hay objeción, como dificultades para transmitir algún tipo de sentimiento. Hay que escarbar demasiado adentro, abusar de memoria, para poder corresponder a lo que ofrece 'De Manolo a Escobar', ese espectáculo en el que el almeriense se autohomenajea. Un ejercicio musical disfrazado de una dramaturgia biográfica, que lejos de ser eficaz, ralentiza y resta espontaneidad a la velada. Es un intento loable, aunque fallido, por modernizar una gala que, eso sí, funciona con la precisión de un reloj suizo para cumplir con la demanda básica del entusiasta seguidor del músico.
'De Manolo a Escobar' se divide en dos capítulos. El primero se centra en Manolo, la persona, los inicios. El siguiente mira al artista. Un maestro de ceremonias de omnipresente verborrea conduce cada acto. Manolo Escobar apenas interviene si no es para cantar. La tanda inicial de composiciones fue fría en las tablas y en el graderío. Incomodaron en exceso al protagonista unos irritantes problemas acústicos. Ni con 'El porompompero' ni con los homenajes a su madre, hija y esposa, se sacudió el nerviosismo. Sí se estabilizó tras el oportuno parón, más centrado y por fin coordinado con sus músicos y graderío. 'La minifalda' sonó precisa y Escobar llamó a filas con 'Moderno pero español' y 'Mujeres de vino'. Llegando al espinoso tema de la patria ("con ella no se juega", espetó a modo introductorio), interpretó uno de sus clásicos, 'Y viva España'. Lejos de lo presumible, nadie se exaltó. El fervor para las manifestaciones. Y así, gélida, siguió la función, cerrando repertorio con 'Mi carro'. Una velada sincera y emotiva, aunque inevitablemente anticuada.

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