viernes, 29 de diciembre de 2006

'THE HOLIDAY'. Empacho de cursilería (*)

CRÍTICA DE CINE

Viene precedida Nancy Meyers de cierto prestigio en el campo de la comedia, luciendo fundamentalmente un artefacto robusto en su filmografía, la sobrevalorada 'En qué piensan las mujeres'. Lista como pocas, Meyers es de esas cineastas hábiles que hacen coincidir sus productos con las fechas navideñas, tan propicias a la exaltación del amor, el cariño mutuo y la amistad. 'The holiday' es básicamente eso. Una historia bobalicona que rebosa cursileria, empalagosa sin límites y peligrosamente irreal al manipular de forma escandalosa buscando un rendimiento comercial al significado del amor. Con esos ingredientes y con un cuarteto de actores de relativo prestigio, caras conocidas para el gran público, se ha fabricado una más de esas estúpidas comedias estadounidensenses que banalizan con pulcritud las relaciones humanas. El estropicio de Meyers es de tal alcance que, además de pasar por encima de una patética Cameron Diaz, se carga de un plumazo la fama de actor flemático de Jude Law. Los dos protagonizan, es un decir, una de las historias de amor con menos química que se recuerde en los últimos tiempos. A salvar, únicamente, la banda sonora del infalible Hans Zimmer y los escenarios londinenses, pura Navidad con sus copos de nieve y todo. El resto es un artificio amoroso vacío y estéril, una colección de tópicos y lugares comunes que sólo conducen al sonrojo.

jueves, 28 de diciembre de 2006

'EL FLORIDO PENSIL'. Lo previsible

CRÍTICA DE TEATRO

'El florido pensil'
Autor: Andrés Sopeña
Adaptación: Tanttaka Teatroa
Compañía: Tanttaka Teatroa
Dirección: Fernando Bernués, Mireia Gabilondo
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 28 de diciembre 2006

El tema del franquismo en el mundo del espectáculo continúa siendo previsible. La violencia de los métodos, la estupidez de algunas materias, la intoxicación ideológica... Todo criticado a través de la ironía y de forma demasiado similar a la que suele utilizarse. En ese aspecto, 'El florido pensil' aporta poco. Es al mundo del teatro lo que 'Titanic' al del cine.
Sí, muy bien hecha, aceptablemente interpretada, pero sin secretos ni descubrimientos sorprendentes. El cóctel diseñado por la compañía vasca Tanttaka Teatroa, el mismo con el que lleva triunfando una larguísima década, peca de previsibilidad. Poco aporta su obra a una cuestión que se ha sobredimensionado en los últimos tiempos.
Cinco actores sobre el escenario, con un Janfri Topera luciendo a sus anchas en su registro favorito. Un decorado más atmosférico que práctico. Un ritmo ágil en el que las bromas se persiguen. Mucha mueca, un poco de texto y algo de nostalgia. Quienes vivieron aquella época –más de una persona en un Buero Vallejo que agotó entradas– disfrutaron al poder recordarla con una sonrisa en los labios. Para los más jóvenes, allí estaban las virtudes que posee toda caricatura. Interpretaciones rozando el exceso, sketches rápidos, perfilados con rigor y concebidos con inteligencia. Un ejercicio de memoria, en definitiva, bienintencionado y lineal; trabajado con solvencia y fiable, tan capaz de llenar el teatro de carcajadas como de evitar un reflexión que, en el fondo, nadie había solicitado.
Compuesta a base de piezas breves, 'El florido pensil' se desarrolla con fluidez, llenando las tablas de lugares comunes, una colección de tópicos sobre la educación franquista que, a fuerza de rozar lo grotesco, consiguen un extra de verosimilitud. Para el recuerdo, escenas realmente conseguidas como la visita al centro escolar del inspector de la Falange y la del profesor de gimnasia andaluz y fascista. Memorables.

martes, 26 de diciembre de 2006

'FICCIÓN'. La dureza de sentir' (*****)

CRÍTICA DE CINE

Obsesionado por un cine de fuertes componentes sentimentales, Cesc Gay es el prototipo de director con un universo propio. Con una fuerte personalidad, una apuesta sobre seguro a la hora de tratar temas como los que ocupan esta compleja 'Ficción'.
Emociones contenidas, la dificultad de expresar lo que se siente, el miedo a perder lo conseguido, la soledad y la barrera ficticia que hay que cruzar cuando se superan las cuatro décadas de vida son temas que maneja con maestría Cesc Gay, que ha cambiado la urbe ('En la ciudad') por el campo en una película lenta y que se edifica alrededor de la inmensa capacidad interpretativa de Eduard Fernández, que borda un personaje con dificultades para expresarse, el de un cineasta que viaja a los Pirineos buscando inspiración para su próximo guión. Lo que encuentra allí le trastoca tanto que le deja casi sin capacidad de diálogo. Detallista y racional, 'Ficción' es una película con una carga emocional hiperbólica, sin alteraciones de ritmo, apta para disfrutar de unas interpretaciones magistrales. Una lección de cine de amor no consumado que funciona más allá de la inexistencia de una trama. El regalo de un cineasta fiable, al que sólo se le puede exigir –talento para pulir personajes y colocar la cámara le sobra– un cambio de género, aunque sea efímero, para verificar definitivamente su valía. Ahí podría estar su reto.

'YO SOY LA JUANI'. De consumo masivo (**)

CRÍTICA DE CINE

Entre coches 'tuneados', sexo de extrarradio, jerga chulesca, sueños rotos y rap a todo volumen transcurre la aproximación realizada por Bigas Lunas a esa sociedad al auge que dibujan las nuevas generaciones de jóvenes. Un universo que podía resultar sugerente cinematográficamente y que en manos del veterano cineasta ha terminado convertido en una parodia caricaturesca puesta al servicio de recaudar la máxima cantidad de dinero. Si no fuese así, no se entiende esa apuesta descarada por dotar al contenido de la película de una ración fuerte de moralina, ni de regalar una notable cantidad de planos a ese personaje de nula veracidad pero de total rentabilidad comercial que interpreta Dani Martín, ídolo de las hordas adolescentes y líder de El Canto del Loco.
A un ritmo vertiginoso se consume la primera mitad de 'Yo soy la Juani', que incluye en el lote alguna de las escenas y diálogos más sonrojantes que se hayan podido contemplar en la gran pantalla en los últimos tiempos. Si lo que ha pretendido Bigas Luna, por otra parte un director al que todo apunta que se le ha agotado el discurso, es imprimir veracidad, un documental hubiese sido una opción más recomendable. O un guión pasado por el tamiz de los habitantes de ese extrarradio a los que tan tenazmente busca reflejar. Pero nada. La Juani, la Vane, el Jonah, por poner a los tres ejes de la película, quieren ser actores famosos, liarse con futbolistas casados (a poder ser llamados Raúl) y gastarse su sueldo y el de los demás en incorporar un poco más de chatarra de lujo al deportivo de turno.
Estereotipos al cubo, vitrina de clichés, con un Bigas Luna que no duda en justificar cada una de las acciones de sus personajes. La Juani, por ejemplo, es fruto de una familia desestructurada, con un padre alcohólico y en el paro y una madre frustrada por no haber alcanzado sus sueños. Un paisaje que sólo puede conducir al ‘tuneado’ y a una narración llena de altibajos, alucinógena a ratos (esos sueños provocan dolor a la vista) y sujetada, con firmeza pese algún tropezón, por la debutante Verónica Echegui. La historia de esa Juani, que podría ser espejo de miles de jóvenes, y no sólo deslenguadas y atrevidas, levanta el vuelo una vez llega a Madrid. En la capital Luna se maneja con mayor pericia, enlazando escenas que elevan el tono medio del largometraje, como el periplo de la protagonista por una escuela de teatro. En cualquier caso, el epílogo vuelve a cerrar el círculo de una película que no funciona ni como diversión ni como retrato sociológico.

lunes, 25 de diciembre de 2006

'EL CAMINO DE LOS INGLESES'. Con valentía (***)

CRÍTICA DE CINE

Extasiado se sale del cine después de haber contemplado durante dos horas el fascinante ejercicio de artesanía visual que regala Antonio Banderas. Hay en el intérprete de 'El Zorro' un cineasta con sensibilidad y provisto de una marcada vena poética. Un hombre con la suficiente inteligencia como para mirar atrás, llegar hasta la juventud, y divisar desde la distancia y la nostalgia esa línea que le separó de llevar una vida común en su Málaga natal a triunfar en la meca del dinero y la fama, Hollywood.
'El camino de los ingleses', efervescentemente metafórica, habla de eso y más. Del tránsito tanto hormonal como espiritual que se experimenta en el paso de la juventud a la madurez. De ese camino plagado de baches que es la vida. El hecho de apostar por un cine cercano a lo experimental y onírico, a lo Terrence Malick en 'La delgada línea roja', ahuyentará a muchos espectadores, pero reconfortará a un sector claramente más minoritario. Película exigente y de digestión lenta, 'El camino de los ingleses' responde a una necesidad personal de su creador. Nada condescendiente con el público ni con el lector de la novela de Antonio Soler, el segundo trabajo en la dirección de Banderas le posiciona como un director valiente y con una mirada fuera de lo común. Para el recuerdo, por si fuera poco, un Raúl Arévalo fabuloso encarnando a Babirusa, un personaje con mil matices, y un imponente epílogo a ritmo de jazz.

viernes, 22 de diciembre de 2006

'SCOOP'. Clase maestra (***)

CRÍTICA DE CINE

¿Un Woody Allen menor el de 'Scoop'? Para nada. Es una continuación desde un plano bastante más generoso de la deslumbrante 'Match Point'. Otra vez Scarlett Johansson, otra vez un ácido retrato de la clase alta, otra vez un asesinato y otra vez Londres. Muchas coincidencias y una novedad que aparece para dar un vuelco contundente al desarrollo de la historia, fábula de grandísimo epílogo en este caso.
Es la presencia de Woody Allen dentro del reparto la que de inmediato reporta una infusión de comicidad a una película que, no sorprende, goza de un guión fabuloso. Aporta el neoyorquino el punto de desquicie oportuno dentro de una historia inverosímil, ofreciendo una variada galería de tics que, por conocidos, sobra definir. Para lo bueno y lo malo, el Allen actor en 'Scoop' alcanza un protagonismo extraordinario.
Allen, con los mismos resortes que usó en 'Misterioso asesinato en Manhattan', fabrica una trama que transita por derroteros parecidos. Es un divertimento puro y duro, inteligente y que derrocha ironía y unas cuantas cucharadas de mala leche, nada de una obra menor o una película de transición. Si en 'Misterioso asesinato en Manhattan', largometraje que le permitió salir de un largo bache anímico, servía de contrapunto a la atrevida Diane Keaton, en 'Scoop' interpreta a un mago, también escéptico, que acompaña como fiel progenitor a una Scarlett Johansson que cambia la figura de mujer fatal por la de chica ligera de cascos. Aquel que conozca superficialmente el periodismo, en sus más distintos campos, podrá percibir que este personaje, extraña mezcla entre perversa 'trepa' e ingenua más inteligente de lo que trata de aparentar, es una raza común en la profesión. La ambición desmesurada y la búsqueda del reconocimiento social, esas dos joyas que Allen traslada desde 'Match Point' a 'Scoop'.
Dejando traslucir mensajes con segundas, como esa búsqueda de la exclusiva en la que el fin justifica los medios, 'Scoop' es el regreso del mejor Woody Allen al campo de las comedias dramáticas, después de las decepciones cobradas con 'Melinda y Melinda' y 'Todo lo demás'. Una buena noticia para un género que domina y en el que ha vuelto a impartir, con toda la sencillez posible, una obra maestra.


sábado, 2 de diciembre de 2006

'ILDEBRANDO BIRIBÓ O UN SOPLO AL ALMA'. Cajones llenos de teatro

CRÍTICA DE TEATRO

'Ildebrando Biribó o un soplo al alma'
Autor: Emmanuel Vacca
Compañía: El Gato Negro
Dirección: Iñaki Rikarte
Actor: Alberto Castrillo
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 1 de diciembre de 2006

Puntualmente, los montajes pequeños se encuentran escondidos, eclipsados por el despliegue de medios de las grandes producciones. Sin embargo, muchos de ellos ofrecen una buena dosis de teatro puro, despojado de artificios inservibles y grandilocuencias visuales. Ése es el caso de 'Ildebrando Biribó o un soplo al alma', el espectáculo que pasó el pasado fin de semana por las tablas del Corral de Comedias.
La compañía El Gato Negro rescata una de esas desaparecidas figuras que desprenden el entrañable encanto ligado a los eternos perdedores. El apuntador de la primera representación mundial de 'Cyrano de Bergerac', unido a uno de esos finales poéticamente trágicos, se convierte en el protagonista absoluto de un montaje cálido y minimalista, un privilegio reservado a un escaso número de afortunados espectadores.
Alberto Castrillo-Ferrer es encargado de llenar el escenario durante los noventa minutos de representación. Su labor en esta ‘Ildebrando Biribó’ no es fácil, pero roza la perfección. Interpreta a una treintena de personajes a través de los cuales se enfrenta a la comedia, el drama, la inocencia, la ingenuidad, la prepotencia o el histrionismo. Un collage de figuras escénicas que fluyen de manera natural, acompañadas de la expresividad que caracteriza a un actor curtido en el ámbito del teatro gestual.
Para crear una puesta en escena correctamente austera basta un 'secretaire' lleno de magia que se transforma en toda suerte de escenarios imaginables. El mueble, plagado de multitud de cajones capaces de ofrecer infinitas posibilidades, se convierte en una ventana al mundo del teatro, a ese universo paralelo en el que es posible olvidarse de los problemas y vivir nuevas historias.
‘Ildebrando Biribó’ es un ejemplo de honestidad, dedicación y saber hacer. Una pequeña pieza capaz de entretener y provocar una sonrisa sincera. Uno de esos regalos escénicos con los que no es fácil toparse.

(MM)

viernes, 1 de diciembre de 2006

'FIN DE PARTIDA'. Al vacío

CRÍTICA DE TEATRO

'Fin de partida'
Autor: Samuel Beckett
Compañía: Teatro de Temple
Dramaturgia: Alfonso Plou y Carlos Martín
Dirección: Carlos Martín
Reparto: Ricardo Joven y José L. Esteban
Escenario: Teatro Moderno (Guadalajara), 1 de diciembre 2006

Valga 'Fin de partida' como solitario homenaje tributado en Guadalajara, que tanto presume de privilegiar al teatro, a ese dramaturgo de textos atemporales y complejísimos llamado Samuel Beckett. Sí, porque al igual que el año pasado la temporada cultural festejó hasta la extenuación a Cervantes, en la actual, a punto de finalizar, nada se ha sabido, al menos por aquí, del centenario del nacimiento del irlandés. Nota de pesimismo, casi tanto como el que destila el 'Fin de partida' fabricado por Teatro del Temple, compañía de primera categoria especialista en etiquetar montajes de mucha sutilidad, como ya demostrara en la capital alcarreña no hace mucho con 'Buñuel', 'Lorca', 'Dalí'.
Este 'Fin de partida' es, decididamente, apto casi en exclusiva para seguidores y puristas del teatro de Beckett. Nada complaciente con el espectador, una pieza dura y exigente, de obligado esfuerzo mental. Hasta la apuesta por una escenografía futurista, con ecos a una resaca postnuclear y visualmente –el epílogo– rozando lo cinematográfico, contribuye a elevar esa sensación. Coquetea la obra, en ese sentido, con lo experimental. Una pantalla audiovisual alimenta a rafágas al espectador. Le regala dosis extra de la información. Beckett, jamás lo hubiera imaginado.
Los dos protagonistas de la obra, Hamm y Clov, supervivientes de un holocausto que ha exterminado al resto de la raza, tienen nombre propio, pero es una singularidad sin significado. Es el hombre, su análisis introspectivo, analítico el protagonista absoluto, sin etiquetas que valgan. No hay historia porque nada pasa. El tiempo no existe –un reloj de cuerda anima la idea– y ese humor sarcástico tan característico de Beckett casi no aparece, no se ve, diluido por la asfixia que provoca la composición del decorado . Los discursos están vacios. Se habla, pero es imposible comprender algo. La metáfora sobre el sentido de la existencia del ser humano sobrevuela por el escenario como una rapaz ávida de víctimas.
El mérito de una adaptación tan poco complaciente y certera se debe en gran medida a la dirección. La labor ajustadísima de Carlos Martín se hace notar sobre el escenario. Se siente, aunque no se palpa. Encima de las tablas, José L. Esteban y Ricardo Joven realizan un buen trabajo. Contenido y eficaz el primero. Más visceral, el papel lo requiere, el líder de la pareja. El resultado final es un vacío extremo, tanto por el poso que deja, como por lo visto en el escenario, que opta por la desnudez textual y emocional. Si ese era el objetivo, conseguido con creces.