sábado, 24 de noviembre de 2007

'GRIS MATE'. Lluvia que no llega

CRÍTICA DE TEATRO

'Gris Mate'
Autor: Iñaki Rikarte
Dirección: Charo Amador
Compañía: Katu Beltz
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 23 de noviembre de 2007

Refrescantes aires ‘beckettianos’ de escala moderadamente optimista procedentes de un frente surrealista levantan del suelo la extracircular diana que focaliza la acción de ‘Gris mate’. Un paso firme y relleno de guiños histórico-teatrales de consumo propio el andado por ese talento de explosión precoz llamado Iñaki Rikarte, que en esta fábula desoladora con líricos trallazos humorísticos añade a la sutil rúbrica del texto la interpretación propia del artista de fuertes convicciones y calculados referentes. Llamado a sobresalir en el famélico escaparate de jóvenes autores, Rikarte ha cedido la dirección, labor que ya afrontara con la magnífica ‘Ildebrando Biribó’, otro cántico a los fracasados que no ocupan espacio en los libros de texto, a una Charo Amador más curtida en envites de medio alcance como se consolida esta propuesta. Las miras mayores se esperan para el futuro, que para una compañía como El Gato Negro de antes y la Katu Beltz de la actualidad se antoja, si los presagios no desafían a las certezas ya expuestas, despejado y con escasas nubes.

Grisácea fábula, como evidencia el sugerente título, de tres personas que vagabundean por la vida a la espera de que nada suceda, en este montaje de ida y vuelta hay texturas especialmente significativas en parcelas como el inteligente libreto y la ambientación. Más finas, con riesgo de deshilacharse, se manejan ya con el trío de intérpretes compartiendo tablas. La obra ahí se apelmaza en exceso, como ese pelo que combate el estrambótico peluquero ‘molièresco’ que compone Alberto Castrillo-Ferrer, el antaño excelso ‘apuntador de Bergerac’. Su silenciosa irrupción, luego un estruendo debido al huracán verbal que se desata desde sus diálogos, desequilibra el ritmo cadencioso que llevaba hasta ese instante la función. La ruptura es notoria, hasta en el tono de los acontecimientos. Más metafórico e hipnótico ese primer tramo, forzando hasta la extenuación la ilógica la siguiente, con sucesiones de réplicas inconexas y carentes de argumentos, regla básica cumplida, que llevan la acción a un terreno indefinido. Recuperados en la recta final los perfiles nítidamente delimitados desde las presentaciones –extraordinario el de ese antihéroe frustrado de antepasados helénicos que vuelca su rencor en las alturas, con ‘A’ mayúscula-, ‘Gris mate’ pinta con diligencia el trazo que faltaba por cerrar en esa sórdida diana por la que se arrastra el trío de desubicados sociales.

Exigente y con un punto de ambición bien calculada, sabe esquivar –no sin dificultades en ocasiones- el tedio que podía derivar de una fórmula hermanada con el surrealismo ilógico y con poco que rascar –aparentemente- en su superficie, para contraatacar y dejar una certeza por encima de las restantes. Con autores del talante y entusiasmo de Rikarte, el panorama de jóvenes creadores teatrales engordará unos cuantos kilos de saludable calidad. Con ‘Gris mate’, trasunto meteorológico de carácter estable sin amenaza de tormenta, ya lo ha logrado.

martes, 20 de noviembre de 2007

ALCINE37. Balance

Festival de Cine de Alcalá de Henares / Comunidad de Madrid

El sorpresivo viraje fantástico que experimentó ALCINE en la pasada edición con el triunfo del alienígena ‘For(r)est in the des(s)ert’ no ha gozado de continuidad. La trigesimoséptima edición del Festival de Cine de Alcalá de Henares / Comunidad de Madrid, la plataforma cortometrajística más relevante a nivel nacional, pisó terreno conocido. No se dejó adular por géneros de corte experimental y poco frecuentados en la industria actual. El palmarés encumbró a Daniel Sánchez Arévalo y su ‘Traumalogía’, tragicomedia de porte esperpéntico que airea las miserias de una célula familiar con una boda como resorte. Decimotercer cortometraje del director que deslumbrara con ‘AzulOscuroCasiNegro’, capturó cuatro trofeos regalo del jurado. Primer Premio, favorito del público, montaje y mejor interpretación. Poco que objetar al cuarteto, si acaso subrayar la ratificación vía trofeo de la categoría de ese joven actor, ya una realidad, de agitadísima filmografía los dos últimos años que es Raúl Arévalo. Sánchez Arevalo –no hay parentesco- le otorgó un rol, papel estrambótico de veinteañero sacudido por la realidad, que domina a la perfección, como ya demostrara en ‘El camino de los ingleses’ con el memorable Babirusa. Un puzzle colectivo de tragedias cruzadas con aroma a González Iñárritu (‘Diente por ojo’) y un simpático y humilde relato sobre la soledad y la amistad que va diluyéndoe ante la falta de ideas (‘Padam…’) ocuparon los restantes peldaños del podio del Certamen Nacional, la perla que más reluce en la frondosa programación de ALCINE.

Del resto de proyectos a concurso, de irregular nivel medio y sin caer en la reiteración en el tratamiento de temáticas sociales, abundantes los últimos años, sobresalió la inteligencia de ‘Eres’, de Vicente Villanueva, el sólido pulso narrativo de David Valero en ‘Niños que nunca existieron’ y ‘La parabólica’, metáfora sobre la incomunicación rodada en Matarrubia, provincia de Guadalajara, con un sonido exquisito y una interpretación, la de Martín Mújica, sobresaliente.

La otra novedad relevante de ALCINE37 llegó de la mano del Certamen Europeo, que debutó como sección a concurso. Expuso 38 cortometrajes de filmografías en muchos casos desconocidas, con una amplia remesa nórdica. Primeras zancadas de un capítulo llamado a expandirse en ediciones futuras y por el que la organización apostará con firmeza.
La tercera sección competitiva, Pantalla Abierta a los Nuevos Realizadores, esquivó la lógica del taquillaje y de la opinión de la crítica. Sorprendentemente, el público de Alcalá guiñó el ojo a una película que apenas se mantuvo un par de semanas en cartelera, coleccionando salas semivacías en virtud de una floja distribución y una promoción inexistente. ‘Amor en defensa propia’, dramón con acento argentino que supuso el debut en el pedregoso camino del largometraje de Rafa Russo, gustó por encima de la favorita a priori, ‘Bajo las estrellas’, y de ‘Concursante’, el trabajo más arriesgado y fuera de onda del sexteto que competía. De vació se marchó la ópera prima de Rodrigo Cortés, en un año en el que ALCINE enseñó en el palmarés final su vena más conservadora.

Lo mejor: La dedicatoria a Irlanda, la diversidad temática del Certamen Nacional, el (medio) estreno de 'Casual Day', 'La parabólica' de Xavi Sala y los dos boletines informativos

Lo peor: Los molestísimos problemas de sonido en las tres primeras sesiones del Certamen Nacional, un quinteto de cortometrajes que no alcanzaban la talla para competir en Alcalá y los balbuceos, tímidos todavía, del Certamen Internacional, apuesta a largo plazo

martes, 6 de noviembre de 2007

TENORIO MENDOCINO. El Tenorio, con el dorsal 16

XVI Tenorio Mendocino
Escenario: Calles de Guadalajara. Viernes 2 de noviembre de 2007

Al disciplinado concejal de Cultura de una localidad fronteriza con Guadalajara le iban cayendo a chorros las preguntas sobre la representación del Don Juan. Le buscaban las cosquillas los plumillas de turno, incansables en el afán de hallar una duda, un titubeo, una renuncia. Capeaba el temporal sin dificultades hasta que sonó la campana de forma inesperada, con un planteamiento abordado desde la simpleza para el que no tuvo respuesta. “¿Por qué se hace el Don Juan aquí?”. Con las grabadoras expectantes y la tinta de los bolígrafos pidiendo paso, se quedó en blanco. Si la escena se hubiese planteado en Guadalajara, podría haberse recurrido a un amplio surtido de respuestas priorizando uno de los postulados de ‘La navaja de Occam’, teoría filosófica ideada por un franciscano inglés: ante un posible dilema, la explicación más sencilla es la más probable.

De primeras, un “¿y por qué no?” resulta irrebatible. Si no fuera suficiente, bastaría con darse una vuelta por ese territorio que todavía conserva la esencia de siglos pasados, el que embellece el minicentro de la ciudad. Si el Tenorio, todavía en edad adolescente, goza de la aceptación popular se lo debe en gran medida a esa ruta, a su carácter amateur, porque los errores, por entrañables, se perdonan con facilidad, a esos papeles que ya sobrepasan a la persona que los representa, a la ausencia de trucos dramatúrgicos, una apuesta por una narración a la vieja usanza.

Hay datos, ampliando miras, que son reveladores. El Tenorio Mendocino luce ya el número 16 en la zamarra, el dorsal con el que Pau Gasol conquistó las Américas. Marchó hacia el país de las barras y las estrellas con timidez, como el callado estudiante de matrícula que conquista una beca por expediente. Así, sin demasiadas estridencias, se abrió camino el Tenorio guadalajareño hace dieciséis años, de una vorágine de conversaciones en una cena entre amigos, de un duelo de versos y espadas invisibles, de una asamblea de capas parlanchinas. Para crecer, Gasol se atiborró de pesas y otros manjares. Se ganó a pulso el respeto ajeno. El Tenorio, mientras, se ha ido esculpiendo con las manos de orfebres de la cultura alcarreña.

El bastón lo tomó Javier Borobia, que todavía no lo ha soltado. Adheridos casi de por vida, gente como José Antonio Suárez de Puga y Josefina Martínez. Aves de paso, centenares. El Tenorio ha ido amurallándose a lo largo de este tiempo, apropiándose de las virtudes de los protagonistas que le han dado alma. El carisma de José María Sanz Malo, el ímpetu de Julián de la Fuente, el talento de Abigail Tomey, la ilusión del novel Fele Martínez, el trabajo, bien o mal entendido, del infatigable Fernando Romo, la labor anónima de centenares de jóvenes y adultos o el empuje de una última hornada que pide el relevo y pisa fuerte, a veces demasiado. En ese grado de trabajo colectivo, en esa suma que menosprecia a la resta, en ese aroma hogareño y en esa estabilidad dramatúrgica que esquiva el factor sorpresa y que tanto beneficia al poco frecuentador de plateas, hay que encontrar las respuestas al motivo por el que Guadalajara tiene su propio Tenorio, todavía barbilampiño y al que se puede aventurar un próspero futuro si el ánimo que lo sustenta no decae.

La decimosexta edición del Tenorio Mendocino en su edición de viernes contó con el beneplácito del tiempo, lo que repercutió en el satisfactorio balance final. El texto de José Zorrilla se respetó, como es habitual en Gentes de Guadalajara, sin demasiados sobresaltos. Esa ausencia de riesgos se traduce en un desarrollo lineal, lo que, al contrario de lo que suele expresar la norma, es ya un sello de identidad del Tenorio Mendocino. Seguido con fidelidad a lo largo de la noche y madrugada, le faltó un punto de emoción, algo especialmente visible en alguno de los actos. El traslado del interior del Palacio del Infantado a los jardines del mismo recinto enfrió en exceso el resultado de la escena del sofá, de irregular resolución. Las aglomeraciones que se olvidaron en el añorado Tenorio Romántico, el gran acierto de los últimos años, incomodaron en exceso en determinados tramos. Menos problemas que en anteriores ediciones causó el sonido. Sobre todo si se compara con el caos del año pasado, un Tenorio prácticamente ‘a capella’ que desquició a más de uno de sus responsables. Hubo micrófonos juguetones, como el de Doña Brígida, que al primer grito paternal de los técnicos de sonido aplacaron su espíritu burlón. Fallos típicos que cubren al Tenorio con ese caparazón de sonrisas que le acercan al espectador.

El que repite cada 365 días se sorprendió de ver a José Antonio Suárez de Puga convertido en escultor. Tres lustros después, el literato cambió de disfraz, en lo que se vislumbra un relevo generacional a petición propia. Una metamorfosis encubierta, porque siguen siendo los veteranos los que añaden ese plus de intensidad al conjunto, como bien recordaba el que tantos años hiciese una obra maestra de Butarelli, entrañable alcarreño hoy entre el público. Uno ya no sabe qué límite separa al Comendador de Javier Borobia. Actor y papel confeccionados a medida, trabajos realizados desde un profundo respeto al texto pergeñado por José Zorrilla. Gente que se alista en el Tenorio con un compromiso que se sale del individual, alejada de la autorreivindicación egocéntrica, esa actitud tan habitual en círculos escénicos, sean profesionales o aficionados.

La plácida primera noche del Tenorio Mendocino 2007, puestos a imaginar en clave NBA con el 16 ‘gasoliano’ y con el verde esperanza céltico que ansía reverdecer viejos laureles en la camiseta, salió adelante sin que se registrasen sobresaltos noticiables. Para una crítica certera y sin metáforas, basta escuchar a esos incondicionales que fielmente lo siguen, sin faltar a la cita anual, hasta el epílogo en el cementerio. Es la opinión más fiable, la del especialista, no la del mensajero cansado de despegar flechas de un escudo que ya no aguanta más envites. A escucharles y a dejarse aconsejar, que no viene mal de cuando en cuando.

jueves, 1 de noviembre de 2007

'LAS 13 ROSAS'. Duelo de posiciones (***)

CRÍTICA DE CINE

Con la que está cayendo, con un debate político de exasperante duración y sospechado desenlace, con las televisiones habitadas por tertulianos poseídos por la ira, con libros colmados de premios que claman al cielo por la ausencia de rigor, va Martínez-Lázaro y abandona las estrecheces de la juguetona cama que tan buenos dividendos económicos le ha proporcionado para adentrarse en el proceloso cosmos de la Guerra Civil. Tomando posición, aunque no se pretenda a cara abierta, desde la misma elección de la historia, durísimo drama que tratado por el cineasta va estrechando miras y ambiciones hasta acabar centrado en la faceta lacrimógena y discursiva.
Con una postura de inicio que llevará al cabreo al bando de la cerrazón cerebral, de ideología indescifrable, el gran problema de ‘Las 13 rosas' radica en la indefinición en la que está sumido su desarrollo. Entre una puesta en escena primorosa y la tibia profundización de cada uno de los personajes, las nobles intenciones originales terminan diluidas. Hay que quedarse, cinematográficamente hablando, con lo primero. No se han escatimado detalles a la hora de darse un garbeo por esa España triste y oscura de la posguerra.

Del perfil psicológico de las inocentes jovencitas, poco que rascar fuera de esa incesante búsqueda del tono hiperdrámatico, que destroza el techo en los cinco minutos finales. Sí constatará la revisión histórica de Martínez-Lázaro que hay material detrás de una buena actriz como Verónica Sánchez y que otras de mayor renombre, desconocidos los motivos, naufragan al abanderar un estilo sometido al exceso.

Las 13 rosas' no reabrirá cicatrices, porque no lo pretendía. El tema por sí mismo no admite matices. Lo que tampoco conseguirá es hinchar la vena de la emoción. Y eso sí que lo buscaba con empeño. La dosificada alternancia entre destellos felices -esos ratones traviesos chirrían- y desoladores no deja de ser la misma trampa reiterativa por la que se despeñan tragedias basadas en la realidad. Está bien que se recurra a ellas y no se olviden, pero mejor sería que no se pensara exclusivamente en la caja o en el qué dirán en medio de una agitación social conocida de antemano.