domingo, 9 de septiembre de 2012

'MANOLETE'. Maldita, mutilada y mediocre


CRÍTICA DE CINE

'Manolete' (Menno Meyjes. España, 2006)

El sustraerse de la oleada de comentarios previos suscitada por 'Manolete' antes de su visionado es directamente imposible. Revolotea en todo momento ese estatus de producción maldita alcanzado tras los casi seis años que pasó en el congelador a la espera de ser estrenada. 'Manolete' reunía desde aquel 2006 los condicionantes precisos para alcanzar esa categoría. El rodaje se hizo casi en absoluto secreto. El hermetismo no impidió que se filtraran las profundas desavenencias entre productor y director, agravadas posteriormente por una serie de denuncias por impagos por parte del equipo y sazonadas por el presunto romance surgido entre los protagonistas, Adrien Brody y Penélope Cruz.

¿Y la película? Quedaba oculta entre el espesor de la polémica, aunque por las grietas asomaba la insensatez de otorgarle el papel principal a Brody, por mucho parecido físico que guardara con el diestro, y de darle las riendas de un filme pretendidamente taurino a un desconocido cineasta holandés. El resultado de este torbellino profesional y emocional deja cicatrices en la película, finalmente no tan nefasta como se ha dado a entender. 'Manolete' es una producción cara y eso se percibe en su buen acabado formal, la exquisitez de la banda sonora y los intrascendentes aunque meritorios detalles que introducen al espectador -menos de lo esperado- dentro de los rituales de la tauromaquia. Si el balance no es superior es por la mutilación sufrida por la película en el proceso de montaje, un trabajo de poda que le quita al guión lo poco de sensatez que tenía. Por culpa del desquiciante montaje no se entiende qué pintan ciertos personajes (Enrique de Ahumada es el mejor ejemplo), hay tramos inexplicables (la visita a Córdoba) y se acelera hasta lo ilógico lo que debería ser el lento y cruel  camino recorrido por Manolete del enamoramiento a los celos obsesivos. El corta y pega provoca un uso abusivo de los 'flash-blacks' que termina por desquiciar más que desconcertar. A todo esto se suma un sonrojante epílogo en el centro médico, mal interpretado, peor rodado y ausente de emoción.

'Manolete' no molesta como habría que esperar, aunque a lo largo de la pasión entre el torero y Lupe Sino afloren tópicos de toda raigambre y se apunte hacia cuestiones morbosas sin razón alguna (el consumo de cocaína por parte del protagonista y la presunta bisexualidad de Lupe). Lo peor de todo es que una vez concluido el filme uno se queda con la sensación de no saber apenas nada nuevo de aquel singular diestro que se ganó un hueco en el corazón de un país en horas bajas y necesitado de ídolos con los que cubrir el vacío existencial al que le abocaba la historia.

lunes, 3 de septiembre de 2012

'POLLO CON CIRUELAS'. Historias de antes


CRÍTICA DE CINE

'Pollo con ciruelas' (Marjane Satrapi, Vincent Paronnaud. Francia, 2011)

La mina de Marjane Satrapi dejó huella con 'Persépolis'. La viñeta se hizo fotograma y la historia de aquella joven con el corazón dividido entre sus raíces iraníes y el exilio europeo conquistó a público, crítica y jurados por su fino equilibrio entre latigazos sociales, situaciones cómicas y amargura. En realidad, 'Persépolis' no descubría nada nuevo. Hacía de la sencillez de su propuesta y de la ingenuidad que desprendía la animación plasmada en pantalla, tan fiel a la novela gráfica, sus mejores bazas. Una vía similar recorre el segundo largometraje de Satrapi, otra vez trabajado a dúo junto al francés Vincent Paronnaud. La escritora recurre a nuevamente a material propio, en esta ocasión una obra de menor alcance que 'Persépolis', más unidimensional y sujeta por un único poste, a veces firme y en otras tan frágil, el amor. Ambas producciones se empiezan a separar desde la puesta en escena, puesto que ahora Satrapi y Parranaud se alejan de la animación -salvo algún chispazo- y prácticamente arrinconan la perspectiva social.

'Pollo con ciruelas' huele a historia de antes, a fábula contada alrededor de una hoguera en una noche estrellada. La película afronta una hiperrealista historia de amor desde la perspectiva más romántica. 'Pollo con ciruelas' grita y defiende una teoría: aunque el desfile de personas por el corazón de una persona sea un trajín, solo existe un gran amor en la vida. Ahí salen las raíces del profundo sentimiento de desolación que quema el interior del violinista de Teherán obligado a alejarse de la mujer -no es casualidad que la autora la llame Irán- a la que tanto y tan fugazmente amó.

Satrapi y Paronnaud envuelven con delicadeza esta hermosa historia de amor que lleva sellado desde el principio la marca de la tragedia. Todo lleva a la melancolía más profunda, la música, los decorados, la irrupción de personajes más propios de películas de Tim Burton, la interpretación y el aire a lo 'Amelie' que carga la atmósfera de esta quebradizo filme, que se ve igual que se escucha, como un susurro, como una leyenda contada al oído.