domingo, 25 de marzo de 2007

'EN LA ARDIENTE OSCURIDAD'. Sumo respeto

CRÍTICA DE TEATRO

‘En la ardiente oscuridad’
Autor: Antonio Buero Vallejo
Dirección: Mariano de Paco
Reparto: Roger Pera, David Alarcón, Olalla Escribano, Victoria Alvás, Jesús de León, Francisco Vidal, Victoria Rodríguez, José Luis Matienzo, Miguel Ángel Jiménez, Juan Ignacio Ceacero, Raquel del Álamo, Esperanza Candela y David Zarzo
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 23 de marzo de 2007
Producción del Patronato de Cultura del Ayuntamiento de Guadalajara

Cualquier dramaturgo con aspiraciones soñaría escribir un texto como ‘En la ardiente oscuridad’, una pieza envidiable que cubre las exigencias de todos los estamentos que componen el paisaje teatral. Lo tiene todo para atrapar: el dibujo de una sociedad febril en su deseo de de no aceptar la realidad impuesta, tensión dramática, personajes con perfiles psicológicos definidos, empaque emocional individualizado, simbolismo existencial y, valioso don, atemporalidad. Precisamente, subrayar este aspecto lleva a un debate que rehuye a la lógica. Es desalentador que hayan transcurrido cinco décadas desde la última vez que una compañía profesional abordase ‘En la ardiente oscuridad’. Pasa con este libreto y se repite, es lo más preocupante, con el resto de la producción bueriana, en la que anidan joyas de equivalente valía. Por eso, fundamentalmente para los más jóvenes, la sensación vivida el pasado viernes fue como la de estar presenciando un milagro. Encontrar las razones que han conducido al ostracismo los textos de Buero, como los de muchos otros compañeros de generación, es una quimera. Para resumir, y es una apuesta, habría que recurrir a la definición de teatro como negocio. Y en ese campo y en los tiempos actuales, la calidad de Buero Vallejo para varios escalones por debajo del rendimiento comercial. El proyecto, en ese sentido, del Patronato de Cultura, supone un elogiable atrevimiento, y más si se pretende alargar la supervivencia del montaje más allá del estreno. La tercera producción del Patronato tras ‘La boda’ y ‘Rutas de alto riesgo’, ambas de carácter casi testimonial en comparación con el reto de Buero, se fió casi en exclusiva en el joven Mariano de Paco. Un reto de vértigo, ante la exigente mirada de los descendientes del dramaturgo, desde el escenario y a pie de teatro. Vistos los resultados, salió airoso del trance con un mandamiento cumplido a rajatabla. Punto por punto, casi coma por coma, su ‘En la ardiente oscuridad’ brinda un respeto reverancial al libreto original del alcarreño. El resultado de esa milimétrica reproducción es óptimo, si de contentar a todos los estamentos se trataba. Por pulir y para el futuro queda el epílogo, la reveladora conversación entre Carlos y doña Pepita, que se hace farragosa y que bordea por duración el tedio, y algunos brotes menos sustanciales de diálogos que alargan la función hasta convertirla en una carga que roza las dos horas. O el tránsito, aquí a una velocidad de vértigo que no se experimenta en la lectura del libro, que Carlos vive tras la revolucionaria llegada de Ignacio.
Donde sí se nota la labor de Mariano de Paco es en el capítulo interpretativo, demostrando que es un magnífico director de actores. Nada nuevo para el dramaturgo, capaz de montar en tiempo record y de la nada ‘La boda’ de Carmen Resino, como se vio hace unos meses en el mismo Teatro Buero Vallejo. La brecha generacional que podría abrirse entre jóvenes y veterano, con métodos en algunos casos tan vistosamente opuestos, es prácticamente imperceptible. Aquí el reparto de papeles entre ambos estratos es equilibrado, con los jóvenes habitantes del centro de invidentes a un nivel excelente. Especialmente uno, Roger Pera, actor con tablas que elaboró una actuación señorial, dotando de vida a Ignacio, esa criatura sublime y real surgida de la escritura y el talento de Buero. Un refrendo al buen trabajo global, acogido con satisfacción entre el abarrotado patio de butacas. La regeneración, los desafíos estéticos, o el mero atrevimiento se dejaron para mejor ocasión. Si el reto era recuperar el espíritu primigenio de Antonio Buero Vallejo, misión sobradamente cumplida, tanto para el Patronato como para el equipo de De Paco, desde la fidelísima adaptación hasta la escenografía y vestuario.
En el debe de la gran noche de Buero, la tibieza con la que pasó por el escenario el monólogo interpretado con pasión por Juan Ribó, incrustado a modo de epílogo y que se sirvió entre el crujir de la madera del patio de butacas, la huida institucional y un murmullo de fondo. Lo normal, actitud poco ejemplar, en un estreno que tuvo como banda sonora alternativo el soniquete de los móviles, alguno tan travieso que se escuchó en un momento culminante.


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