jueves, 27 de diciembre de 2007

'LEJOS DE ELLA'. Renacer desde el olvido (****)

CRÍTICA DE CINE

'Lejos de ella' (Sarah Polley, 2007)

Con un caminar firme y decidido, avanza por terrenos emocionalmente peliagudos el debut en la dirección de Sarah Polley, aquella chica de cintura frágil y larga melena dorada que de discípula de Isabel Coixet pasase a ser asediada por hordas cerebradas de zombies hambrientos de sangre. Las enseñanzas de la mujer de las gafas arcoiris asoman por los resquicios de ‘Lejos de ella’, nostálgica fábula sobre las segundas oportunidades cuyos mimbres salen de un cuentecillo de Alice Munro que encandiló a la actriz canadiense, que ofrece una inesperada lección de madurez en su primera experiencia detrás de las cámaras. ‘Lejos de ella’ se agita a paso lento, como esas simbólicas incursiones en el esquí de fondo de la pareja protagonista. Revela esta historia, agigantada por las interpretaciones de Julie Christie y Gordon Pinsent, un tratamiento delicado sobre las consecuencias que una enfermedad como el Alzheimer genera en una relación de larga duración.

A veces, tocar fondo supone un nuevo punto de partida, justifica una segunda oportunidad que rompe ataduras con el pasado y que permite descubrir sentimientos que permanecían ocultos. En ‘Lejos de ella’, la enfermedad degenerativa que diagnostican a Fiona, todavía a un par de décadas de llegar a la vejez, actúa de mecanismo reparador de las grietas del pasado. Por la pantalla transcurre una historia que se siente como si se susurrara al oído, con secretos por desvelar que se quedan en la intimidad de la pareja y que no se disfruta, sólo se sufre. Porque, qué duda cabe, el sufrimiento ocupa la parcela más frondosa del amor. De ahí el grado de esperanza que deslumbra a Fiona en la nueva etapa que debe afrontar y que, como recompensa a la tenacidad, toca de refilón al apesadumbrado marido que asiste atónico al desmoronamiento de cuarenta años de vida en común.

Así se plantea un trabajo que, de un posible flirteo con las características básicas de un telefilme lacrimógeno de primera hora de la tarde, pasa al coqueteo con el estante de obras maestras, mérito de la seriedad y dulzura con la que está elaborada una propuesta que revela a una cineasta con un tacto poco habitual en el gremio de los debutantes. Cine sencillo, no confundir con simple, y modesto pegado a la realidad, de notable consistencia y con hallazgos tan humildes como extraordinarios. Ahí está para confirmarlo esa hermosa escena que comparte el protagonista con una jovenzuela de vestimenta gótica en un sofá. Un palmetazo en la espalda que se siente como un abrazo enjuagado en lágrimas.

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