miércoles, 2 de enero de 2008

'REC'. Adrenalina al hombro (****)

CRÍTICA DE CINE

'REC' (Jaume Balagueró y Paco Plaza. España, 2007)

Reporteros sedientos de protagonismo copan la parrilla televisiva avanzado el siglo XXI. Al televidente ocasional, no se diga al socio con cuota fija del butacón, ya no le sorprende toparse, en indiferente franja horaria, con escenas del calibre como las que siguen. Una rubia micrófono en mano le planta un morreo consentido a un ‘triunfito’ de la segunda promoción. Andaban juntos con motivo de una presunta entrevista promocional para ensalzar los gorgoritos del segundo que, por supuesto, se pospuso hasta que ese sonrojante calentón en directo se enfrió vía plató. Otra más. Un acercamiento cámara al hombro y micrófono apretado con convicción y consiguiente peregrinaje a la exclusiva con la excusa de una denuncia vecinal. La reportera se introduce en la vivienda de una mujer a la que acusa el grueso de la comunidad de causar molestias acústicas. Como respuesta a un interrogatorio lanzado a bocajarro recibe un variado menú de amenazas e insultos mal vocalizados. Otra mártir de la información a punto de ser apaleada, audiencia por las nubes. A paso ligero en esa dirección avanza el género televisivo del directo, al que le falta culminar la espiral de insensateces con la retransmisión de una muerte en vivo. Por crudo que parezca, es lamentable predecir que, con pocas dudas, reventaría los audímetros.

La exigua distancia que separa en estos momentos a la telerrealidad de alcanzar ese límite es la que dibuja este potentísimo artefacto sociológico de una pulsación que es ‘REC’, hora y cuarto de pesadilla extenuante incrustada en la sección de actualidad del noticiero. El tándem Balagueró-Paco Plaza, que dibujaba una línea definida en el campo del terror como valedor de propuestas introspectivas, se ha desviado del trayecto natural para apostar por una aproximación pura y dura al cine de género con los zombies como exponente, a la que incorporan una serie de condicionantes sociales que la catapultan a cimas mayores de las esperadas. Tras la esmerada veintena de plácidos minutos con los que arranca la trama, deviene ‘REC’, híbrido entre ‘El proyecto de la Bruja de Blair’ y ’28 semanas después’ en un ejercicio trepidante de ‘survival’ enmarcado en un caserío del centro de Barcelona ocupado por un vecindario que, con inteligencia, Balagueró y Plaza retratan sin recurrir al tópico.

‘REC’ va más allá de esa adrenalítica propuesta de supervivencia y de la innovadora propuesta semidocumental de único objetivo para lanzar a lo largo de una historia agotadora puñetazos críticos a la convivencia entre personas de diferentes culturas y estratos sociales y contra, con mayor entusiasmo, ese afán por ir más lejos de lo necesario que tiene ese abundante periodismo sensacionalista que se privilegia en la actualidad. La cámara del equipo de un programa local que acompaña a un equipo de bomberos no se apaga ni en los peores trances. El todo vale se intensifica con esta metáfora que descalifica el maquiavélico axioma de que el fin justifica los medios. Como en una –justa- fábula sangrienta a la que únicamente se puede reprochar el tratar de tapar en el epílogo grietas que podían haberse quedado al descubierto, la cámara se va tiñendo de rojo sin que se detecten temblores emocionales en el pulso del que la sostiene y la voz de la que la dirige, ambiciosa reportera a la que ‘histeriza’ Manuela Velasco.

Valoraciones sociológicas a un lado, ‘REC’ demuestra que una película que se mueve rápidamente a base de dentelladas varias, puede lograr que congenien taquilla y calidad. Más difícil será que triunfe ese remake estadounidense en el que ya se está trabajando. Lo de la mala televisión que recorre por entero la programación y los malos rollos que se generan en la convivencia vecinal no son productos excesivamente exportables. No hay HBO salvadora ni conciencia de coexistencia al estilo panal de abejas, embargada por el acérrimo individualismo. Un trabajo tremendamente conseguido, contundente y realista, por tanto, aunque por fuera no lo parezca, nacido de una idea que, por simple que se antoje, brilla por la eficacia con la que está ejecutada. Da miedo por la autenticidad, por mucho zombie hambriento que se pasee por la programación.

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