jueves, 3 de enero de 2008

REAL MADRID-ALICANTE. Guti auxilia al Madrid

Real Madrid 2-Alicante 1
Dieciseisavos de la Copa del Rey
Estadio Santiago Bernabeu, 2 de enero de 2008
Desde el tercer anfiteatro de la Torre D

GUTI AUXILIA AL MADRID

Harto de contemplar en primera fila el recital de fallos de sus compañeros cara a portería, Guti dejó el cargo de asistente para recurrir al de salvador. Una sutil parábola desde veinte metros con la prórroga pidiendo paso dinamitó las esperanzas del Alicante, un 2ªB motor diesel que fue agigantando el ánimo y el fútbol mientras un profundo sueño se iba apoderando del Real Madrid. Aunque atiborrado de suplentes con las venas humedecidas, la tarde se presumía tranquila en el Bernabeu. De vulgar trámite ante un graderío semidesértico tras el gol de Robben, el panorama mudó hasta flirtear con la pesadilla fronteriza con el desastre. Si el Madrid no se enfangó hasta los topes en el barrizal de la Copa del Rey se lo debe a Guti. El mediocampista, entre algodones durante la semana navideña, supo descifrar el partido a tiempo. No conectó ni por arriba ni por abajo con el resto. Tampoco se les puede pedir más a los trece jugadores que pisaron el césped con la zamarra blanca, cuando desde el banquillo y los despachos apuntan con total descaro y ya sin reparos hacia otros frentes. La Copa, como en años anteriores, aparece a cara descubierta como un objetivo terciario dentro de la estructura del club. Ni Schuster es capaz de conservar las apariencias, al descubierto en la forma de encarar esta eliminatoria. El menosprecio a este trofeo por parte del Madrid es una evidencia que corre el riesgo de enquistarse, con el consiguiente perjuicio a la imagen de la competición, ya tocada ante los vaivenes a los que se ha sometido el formato. En esa línea, el Madrid triunfal de la Liga cambió de traje para quedarse con la versión hambrienta de minutos y oportunidades. El duelo se convirtió en una oportunidad para que los jugadores menos habituales reclamasen la luz de los focos. El balance fue negativo. Lo ofrecido ante el Alicante sólo sirvió para revalorizar a los que no estuvieron en el campo.

Del banquillo se sale para solicitar un puesto en la alineación titular. A base de fútbol, con esfuerzo, actitud y talento como componentes básicos de la fórmula. Si se tomó así Schuster el ejercicio de vuelta, salvo en el caso de Guti, a una distancia sideral en cuanto a concepción del juego del resto de compañeros de profesión que comparecieron anoche, no tendrá complicaciones para confeccionar la próxima alineación, que en tres días espera el Zaragoza. No hubo espacio para las reivindicaciones. Robben, en el punto de mira, salió mal parado del envite. Dispuso por primera vez en mucho tiempo de un partido entero. El gol no basta para alcanzar el aprobado. No desborda y da síntomas de agotamiento preocupantes en un futbolista de su juventud. Poco que ver, todavía, con el que maravillara, achaques físicos al margen, en temporada y media en el Chelsea. Se le sigue esperando. Compañero en el otro extremo, Balboa derrochó entusiasmo, sabedor de la importancia de la oportunidad concedida. Hizo sufrir al honrado lateral izquierdo con el que le toco lidiar, fundamentalmente en la segunad mitad, pero no evitó incrustarse dentro del decepcionante tono general. Hasta Sergio Ramos se instaló en la mediocridad con fallos impropios en su repertorio que pudieron causar molestias mayores a un Dudek de manoplas blandas. Soldado tampoco se reencontró con ese gol que tanto necesita, desperdiciando oportunidades clarísimas, al igual que Higuaín, que palió su habitual falta de puntería con un valioso despliegue físico en la media punta. El argentino rasea el balón, se asocia, encara y asiste. Lee los partidos, los envuelve bajo el manto y los acaricia. Falla en el remate, aspecto mejorable si se tiene en cuenta que, por edad y experiencia, todavía es un proyecto de delantero. En suma, un festival descorazonador de errores y precipitaciones al que sólo sacó punta el kilometraje bien rentabilizado del fiable Michel Salgado y el zapatazo final de Guti, clavija por la que pasaron las contadas gotas de fútbol que gestionó un funcional Madrid.

Enfrente, el Alicante exhibió hechuras de equipo sólido y bien trabajado. Tímido en los primeros compases, sólo se desperezó cuando se vio por detrás en el marcador. Aupado por la polivalencia de Cañadas y la agilidad del meta Ricardo –excelente eliminatoria la suya- , se plantó con suficiencia en el terreno. Vivió sus mejores momentos, confirmados con el gol de Borja, cuando el Madrid se dedicó a sestear tras la reanudación. Tampoco le soliviantó al equipo entrenado por Schuster ver la eliminatoria empatada, la amenaza de una prórroga y la posibilidad de la lotería de los penaltys. Arma de doble filo, carburó al mismo ritmo, con la incorporación de un desasistido Saviola que sufre los mismos síntomas de Soldado. El menudo delantero lleva camino de ser otro de los fiascos de la temporada, oscurecido ante el resurgimiento de Raúl y la rentabilidad de Van Nistelrooy. Un delantero como Saviola necesita el gol. Si no llega, su ascendencia en el juego es imperceptible y la implicación paupérrima.

Con el partido abierto y con ambas defensas exigidas y apuradas, Guti decidió sacar de la chistera una última genialidad. Reservó la traca para el final de la función, el último truco propio del mago incomprendido. En un alarde de teatralidad, cuando el telón se fundía en negro, alumbró el Bernabeu y el pase a octavos con un zurdazo milimétrico teledirigido a la escuadra de Ricardo. Un regalo adelantado para la noche de Reyes de las botas de un futbolista diferente.

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