viernes, 19 de octubre de 2007

'PROMESAS DEL ESTE'. Furia moral (****)

CRÍTICA DE CINE

Tres reveses sangrientos sacuden la pantalla en el arranque de ‘Promesas del Este'. Violencia que paladea cada una de sus nueve letras. Desde el inicio, David Cronenberg coloca las cartas boca arriba, sin trampas. Arrebatos de rabia física y furia moral despojados de metáforas, prescindiendo de la colaboración técnica y argumental. La violencia se manifiesta en su estado más puro, desde el temor. No hay que buscar el lirismo en cada uno de estos encuentros que, lejos de fluir soterradamente, machacan a corazón abierto.

El listón baja después de ese turbador inicio que, no obstante, consigue su propósito. Ya no habrá forma humana de huir de la asfixiante atmósfera en la que sumerge Cronenberg a los protagonistas, un Londres de baja alcurnia por el que campan mafias sin reparo para apretar el puño. Hermanada con ‘Una historia de violencia', más allá de la presencia de un Viggo Mortensen que ya exclusivamente por su interpretación justifica el acceso al cine, ‘Promesas del Este' corrobora el nuevo rumbo que ha tomado la cinematografía del canadiense, antaño coleccionista de rarezas y actualmente consolidando una narrativa lineal, directa, sin recovecos guionísticos ni destrezas modernistas que pudieran conectar con otros géneros que nada tuvieran que ver con el realismo.

Oscura, inquietante y magnética, la película tiene la rara virtud de atrapar desde el desasosiego, dosificando suavemente la tensión hasta soltarla de sopetón en una de esas escenas que dejan sin reacción, la escalofriante refriega que se vive en una sauna, escaparate de muchos de los temores al dolor físico que el ser humano es incapaz de plantearse.

A un lado el recital interpretativo de Mortensen, cada vez con mayor cantidad de papeletas para acceder al olimpo de la profesión después de observar su escalofriante mutación psicológica, queda un relato de la miseria humana puesto en ojos de una comadrona que ve cómo a escasos metros del holgado microcosmos que habita -el lacrimógeno trauma maternofilial es el único parche corregible- respira un inframundo habitado por tipos que cortan dedos, arreglan sus disputas a navajazos y coaccionan a jovencitas con falsas promesas de felicidad bajo una pasmosa impunidad. Ésa es la lección de mayor tamaño que encierra ‘Promesas del Este', furioso relato troceado con tacto de cocinero elitista. No hay salvación posible más lejos del círculo de confianza que uno mismo elija, en el plano interior y humano, para resguardarse del peligro en el que se ha constituido la sociedad actual. Pesimista, inteligente y esperanzadora.

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