miércoles, 24 de octubre de 2007

'IMPERIUM'. Irrespirable

CRÍTICA DE TEATRO

'Imperium'
Compañía: La Fura dels Baus
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 22 de octubre de 2007

Leo Bassi se embadurnó de miel, se llenó de plumas, lanzó una docena de huevos contra el público y estuvo cerca de montar un escándalo público al salir desnudo a la calle Cifuentes. Rodrigo García obligó a uno de sus discípulos a matar a un bogavante y comérselo ante una veintena de personas. Las discrepancias ideológicas saltaron como un resorte. La compañía catalana L'Invenció disfrazó a los espectadores de inmigrantes ilegales. Les vejó, les agobió, les colocó un pastor alemán encima, trató de acercarles las emociones de esos rehenes del Tercer Mundo.

Siguiendo esa línea dibujada en el pasado por el Festival de Teatro Urbano (FUT), una rareza entre la uniformidad de una ciudad como Guadalajara, La Fura dels Baus montó este fin de semana durante dos noches consecutivas su particular aquelarre antiimperialista, elaborado desde el contraste. El plan de choque aplicado no supone novedad. Mostrar metafóricamente lo que se critica acercándolo lo máximo posible al asistente. El ambicioso intento se queda a medias.
Transcurre con tanta celeridad ‘Imperium', un exceso de movimiento, energía y rabia interpretativa, que anula la posibilidad de digerir con calma todo aquello que trata de transmitir. Las reducidísimas dimensiones del escenario del Teatro Buero Vallejo operan en un doble sentido. En el lado positivo, generan una sensación de agobio descomunal. El movimiento agitado de las cuatro plataformas piramidales que dibujan el cuadrilátero dispuesto provoca asfixia, una tensión continua ante la falta de espacio en el que situarse. Unida a la oscuridad, genera un ambiente irrespirable, perfecto para el ritmo que imprime la obra, fiel al lenguaje ‘furero' que predica.

En contrapartida, aumenta la posibilidad de perder la perspectiva, de extraviarse ante la ruta trazada por la dramaturgia. El riesgo de deteriorar la concentración, que se exige para disfrutar en plenitud de ‘Imperium', es elevado. Este factor agranda la incógnita de si la obra, no apta para corazones funcionales aunque de menor exigencia que la proyectada por la categoría que se le presupone a La Fura, hubiera funcionado más aceptablemente en esa nave industrial que figuraba en el proyecto inicial.

‘Imperium' late con fuerza desde el violento arranque, con la explosión de una serie de mochilas-bomba seguido de un tétrico desfile de afectados por el atentado que ya anticipan la existencia de un único espacio escénico. Actrices y espectadores, un rebaño a disposición de las gladiadoras, ya no se soltarán de la mano. Compuesta de cinco actos y de una hora corta de duración, no se puede asimilar sin aceptar su profunda simbología. El movimiento es continuo y obligado. No hay barreras ni convencionalismos, ni siquiera se sigue una lógica teatral. Entre trallazos de mayor o menor nivel visual, ‘Imperium' se queda como un espectáculo exigente, desolador y efectivísimo en su resolución, aunque de unas prestaciones menores que espectáculos diseñados por anterioridad por La Fura. Y si no, ahí quedan esas sonrisas que pese lo irrespirable del ambiente y la dureza del tema tratado se escapan en multitud de ocasiones. A medias.

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