jueves, 4 de octubre de 2007

'FAMA'. Batido energético


'Fama'
Género: Musical
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 27 de septiembre de 2007

Fuera del escepticismo, las audiencias no suelen mentir. El aparato que se encarga de medir el número de espectadores estallaba de felicidad cada vez que tenía que calibrar la acogida a series como 'UPA Dance' y programas como 'Operación Triunfo', raíz de la que brotó una legión de plantas de inofensiva savia. Hubo temporadas de fervor por formatos de estas características. Jóvenes batiéndose por alcanzar la cima. Un cóctel que fundía música, bailes, promesas de fama, prestigio y sueños rotos. Pasó el huracán y dejó sus consecuencias. La pirámide era demasiado frágil, normal cuando en juego están las emociones humanas, tratadas desde un prisma distorsionado.

Hecha la presentación, 'Fama' es el punto de partida. El origen hay que encontrarlo en Estados Unidos en la década de los 80. Una película, una serie y un filón por explotar en el que se escarbó con profundidad una vez que la televisión se convirtió en lo que es, medio de masas. En un principio, 'Fama-El musical', de superficial contacto narrativo con el serial que le dio a conocer, cuenta con firmes baluartes para llegar al público. La disposición logística cuadra en un Teatro Buero Vallejo perfecto como hogar de funciones de altos vuelos.

La clave para afrontar 'Fama' la da sin querer un pequeño diálogo entre dos de los personajes. "Te comportas como un adolescente". En voz baja, la chica le replica: "¿Acaso no lo somos?". Así hay que tomar esta versión trufada de ágil pop norteamericano, coreografías prodigiosas y una buena ración de composiciones almibaradas, construida desde el ímpetu del que intenta abrirse paso. Que no se busque material más trascendente, eso se deja para formatos que permiten mayor profundidad. Hay apuntes de racismo, todos dispuestos por parte de Tyrone Jackson (Leroy en la serie), sin duda el rol más interesante del reparto, y un acercamiento superficial a las drogas, lacra que irrumpió en los 80 sin conocerse las consecuencias. Más reprobable es la estigmatización que sufre la única actriz con sobrepeso del reparto, con escenas que provocan sonrojo ajeno. Si se buscaba transmitir lo contrario, que era lo suyo, misión completamente fallida.

Desde el inicio, 'Fama' late con fuerza por los cuatro costados del escenario. No hay contención y sí un esfuerzo físico arrollador. Por momentos es pura efervescencia, un aquelarre de plasticidad interpretado con fiereza, con artistas jóvenes pero que demuestran oficio. Como en una larga maratón, la función va desfalleciendo conforme avanza. Agota los argumentos, alarga agónicamente las canciones y rellena de material reciclable el guión. El fin es alcanzar las tres horas, extensión mínima que se exige a un musical de envergadura. El ritmo se ralentiza tanto que repercute en el epílogo, que se lee atropelladamente, como una larga frase sin comas. Tras una gruesa elipsis llega el atracón de noticias, un fallecimiento, la ceremonia de graduación y un rechazo por el que se pasa de puntillas. La narración, por lo tanto, queda a un lado, a favor del apartado musical.

Para el epílogo se reserva el 'bonus track', la perla de la banda sonora. Es esa 'I'm gonna live forever', símbolo de una generación, lanzada por la fuerza vocal de Damaris González y vestida por la irrupción de un taxi neoyorquino de época sobre las tablas. Resumen en cinco minutos de tres horas vividas a toda máquina, batido de energía.

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