jueves, 4 de octubre de 2007

'TOCAR EL CIELO'. El dolor, a un lado (**)

CRÍTICA DE CINE

Entre la remesa de cine argentino que salta el charco con asiduidad se suele colar alguna trampa forrada con un papel elegante, un envoltorio refinado que puede llegar al engaño. 'Tocar el cielo', a falta de una preposición inicial para copiar el título de la hermosa canción que pariera Tontxu y compartiera en el escenario con Antonio Vega, lleva ese doble juego desde esa faceta, tan habitual en la producción de acento argentino, que mezcla sin pudor comedia hilarante con drama desgarrador.

Un reparto exquisito, con la celestial interpretación de China Zorrilla y la vehemente, de nuevo, de Chete Lera, una banda sonora extrasensorial, una puesta en escena con tránsito continuo entre Buenos Aires y Madrid constituyen bazas, a priori, de las que desequilibran hacia el lado positivo esta almibarada coproducción hispanoargentina, tan de moda en fechas recientes. Cuenta con buenos momentos, escenas divertidas y la chispa salta cuando comparten plano Chete Lera y un Raúl Arévalo que se mantiene en estado de gracia.

Le pierde la ambición, esa búsqueda desesperada por tocar la fibra sensible del espectador. Resalta en esa labor un segundo tramo que va perdiendo fuelle escandalosamente, que en cuestión de un minuto, un par de escenas, sube a la cumbre de la felicidad -un nacimiento- para bajar a tumba abierta a lidiar a golpe de efectismo con la enfermedad más cruel.

La película se sostiene exclusivamente por el trabajo actoral, perdida desde el intermedio la verosimilitud y ya en el tramo final, hurtado lo más importante, la credibilidad en la historia que el cineasta deseaba transmitir. Más que por el fondo, por la forma de afrontarla, con un cambio de rumbo cuyo único fin se demuestra que era conseguir la lágrima fácil. Demasiado artificioso para el cúmulo de emociones que pretende despertar, por muy humana, positiva y optimista que se ponga hasta en los instantes más lastimosos, que suelen ir acompañados de una profundísima pena que no hay intención de plasmar.

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