domingo, 9 de diciembre de 2007

'11 MIRADAS'. En voz alta

CRÍTICA DE TEATRO

'11 Miradas'
Autor: Tomás Afán
Dirección: Mariano de Paco
Compañía: La Chácena
Reparto: Francesc Galçeran, Maite Jiménez
Escenario: Sala Cuarta Pared (Madrid). 7 de diciembre de 2007

En el tratamiento de cuestiones históricas contemporáneas, el arte estadounidense que desembarca cada semana en Europa en cantidades industriales saca décadas de diferencia al producido en España. Sólo hay que agarrarse a la ya extensa filmografía fundamentada en el 11-S o en la reciente ocupación de Irak, trabajos que ya no se procesan unidireccionalmente y en lectura patriótica. Esa percepción del pasado ha sido alterada, aunque en la memoria deje un mayor poso la aparatosidad heroica de la reparadora de conciencias ‘World Trade Center’ que la cámara en mano de ‘Redacted’. Puesta la mirada en España, a estas alturas sobre el 11-M, convulso epicentro que supuso un punto de inflexión, apenas hay noticias en escenarios de rodaje, bibliotecas –fuera del área de ensayos- y tablas teatrales. La cifra queda raquítica si se obvian los ceremoniales artísticos con aires de tributo. La cercanía temporal a lo sucedido, el temor a herir sensibilidades y la división ciudadana generada por el posterior y enquistado enfrentamiento político ayudan a entender ese silencio. Básicamente, se debe a otra percepción de la realidad y del arte como espejo de la sociedad, alejado de lo dispuesto en otros países. No extraña entonces que existan resquemores a la hora de trazar un acercamiento al 11-M cuando hasta un videojuego de una compañía española que trata sobre la Guerra Civil, puesto a la venta este mismo mes de diciembre, ha levantado suspicacias y quejas de más de una organización. Otros indecorosos replanteamientos contemporáneos recordados a bote pronto, han provocado sonrojo, como el dueto ‘Lobo’ y ‘GAL’, tratadas desde un único prisma vía calle Pradillo. En ese contexto de cuenta pendiente y planteado desde el lado teatral, a cuentagotas la disciplina más vigorosa, el acrobático salto de La Chácena, poniendo en escena un peleón, doloroso y reivindicativo texto sobre el 11-M, ha sido al vacío y sin paracaídas. Una –valiente- incursión realizada al descubierto, excesiva en una señalada zona, y que relega a lo simbólico al cuarto trastero. El texto del autor Tomás Afán (Jaén, 1968) se consume en deseos de provocar una reacción, ya sea reflexiva o airada. Favorable o contraria, elude el equilibrio en cada uno de sus estampas. El abanico de sensaciones lo agita mediante la disposición de una serie de piezas breves que terminan dibujando un arrítmico mosaico emocional sobre lo sucedido aquella trágica mañana. Una madre que no cesa de llamar al móvil de su hijo desaparecido, la reacción de un familiar de dos posibles víctimas o la enérgica protesta de dos etarras que, a punto de cometer un atentado, observan en vivo la masacre de los trenes, por muchos motivos, el diálogo más fuera de lugar. Escenas de fuerte crudeza psicológica se combinan con otras alineadas en un mismo bando y que pertenecen al capítulo de las reacciones y repercusión. La más rotunda la escribe esa ‘clownesca’ entrevista entre periodista y dirigente político que finaliza con infantil chapoteo en aguas de tonalidad rojo sangre, un ejercicio tremendista de crítica al papel jugado aquellos días por algunos medios de comunicación y por el Gobierno que ostentaba el poder. La necesidad del autor de establecer determinados golpes de efecto, rasgo que denota cierta inseguridad y condescendencia con el público, se difumina ante lo desgarrador de lo contado, que demuestra una vez más que la realidad supera con creces a la ficción. Con un fondo que posibilita plantear una serie de dilemas morales de envergadura y que ofrece ingente material para la controversia dentro de la actual atmósfera ‘preguerracivilista’, la solidez de la puesta en escena ideada por Mariano de Paco, lo que ya no es novedad, se hace merecedora de un encendido elogio. En acertada decisión, el director cede los galones a Francesc Galcerán y Maite Jiménez, que en otro verdadero ‘tour de force’ interpretativo deslumbran en los que probablemente sean los papeles más complicados de su trayectoria. En otras manos, el ceremonial desolador, esporádica columna de opinión clarificadora de la postura del autor, que perfila el montaje hubiese quedado totalmente desdibujado. ‘11 Miradas’ recorre parcelas ya transitadas en ámbitos de tertulia y enciende una antorcha que ilumina el camino hacia un teatro que ya se atreve a mirar atrás y no demasiado lejos. Habilitada para dividir opiniones, débil y maniquea para algunos y una confirmación de postulados para otra mayoría, seguro que no causará indiferencia, un reto del que puede que no salga bien parada. En lo enrarecido del ambiente general hallará uno de los principales obstáculos, aunque se intuyen otros de parecida talla.

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