lunes, 10 de septiembre de 2007

LOS SECRETOS. Melodías de ayer

Sacas un billete y se nota. Ojos al acecho. El dinero hace hervir las pupilas, en situaciones de necesidad y de abundancia. Está demostrado, provoca inquinas, agravios comparativos injustificables, no entiende de rigor. Tan cercanos, Los Secretos y Nacha Pop, el jueves por Guadalajara, viven en la parte superficial de la piel esta contradicción. Los Secretos llevan estirando el chicle del pasado demasiado tiempo, una circunstancia que no escapa ni al más acérrimo de los defensores. Desde la muerte de Enrique Urquijo, nada ha sido lo mismo para la banda madrileña. Antes de la desgraciada noticia, Los Secretos atravesaban una racha de incertidumbre. A Enrique se le veía más comprometido con su proyecto paralelo de Los Problemas. Quería escapar de las redes del pop anglosajón de agradables melodías para refugiarse en un rincón, el único que verdaderamente colmaba sus inquietudes: la música de bar de media noche, con una copa sobre el taburete y envuelta bajo la nostalgia de la ranchera. Eran caminos opuestos, que les iban distanciando poco a poco. De inicio, Álvaro recogió el testigo con elegancia. Superada la época de los homenajes, Los Secretos decidieron no disolverse. Seguir con el mismo nombre. En otra dirección, porque aún nadie ha cantado a la tristeza y a la desgracia como lo hiciera el medianode los Urquijo. El primer disco, Sólo para escuchar, resultó digno, acorde con un historial arrítmico y de altos y bajos. Pero algo no funcionaba. Ibas a los conciertos y sonaban los temas de siempre. Ni un mínimo de regeneración. El clamor popular. El Déjame para toda la vida. Ojos de gata, ya sin la voz de Enrique. Las composiciones nuevas, ni en un segundo plano. El último trabajo discográfico agrandó más esa herida. Una y mil veces suena como siempre a nivel instrumental, como nunca sin la sensibilidad de Enrique. Así, Los Secretos son una perpetuación sin desarrollo de lo que fueron en las ochenta. Con una baja, la del espíritu de la banda. Los conciertos, sólo aptos para los nostálgicos. O para aquellos que jamás se cansarán de escuchar las mismas melodías. Con Nacha Pop sucedió al revés. Se disolvieron rápidamente, en la cima. Otra historia de caracteres opuestos, el taciturno de Antonio Vega y el explosivo de Nacho García Vega. En solitario, el primero se forjó la leyenda de maldito. El segundo, por mucho que le duela, desapareció. El dinero, por qué no decirlo, ha facilitado la reunión. Más naftalina y poses que no lo son. Al final, Los Secretos y Nacha Pop han llegado al mismo punto habiendo elegido distintas vías. Melodías de ayer. No de hoy.

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