jueves, 1 de noviembre de 2007

'LAS 13 ROSAS'. Duelo de posiciones (***)

CRÍTICA DE CINE

Con la que está cayendo, con un debate político de exasperante duración y sospechado desenlace, con las televisiones habitadas por tertulianos poseídos por la ira, con libros colmados de premios que claman al cielo por la ausencia de rigor, va Martínez-Lázaro y abandona las estrecheces de la juguetona cama que tan buenos dividendos económicos le ha proporcionado para adentrarse en el proceloso cosmos de la Guerra Civil. Tomando posición, aunque no se pretenda a cara abierta, desde la misma elección de la historia, durísimo drama que tratado por el cineasta va estrechando miras y ambiciones hasta acabar centrado en la faceta lacrimógena y discursiva.
Con una postura de inicio que llevará al cabreo al bando de la cerrazón cerebral, de ideología indescifrable, el gran problema de ‘Las 13 rosas' radica en la indefinición en la que está sumido su desarrollo. Entre una puesta en escena primorosa y la tibia profundización de cada uno de los personajes, las nobles intenciones originales terminan diluidas. Hay que quedarse, cinematográficamente hablando, con lo primero. No se han escatimado detalles a la hora de darse un garbeo por esa España triste y oscura de la posguerra.

Del perfil psicológico de las inocentes jovencitas, poco que rascar fuera de esa incesante búsqueda del tono hiperdrámatico, que destroza el techo en los cinco minutos finales. Sí constatará la revisión histórica de Martínez-Lázaro que hay material detrás de una buena actriz como Verónica Sánchez y que otras de mayor renombre, desconocidos los motivos, naufragan al abanderar un estilo sometido al exceso.

Las 13 rosas' no reabrirá cicatrices, porque no lo pretendía. El tema por sí mismo no admite matices. Lo que tampoco conseguirá es hinchar la vena de la emoción. Y eso sí que lo buscaba con empeño. La dosificada alternancia entre destellos felices -esos ratones traviesos chirrían- y desoladores no deja de ser la misma trampa reiterativa por la que se despeñan tragedias basadas en la realidad. Está bien que se recurra a ellas y no se olviden, pero mejor sería que no se pensara exclusivamente en la caja o en el qué dirán en medio de una agitación social conocida de antemano.

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