jueves, 19 de junio de 2008

'LA NOCHE DE SAN JUAN'. Picores amorosos

CRÍTICA DE TEATRO

'La noche de San Juan'
Autor: Lope de Vega
Adaptación: Yolanda Pallín
Dirección: Helena Pimenta
Compañía: Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico
Escenario: Corral de Comedias (Alcalá de Henares). 13 de junio de 2008

La ruleta de la reflexión no se debe hacer girar en exceso. Es la regla número uno, de imperioso cumplimiento. Todo en ‘La noche de San Juan' discurre a tanta velocidad que perder el hilo de la narración pasa por lógico. Es probable que suceda, hasta conveniente. A la larga se comprobará como un defecto menor. El texto seleccionado por la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico para su segunda producción es tan fino y delicado, tontorrón si se recurre al tono coloquial, que corre el riesgo de desvanecerse al instante entre los dedos. Es tan endeble el argumento, un hormonal enredo entre jovenzuelos a costa de la conveniencia conyugal de establecer dos matrimonios, que lo mejor que puede pasar es dejarlo a un lado y centrarse en otros aspectos, concretamente los sensoriales, de la adaptación.

La Joven no ha cuidado en esta ocasión tanto el desarrollo de la historia como los detalles que la envuelven, conducta que diferencia a ‘La noche de San Juan' de ‘Las bizarrías de Belisa'. La función se desarrolla a un ritmo vertiginoso, el impuesto desde la dirección de Helena Pimenta. La escenografía dispuesta ondula, modifica los ángulos de visión y juega al compás de los sentimientos de los personajes, todos fijados alrededor de los primeros picores amorosos. La opción, un juego tridimensional que funciona a dos niveles de altura, maximiza la apuesta por el movimiento continuo. Ritmo, en definitiva. No se permiten parones entre escenas, respiros entre las réplicas, descansos para reposar lo representado. Todo va revolucionado, en beneficio de una trama que realmente lo exige. Una comedia con más capa que espada de carácter simpático y amigable manejada con buen tino por un reparto que lanza versos que entran con facilidad en los oídos, melodías que encandilan y rellenan el vacío que deja la intrascendencia de la historia. Si a esta reunión de virtudes se le suma la del vestuario el resultado es el de un clásico de bella factura que realmente cumple lo mínimo que se debería pedir a una función de estas características: evitar el aburrimiento. Es la segunda regla exigible.

Eva Rufo capitanea nuevamente con solidez un reparto granítico que se maneja con comodidad en los planteamientos distendidos de Lope de Vega. Sólo destempla el ardor que soportan las tablas algún papel encajado en el actor erróneo. El plantel toca y acaricia el verso con una soltura envidiosa. El valor de ‘La noche de San Juan' se rescata de esa deliciosa acústica que sermonea los oídos y del envoltorio dorado que recubre una historia de inocentes pasiones. Fuera las espadas y los derramamientos de sangres inútiles y arriba los picores amorosos, los escarceos primerizos y las afrentas saldadas con una sonrisa. Todo muy moldeable y apto para ser digerido sin la necesidad de recurrir a elementos externos que obliguen a la mente a trabajar. Reposará, porque, ya se ha dicho, lo importante es lo que se ve y oye, no lo contado ni lo escuchado. Un clásico en toda regla, no tan redondeado como ‘Las bizarrías de Belisa', bien hecho y tan agradable como olvidable. Lo último, la regla final que encierra a las dos anteriores, también cumplida.

No hay comentarios: