domingo, 23 de marzo de 2008

'LA SOLEDAD'. Puñetazo descolocado

A riesgo de marchar a contracorriente, el cabezón que se apropió inesperadamente ‘La Soledad’ en los Goya’07 se une al listado de insensateces que ahogan la soga del vilipendiado cine que porta banderita española. Al reclamo del triunfo, un nutrido contingente de espectadores ha acudido raudo para asistir en primera fila a las bondades de la académicamente proclamada mejor película del año. Las carteleras rescataron una bobina perdida que hasta entonces sólo habían visto 41.000 personas, una cifra pírrica si se entra en el enfangado terreno de las comparaciones.

Con la perspectiva que ofrece el paso de un par de meses, un veloz recorrido ocular por los foros cinematográficos más concurridos por la red verifica que el triunfo de ‘La soledad’ en los Goya no ha hecho más que incrementar las sospechas sobre la incapacidad de las producciones nacionales de empaquetar un cine que combine calidad con eficiencia y entretenimiento. Tan injusto, ciertamente, como real. Poner al frente del cine español una cinta como la dirigida por Jaime Rosales ha resultado una torpe maniobra que dificultará todavía más el acceso del espectador poco asiduo al cine a una sala en la que se proyecte un trabajo del país. “Si está ha sido la mejor, habrá que ver cómo será el resto”, resume un forero que puntúa con un 1 “por la falta de acción” a ‘La Soledad’. Hay ser más inteligentes, si lo que se busca es encontrar el equilibrio entre respaldo social, taquilla y calidad. El palmarés de los Goya, como han entendido los Oscar desde hace tiempo, no debe equipararse al que se decide, por ejemplo, en Cannes, donde el cine profundamente íntimo y particular de Rosales, como el de Javier Rebollo y otros de la misma hornada, hace las delicias de los gurús del séptimo arte al adentrarse los directores citados en terrenos poco explorados en el uso de nuevos lenguajes cinematográficos.

Lo ha venido repitiendo Jaime Rosales en cuanto le colocaban un micrófono delante, como un disco rayado por el uso: al igual que la gélidamente analítica ‘Las horas frías’, ‘La soledad’ es una película para minorías. Las razones son múltiples. ‘La soledad’ asfixia, entristece, aburre, deprime y machaca. Se desentiende de esa máxima que dice que el cine debe servir de válvula de escape a la rutina y que lo equipara a una aventura con billete a lo desconocido que permite durante hora y media olvidarse de la problemática diaria. Al contrario, el cine de Rosales apuesta por la rutina y lo conocido. Ha colado una cámara en casa de unos desconocidos y ha desnudado las acciones insignificantes que componen el puzzle de su vida: hacer la compra, una cena entre amigos, conversaciones insustanciales, una ducha, la tabla de la plancha, discusiones familiares. Entre medias ha puesto un incidente que desencadenará la cuesta abajo que enfilarán las protagonistas, que incluirá un agónico plano cercano al final cargado de un brutal e hiriente dramatismo. Poca acción y demasiada desolación, ha sentenciado a modo de pareado el público, que para drama ya están las hipotecas, el paro, los antidepresivos y los sueños incumplidos con los que hay que lidiar fuera de los límites de la ficción.

La adrenalítica ‘REC’ (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007), un ingenioso y original producto de género más fácilmente vendible y con mayores posibilidades de ser exportado, hubiera sido el embajador perfecto, etiqueta que apareja la adquisición del Goya a la Mejor Película. Pero por lo visto, los académicos están a otra cosa. Una decisión renovadora y valiente la suya, sí, pero equivocada –no se discute la calidad del filme- y que acarreará nefastas consecuencias que ya están asomando. Si es por fallar, hasta se olvidaron de recompensar las sobrecogedoras interpretaciones de Petra Martínez y Sonia Almarcha. Un puñetazo encima de la mesa que ha descolocado lo poco que estaba bien puesto. Así le va a la industria.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado leerte, como siempre...