martes, 4 de marzo de 2008

'EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA'. Mansa pasión (**)

CRÍTICA DE CINE

'El amor en los tiempos del cólera' (Mike Newell. Estados Unidos, 2007)

Libro de cabecera de unas cuantas generaciones, ‘Cien años de soledad’ encabeza un ranking de preferencias en el que los acólitos de Gabriel García Márquez sitúan en segunda posición a esa estilizada tragedia de lectura universal que es ‘El amor en los tiempos del cólera’. En el colegio, uno de los ejercicios que el profesor de Literatura recomienda practicar a los alumnos para afrontar con solvencia la lectura de ‘Cien años de soledad’ es acompañar la tarea de un bloc de notas y un bolígrafo. El lector evita así perderse en los laberintos de nombres, ciudades, paisajes y años que configuran los puzzles bibliográficos de García Márquez. Una complejidad la suya bien medida y, en contrapartida, de nefastas consecuencias en caso de mudanza a un largometraje. El universo fantástico del autor colombiano es tan frondoso como la vegetación del interior del país en el que nació, tesitura que se opone a la labor de compresión que exige empaquetar cientos de páginas en poco más de dos horas de metraje. Sagas familiares unidas por parentescos inverosímiles, un escaparate de pasiones sujetadas por hilos invisibles, relaciones que resisten los peores envites de la sociedad y el retrato descarnado de un tiempo y una forma de vida irrecuperable conviven con máxima intensidad en esta literatura, una obra arquitectónica de bullicioso diseño. Un menú sumamemente apetecible para el cine, pero muy complicado de ensamblar por mediación de una cámara. En la zona superficial no hay quejas, estampas de postal, ciudades coloreadas envueltas por la fragancia de lo exótico y por los altavoces banda sonora autóctona muy cuidada, nada que objetar. El principal problema es de otra índole.

La adaptación de ‘El amor en los tiempos del cólera’, encomendada al cumplidor, sin más, Mike Newell (‘'Donnie Brasco', 'Cuatro bodas y un funeral’), padece ese mal en toda su extensión. Bajo el planteamiento adoptado por los productores se configura como un trabajo funcionarial, aséptico, soso, blandengue y que deja frío, justo lo contrario que plantea la novela, una caldera en la que arden pasiones trágicamente indestructibles. En el peregrinaje que emprenden las palabras para mutar en imágenes se ha perdido la pasión que impregna el novelón de García Márquez. El apasionado romance que se establece entre dos pipiolos en la Colombia de finales del siglo XIX y que se alarga hasta la senectud de ambos, apenas queda esbozado entre una larga colección de escenas herméticas que no valen para captar la elevada temperatura que quemaba sus corazones. El tiempo es oro, y tres horas, quizá necesarias, es mucho pedir dentro del 'mainstream' estadounidense.

Verdaderamente, el núcleo fundamental de la historia no sale perjudicado en el tránsito al celuloide, puesto que el relato prescinde casi en su totalidad de las tramas paralelas, no así la hondísima textura emocional que debería embargar a la pareja protagonista ni esa metáfora que García Márquez desliza y que sitúa al amor no correspondido como una enfermedad a la altura del cólera. El amor en mayúsculas literario palidece ayudado por tono cursilón y empalagoso de los diálogos seleccionados. El proyecto multinacional capitaneado por Newell, afín al estereotipo apasionado que se adjudica a lo latino, se abona a la teoría con la que los críticos del Premio Nobel lo han martirizado: la que emparenta a ‘El amor en los tiempos del cólera’ con un culebrón enmascarado saturado de clichés destinados a enganchar a un lector apalancado en el género rosa. Es el principal peligro que afronta una adaptación empeorada, además de por su correcta frialdad que tampoco deja espacio al entretenimiento, por uno de esos caprichos capaces de hacer descarrilar los contados aciertos. La referencia viene al caso por el decadente maquillaje con el que se enmascara el paso de los años, casi un siglo, de los protagonistas, un trabajo postizo que aboca al sonrojo si se fija la vista en los roles principales. Ciertamente, tampoco ayuda Javier Bardem, que en pocas peores se habrá visto. Si quiere que se le bajen los humos del Oscar, no tiene más que pulsar el ‘Play’ de este DVD en el tramo en el que interpreta a un Florentino Ariza mocetón. Al menos la impostura posterior de las cremas le salva del ridículo en la fase de la vejez. El actor naufraga en un papel complejísimo, abierto a la fantasía e interpretación de cada uno de los millones de lectores de la novela. Bardem no aparenta ser uno de ellos.

Vistos los resultados, mejor dejar que el lector haga volar la imaginación y se deje de florituras fílmicas. Una postura con la que el propio escritor defiende con uñas y dientes a ‘Cien años de soledad’ de las garras de una posible versión cinematográfica. Tarde o temprano llegará -¿no dijo Gabo que admiraba el cine de Woody Allen?- e, irremediablemente y por respetuosa que sea, decepcionará. Cruel es el destino al que parecen condenadas obras maestras de este calibre. Por lo menos, la académica ‘El amor en los tiempos del cólera’ de Newell, un denso drama al que le falta picardía y un poco de alma, no ofende, desagrada ni coquetea con el subgénero del telefilme, que ya es meritorio.

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