miércoles, 30 de enero de 2008

'HEDDA GABLER'. Ibsen, de primeras

CRÍTICA DE TEATRO

'Hedda Gabler'
Autor: Henrik Ibsen
Dramaturgia y dirección: Ernesto Caballero
Compañía: Galanthys Teatro
Escenario: Teatro Salón Cervantes (Alcalá de Henares). 26 de enero de 2008

La segunda producción de la compañía madrileña Galanthys Teatro se agarra con lazos robustos a la figura de Ernesto Caballero, dramaturgo de moda en la escena nacional de transitado recorrido en los últimos meses. No ha sido la suya la típica combustión espontánea del talento natural, sino el fruto de un laborioso peregrinar por el angosto y exigente camino del teatro profesional abordado desde el precipicio creativo. Un todoterreno del arte dramático que saborea las mieles del reconocimiento sin que haya tenido que replantearse su forma de comprender, criticar y asimilar el teatro contemporáneo.

La dirección de Caballero, así, absorbe cada uno de los detalles de la atractiva y directa puesta en escena de ‘Hedda Gabler', nueva muestra del idilio entre el colectivo madrileño y los autores contemporáneos de primer nivel poco vistos en España, seña de identidad desde que se bautizara con un texto de Thomas Bernhard. Si se trataba de establecer un primer contacto entre el público neófito y los genes del teatro de Henrik Ibsen, el planteamiento adoptado por este montaje resulta de lo más acertado. Caballero ha ido a las raíces del asunto, colocando a ras de suelo a la fémina que espiritualiza la obra, a la que despoja de la posibilidad de evolucionar en la faceta psicológica. Los secundarios bailan a su alrededor, títeres con poco peso que adornan este relato sobre un proceso de autodestrucción. La sencillez con la que ha manejado este, a priori, pesado artilugio del autor noruego, tanto en la vertiente estética como en la ejecución, ha desembocado en un ejercicio de máxima eficacia a la hora de asimilar el concepto que expone.

Desoladora historia con aroma a tragedia griega, la ‘Hedda Gabler' de Galantys hace de esa apabullante precisión una sugerente herramienta para acercar, de una forma certera aunque superficial, las peculiaridades a media escala del teatro simbolista y existencial que caracterizó a Ibsen en los estertores de su trayectoria. No se advierte otro objetivo que el retratar la frustración que interioriza el ser humano, en la obra puesta en ojos de una mujer casada con un aspirante a una cátedra universitaria, cuando no cumple las expectativas que la sociedad y su propia egolatría le marcan, un veneno afín a los murmullos de cócteles, la maldad de las apariencias y la envidia subterránea, la más peligrosa.

No obstante, hay recovecos que convendría limar y que obstaculizan el calificar más allá del notable alto a esta representación. Se advierten llamativos desequilibrios en el frente interpretativo, sujetados con solvencia por el mortecino tono y huraño ademán que diseña Ana Caleya, la tiránica Gabler que apabulla desde el profundo desengaño vital que reconcome sus entrañas. Al desenlace le afecta otro factor inesperado. Una idea atractiva, las frases de los intérpretes servidas detrás de una mampara de cristal, se viene abajo estrepitosamente por el inexistente impacto que registra entre las butacas. Si la acústica falla, como pasó en el Teatro Salón Cervantes, el epílogo se resiente.

Por lo liviana que resulta, aun tratando problemáticas existenciales de tonelaje, esta aproximación a ‘Hedda Gabler' puede defraudar al que acuda con un bagaje anterior de peso al reclamo de textos más reconocibles con el sello de Ibsen como ‘Casa de muñecas' y, sobre todo, ‘Un enemigo del pueblo'. Al contrario, como ritual de iniciación y primeros mordiscos al apetecible teatro del nórdico, se revelará como un instrumento de utilidad comprobable, alejado de excesos y altas pretensiones que no llevan a ningún sitio, que aquí no es el caso.

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