martes, 29 de enero de 2008

'EL SUEÑO DE CASANDRA'. El 'antitropezón' del genio (***)

CRÍTICA DE CINE

'El sueño de Casandra' (Woody Allen. Gran Bretaña, 2007)

Es el reverso de las excelencias que se atribuyen a la genialidad. Un pase errado, una línea de diálogo chirriante o una palabra mal pronunciada y el trabajo de una temporada o los resultados de una representación teatral y una película que quedarán marcados a perpetuidad. El error se magnifica y no se perdona cuando el que lo sufre está agraciado con condiciones que lo elevan por encima de la media. Si se sale de la línea que se le presupone, las críticas están servidas. Dicho esto, ‘El sueño de Casandra’ no es ni mucho menos una producción impropia del talento de Woody Allen, como se ha repetido desde los más insospechados foros. Si ha caído en desgracia en comparación a anteriores perlas de su filmografía se debe precisamente a este factor. Exigirle regularidad a un genio es como pedir la perfección. Si así fuera, perdería el rasgo que le distingue del resto, deslegitimaría el baremo por el que se miden sus creaciones. La irregularidad cuida de la genialidad.

No hay que llevarse a engaños. ‘El sueño de Casandra’ no desmerece a los trabajos más recientes del neoyorquino. Con los dos anteriores, ‘Match Point’ y ‘Scoop’, mantiene, incluso, una conexión profunda, al límite de lo que podría considerarse como una trilogía sobre la ambición ubicada geográficamente en Londres. Emparenta con la magnética ‘Match Point’ por el tema que activa ambas historias, las fronteras que está dispuesto a cruzar una persona corriente por saciar sus aspiraciones. Con la liviana ‘Scoop’ coincide como ejercicio de suspense culminado en zonas marítimas, aunque en ‘El sueño de Cassandra’ la comicidad no sea tan evidente y apenas salga a flote. Un punto menos, aquí sí, para los abonados al humor característico de los guiones del clarinetista de Manhattan. Los apuntes reflexivos, también, se cuelan con cuentagotas. El jugo que se extrae del guión está menos elaborado, pero resultará, una vez bebido, igual de jugoso. Adviértase el poso que dejará una historia que de una tonalidad blanca pasa a otra grisácea sin que se adviertan bajones apreciables o elementos discordantes.

Allen retoma en ‘El sueño de Casandra’ uno de sus temas predilectos, ya exhibido en ‘Match Point’ o en ‘Delitos y faltas’, la dualidad del ser humano. Le ha salido una historia profundamente oscura y amarga que sitúa en el centro de la acción a dos hermanos con problemas. Los de Ian son de conciencia –aspirante a una vida para la que no ha sido llamado- y los del Terry más terrenales –alcohol y juego-. Necesitan dinero para aspirar a una supuesta felicidad, a la sólo podrán acceder si bañan en sangre sus manos. Un terreno, el que enfrenta bienestar y frustración, en el que el cineasta se mueve con solvencia y al que añade una visión más dolorosa y directa de los acontecimientos. Empieza por el análisis complejo de dos hermanos de personalidad opuesta y de la gente que los rodea, constelación de seres imperfectos de diferentes tonalidades. Lo escurre en una Londres grisácea, lluviosa y melancólica y lo culmina sin rodeos, epílogo que no toca tierra como si mediara una resolución divina, como una sobredosis de mar salada. Si algo se le puede achacar, aparte de una primera media hora mortecina, es el limitado alcance de las soflamas filosóficas tan manoseadas antaño por Allen, el poco jugo satírico que le saca a un relato con hechuras para ello, y un desenlace algo precipitado. Más convincente luce el capítulo interpretativo, con un Colin Farrell sorprendente en un rol, el tragicómico, que apenas ha frecuentado en su –débil- trayectoria-. Los diálogos, la banda sonora, el ritmo y ese par de escenas adrenalíticas memorables que suelta el neoyorquino en cada película –el asedio en el interior de la casa y la persecución por las calles de Londres- siguen siendo marca de la casa y no hay nada, por lo demás, que denote complaciencia, hastío o cierta dejadez como se ha venido proclamando.

‘Tragirelato’ más pegado a la realidad de lo que la imaginación de un guión evidencie, ‘El sueño de Casandra’ puede que no se ubique en la estantería de obras maestras, pero sí que es un trabajo digno, decoroso y con los suficientes mimbres como para no desmerecer dentro de la filmografía de Allen. Perderá con la comparación con ‘Match Point’, algo inevitable que no justifica el considerarla un producto menor, al contrario. Los motivos que ensanchan la frontera que separa la vida de la muerte se escoran hacia lo insignificante, proclama en cada uno de sus fotogramas, como reflejo de ese pesimismo cada vez más acentuado del neoyorquino. Los riesgos de una sociedad que venera el triunfo y detesta a los perdedores. Y que, de vez en cuando, sacude con fuerza a los genios. Aunque el pase sea una asistencia que termine pegado a las redes de la portería rival.

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