lunes, 20 de agosto de 2007

'RATATOUILLE'. Reflexión animada (****)

CRÍTICA DE CINE

La diferencia es una cualidad de difícil ubicación. Lo que en ocasiones puede ser visto como un indiscutible privilegio suele acabar convertido en una losa que pesa más de lo esperado. Las masas homogéneas, las costumbres aceptadas y los comportamientos mecanizados surgen cuando desaparecen los principios, las ideas románticas y las utopías demasiado breves. Sólo un puñado de soñadores, habitualmente incomprendidos y reacios a traicionarse a sí mismos, resisten las embestidas de una realidad que les aparta e ignora.

'Ratatouille', la última película de animación de Disney Pixar, encierra, debajo de un elaborado envoltorio apto para todos los públicos, un sólido mensaje sólo comprensible para el espectador adulto. Remy, una rata dotada de un excepcional sentido del olfato y el gusto, sueña con convertirse en chef de cocina. Tiene talento y sensibilidad, pero sus deseos se desvanecen entre imposiciones, uniformidad y roedores comunes.

Un inesperado accidente le lleva hasta las alcantarillas de París. Allí comienza su periplo hacia la cima de la 'cuisine française', un viaje que no busca el reconocimiento social ni las bonanzas económicas, sino la satisfacción personal. Con la sencillez como eje central, característica necesaria para mantener la atención del público infantil a lo largo de todo el metraje, los creadores de 'Ratatouille' perfilan un filme que oscila entre la vorágine de un restaurante de renombre y la calma entrañable de un sencillo bistrot escondido en las calles parisinas.Historias de amor, malos estereotipados, críticos de pluma afilada y buen corazón y fantasmas bondadosos componen el collage de una película que continúa el exitoso camino de la animación por ordenador, terreno en el que Pixar ya ha facturado propuestas como 'Toy Story', 'Bichos', 'Monstruos', 'Buscando a Nemo', 'Los increíbles' o 'Cars'.

'Ratatouille' da una nueva vuelta de tuerca al cine pensado para todos los públicos. Los mensajes educativos y tolerantes, que en ocasiones no pueden evitar desplazarse hacia el terreno de la moralina fácil, dejan paso a una sincera reflexión. Lástima que en el mundo real, no demasiado distinto a la ficción propuesta por Pixar, los finales felices vuelvan la espalda a quienes más lo merecen.

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