martes, 21 de agosto de 2007

A LA PISCINA (VI). En panorámico

Separados apenas por un metro, Loquillo conversaba con Jordi Badel, el ex megaconcejal, en el interior de un conocido bar de copas de la ciudad. Eran otros tiempos, cuando el Festival Panorámico Musical llegó a autorreivindicarse como el más importante de la zona centro en otoño. Hoy, languidece a la espera entre recuerdos como los de aquella noche con Loquillo o esa otra en la que Antonio Vega reventó el Teatro Buero Vallejo, las gradas y su capacidad acústica. Desde su creación, la trayectoria del Panorámico ha ido ligada a la figura del hombre que lo inventó. Los inicios fueron duros. La música en directo apenas sonaba en la ciudad. En ese aspecto, el Panorámico puede considerarse uno de los pioneros. No demostraba grandes ambiciones. Apostó por los grupos de casa –con restricciones, ahí queda esa memorable anécdota de Badel con los Despistaos- y fue dando oportunidades a aquellos que empezaban a despuntar en el panorama nacional, como Deluxe, Circodelia o Sidonie. El salto llegó cuando Badel accedió a la Concejalía de Cultura. El programa aumentó sus prestaciones, con nombres ya de primera categoría. Siguiendo un mismo esquema, pop-rock y rock sin demasiados asteriscos alrededor. El Panorámico alcanzó el cénit hace dos años, en sintonía con la actitud de su fundador, obcecado en el empeño de revolucionar la que había sido tranquilísima vida cultural de la capital. En esa edición se vio a Loquillo, de ahí esa conversación de madrugada, Josele Santiago, Chucho Valdés y Diego El Cigala, Marlango, Vargas Blues Band o Capercaille. La siguiente intentó mantener el listón, pero algo falló. La séptima y última hasta el momento fue la confirmación del bajón. A un lado quedó el libro de estilo del Panorámico, desdibujado por la irrupción avasalladora de lo ‘indie’. Otro rollo. Un cambio de orientación desconcertante. Lo queda ahora es un futuro lleno de interrogantes. Badel fue apartado de la política por las urnas. El Panorámico, como ha pasado a lo largo de su trayectoria, tendrá que amoldarse a otra nueva situación. La octava edición, ya con fechas, contribuirá a despejar o a espesar más la neblina que se cierne sobre un festival en descenso con los frenos al borde del desgaste. Qué bien sabía el cubata compartido con Loquillo.

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