miércoles, 15 de agosto de 2007

'LOS SIMPSON. LA PELÍCULA'. Esos señores amarillos (***)

CRÍTICA DE CINE

En Francia, escuchar la voz de Homer Simpson traslada otra vez a España. En Estados Unidos, la original -siempre estamos hablando de seres animados-, igual. Así hasta el infinito. La unanimidad alrededor de la familia de la tez amarilla es absoluta, hasta en detalles que podrían pasar por insignificantes. Por motivos que se expanden más allá del razonamiento lógico y que en este caso no importan demasiado. Escribir a estas alturas algo novedoso de Los Simpson es una tarea llena de dificultades. Absurda se podría decir. Las explicaciones están de más cuando el mismo día que se estrena la película, un proyecto largamente acariciado por su equipo de creadores, se repetía por trigesimoquinta vez uno de sus más célebres episodios. Y no hay dudas, seguro que en todas habrá gozado de una audiencia honrada en estos tiempos que corren.

El secreto de Los Simpson, ejemplo de longevidad televisiva sin precedentes, puede que se encuentre ahí, en que ya forman parte del paisaje, sin que insten a preguntarse cómo, por qué y cuándo llegaron, se instalaron y se quedaron. La película, que no es más que un episodio cuidadosamente tratado en su versión digital y alargado hasta la pertinente hora y media, congratula así tanto a esa legión de incansables seguidores, de atención intermitente, todo hay que decirlo, como a los desconocedores de toda esa subcultura 'Simpson', resumida en esa receta misteriosa que combina crítica feroz con transigencia y una tolerancia políticamente correcta hacia todo aquello contra lo que carga. Una buena prueba es la película. Por el medio circula una guillotina de ácida hoja por la que desfila parte de la realidad social norteamericana, con guiños localistas complicados, una de las pocas rémoras que resquebrajan el que por otro lado es un minucioso trabajo de impecable y profesional acabado.

Tratándose de un pasatiempo veraniego, 'Los Simpson. La película' desvela alguna pista profunda sobre la trascendencia de este producto universal. No es tan vital Homer, auténtico eje creativo de la serie, escudado y a veces superado por Bart, como esa pléyade de secundarios con vivienda en Springfield. A pedacitos, todos gozan de su cuota de protagonismo en el largometraje, un aviso de lo que probablemente se constituirá en una saga intrascendente aunque indudablemente divertida. Colocada en verano, además, se convertirá en un sofisticado ejercicio de diversión para los más pequeños, en una época en la que la gran pantalla riñe con el concepto de calidad.

Metidos en el contenido, 'Los Simpson. La película' marca un ritmo decreciente desde el apabullante inicio, a la velocidad de vértigo que impone el monopatín de Bart, probablemente la escena más lograda. El resto del metraje no es más que un resumen muy abreviado de la personalidad de cada uno de los componentes de la familia Simpson. Con la supervivencia de Springfield como telón de fondo, Homer y Bart se enfrascan por enésima vez en la tarea de reconstruir la relación paterno-filial. Lisa mantiene esa línea ecológico-idealista, aquí tema fundamental, que traslada en esta ocasión al amor, y Marge, heroína muchas veces en la televisión, es solapada por Maggie, humorista sin voz, al mejor estilo del cine mudo en blanco y negro.

El cóctel se agita con una historia intrascendente, travesuras para encandilar a todos los públicos, alguna soflama de altura parapetada entre la ingenuidad de los personajes y, con cuentagotas, escenas que justifican el paso al celuloide, como la mencionada del monopatín o el intento de linchamiento masivo sufrido por los Simpson. Así se desglosa este primer acercamiento de la archiconocida familia al cine, con toneladas de entretenimiento inteligente e inocuo. Por lo visto y por los antecedentes familiares, no será la última.

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