lunes, 23 de julio de 2007

A LA PISCINA (I). Rock para huir

El paisaje que perfiló con milimétrica precisión Marea antes, durante y después de su arrollador último concierto, el pasado sábado en Alcalá de Henares, es sintomático del estado del rock urbano en los tiempos agitados del MP4, los mastondónticos festivales prefabricados a golpe de talonario, el revival a destiempo sostenido por maletines llenos de billetes y los nombres impronunciables a ritmos electrónicos a coste de oro. Con Fito Cabrales de gira con el Calamaro más encorsetado que se pueda ver y Extremoduro en el dique seco, lo que le queda a un estilo y actitud que, todo tópico, nunca desaparecerá, es el entusiasmo, sin más. Es lo que mantiene encendida la llama del género, tanto en el campo profesional como en el amateur, espíritu trasladado al público. Aquí, en Guadalajara, el Crisis Rock lo ha demostrado. Desde hace una década lleva dibujando una trayectoria ascendente en el panorama musical de la ciudad, sin faltar a su cita anual, trabajada con toneladas de cariño desde la activa peña capitalina. El chasco de la última edición fue de órdago, culpa de la inestabilidad climatológica. Tuvo que ser suspendida el mismo día, sin que ningún grupo pudiera subirse al escenario. Unos pocos meses después, con una irónica denominación, vuelve a la carga, con el mismo programa que en mayo, salvo Def Con Dos, sustituidos por Hora Zulú y Koma. De momento, por el Crisis no ha pasado Marea, que ahora simboliza todas las bondades y defectos de lo que se ha llamado rock combativo. Su público, el más numeroso de la última oleada, se compone de gente joven que se mueve en sintonía a las andanadas verbales de Kutxi Romero, todo carisma al frente de una grupo con una coordinación que ya quisiera Vic Mackey (The Shield) para su unidad de asalto. No hay un compromiso de ningún tipo en esos trallazos poéticos, como tampoco en la actitud y comportamiento de un público uniforme, sin los tintes reivindicativos que antaño se derramaban sobre este tipo de conciertos. Ahora prima la diversión, sin más, en el caso de Marea trufada por un sonido impecable, unas cuantas canciones redondas y una profesionalidad que a estas alturas ya no causa sorpresa. Marea, hasta que Robe vuelva a hacer migas con la inspiración, se ha convertido en el líder de una generación de casi treintañeros que harta de que les engañen ya no corea lemas utópicos y que, visto el panorama que les rodea, sólo buscan evasión por unas horas. Y el Crisis Rock, o mejor dicho el XI+1 Crisis Rock, aun sin Marea, es una garantía en ese sentido.

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