domingo, 29 de julio de 2007

A LA PISCINA (II). Música y Guadalajara

La primera medida que ha tomado la Concejalía de Juventud y Festejos es la creación de un festival musical, Guadarock, que encenderá el motor de las Ferias y Fiestas de Guadalajara. La iniciativa irrumpirá a partir de septiembre con un objetivo fundamental, apoyar a los músicos de Guadalajara. Si en cuanto al fondo es un proyecto loable y que no admite matices, si se analiza con mayor profundidad resulta, además de poco sensato a tenor de lo ocurrido los últimos cuatro años, un ejercicio estético de cara a la galería. Si de verdad se quiere ayudar a la escena sonora local se debe descender unos cuantos escalones más, arremangarse y si llega el caso, ensuciarse. El campo de las actuaciones en directo es, probablemente, el que menos cobertura necesita en Guadalajara. Desde hace unos años se mantiene activo un pequeño pero intenso foco de actividad semanal, con actuaciones en directo en tres o cuatro salas de la ciudad. Hay que añadir el DOG, en el que ya tocaron The Swedish Cocks y La Raggapata, que repetirán en el Guadarock; el Crisis Rock, con una década de experiencia en la mochila; los propios festejos capitalinos, que suelen incluir recitales de grupos locales con carácter gratuito, y lo que pueda ofrecer el Festival Panorámico, que introduce en su programación una buena ración de decibelios locales. En un principio, todo lo que sea sumar es positivo. Pero la incorporación del Guadarock al circuito de festivales realizados en Guadalajara, vendida como una gran novedad y mejor noticia, no debe ocultar otros aspectos más oscuros. Ahí están, por ejemplo, las dificultades que tienen la mayoría de los grupos locales para poder ensayar en unas condiciones dignas. La labor en esa dirección de la Sala Óxido, puesta en entredicho por la oposición en la última legislatura, es encomiable. A cambio, se le han puesto todo tipo de zancadillas, como esos cuatros meses que se mantuvo con el candado puesto por un conflicto de fondo político. Hoy pocos recuerdan que grupos que ahora despuntan en el panorama nacional, alcarreños para todos, por supuesto, tuvieron que emigrar a localidades cercanas a Madrid para poder tocar en condiciones. Lo mismo pasa con ese proyecto de la Casa de los Músicos, ahora en medio de la incertidumbre. No entorpecer la labor de las salas de conciertos que resisten en Guadalajara, contribuir en lo posible a publicitar mejor su actividad, y mejorar, si no crear, instalaciones para que esas bandas, grupos de amigos con inquietudes la mayoría, puedan dar rienda suelta a su creatividad, podrían ser vías que sirviesen para potenciar la situación de la música de la ciudad. No hay que quedarse con los grandes nombres ni con los proyectos que más lucen de cara a la opinión pública, como esa Escuela de Cine que demandaría un presupuesto de envergadura. Sí trabajar desde abajo, sin temores. La cultura, y más si se usa dinero público, se debería guiar por principios de calidad y honestidad, no de rentabilidad económica, popular o de asistencia.

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