domingo, 29 de julio de 2007

A LA PISCINA (III). Muchos cuentos

Se escucha en los pasillos culturales de Guadalajara que uno de los primeros comentarios de un alto cargo de la ciudad acerca del FUT fue más o menos el siguiente: “Eso es muy caro y no va casi nadie”. El Festival de Teatro Urbano está condenado desde su inauguración hace cuatro años a una rumorología venenosa. Ha sido el centro de la diana sobre la que han apuntado sus dardos más afilados tanto representantes de otras asociaciones culturales, no sólo las relacionadas con la escena, como partidos políticos en la oposición. Lo nuevo asusta en una ciudad que se niega a mirar hacia delante con un entusiasmo renovado. El FUT es el mejor ejemplo de cómo un evento cultural es engullido a base de ideología y no de hechos comprobados. Si todo se desarrolla según las pautas previstas, la actual puede ser la última edición de un festival minoritario, programado con riesgo y al que no se le podrá quitar la etiqueta de pionero en la región. Porque al FUT se le puede retocar. Es más, es necesario en alguna de sus parcelas. Pero lo que no se puede es obligarle a cambiar radicalmente, de un año a otro, su plan de acción. Pongámonos en lo peor. Leo Bassi es demasiado irreverente. Sólo hay que recordar lo sucio que dejó el hall del Teatro Buero Vallejo aquella noche ‘futera’ iniciática, con plumas y cáscaras de huevo y que tanto escandalizó a algunos políticos, que conocieron el caso de oídas. Las obras de la compañía Animalario, otro de los fijos, se caracterizan por un idealismo progresista que para muchos carece de contenido y resulta impostado. Rodrigo García –el de las felaciones en una iglesia y el asesino de bogavantes–, más que molesto, puede resultar irritante, no apto para conciencias adormecidas. El caso es que en eso consiste la dramaturgia contemporánea. Y si va poca gente, no es el parámetro bajo el que exclusivamente se deba medir el rendimiento de un proyecto. La calidad suele andar a la greña con la cifra de asistentes, como se puede comprobar con el mando de la televisión en la mano. Lo peor es esa pose de opinar sin conocer. Más dañino es observar los aledaños del Buero Vallejo, convertidos en feudo de los graffiteros y en hogar de todo tipo de material desechable, antes, ahora y si no se remedia, siempre. Ahí si que deberían multiplicarse los esfuerzos, no en debilitar cualquier nueva opción cultural que surja de Guadalajara, y no sólo el FUT. Que no se puede estar toda la vida viviendo de los cuentos.

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