domingo, 29 de julio de 2007

A LA PISCINA (IV). Amigo Fescigu

El Festival de Cine de Guadalajara se ha topado con todo tipo de trabas, enemigos y obstáculos a lo largo de su cinco años de existencia. Al contrario de otros acontecimientos y asociaciones culturales de vida plácida y estabilidad garantizada, el Fescigu ha estado al borde del abismo más veces de las deseadas. El error en el que ha incurrido el festival es irresoluble, lo que le puede conducir a un futuro poco esperanzador. El Fescigu, que ha alcanzado cuotas de asistencia tan elevadas como sorprendentes los cuatro últimos veranos, para disgusto de gestores culturales de la ciudad, está organizado por una asociación privada. En el centro de Cinefilia se encuentra, además, una persona que se caracteriza por su independencia, que no duda en criticar públicamente aquello que considera injusto y que defiende con fogosidad verbal su pequeña creación, hoy más crecidita, gracias, fundamentalmente, al apoyo del público. Resumiendo, Luis Moreno acumula todo lo que el protocolo político e institucional rechaza. Por ese lado se encuentra uno de los problemas del festival, sometido a los vaivenes subjetivos de las subvenciones de las instituciones, timoratas con todo aquello que se escapa de sus redes de funcionamiento. Esa independencia le ha proporcionado grandes disgustos al Fescigu, peleado con políticos de todo tipo y perjudicado por algunas decisiones que le han impedido crecer y desarrollarse al ritmo que sus organizadores deseaban. Si a Moreno le ha faltado tacto en las relaciones con los que manejan el dinero, peor retratados han quedado los que han dejado pasar, casi definitivamente, la posibilidad de dotar a Guadalajara de un festival de cine señero en la región. El salto a la relevancia nacional, sólo hay que ver lo que le ha costado al vecino Alcine de Alcalá de Henares, con 36 años a las espaldas, son ya palabras mayores en un circuito saturado de eventos cinematográficos centrados en el cortometraje.
En este lustro, el Fescigu se ha ganado el cariño y la simpatía de un público mayoritariamente joven. A la vez, ha conseguido que se le identifique con un periodo, el verano, y con una sede monumental, el Palacio del Infantado. Por todo esto, la quinta edición, que se celebrará en diciembre y en el Centro San José, será una prueba de fuego para el festival. Los resultados que obtenga este año, sean positivos o negativos, determinarán sus futuro. En sus cuatro ediciones, las ha vivido de todos los colores. Experiencia le sobra. Pero de lo que no tiene antecedentes es de la respuesta del ciudadano en fechas poco propicias como mediados de diciembre y en un entorno con unas características antagónicas a las del Infantado. Otro reto más para uno de los eventos culturales que más opiniones ha suscitado en la ciudad el último quinquenio.

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