martes, 5 de junio de 2007

Juan Mayorga: "Poner en circulación un texto contemporáneo comporta riesgos comerciales"

Está considerado como uno de los grandes genios del teatro español contemporáneo. Sus textos miran de frente a la sociedad, abordan aspectos actuales y ofrecen una visión ácida y directa. Juan Mayorga, autor que ha abandonado su faceta de filósofo y profesor de instituto para dedicarse por completo al panorama escénico, habla con serenidad y modestia y asegura que aún le falta un largo camino para alcanzar la madurez profesional. Su obra 'El chico de la última fila' se representa los días 2 y 3 de junio en el Teatro Salón Cervantes de Alcalá de Henares.
Fue profesor de instituto durante algunos años, ¿tiene algo de personal 'El chico de la última fila'?
Precisamente fui profesor de Matemáticas en el instituto Mateo Alemán de Alcalá de Henares. Allí pasé tres años inolvidables y me gustaría mandar un saludo a mis antiguos compañeros y alumnos. Sin duda, 'El chico de la última fila' tiene algo de personal. Tanto la directora, Helena Pimenta, como yo hemos sido profesores de Secundaria y eso imprime carácter. La obra, de forma más o menos indirecta, refleja algunas experiencias que viví durante esa etapa. En particular, recuerdo que un alumno me contestó un examen hablándome de su vida. Aquello dio lugar a lo que posteriormente se convertiría en el embrión de 'El chico de la última fila'.
En alguna ocasión ha declarado que nadie elige la última fila en vano, ¿qué le atrae de esos personajes secundarios?
En la obra, la última fila es un lugar físico, pero también moral y poético. Hay mucha gente que elige la última fila en el mundo escolar, laboral o familiar, un espacio desde el que se puede ver sin ser observado. En la vida nos encontramos con ese tipo de figuras, observadores de la realidad que en algún caso se convierten en artistas y en otros nunca llegan a abrirse. Sí es cierto que me atraen especialmente esos personajes escrutadores que como Claudio, el protagonista de la pieza, están atentos a lo que pasa a su alrededor. Cuando uno tiene esa vocación, es natural que tienda hacia la última fila.
¿Por qué decidió dejar la enseñanza? ¿En qué aspectos sigue sintiéndose profesor?
Después de estar en el Mateo Alemán, gané una plaza para trabajar en la Escuela de Arte Dramático, donde pasé ocho años muy felices. Si no he continuado, no es porque mi vocación haya decrecido, sino debido al mucho trabajo que, por suerte, tengo ahora en el mundo del teatro. Esa vertiente me ha ido absorbiendo cada vez más, pero sin duda volveré a la enseñanza. El trabajo de enseñante es uno de los oficios más bellos y con más sentido. La calidad de una sociedad puede ser medida por el respeto que otorga a sus profesores y una de las mejores cosas que pueden ocurrir en la vida es conocer a un buen maestro.
Ésta es la cuarta vez que trabaja con Helena Pimenta, ¿ha encontrado en UR Teatro una forma de trabajo complementaria?
Helena Pimenta y José Tomé, el alma de UR, tienen conmigo una relación, no sólo de respeto profesional, sino de intenso afecto y amistad. Eso es algo que se percibe en nuestros trabajos. 'El chico de la última fila' ha sido escrita expresamente para ellos, que han contribuido, con su diálogo, buenas preguntas y críticas, al desarrollo del texto.
UR Teatro le pidió que escribiera un texto, ¿crear por encargo motiva o presiona?Es una forma especialmente productiva de escribir por libre. No estamos inventando nada. Ya en la aparición de nuestro teatro, muchas obras fueron escritas para una compañía o para un actor. En lo que se refiere a mi diálogo con Helena Pimenta y José Tomé, siento que no he renunciado a nada, sino que he extendido mi mundo y lo he llevado a lugares imprevistos. Saber que estaba escribiendo para UR me ha servido para forzar mi escritura y hacerla crecer.
¿Existen problemas para adquirir subvenciones? ¿Los programadores ponen trabas cuando se encuentran con un texto contemporáneo de un autor español?
Debo agradecer muchas cosas a UR. En primer lugar, su encargo y el brillante montaje que han hecho, con excelentes actores y una gran sabiduría por parte de Helena Pimenta para resolver y llevar a escena una obra con gran sencillez para el público, pero formalmente compleja. Es cierto que si uno hace un una obra de repertorio consagrada por el tiempo, el producto va a ser más fácil de vender. En este sentido, el gesto de UR y de cada programador que ha acogido en su teatro 'El chico de la última fila' es valiente, ya que poner en circulación el texto de un autor contemporáneo siempre comporta unos riesgos comerciales. Es muy importante que el público reciba nuevos lenguajes, nuevos modos de hacer teatro.
¿Cuándo escribe piensa en el público o simplemente busca una vía de expresión?
Escribo para la gente. No creo que una razón para hacer teatro sea expresarse uno mismo, porque eso es algo que va inevitablemente incluido. Hay que intentar conectar con otros, hacerse cargo de sus preocupaciones, sus miedos y sus deseos. El teatro es el arte social y político por antonomasia y uno ha de evitar encerrarse en uno mismo. Es necesario ser capaz de conectar, emocionar y comunicar.
¿Qué piensa cuando le califican como el libretista oficial de Animalario? ¿Qué le aporta trabajar con esta compañía?
Andrés Lima y su gente (Alberto San Juan, Guillermo Toledo, Javier Gutiérrez, Roberto Álamo) son amigos míos y actores excelentes. También han conseguido llevarme a lugares imprevistos. A ellos debo el descubrimiento, en cierto sentido, del humor en mis textos. Estoy muy agradecido al trabajo que he hecho con ellos y ojalá podamos volver a trabajar juntos.
Muchos definen su teatro como político y de izquierdas.La noción de teatro político no la inventó Bertolt Brecht, sino los griegos. El hecho de ser capaz de convocar, para que los ciudadanos vean representadas ficciones que se hagan cargo de sus preocupaciones individuales o colectivas, está ya presente en las piezas que escribían los grandes clásicos en el siglo V. a.C. Cuando acepto que mi teatro es político, estoy pensando en eso. Más allá de ese carácter general, en ocasiones puede examinar el modo de organizarnos como sociedad, aunque no tiene por qué ser siempre así. Sí reconozco que en algunas de mis obras el componente político es fuerte, como ocurre con 'Hamelin'. En cuanto a la consideración de mi estilo como de izquierdas, considero que una de las posibles misiones del teatro es la de intranquilizar, hacer que el espectador se pregunte sobre su propia responsabilidad con respecto a lo que ocurre a su alrededor. Un teatro de izquierdas puede considerarse aquél del que el espectador sale no sintiéndose más inocente, sino más responsable.
¿El teatro debe incomodar o entretener?
El teatro ha de entretener y emocionar, esos son sus puntos de partida, sus núcleos innegociables. Si además es capaz de desestabilizar al espectador en sus ideas, en su imaginación, en su sensibilidad, está haciendo una gran oferta. Si el espectador sale con una pregunta o una nueva mirada sobre un aspecto de su vida o de la sociedad, es porque el teatro le ha ofrecido algo importante.
¿Considera que la figura del dramaturgo está injustamente valorada?En lo que se refiere a los dramaturgos españoles, hay muchos autores y textos que merecerían mejor suerte, llegar en buenas condiciones a nuestros escenarios y eso apenas está ocurriendo. Dicho esto, creo que es visible una revalorización del texto y del dramaturgo en el hecho teatral. Buena parte de los acontecimientos que ha habido en el teatro español en los últimos tiempos tienen detrás un dramaturgo que ha escrito un buen texto original o una buena adaptación. Eso es algo que comparte buena parte de la profesión. Yo no reivindico una centralidad del autor. El teatro es el arte del actor y debemos trabajar para él, pero es muy importante que a ese intérprete se le ofrezca un material que pueda explotar, reventar. En este sentido, sí percibo un creciente respeto hacia el autor en el mundo teatral español.
Ha dado clases en la RESAD, ¿cómo definiría a la nueva generación de jóvenes autores?Hay mucha gente joven que no sólo tienen una fuerte vocación y talento, sino también un mayor conocimiento y cultura. Los talleres de dramaturgia y las escuelas de arte dramático han hecho un trabajo muy importante y han ofrecido unos conocimientos amplios del hecho teatral que antes no eran fáciles de encontrar. El autodidactismo ha sido superado o completado por estas formaciones regladas. Hay gente con mucho talento y capacidad a los que deben ofrecerse medios para confrontarse con el público. Ésa es la última lección.
¿Ha pensado actuar, dirigir alguno de sus textos o escribir un guión de cine?
Creo que no tengo talento para eso. El trabajo del director es enormemente complejo y se necesitan unas cualidades de las que carezco. No tengo visión para los espacios, por eso admiro a gente como Helena Pimenta, capaz de resolver y contar una historia compleja con esa sencillez con que ha perfilado 'El chico de la última fila'. Por el contrario, considero que aún no domino el trabajo de escritor. Me contentaría con ser un buen escritor de teatro, pero tengo que trabajar mucho para alcanzar la madurez. En lo que se refiere a la actuación, puedo decir que no tengo talento alguno y en lo relativo al cine actualmente existe un proyecto para llevar a la gran pantalla 'El chico de la última fila'.
¿Qué tiene Buenos Aires que no tenga Madrid en el ámbito teatral?En Buenos Aires se han montado varias obras mías, como 'El traductor de Blumenberg', 'Hamelin' o 'Himmelweg (Camino del cielo)'. En julio se estrenará 'Cartas de amor a Stalin', dirigido por Enrique Dacal, y en San Miguel Tucumán podrá verse 'El chico de la última fila', montado por Leonardo Goloboff. En Argentina hay un público ávido de teatro al que la profesión teatral ha respondido con una gran generosidad y capacidad imaginativa que ha superado las dificultades materiales con las que se ha encontrado. Pueden encontrarse espectáculos de enorme calidad artística en una casa particular, un parque público o un pequeño garaje. Están haciendo una labor muy imaginativa que intenta, como dice el dramaturgo Rafael Spregelburd, apelar a la complicidad del espectador.
¿Qué proyectos verán la luz en los próximos meses?
'Himmelweg' llegará este verano en el Teatro Nacional de Noruega y en París. 'Hamelin' podrá verse en Roma y Chile. En Portugal se reestrenará 'Hamelin' y se estrenará 'Últimas palabras de Copito de Nieve'. Entre los próximos proyectos españoles se encuentra la versión libre de 'Fedra', dirigida por José Carlos Plaza y protagonizada por Ana Belén, que se estrena en el Festival de Mérida y creo que vendrá en septiembre al Teatro Bellas Artes de Madrid. Tengo dos obras nuevas: 'La tortuga de Darwin', que dirigirá Ernesto Caballero en el Teatro de La Abadía, y 'La paz perpetua', una pieza inédita que montará José Luis Gómez. Gerardo Verá me ha encargado una versión de 'El Rey Lear', de Shakespeare, que también se estrenará durante la temporada.
(MM)

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