domingo, 3 de junio de 2007

'EL CHICO DE LA ÚLTIMA FILA'. Un sobresaliente

CRÍTICA DE TEATRO

'El chico de la última fila'
Autor: Juan Mayorga
Dirección: Helena Pimenta
Compañía: UR Teatro
Reparto: Ramón Barea, Carlos Jiménez-Alfaro, Luisa Pazos, José Tomé, Ignacio Jiménez, Natalie Pinot
Escenario: Teatro Salón Cervantes (Alcalá de Henares). 3 de junio de 2007

Ejercer la docencia puede resultar tan enriquecedor como frustrante. Germán, protagonista de 'El chico de la última fila', transita entre las dos vías como un equilibrista cuyas últimas ilusiones penden de un hilo. Hundido entre decenas de redacciones adolescentes vacías de contenido, esfuerzo y talento, encuentra una que le llama poderosamente la atención. Detecta algo especial, halla una válvula de escape a tanto resentimiento acumulado, como tantos experimentados profesores.
Juan Mayorga fue muchos años maestro de Secundaria. Helena Pimenta, la directora del montaje, también. 'El chico de la última fila' se alimenta, es comprensible, de multitud de experiencias vividas en primera persona. Pero hay mucho más, el texto abarca un terreno más extenso del que inicialmente uno podría anticipar. En esta obra no hay únicamente una tesis sobre la educación, el estado emocional del profesorado o la influencia de la literatura en la juventud. Los textos de Juan Mayorga, el autor español contemporáneo más importante, ya es indiscutible, admiten mil matices, atrapan la realidad cotidiana y la transportan a través de un vehículo dramatúrgico que, con una puesta en escena complementaria, produce un efecto gigantesco: el ver un teatro tan cercano como comprometido, real e inteligente, cuajado de intenciones que impactan sin caer en la pretenciosidad.
Reforzará sus cualidades 'El chico de la última fila' cuando se pase a la gran pantalla, un proyecto a largo plazo. Puesto en manos de UR Teatro, el texto de Mayorga fluye ágil y rápido, con transiciones cinematográficas que no otorgan ni un segundo de descanso. El espacio escénico es sabiamente aprovechado, lo que se adapta a la libertad textual de la historia. Los planos se intercambian y las conversaciones, como las emociones, pasan a ritmo vertiginoso sobre las tablas. La posible dificultad que se atribuye a una apuesta de estas características queda pulida por el intenso trabajo interpretativo, con un Ramón Barea liderando un reparto equilibrado y donde también raya a gran nivel el joven debutante Carlos Jiménez-Alfaro.
'El chico de la última fila' se nutre además de otros componentes que se alejan de la literatura. Hay apuntes cómicos y otros más cercanos al suspenso (esa mirada al otro, voyeurismo puro) envueltos por un tono realista que acerca la trama al patio de butacas. Un ejercicio que sale de lo introspectivo para convertirse en un relato global que apunta hacia frentes vitales de máximo interés. Un sobresaliente para 'El chico de la última fila'.

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