miércoles, 16 de mayo de 2007

'LA VIDA DE LOS OTROS'. En el punto exacto (***)

CRÍTICA DE CINE

Hay un punto en el que el ser humano, nutrido de la suficiente experiencia, puede descubrir que transita por el camino equivocado. Percibir que hasta ese trallazo de lucidez todo ha sido una equivocación. Que ha fallado a sus verdaderos principios. ¿Hasta dónde somos conscientes de la actitud que mantenemos ante lo que nos rodea? ¿Hay tiempo para volver atrás? ¿Pueden girar radicalmente los valores de las personas?
'La vida de los otros' es un elaboradísimo trabajo de investigación que funciona alrededor de esos interrogantes. Eso en su componente más profundo. Por fuera es una conmovedora historia de redención, dura y áspera y que al mismo tiempo transmite oleadas de verosimilitud a la hora de dibujar el paisaje de la República Democrática de Alemania, la anterior y la posterior al Muro de Berlín. Y por si fuera poco, 'La vida de los otros' regala uno de esos personajes destinados a quedarse para siempre en el memoria del cinéfilo, el increíblemente interpretado por Ulrich Mühe, la dualidad del ser humano, el bien y el mal en una mirada, en un gesto.
Florian Henckel-Donnersmarck va edificando la película con extrema lentitud, en un 'in crescendo' que supera lo metafórico en ese epílogo que roza la perfección absoluta. Esa tensión inteligentemente dosificada se percibe a través de gestos vacíos, de lo que no se dice. Es 'La vida de los otros' una película contenida y nada explícita, llena de largos silencios, oscura y fría. Con alguna trampa en la que conviene no reparar en virtud de la veracidad del conjunto y con una carga ideológica latente desde el mismo arranque de la proyección, que visto desde otro prisma, pudiera pecar de frialdad y de cierto academicismo, el mismo que lastrara a 'El hundimiento' (2004).Largometraje doloroso y punzante en lo psicológico, retrata la asfixia que salpicó a la Alemania comunista en los 80. Tiempos duros para la sociedad civil, que aquí el director fija en la figura de un prestigioso dramaturgo y literato y su pareja, una actriz venida a menos desde la irrupción del régimen. Es ese personaje el vértice del triángulo moral que completa un incorruptible agente de la Stasi. La trama va subiendo en intensidad conforme se van desvelando detalles de la personalidad de cada uno de los protagonistas, desprovistos de superficialidad o de un perfil maniqueísta, un logro para el director y guionista.
El resultado es una película perfecta para reflexiones de profundo calado que afectan a las decisiones que van configurando la vida de las personas y su correción moral o la inexistencia de ésta. Henckel-Donnersmarck podía haber caído en la trampa de la ambición y hasta de la manipulación, especialmente al final. Pero la pericia de este debutante al que habrá que seguir ha dado con un relato potente y ya imprescindible.

No hay comentarios: