lunes, 8 de enero de 2007

'MIA SARAH'. Demasiado azúcar (**)

CRÍTICA DE CINE

Crear un clima mágico es una de las metas más perseguidas por directores y guionistas, especialmente por aquellos que apuestan por continuar el sobreexplotado terreno de la comedia romántica. Sin embargo, son pocos los que consiguen rodar una historia sincera, que logre conmover sin recurrir a los desgastados tópicos destinados a provocar la lágrima fácil y la sonrisa pasajera.
El debutante Gustavo Ron fracasa en el intento de facturar una buena ópera prima con una 'Mía Sarah' que, si bien podría haber resultado un más que correcto ejercicio cinematográfico, no pasa de ser un pasatiempo demasiado edulcorado. Dos hermanos marcados por la tragedia, un entrañable abuelo gruñón, un psicólogo tímido y una previsible historia de amor componen un mosaico nada sorprendente.
Gustavo Ron adolece de uno de los males más comunes y peligrosos de la profesión: la dificultad de encontrar un buen final, una labor mucho más compleja de lo que parece. El arranque de esta 'Mía Sarah' resulta eficaz y consigue dibujar una atmósfera cálida y cercana, una de las principales virtudes del filme. Sin embargo, el guión chirría demasiado a medida que el metraje llega a su fin, con una última media hora que pretende encajar las piezas del puzzle en un todo demasiado perfecto.
Daniel Guzmán y Verónica Sánchez cumplen con unos papeles ajustados a su mejor faceta interpretativa, la que se mueve en el terreno de los personajes frágiles y transparentes, sin más dobleces que las evidentes. El trío protagonista se completa con un Manuel Lozano adolescente que ha perdido definitivamente el encanto desbordante de 'La lengua de las mariposas'. La presencia del siempre eficaz Fernando Fernán Gómez y el grotesco personaje de Diana Palazón regalan los mejores momentos de un filme discreto y necesariamente ñoño.
'Mía Sarah' se convierte así en una nueva revisión de los tópicos que rigen las historias de amor cinematográficas. Una sucesión de escenas conocidas y lugares comunes que construyen una propuesta sólo apta para románticos empedernidos a los que no les empalague tanto azúcar. Una pena que pretendan hacer creer que esto es un auténtico cuento de hadas.

(MM)

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