jueves, 4 de enero de 2007

'BANDERAS DE NUESTROS PADRES'. Desmitificadora (***)

CRÍTICA DE CINE

A nivel de recaudación y hasta de crítica, 'Banderas de nuestros padres' ha sido un fiasco en Estados Unidos. ¿Chocante? En absoluto. La visión que Clint Eastwood ofrece sobre la naturaleza del héroe, sobre el concepto de heroísmo asociado a la defensa de unos valores patrióticos, colisiona con la postura general conservadora y patriótica que reina en la sociedad del país de las barras y las estrellas en la era Bush.
Profundamente desmitificadora, los héroes que Eastwood levanta en su fresco de la batalla de Iwo Jima se fundamentan en la subjetividad de una fotografía tomada en un momento antiépico y circunstancial. Una estampa colectiva a la que el azar, infortunio para algunos, colocó el rótulo de legendaria, repercutiendo en la vida de los tres soldados que sobrevivieron a la fotografía, ejes sobre los que Eastwood configura una nueva muestra de valentía y madurez cinematográfica.
Dura, meridianamente contemplativa y de impecable estética, 'Banderas de nuestros padres' no pasará por ser una de las mejores películas del cineasta estadounidense. Hasta puede resultar decepcionante para el aficionado al género bélico y al seguidor incondicional de ese cine tan de autor que ha legado en la última década el creador de 'Sin Perdón'. Es indiscutible la pericia con la que están rodadas las escenas bélicas, en especial ese desembarco colosal que tanto recuerda al que rodara Steven Spielberg en 'Salvar al soldado Ryan'. El ritual de esas tomas sigue con profesionalidad el reglamento habitual, llenando la pantalla de sangre, mutilaciones y desesperación. Hiperrealismo con un punto cínico, como se sonsaca de uno de los personajes del filme: "Estoy harto de los que opinan sobre la guerra sin haber estado en ellas". Cine de grandes dimensiones en el que Eastwood maniobra con dificultades, sin un atisbo de las cualidades únicas que le han prestado grandeza.
Es el motivo por el que únicamente cuando el relato se estrecha, se individualiza y se minimiza alcanza las cotas emocionales esperadas. En ese punto, 'Cartas desde Iwo Jima', la visión desde el lado japonés de la sangrienta batalla por ese trozo de tierra del Pacífico, aventura un discurso más íntimo y sosegado, con una historia de tamaño inferior a la de 'Banderas de nuestros padres' que, tristemente, se pierde en un laberinto algo reiterativo de nombres desfigurados y saltos temporales que le restan crédito antes de llegar a un epílogo que sí, resulta ejemplar.
Descarnada en el sector bélico y antiepopéyica en su tramo de glorificación de los supervivientes del izamiento de la bandera, la sencillez con la que se desarrolla la propuesta, bailes cronológicos aparte, contrasta con la cantidad de mensajes que Eastwood dispara a bocajarro para definir a una sociedad, la estadounidense, excesiva, propagandística hasta el exceso y que practica la idolatría al ser humano sin límites. Es modélica, en ese sentido, la explícita voz en off que coloca el punto final al largometraje. "No luchaban por un país. Lo hacían por sus amigos". Podría resultar un tópico más, cargante incluso, pero puesto en boca de Clint, por muchas razones, resulta de una credibilidad suprema.

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