viernes, 26 de enero de 2007

'LA MUJER QUE SE PARECÍA A MARILYN'. Sin fuerza

CRÍTICA DE TEATRO

'La mujer que se parecía a Marilyn'
Autor: Eduardo Galán
Dirección: Antonio Valero
Reparto: Antonio Valero, María Luisa San José, Isabel Aboy, Alejandro Arestegui
Escenario: Teatro Moderno (Guadalajara). 26 de enero

Como Antonio Dechent o Manuel Morón, por poner dos ejemplos significativos, Antonio Valero es un secundario de postín del cine español. Sólo hace falta leer su fimografía para comprobarlo. La diferencia es que Valero participó en una serie televisiva de masas. De ahí a la popularidad. En el montaje escrito por Eduardo Galán, su estreno en la dirección, se ha reencontrado con una compañera de 'Médico de familia', una Isabel Aboy irreconocible. Físico distinto, transición del plató televisivo a las tablas sin traumas. Todo es bienintencionado en 'La mujer que se parecía a Marilyn', obra frágil, de notables ambiciones y, por otro lado, perfecta para llenar teatros, como ocurrió ayer, gran noticia, en el Moderno.
Sobre un profesor de universidad fracasado, solitario y alcohólico –un irregular Valero– y una alumna ambiciosa y lanzada –descarademente sensual Aboy– se estructura un texto que va perdiendo fuerza e interés conforme avanza, olvidando así el prometedor arranque. Un guión débil que llega al final agotado y sin recursos, como demuestra esa escena, terapia familiar a la americana, con la que se resuelven en unos escasos minutos el embrollo sentimental edificado con anterioridad.
En 'La mujer que se parecía a Marilyn' subyacen temas que podrían haber resultado interesantes. Había material en el fracaso, la brusquedad del mundo editorial o el egocentrismo del escritor. Pero el objetivo era otro: el amor rosáceo. Coquetea además la obra con cuestiones delicadas como las drogas y el alcohol, difíciles de concebir ante la poca verosimilitud con la que están desarrolladas. Hay dos personajes mal definidos, especialmente el hijo del protagonista, y el epílogo, por fácil, carece de tensión dramática.
Aunque no todo corre del lado negativo. Hay guiños cómicos sutiles y es interesante comprobar el buen trabajo de Isabel Aboy, un descubrimiento para aquellos que todavía la recordaban como la pizpireta hija mayor del doctor Martín. Una sorpresa por el papel que gasta.

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