domingo, 4 de junio de 2006

'LA CALUMNIA'. Embuste sin estímulo

CRÍTICA DE TEATRO

'La calumnia'
Autora: Lillian Hellman
Dirección: Fernando Méndez-Leite
Intérpretes: Cristina Higueras, Fiorella Faltoyano, María del Puy, Teresa Cortés, César Díaz, Carolina Lapausa, Amparo Alcoba
Producción: Nueva Comedia
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 3 de junio de 2006

Cuando Lillian Hellman escribió 'La calumnia' no podía saber que el posterior desarrollo de la sociedad relegaría a un segundo plano el significado social de la obra. En 1934 un texto de estas características, valiente y atrevido a la hora de abordar la homosexualidad femenina, resultaba un tesoro inédito, poco que ver, por fortuna, con los tiempos actuales.

Ejecutado ahora por Fernando Méndez-Leite (director) y Fiorella Faltoyano y Cristina Higueras (productoras) es cualquier cosa menos estimulante, veraz y comprometido. Es cierto que todavía hay personas que siguen viviendo la homosexualidad desde el silencio por miedo al rechazo social, pero ver el inexplicable desgarro que atenaza a cada uno de los personajes de esta versión resta toneladas de sinceridad a un montaje que debería tener, cuanto menos, capacidad para sacudir las emociones. Tristemente, no la tiene.

Se parte así de un texto que ha envejecido de mala manera y al que nada ayuda la adaptación que ha hecho Méndez-Leite en su debut teatral. Se atiene a los mecanismos básicos de actuación de un teatro hecho para movilizar al gentío, empeñado en comunicar sensaciones y nunca ideas. Un teatro fácil, muy fácil y nada sorprendente, bien modulado en cuanto a apariencias formales pero con poco fuste. El reparto, frío y gélido salvo excepciones como la desagradable Mary (Carolina Lapausa), añade de su cosecha una carga dramática elevada y grandilocuente, fuera de tono y poco creíble en diferentes pasajes y que falla inesperadamente en un tramo final al que se llega con cierta precipitación. El resultado es una obra a la antigua usanza, sin más virtudes y defectos que la que la propia denominación conlleva. En global, muy poco estimulante.
Asimilada la elección de Méndez-Leite, de trasfondo corre la historia de una mentira. De una calumnia cruel y torturadora que tritura un par de vidas. En 'La calumnia' la encargada de despedazar sentimientos es una niña hospedada en un exclusivo y elitista colegio femenino. Un personaje fuera de toda inocencia, culpable del huracán de acontecimientos que se desata posteriormente. Ahí no pierde el paso del tiempo la obra. La mentira en todas sus variantes sigue instalada con inusitada fuerza en la sociedad. Están las crueles, la que se enmascaran bajo la inocencia, las que buscan con malvado disimulo un beneficio o las que se realizan desde la más falsa de las sonrisas. Todas, casi todas, hacen muchísimo daño. Y todas, casi todas, siempre salen adelante. Ganan.

En 'La calumnia' de Higueras y Faltoyano esta circunstancia cuenta, y mucho, respecto al resto. El peso de la mentira, por encima de condicionantes personales de los protagonistas o del desarrollo argumental de la obra, es fundamental. Su sombría presencia sobrevuela por el escenario, siempre al acecho de conciencias intranquilas. Curiosamente, algo intangible como la mentira, no los actores ni la adaptación, es lo que aporta algo de fortaleza dramática a esta 'La calumnia'. Demasiado poco para una obra que lleva llenando teatros un día sí y otro también desde hace casi dos años.

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