miércoles, 15 de marzo de 2006

'TRISTAN&ISOLDA'. El medievo se derrumba (**)

CRÍTICA DE CINE

'Tristán e Isolda' es mala. Hay que dejarlo claro de antemano. Adolece de virtudes y tiene absolutamente todos los defectos que una película de aventuras con historia de amor de por medio pueda hospedar. Acumula miles de tópicos, los diálogos son insufribles y patéticos, el guión se ríe de la leyenda que le da vida, el amor aparece convertido en una sucesión de cursiladas a cada cual más sonrojante, la presunta violencia de las batallas es fría e irreal y los dos protagonistas, de nombres olvidables, perpretan unas interpretaciones penosas, con un lamentable James Franco que se pasa todo el metraje en perpetuo estado de shock.

Es mala, malísima, pero tiene algo esta 'Tristán e Isolda' que la hace entrañable, que provoca ternura y una agradable sensación que, en el fondo, hace aconsejable su visionado. La película tiene alma de perdedora, desprende un aura derrotista inevitable si al ver la ficha técnica de la película uno lee el nombre de Kevin Reynolds como fabricante de este largometraje de época.
Reynolds, esperanza en su momento del renacimiento del cine épico de aventuras (autor del 'Robin Hood' de Kevin Costner) es el responsable del que está considerado el mayor desastre económico de la historia del cine. Tocó fondo a mediados de los 90 con el tremendo varapalo que se llevó con 'Waterworld'. Se hundió él, su reputación y acompañándole, un Kevin Costner que desde entonces no ha levantado cabeza. Reynolds desapareció anulado por una industria que no perdonó este inesperado fracaso. Años de oscuridad aliviados por trabajos minimalistas hasta llegar a esta 'Tristán e Isolda', eterna leyenda medieval paradigma del amor que aguanta más allá de la muerte.

El director, que ha contado con la colaboración de Ridley y Tony Scott, vuelve a fracasar en su intento de renovar un género que anda alicaído. Lejos de innovar, apuesta por una película de escenarios más que de guión, lo que repercute en una trama débil e incapaz de aguantar la tremenda historia que pretende contar. Unos cuantos arrumacos y besos, un par de duelos a espada demasiado fugaces y alguna cabeza cortada para satisfacer a los canteranos del cine 'gore' componen la receta de Kevin Reynolds, que ha regresado al primer plano con mal pie, situándose en un escalafón muy inferior al que están colocados compañeros cineastas como Antoine Fuqua ('El Rey Arturo') o el propio Ridley Scott ('El reino de los cielos').

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