domingo, 11 de julio de 2010

'QUE SE MUERAN LOS FEOS'. Un actor entre la blancura


CRÍTICA DE CINE

'Que se mueran los feos' (Nacho G. Velilla. España, 2010)

El cine español alivia los rigores del periodo estival a base de comedias. Y nada más, vale con repasar la famélica cartelera de cada verano. ‘Que se mueran los feos’ es el pelotazo típico de estos meses, una comedia rural que oscila entre el olor rancio del costumbrismo más atroz –véase cómo se trata al personaje interpretado por Ingrid Rubio- y rescatables picotazos de un melodrama de mayor profundidad de la esperada. En ese equilibrio se ejercita el segundo largometraje del orfebre de la gran pantalla, Nacho García Velilla, mente de la que salieron proyectos tan rentables y poco discutibles como la fundacional ‘7 vidas’ y ‘Aída’. Tras su debut con ‘Fuera de carta’, colección de chistes fuera de casilla y de tono presuntamente sofisticado, Velilla se arremanga, baja al pueblo, coge los tópicos más manidos –casi todos, una verdad- y los pone al servicio de los verdaderos adalides de la función, Javier Cámara y Carmen Machi, los dos fetiches de la factoría Velilla. El primero proporciona dignidad, coraje y hasta credibilidad a su personaje, un cuarentón con billete de ida a la soledad. Son de su propiedad los mejores momentos del largometraje, en contraposición a lo desubicada que se muestra Machi, sorprendente al tratarse de una actriz superada en su trasvase al drama al arrastrar tan profundo y completo equipaje en materia cómica.

A ‘Que se mueran los feos’ le falta la chispa necesaria para consolidarse como una comedia por encima de la media. Hay alguna magnífica idea, como ese retrato, tierno en definitiva, de la vida en el ámbito rural, y la sensibilidad con la que se cuida a Javier Cámara, pero en general escasea la imaginación y se echa de menos el uso de un registro más melodramático en aquellas ocasiones en los que la historia parece pedirlo a gritos. Todo se fía finalmente a las dotes interpretativas de Cámara, un respiro entre tanto personaje secundario de un único ángulo y una historia que transcurre relajadamente entre lo ya preestablecido ante este tipo de situaciones. A nadie ya puede sorprender la redención final de los personajes masculinos, el discurso moralizante del epílogo y el anticlímax de la última escena, confeccionado para blanquear una producción en la que, si lo que se quiere contar se mueve entre la realidad y la ficción, debería haber primado, en cualquiera de los dos casos, la negrura.

3 comentarios:

Francisco Casoledo dijo...

Resulta que finalmente la mejor noticia de hoy no va a ser la catarsis colectiva de esta tarde -que bien pudiese culminar en una inmolación masiva en las fuentes y plazas municipales-, sino la reapertura de este baúl viejo pero hecho de buena madera, que mantiene conservada la agudeza crítica. Unn placer. Saludos.

Unknown dijo...

Pufffffffff,me da muchísima pereza ver esta película. La verdad es que estoy desarrollando una aversión preocupante por las comedias en general y las españolas en particular. Vaya trío maravilloso que tenemos en la cartelera con ésta y las otras dos joyitas patrias: Campamento Flipy y La venganza de Ira Vamp. No crees que es para preocuparse?

rafa dijo...

Fran, me alegro de verte por aquí, yo no fallo a la bestia, aunque me deje ver poco. Entre el Mundial y el ascenso del Hércules te imagino un tanto desubicado. Resiste. Gracias.
Javi, espero que dentro de esa aversión no entre 'Jacuzzi al pasado'. El búfalo blanco, recuerda. Ira Vamp nos espera.