martes, 10 de febrero de 2009

'EL GORDO Y EL FLACO'. Medida al peso


'El Gordo y el Flaco'

Autor: Juan Mayorga
Dirección: Carlos Marchena
Reparto: Victor Duplá y Luis Moreno
Escenario: Corral de Comedias. 7 de febrero de 2009


Hay que dejar a un lado a Laurel y Hardy. ‘El Gordo y el Flaco’ acelera hasta sobrepasar la intensa biografía a pares escrita por dos cómicos hoy instalados en el Olimpo del género. El texto de Juan Mayorga prefiere otros derroteros antes que el deleite melancólico. Las figuras opuestas de Laurel y Hardy valen para desencadenar un temporal de guiños cinematográficos en blanco y negro y de afilado instinto teatral. La distinción la otorga la segunda línea de lectura, la realmente genuina y que deja atrás el espíritu básico de la comedia. La da la conjunción que une a ambos personajes. La ‘y’ que les enlaza, fuente de la discordia. Otra demostración de que uno más uno a veces no suma uno, la vida en pareja como anulación de la individualidad.

Mayorga escribió ‘El Gordo y el Flaco’ hace ocho años, cuando los focos del gran público no le habían alumbrado. El reconocimiento vendría más tarde. El autor madrileño pone al descubierto la miseria profesional a la que se han visto abocados dos artistas venidos a menos. Gajes del oficio, las taras físicas que les dieron la popularidad se han evaporado. Como las llamadas telefónicas que les requieren para nuevos proyectos. El gordo ya no luce figura oronda y camufla la ausencia de kilos con una tripa simulada. El flaco se ha dejado llevar por la seducción de las calorías, al estilo de esos futbolistas ya de retirada que en unos meses crecen desproporcionadamente a lo ancho. Recluidos en una habitación de un hotel que hospeda a otros jubilados fílmicos de relumbrón, aguardan a que el reconocimiento vuelva a llamar a la puerta. Tiempos mejores, mientras esconden los recuerdos debajo del único mobiliario de la estancia, la cama. Una asfixiante atmósfera ‘godotiana’, con dos personajes sumidos en una tensa espera, que estallará por el flanco más débil, el único capaz de cuestionar el rumbo de una vida apresada por la rutina y abocada irremediablemente a alimentarse de la nostalgia.

‘El Gordo y el Flaco’ enmascara la amargura de esa relación de pareja rota -inteligentemente no precisa nada más- con un fino humor potenciado desde la dirección. Es un texto que exigía un plus de la interpretación, una conexión que sacara a la luz el potencial de una figura tan frágil como la del cómico que llora en la intimidad. Víctor Duplá y Luis Moreno llevan lo escrito a otra dimensión. Ya en el inicio exhiben un arsenal de humor gestual y de técnica clown para ser guardado en la memoria. El estallido del conflicto se fiará a Moreno, que garantiza risas y tristeza, todo contradicción. Entre un despliegue interpretativo de tal nivel, Mayorga pone sobre el tapete sus habituales juegos narrativos, introduciendo teorías heredadas por formación –en este caso matemáticas- que, al contrario que en otras ocasiones –el acertijo filosófico de ‘La paz perpetua’-, no desvían la atención. No se advierten tampoco licencias gratuitas de cara al espectador potencial. Todo se mueve bajo los mismos parámetros, una maquinaria precisa con el deseo de seducir desde la amargura de una pareja en descomposición y dibujar una sonrisa con la coreografía cómica aportada por el reparto. En dura pugna, la densidad invisible del argumento acaba por ganar la partida al apartado visual.

Entre los protagonistas se establece un endiablado duelo dialéctico y gestual deliciosamente sutil en el que Mayorga deja su impronta. Las personalidades quedan definidas desde el detalle y la oposición. A la inversa de la realidad, el gordo aparece como el miembro que domina la relación, con una personalidad dictatorial e inmovilista. La debilidad la pone el flaco, de cuya evolución y de la credibilidad que le proporcione el actor depende en buena medida el éxito del planteamiento de la función. Como esa relación a la baja aparece perfectamente graduada, salvando algún desliz que enturbia el epílogo como ese recorrido chulesco por un pasillo al descubierto, el resultado no deja de ser óptimo. Una obra elegante, con guiños por descubrir y rebosante de realidad, medida al peso exacto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena la crítica, como siempre, y muy interesante algunas de las metáforas.

Anónimo dijo...

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