jueves, 25 de septiembre de 2008

'BORIS GODUNOV'. La Fura se contiene

CRÍTICA DE TEATRO

Obra: 'Boris Godunov'
Dirección escénica y dramaturgia: Àlex Ollé y David Plana
Compañía: La Fura dels Baus
Escenario: Teatro María Guerrero (Madrid). 24 de septiembre de 2008

La Fura dels Baus se ha caracterizado desde los inicios por desechar la indiferencia. Así lleva funcionando dos décadas largas. Tanto en sus inolvidables cimas, como en los montajes de transición y desarrollo y los experimentos fallidos. Cuando se olvida del principio fundacional, los espectáculos se resienten. Hay detalles que permiten asegurar que la compañía barcelonesa atraviesa un descenso en cuanto a la efectividad de sus artefactos escénicos. La aparatosa ‘Imperium' ya dejó huecos sin rellenar, agujeros que ‘Boris Godunov' ha agrandado.

El origen del planteamiento, el secuestro del Teatro Dubrovka de Moscú por terroristas chechenos, anticipaba un filón en manos de La Fura, una tragedia pegada a una realidad aparentemente tan desconocida, sumida en la nueva era digital de información en tiempo real. Una espiral de terror, en definitiva, metida entre las cuatro paredes de un teatro. El producto resultante tras el trabajo de Àlex Ollé y David Plana no desfallece, como era previsible, en la sección multimedia, una hábil combinación de videomontajes, iluminación y proyecciones. Ladea en el apartado emocional e, inesperadamente, en el tono reivindicativo, en la (tibia) fortaleza con la que se lanzan los mensajes y las ideas, tocados por la ambigüedad.

La dramaturgia de ‘Boris Godunov' ha cogido un hecho real y lo ha limpiado de toda referencia geográfica, política y social. La purga de cualquier anotación concreta merma el potencial del conjunto. El asalto al Teatro Dubrovka de 2002 sucedió en un contexto muy determinado. Aplicarlo como metáfora global del terrorismo contemporáneo, una postura reduccionista, le resta fuerza. "Si eres checheno", escribe Guerman Saduláyev en ‘Soy checheno', "estás obligado a matar a quien haya vertido la sangre de los tuyos". Nada de eso vale, porque el desarrollo de ‘Boris Godunov' se bifurca al encuentro de otros destinos. El principal apunta al estado de desprotección de las sociedades desarrolladas, por encima de cuestiones como la justificación de la violencia como defensa legítima y los mecanismos con los que hacer frente a un peligro potencial desconocido. Todo batido en unas secuencias de poco peso, sólo aumentadas por el notable rendimiento interpretativo. Gana la partida en el sentido de la reflexión el videomontaje de la mesa de debate que se genera alrededor del presidente de la nación, indeterminada, atacada. De lejos, lo más clarificador.

En el camino, La Fura se ha olvidado de engrasar la historia de los terroristas que secuestran el teatro. Tras su sorpresiva irrupción Kaláshnikov al hombro entre las butacas, espectacular en su ejecución, los perfiles de los personajes seleccionados van adelgazando, con excepciones, hasta la irrelevancia del estereotipo. De teatro que se puede sentir y casi sufrir a otro de ideas y de desarrollo ya anunciado. Sobresale dentro del abatimiento el rol de la mediadora, la Anna Politkovskaya de la realidad, que muta de la dura periodista real -asesinada posteriormente en Moscú en circunstancias no esclarecidas- a doctora que, en su afán de tranquilizar a los espectadores retenidos, les dice que "el gobierno no hará nada que pueda ponerles en peligro". Enemiga declarada de Putin, Politkovskaya no cedía ante nada. En el asalto final al Dubrovka fallecieron 121 civiles. La Fura ha optado, así, por una idea más global, la representada por ‘Boris Godunov', la obra que se desarrollaba antes del asalto en esta ficción, un ejercicio ampuloso de crítica al poder y la corrupción. Su elección se perderá después en un ir y venir de escenas sueltas, deslavazadas del resto del conjunto. La tensión dramática va perdiendo intensidad por detalles como el citado.

Acuden al rescate del montaje escenas de gran valor, como el monólogo final de una de las secuestradoras, poseída por la rabia de seguir viva, el imponente trabajo interpretativo de Pedro Gutiérrez como líder de los terroristas, y las garantías que ofrece el trabajo multimedia de La Fura dels Baus. Poco para el bagaje de la compañía, en lo que parece un trabajo que se ha quedado a medio camino en ese intento de plasmar un sincero discurso abierto a la reflexión. Puede que por una contención autoimpuesta o por la, a veces, innecesaria obligación de dejar espacio a todos los ángulos que pivotan sobre el espinoso tema del terrorismo.

A ‘Boris Godunov' lo remata para mal un elemento inesperado, un epílogo que cae con total frialdad. El día de la función unos espectadores culminaron la gris faena con unas risas anteriores a los aplausos, la prueba de que el desenlace, al menos para unos cuantos, había sabido a poco. Un seguidor de La Fura esperaba, de inicio a fin, un acercamiento más real a lo sucedido dentro del Dubrovka durante aquellos tres días de octubre de 2002.

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