viernes, 19 de septiembre de 2008

'BELGRADO'. Angélica Liddell




CRÍTICA LITERARIA

Obra: 'Belgrado. Canta lengua el misterio del cuerpo glorioso'
Autora: Angélica Liddell
Editorial: Artezblai
Género: Literatura dramática
Año: 2008



POESÍA TRAS LA DESTRUCCIÓN

Belgrado se oscureció tras los bombardeos de la OTAN de 1998. La afirmación vale tanto como realidad como metáfora. Un foco de historia contemporánea que sigue descolocado una década después, desplazado de la esfera internacional y a distancia de una recuperación efectiva. Los Balcanes regalan material de sobra para una aproximación como la buscada por Angélica Liddell, dramaturga de moda, mal que le pese, engordada de premio, títulos y distinciones de rango institucional los últimos meses.

Una alegría en esta dirección se la proporcionó ‘Belgrado', accésit del Premio Lope de Vega 2007 otorgado por la Comunidad de Madrid, un texto en el que Liddell sigue vomitando ira, violencia y miseria. Lugares comunes a su dramaturgia que en esta ocasión se desplazan a Belgrado. Una ciudad y un país, Serbia, todo contradicción, punto de cita de prejuicios salidos de la ignorancia. En esas condiciones de desorden y vacío moral es cuando mejor se maneja Liddell, a la que hay que agradecer que traslade sus intereses de espacios simbólicos a otros reales, la búsqueda de nuevos horizontes muy localizados y apenas frecuentados en los escenarios.

‘Belgrado. Canta lengua el misterio del cuerpo glorioso' se divide en trece actos construidos bajo las órdenes de una magnética poética de la destrucción y unidos por un hilo argumental diluido entre largos monólogos punteados por afilados diálogos a dos bandas. No se puede formular reproche alguno al proceso de investigación del conflicto balcánico explotado por Liddell. Otra cosa será la puesta en escena, proclive a la exageración y al exceso de espectacularidad, pero de la lectura de ‘Belgrado' se sacan ideas concretas, más allá de las típicas tarascadas y andanadas lingüísticas tan características de la autora. Una por encima del resto, la marginalidad que se cierne sobre Serbia, relegada al papel perverso del conflicto balcánico y condenada a un ostracismo continental, económico y social, otra vez los prejuicios, del que le será complicado salir. ¿Es justo? Liddell no da respuestas, difuminadas las lecturas de autores como Peter Handke y de las tesis oficiales establecidas por los medios de comunicación, sólo deja caer una argumentación vagamente ambigua para intentar poner algo de luz a una situación que no deja de arrojar interrogantes de réplica todavía sorda.

Liddell emplea el mismo vocabulario sucio, hiriente y malsano, aspecto ya reconocible, para apuntar al centro de la diana. Así saca adelante otro texto para golpear desde la contradicción. Variantes habituales su discurso, como la doble moral de la solidaridad, los puntos negros de la religión católica y el machismo ("las mujeres tienen hijos para complacer ‘a lo católico', ‘a lo misógino", suelta uno de los personajes) se contrarrestan por el efecto producido por acercarse una cuestión que todavía hierve como la de los Balcanes.

El relato va tomando forma en base a los hirientes cánticos a la nada apuntados por el hijo de un Nobel de visita informativa a Belgrado, personaje aterrado por lo que escucha y contempla y de amplio recorrido, y una periodista especializada en el conflicto de los Balcanes que en sus últimos suspiros proclama que el amor es la única vía posible para alcanzar la libertad, toda una declaración de intenciones. Sus particulares reflexiones sociológicas y sentimentales se completan con las declaraciones anónimas de ciudadanos serbios de la calle, en lo que se significa como un acercamiento a un teatro documental de mayor precisión y rigor. Lidell da voz a gente que adora a Milosevic, detractores, civiles que participaron en el genocidio de Srebenica, personas que sólo buscan salir adelante, supervivientes, nostálgicos, objetivos de los bombardeos de la OTAN... Una suma de emociones desatadas y otras subterráneas que dan forma a un texto resuelto con habilidad y que refleja acertadamente esa telaraña de pasiones encontradas en el que está envuelta Serbia, todos los prejuicios que atenazan la evolución del país y las grandes dificultades que deberán afrontar para tomar cuenta del pasado y así despejar el futuro.

Una sorpresa grata la ideada por Angélica Liddell que pasará una prueba de fuego una vez que se suba a los escenarios si, como sería de desear visto el potencial de la propuesta, lo consigue.

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