jueves, 30 de agosto de 2007

'CAÓTICA ANA'. 'Estilo propio' y existencial (***)

CRÍTICA DE CINE

En una escena fundamental por su emotividad, Antonio Vega canta casi al oído el tema que dedicara Enrique Urquijo a su hija, 'Agárrate a mi, María'. El músico madrileño se ha convertido en un fijo de la filmografía de Julio Medem. Estaban condenados a un acercamiento. Ambos viven a su manera, habitan un mundo particular, diferente al resto. Teorizan y reflexionan sobre la existencia, uno con el cine y otro con la música, cada uno con un estilo.
El poder melódico de Antonio Vega, ya casi al límite del susurro, y la fortaleza visual de las imágenes de Medem, de una profundidad infinita. Son universos plagados de metáforas, con doble sentido, más existencial el del cineasta y universal el del músico. La suma de estos motivos hace que el instante en el que ambos se cruzan en 'Caótica Ana' sea mágico, especial. Todo, en el fondo, tiene un sentido en este trabajo personalísimo, otro más, del vasco.
Quienes no deseen aventurarse en la travesía semionírica que plantea Medem, sin tantas diferencias a la recorrida en 'Lucía y el sexo', que no lo hagan. 'Caótica Ana' acentuará esa división entre detractores y acérrimos seguidores del director. Es un Medem a sus anchas, con un camino limpio de piedras, con el punto de mira afinado y por fin sujeto a un hilo argumental que, por poco creíble que resulte, es fidelísimo al mensaje absoluto que intenta transmitir. Es ahí donde se encuentra la razón última de 'Caótica Ana', con un feminismo latente que se inicia con el personaje en el que Bebe hace de sí misma, un filón, y que explota con crudeza en la reprochable escena final, perfilando un discurso de izquierdas fácilmente prescindible.
Medem, en definitiva, sigue fiel a sus principios, ahora con la historia más personal que se le recuerde. Con 'Caótica Ana' seguirá dando motivos a sus detractores para criticarle y a sus simpatizantes para aplaudirle, sin término medio. Lo bueno de esta 'Caótica Ana' es que ya no existe el barullo argumental de anteriores trabajos suyos y que mantiene firme esa etiqueta tan minusvalorada y dura de conseguir que responde por 'estilo propio'. Medem lo tiene, por mucho que duela.

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