lunes, 16 de abril de 2007

'EL TÚNEL'. Un pasaje borroso

CRÍTICA DE TEATRO

'El túnel'
Autor: Ernesto Sábato
Adaptación: Diego Curatella
Dirección: Daniel Veronese
Reparto: Héctor Alterio, Rosa Manteiga, Pilar Bayona, Paco Casares
Escenario: Teatro Salón Cervantes (Alcalá de Henares). 14 de abril de 2007

Pisa las tablas con fuerza, eleva el tono de la voz con lentitud, gesticula y expresa emociones hasta con un simple chasquido de dedos, todo con una naturalidad pasmosa. Los años pasan y ahí sigue en la brecha. Héctor Alterio imparte en 'El túnel' otra de esas lecciones que merecen por sí mismas una visita al teatro. Pero, por desgracia, hay algo que hace que 'El túnel' sea un montaje fallido.
No hay que culpar a Alterio de ello. Ni siquiera a la fidelísima adaptación de Diego Curatella, secretario personal de Ernesto Sábato, autor del libro, que ahora reposa sus 96 años en Argentina. Tampoco vale cebarse con la estructura de la obra, sabiamente articulada por Daniel Veronese, director de escena de moda en Madrid, que es un prodigio de flexibilidad y economización de recursos. Un novelón denso que supera las 200 páginas plasmado en poco más de 80 minutos, sin lugar a la nostalgia y con cada capítulo bien articulado. Además, la cuestión de la edad -Alterio dobla a la del pintor literario- está decodificada con tanta inteligencia que no supone inconveniente.
Por todo ese cúmulo de razones, no es nada fácil averiguar dónde se encuentra el error, ese defecto que hace que no cuaje, que se salga del teatro con la sensación de haber contemplado algo incompleto y para nada definitivo. Habría que recurrir a factores de índole más individual, rayando lo espiritual. No es Alterio, por mucho que haga un trabajo soberbio, ese Juan Pablo Castel dibujado por Sábato en 1948. Ese hombre amargado, atormentado y depresivo queda reducido a un hipocondríaco, un ser maniático sin límites al que no se intuye rasgo alguno de esa enfermedad que es el mal del amor. El resultado de su labor se traduce en un tono inesperado, risas desde el patio de butacas, como una comedia con buen gusto. Increíble aceptar una situación de estas características una vez releída la obra de Sábato, oscura, triste, todo desesperanza, plagada de personajes cuya realidad no admite concesiones. <>Fuera de esa línea, 'El túnel' teatral está diseñado a la medida de Hector Alterio. Respira, vive, palpa y comunica a través de su interpretación. El resto de los personajes no interesan nada, edificados desde el error o no, causan indiferencia. No convencen, no transmiten, son simples títeres que orbitan en el vacío alrededor del inmenso Héctor Alterio, adornos devorados por el poder lumínico del hispano-argentino, al que en diversos momentos le salta el resorte de esa vis irónica marca de la casa y que aquí produce un efecto contradictorio.
Con sus luces y sus sombras, así transita esta historia universal de corte atemporal que, por lo comentado, bien podría haberse traducido en un largo monólogo. Una tragedia deslumbrante trazada con buen gusto que, lástima, termina ensombrecida por ese tono, rayando el sarcasmo y distanciado de la pesadumbre, que lentamente va adquiriendo. El túnel por el que transitan almas perdidas como la de Castel es oscuro, sólo oscuro. Y por mucho que pese, ese vacío existencial que deja la lectura del libro es sólo un recuerdo en esta obra de teatro.

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