domingo, 29 de abril de 2007

'ABRAHAM Y SAMUEL'. Vaivén verbal

CRÍTICA DE TEATRO

'Abraham y Samuel'
Autor: Victor Haïm
Dirección: Vicente Genovés
Compañía: Germinal Producciones
Reparto: Sergi Calleja, Josep Minguell
Escenario: Teatro Moderno (Guadalajara). 27 de abril de 2007

No hay nada mejor que una obra que te induzca a pensar sin ofrecer valoraciones explícitas -salvo un único detalle-, que te permita disfrutar de unas grandes interpretaciones y que cargue con una puesta en escena que obligue a no perder detalle. Que te haga salir del teatro, resumiendo, despierto, consciente de haber vivido una experiencia enriquecedora. El 'Abraham y Samuel' de Germinal, con sus defectos, se acerca a la vivencia relatada. Obra de tesis, más dura de lo que aparenta su flexibilidad dramatúrgica, esconde un texto que es orfebrería pura. Mediante la retórica, a veces enrevesada, de dos únicos personajes en constante evolución psicológica, el texto de Victor Haïm derrocha material para la reflexión. Lo que separa a Abraham y Samuel es lo mismo que los une. La humanidad no es una, sino varias, grita Haïm a través de esos dos roles tan identificables, el patrón explotador y el obrero al que el sueldo no le alcanza para comer, lo que le lleva al hurto.

La obra es un pelea verbal continua, un lanzamiento inagotable de mensajes y pensamientos sobre el ser humano. La religión, las razas o el poder son aspectos secundarios. Aquí lo que hay son dos roles que mutan a lo largo de la obra, con giros sorprendentes, siempre tan agradables de ver y con picos de tensión dramática, como el paso de la violencia verbal a la física, con esa pelea de sable contra horca, potentado contra campesino. Una virtud sobresaliente, dado que la obra bordea, especialmente en su inicio, los límites de la indiferencia. No lo permite el excelente trabajo interpretativo.

El corazón que hace que 'Abraham y Samuel' se desarrolle a gran nivel lo bombean Sergi Calleja y Josep Minguell. Dos actores que ofrecen una lección magistral sosteniendo con aplomo papeles complicados. Es la principal baza de un montaje que desliza una cantidad ingente de información en cada andanada verbal, aparentemente inocuas, que sale de los personajes. Abraham es el más interesante. Samuel cumple con su papel, trabajador explotado de honradez corrompida por el entorno que le rodea. El choque entre ambos caracteres es inevitable, aunque ese presumible antagonismo luego no lo sea tanto. Para eso están esos giros que conviene no desvelar y que están enlazados hábilmente por la mano del director.

Aunque no es tanto lo que se ve como lo que se escucha. Un vaivén verbal, un torbellino de reflexiones con las que Haïm define la contradictoria naturaleza humana. El mensaje es duro por lo hiriente que es, por la vileza con la que califica al hombre, ser cínico por naturaleza, y que llega a alcanzar de refilón a la mujer. Haïm no es nada cordial con sus personajes. Por sorpresa, su discurso varía en un epílogo que pudiera resultar decepcionante tras lo visto. El bien triunfa, queda esperanza y hasta despliega velas un mensaje demasiado universal, concreto y necesario para aplacar conciencias. Otro revés, bien visto, que no hace más que evidenciar la inteligencia que rebosa de cada uno de los salientes de esta magnífica 'Abraham y Samuel'.

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