martes, 11 de julio de 2006

'CARS'. A toda pastilla (***)


CRÍTICA DE CINE

Puede que la NASCAR no tenga arraigo alguno en Europa. Que el intento de enmascar esta competición puramente estadounidense y disfrazarla de Fórmula 1 sea poco ético. Que soportar casi dos horas de animación sea una tarea titánica para un adulto. Que haya alguna injustificable lección moralista, bien oculta, aunque perceptible. Sí, 'Cars' tiene sus fallos. La lista se podría alargar si se tuviera en consideración la pérdida de eficacia que se deriva del trasvase propiciado por el cambio idiomático. Nunca va a ser igual escuchar a Niki Lauda y Bob Costas que a Fernando Alonso y al insoportable Pedro Lobato. La suma de deslices reseñada no desluce la impecable envoltura formal que rodea a esta película, puro entretenimiento. Familiar, cercana y divertida, 'Cars' representa a la perfección el modelo Pixar, esa empresa especializada en facturar con exquisita diligencia productos para todos los públicos. Si a nivel de animación consigue cotas magistrales en comparación con lo exhibido por sus contemporáneas, el guión, si bien se mueve en un registro inferior al de 'Los Increíbles', no le anda a la zaga, con una historia sencilla y contada con buen gusto, sin torpezas y con algún diálogo sorprendente.

Lo que ese genio llamado John Lasseter ha logrado en 'Cars' es, esencialmente, elevar un sentimental cántico a la nostalgia. Ha registrado en versión animada un emocionado recuerdo a ese pasatiempo tan genuinamente americano que consistía en recorrer por carretera el país de punta a punta. Ahí la célebre Ruta 66 opera de eje vertebrador. Es esta vía la representante de un pasado borrado sin compasión por el desmesurado progreso que ha experimentado el país en las últimas décadas. Un reflejo de lo que fue y, a un par de kilómetros (esa moderna carretera plagada de coches que conducen a velocidades altísimas), lo que es.

Rayo McQueen, un jovencísimo y agresivo coche de carreras, termina atrapado antes de disputar la final de la Copa Pistón en uno de esos pueblos sin perspectivas de progreso. Con un presente tedioso y un futuro inexistente. El censo de la localidad lo compone un grupo de vehículos de lo más variopinto. Desde un camión hippie que se despierta cada mañana a ritmo de Jimi Hendrix, hasta un misterioso Doc Hudson que ejerce la justicia en la villa, por señalar a las dos creaciones más conseguidas. Lo que realmente encuentra en ese paraíso perdido McQueen es intangible. Una lección de amistad, del significado de competir. De la dignidad alejada de significados metafóricos. De que en la vida no todo es ganar. Ni que estar en la cúspide significa que eres superior a los que te rodean. Que todo, la fama, el poder y el ego, termina agotándose. En ese sentido 'Cars' es una película admirable. Un mérito del equipo de Pixar, que ha seguido el mismo recorrido planteado en 'Los Increíbles'.

Aunque es cierto que hay fases en la que la dinámica decae espectacularmente y que la historia de amor directamente sobra, 'Cars' consigue cumplir con las expectativas. Bien por Pixar.

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