sábado, 1 de abril de 2006

'EL ENFERMO IMAGINARIO'. Histriónico mal

CRÍTICA DE TEATRO

'El enfermo imaginario'
Autor: Molière
Compañía: Morboria
Dirección y adaptación: Eva del Palacio
Reparto: Fernando Aguado, Eva del Palacio, Harold Zuñiga, Pedro Olivera, Ingrid López
Escenario: Teatro Buero Vallejo (Guadalajara). 1 de abril de 2006

Hace gala la compañía Morboria de un gusto delicado y placentero a la hora de aderezar sus espectáculos. Su fuerte es la caracterización de los personajes, el vestuario que les proporciona y el imaginario visual que confecciona, con una perpetua presencia de máscaras y con un uso descarado de la gama de colores en su mayor abanico de posibilidades.

'El enfermo imaginario', recién salida de la factoría, apenas sin rodaje, goza de las excelencias del sello Morboria. Es un espectáculo delicioso para los ojos, una explosión de originalidad que se traslada con eficacia a un desarrollo que, superando las dos horas, no cae en el tedio y fluye ligero y suave, al contrario de la decepcionante 'El lindo don Diego', con la que Morboria participó el año pasado en este Certamen Nacional de Teatro 'Arcipreste de Hita'.

Incrementa la valía de la expresividad formal de este 'El enfermo imaginario', clásico donde los haya, la adaptación que ha hecho Eva del Palacio. Demasiado actual para los puristas, para los que puede resultar desalentadora, Del Palacio, resultona Toñita en el escenario, ha optado por el histrionismo absoluto como eje vertebrador de la función. Se ha tomado tantas licencias en esta versión que alguna desentona en exceso, como el tramo musical con romanticismo de pego de fondo, con una desafortunadísima irrupción lírica del presente (Camilo Sesto) en boca de uno de los intérpretes.

Ligeras manchas al margen, maneja este 'El enfermo imaginario' un muestrario de virtudes apreciables. Derrochó Molière parte de sus fobias en el tramo final de su vida, momento en el que surgieron sus piezas más conseguidas, como la que da vida a esta representación. Morboria se ha centrado en el aspecto más intrascendente y sencillo de este texto, aparcando la ironía y la crítica tan habitual de Molière, para dar rienda suelta a sus instintos más sugerentes. El brillante epílogo, festival de imaginación y versatilidad escénica, huracán apabullante de emociones, resume a la perfección el desarrollo de una función tan histriónica como divertida.

No hay comentarios: